29 mayo 2021

29 de mayo

Capilla de Reyes Nuevos. La antigua Capilla de este nombre, fundada por D. Enrique II en su testamento que otorgó en Burgos a 29 de mayo de 1374, ocupaba las dos últimas bóvedas de la nave menor, lindante con el muro Norte y también con el Poniente del templo. Mas como sirviese de gran estorbo, y afease además el aspecto uniforme de la suntuosa Basílica, en 1630 el arzobispo Fonseca y el Cabildo acordaron reemplazarla por otra nueva, digna de cobijar los restos mortales de tantos Monarcas castellanos, y capaz para las grandes funciones que, en una Capilla Real, con las numerosas fundaciones que aquella tenia, deben celebrarse. No habiendo ya Capilla alguna adecuada al objeto, se construyó esta, después de obtenida la aprobación del Emperador Carlos V, por el célebre arquitecto Alonso de Covarrubias, que por consecuencia de esta obra, fue, al terminarla, nombrado Maestro mayor de la Catedral.

Éntrase en esta Capilla por un bonito arco plateresco, que es el género reinante en toda la obra, apoyado sobre dos medias columnas, cuajadas junto con sus pedestales de primorosas labores doradas, y con un escudo de las armas Reales sobre la clave. En el macizo del arco, y sobre el zócalo lleno también de caprichosos relieves, se ven a uno y otro lado dos Reyes de armas, de piedra convenientemente pintada, mayores del natural. Una linda verja, en gran parte dorada, cierra esta entrada, tras de la cual viene la antecapilla con su cúpula para alumbrar, aunque harto escasamente, este paso, a cuyo extremo se ve la puerta de la Capilla, que tiene la forma arqueada, ocupando dos hojas de maderas tinas el cuadrilongo inferior y una vidriera el medio punto.

La Capilla tiene una sola nave dividida en tres bóvedas por dos arcos apuntados cubiertos materialmente de relieves dorados preciosos. Doradas están también y muy adornadas las aristas, y hasta las junturas de la sillería. En el espacio de cada bóveda hay una ventana, con lo cual y con dos claraboyas sobre el altar mayor, está el recinto profusamente iluminado. Frente de la puerta se alza una tribuna que tiene un órgano para el uso de esta Capilla. Esta bóveda, primera empezando por los pies, tiene tres altares modernos é iguales, de mármoles y bronce dorado, de orden corintio, obra del año 1777: uno, el de la derecha al entrar, es de la adoración de los Reyes, otro el de la izquierda, del Nacimiento de Jesús, y el de enfrente de Santiago. Entre esta bóveda y la segunda hay una graciosa verja de hierro, pintada y dorada. A uno y otro costado hay las sillas del Coro, trece por banda, de maderas finas con alguna labor, con su antepecho corrido, y en medio un gran facistol. Al extremo de las sillas, a uno y otro lado, vése un altar, siendo el del lado del Evangelio de San Hermenegildo y el de la Epístola de San Fernando, iguales los dos a los tres dichos, con la sola diferencia de las pinturas que representan los Santos titulares. Sobre los respaldos de la sillería de uno y otro costado, se levanta un elegante cuerpo de arquitectura, formado por tres grandes pilastras que, con sus cornisamentos decorados con sendos escudos de armas Reales, dejan las hornacinas donde están colocados los sepulcros de Don Enrique II, de Doña Juana su mujer, de Don Enrique III y de Doña Catalina su esposa, con sus estatuas yacentes y sus epitafios. Sobre una repisa empotrada en el muro de la Epístola descuella la estatua arrodillada de Don Juan II que tanto hizo en favor de esta Capilla, según expresa una inscripción que tiene debajo.

La tercera bóveda forma propiamente el Presbiterio, como la segunda el Coro. El altar mayor ocupa todo el testero de la nave: es obra moderna, greco-romana, trazada y ejecutada en 1805. Sobre la mesa del altar descansan dos pedestales de que surgen dos grandiosas columnas de una sola pieza, las que sostienen el cornisamento coronado por las armas Reales sostenidas por dos Ángeles. A uno y otro lado hay dos estatuas de San Pedro y de San Pablo, mayores del natural. El intercolumnio cobija un lienzo grande, pintado, como los de los otros cinco altares, por el nombrado Maella, que representa la Descensión de la Virgen a vestir la celestial casulla a San Ildefonso. La materia de que se componen este y los demás altares es de mármoles y finos bronces. En nichos abiertos en los muros laterales de esta bóveda, profusamente exornados al gusto plateresco, hay los enterramientos de Don Juan I y de Doña Leonor su mujer, con sus estatuas arrodilladas ante reclinatorios, obra bellísima, terminada en 1534 por Alfonso Contreras.

El artista o aficionado que visite esta preciosa Capilla puede y debe comparar, al examinar los seis sepulcros descritos, cuál era el estado del arte en España a fines del siglo XIV, lo que había adelantado ya a principios del XV, y la altura a que había alcanzado en el XVI.

Gustavo Adolfo Bécquer & Manuel de Assas
Toledo
Historia de los templos de España

Bécquer emprende en junio de 1857 su gran proyecto fallido: la Historia de los templos de España. Todo comienza cuando, junto a Juan de la Puerta Vizcaíno, inicia los trámites para la preparación de esta monumental obra, lo cual requiere el reclutamiento de notables eruditos en el campo de la historia, las artes y la literatura. Fundado en su conocida afición por la arquitectura, en la corriente de evocación y recuperación románticas de las ruinas del pasado, muy en la línea de Chateaubriand, así como en la importancia de la religión en la concepción vital y poética becquerianas, nuestro autor depositó todas sus ilusiones en el rescate de edificios que tornaban a ser mucho mas que un conjunto de piedras, eran la representación fidedigna de la tradición española.

A principios de agosto de 1857 sale a la luz la primera entrega de la Historia de los templos de España: Toledo, con la protección de la reina Isabel II. La parte correspondiente a la catedral fue preparada por Manuel de Assas (con una primera parte donde, a través de la historia de los sucesivos prelados, asistimos a una instructiva visión de las luchas de poder en que se vio inmersa la Iglesia Católica) y Bécquer se encarga del resto de templos de Toledo, donde intenta la unión de lo religioso, lo histórico, lo arquitectónico y lo poético.

Las sucesivas entregas van apareciendo con cierto retraso hasta que en noviembre de 1858 quiebra la empresa editorial. A esto habrá de añadirse el colapso de Bécquer, que agotó sus fuerzas en el intento de culminación de esta obra, cayendo en una grave enfermedad. Sin embargo, no debe olvidarse el especial y ecléctico carácter de nuestro poeta, que le hacía sentir interés por diversas manifestaciones culturales y literarias.

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