15 mayo 2021

15 de mayo

Salió detrás de la mesa y lo condujo hacia dos gastados sillones de cuero. De inmediato surgió de la nada un ordenanza seguido por tres esclavos, cuatro personas para dos tacitas: uno de los esclavos sostenía la bandeja, otro vertía el café y el tercero ofrecía azúcar. Después de servir, los esclavos se retiraron retrocediendo, pero el ordenanza se cuadró entre los dos sillones. El gobernador era un hombre de mediana estatura, delgado, con profundas arrugas y escaso cabello gris. De cerca se veía mucho menos impresionante que a caballo, con sombrero emplumado, cubierto de medallas y la banda de su cargo cruzada en el pecho. Relais estaba muy incómodo en el borde del sillón, sosteniendo con torpeza la taza de porcelana que podía hacerse añicos de un soplido. No estaba acostumbrado a prescindir de la rígida etiqueta militar impuesta por el rango.

—Se estará preguntando para qué lo he citado, teniente coronel Relais —dijo Blanchelande revolviendo el azúcar del café—. ¿Qué piensa de la situación en Saint-Domingue?

—¿Qué pienso? —repitió Relais, desconcertado.

—Hay colonos que desean independizarse y tenemos una flotilla inglesa a la vista del puerto, dispuesta a ayudarlos. ¡Qué más quiere Inglaterra que anexar Saint-Domingue! Usted debe saber a quiénes me refiero, puede darme los nombres de los sediciosos.

—La lista incluiría unas quince mil personas, mariscal: todos los propietarios y gente con dinero, tanto blancos como affranchis.

—Eso temía. Me faltan tropas suficientes para defender la colonia y hacer cumplir las nuevas leyes de Francia. Seré franco con usted: algunos decretos me parecen absurdos, como el del 15 de mayo, que le da derechos políticos a los mulatos.

—Sólo afecta a los affranchis hijos de padres libres y propietarios de tierra, menos de cuatrocientos hombres.

—¡Ése no es el punto! —lo interrumpió el vizconde—. El punto es que los blancos jamás aceptarán igualdad con los mulatos y no los culpo por ello. Esto desestabiliza a la colonia. Nada está claro en la política de Francia y nosotros sufrimos las consecuencias del descalabro. Los decretos cambian a diario, teniente coronel. Un barco me trae instrucciones y el barco siguiente me trae la contraorden.

—Y está el problema de los esclavos rebeldes —agregó Relais.

—¡Ah! Los negros… No puedo ocuparme de eso ahora. La rebelión en Lembé ha sido aplastada y pronto tendremos a los cabecillas.

—Ninguno de los prisioneros ha revelado nombres, señor. No hablarán.

—Lo veremos. La Marechaussée sabe manejar esos asuntos.

—Con todo respeto, mariscal, creo que esto merece su atención —insistió Étienne Relais, colocando la taza sobre una mesita—. La situación en Saint-Domingue es diferente a la de otras colonias. Aquí los esclavos nunca han aceptado su suerte, se han sublevado una y otra vez desde hace casi un siglo, hay decenas de miles de cimarrones en las montañas. En la actualidad tenemos medio millón de esclavos. Saben que la República abolió la esclavitud en Francia y están dispuestos a luchar para obtener lo mismo aquí. La Marechaussée no podrá controlarlos.

—¿Propone que utilicemos al ejército contra los negros, teniente coronel?

—Habrá que usar al ejército para imponer orden, señor mariscal.

—¿Cómo pretende que lo hagamos? Me mandan una décima parte de los soldados que pido y apenas tocan tierra se enferman. Y a esto quería llegar, teniente coronel Relais: no puedo aceptar su retiro en este momento.

Étienne Relais se puso de pie, pálido. El gobernador lo imitó y los dos se midieron durante unos segundos.

Isabel Allende
La isla bajo el mar

La isla bajo el mar de Isabel Allende narra la azarosa historia de una esclava en el Santo Domingo del siglo XVIII que logrará librarse de los estigmas que la sociedad le ha impuesto para conseguir la libertad y, con ella, la felicidad.
Esta es la historia de Zarité, una muchacha mulata que a los nueve años es vendida como esclava al francés Valmorain, dueño de una de las más importantes plantaciones de azúcar de la isla de Santo Domingo. A lo largo de la novela viviremos cuarenta años de la vida de Zarité y lo que representó la explotación de esclavos en la isla en el siglo XVIII, sus condiciones de vida y cómo lucharon para conseguir la libertad. Pese a verse obligada a vivir en el ambiente sórdido de la casa del amo y verse forzada a acostarse con él, nunca se sentirá sola. Una serie de personajes de lo más variopinto apoyarán a nuestra protagonista para seguir adelante hasta conseguir la libertad para las futuras generaciones. Mujeres peculiares como Violette, que se dedica a la prostitución o Loula, la mujer que organiza su negocio; Tante Rose, la curandera, Célestine o Tante Matilde, la cocinera de la plantación: personajes con este punto de magia que dan un ambiente y un color especial a la novela. Los amos desprecian y maltratan a los esclavos. Estos a su vez organizan rebeliones, una de las cuales provoca un incendio en la plantación. Valmorain huye de la mano de Zarité. Ella ha criado a Maurice, hijo de Valmorain que crece junto a Rosette la propia hija de Zarité y su amo. Como esclava, también estará al servicio de las dos esposas de Valmorain: dos personajes totalmente distintos pero muy bien caracterizados por la autora. Conforme avanza la novela nuestro personaje alcanza la dignidad que le corresponde. Vivirá su propia historia de amor y conseguirá la libertad.
Isabel Allende le da voz a una luchadora que saldrá adelante en la vida sin importar las trampas que el destino le tiende.

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Merenderas