29 diciembre 2022

Demasiado caro

Demasiado caro
(relato verídico inspirado en Maupassant)
Existe un reino pequeñito, minúsculo, a orillas del Mediterráneo, entre Francia e Italia. Se llama Mónaco y cuenta con siete mil habitantes, menos que un pueblo grande. La superficie del reino es tan pequeña que ni siquiera tocan a una hectárea de tierra por persona. Pero, en cambio, tienen un auténtico reyecillo, con su palacio, sus cortesanos, sus ministros, su obispo y su ejército.
Éste es poco numeroso, en total unos sesenta hombres; pero no deja de ser un ejército. El reyecillo tiene pocas rentas. Como por doquier, en ese reino hay impuestos para el tabaco, el vino y el alcohol y existe la capitación. Aunque se bebe y se fuma, el reyecillo no tendría medios de mantener a sus cortesanos y a sus funcionarios ni podría mantenerse él, a no ser por un recurso especial. Ese recurso se debe a una casa de juego, a una ruleta que hay en el reino. La gente juega y gana o pierde; pero el propietario siempre obtiene beneficios. Y paga buenas cantidades al reyecillo. Las paga, porque no queda ya en toda Europa una sola casa de juego de este tipo. Antes las hubo en los pequeños principados alemanes; pero hace cosa de diez años, las prohibieron porque traían muchas desgracias. Llegaba un jugador, se ponía a jugar, se entusiasmaba, perdía todo su dinero y, a veces, incluso el de los demás. Y luego, en su desesperación, se arrojaba al agua o se pegaba un tiro. Los alemanes prohibieron a sus príncipes que tuvieran casas de juego; pero no hay quien pueda prohibir esto al reyecillo de Mónaco: por eso sólo allí queda una ruleta.

Soportales

en Aranjuez

28 diciembre 2022

cuando el señor Pickwick se inclinó sobre la balaustrada del puente de Rochester

 Claro y agradable estaba el cielo, perfumado el aire y hermoso el aspecto de todas las cosas en torno, cuando el señor Pickwick se inclinó sobre la balaustrada del puente de Rochester, contemplando la naturaleza y esperando la hora del desayuno. La escena, en efecto, podía muy bien haber hechizado una mente mucho menos reflexiva que aquella ante la cual se presentaba.
A la izquierda del espectador quedaba la muralla ruinosa, rota en muchos puntos y, en algunos, dominando la estrecha ribera con sus rudas y pesadas masas. Grandes matas de hierbajos pendían entre las melladas y puntiagudas piedras, temblando a cada soplo del viento, y la verde hiedra trepaba lúgubremente en torno a las almenas sombrías y derruidas. Tras de estas se elevaba el viejo castillo con sus torres sin tejados y sus macizas paredes desmigajándose, pero hablándonos orgullosamente de su antiguo poder y fuerza, cuando, setecientos años antes, resonaba con el entrechocar de las armas o retumbaba con el ruido de los festines y orgías. A un lado o a otro, las riberas de Medway, cubiertas de campos de trigo y pastos, con algún molino de viento acá y allá, o una iglesia lejana, se extendían en todo lo que alcanzaba la mirada, presentando un paisaje rico y variado, embellecido aún por las sombras cambiantes que pasaban rápidamente sobre él al alejarse y deshacerse las leves nubes a medio formar bajo la luz del sol mañanero. El río, reflejando el claro azul del cielo, brillaba y resplandecía en su corriente sin ruido; y los remos de los pescadores se sumergían en el agua con un ruido claro y límpido, mientras sus barcas, pesadas pero pintorescas, se deslizaban lentamente río abajo. (Cap.V)

Charles Dickens
Los papeles póstumos del Club Pickwick

Muchos o bastantes

en Aranjuez

27 diciembre 2022

Niebla.

 La humedad que deja la niebla en el tronco de los árboles, en la madera cortada para la chimenea, y en el barro del ladrillo y de las tejas, es como un barniz admirable mientras el sol se inclina, como lo hace en invierno, de un modo amable y dulce, sin llamar la atención realmente. (p.12) LA LUZ DE UNA CANDELA. José Jiménez Lozano (1989)

Cuatro al paso

en Aranjuez

25 diciembre 2022

aunque el Niño estaba dormido, y nadie hablaba, y todos se decían las cosas por señas

IV El romano


Algunos de los que iban aquella noche en el grupo de pastores hasta el establo que estaba un poco lejos del pueblo, y mucho más cerca de donde estaban las majadas, divisaron enseguida a un hombre muy alto, que luego vieron que tenía el pelo muy blanco según relucía a la luz de las antorchas que llevaban. Estaba como paseando con un farol en una mano, de arriba abajo, a lo largo del caminillo, o como esperando a alguien, a pesar de que la noche era más bien fría, aunque también vieron luego que llevaba una buena pelliza de pieles hasta los pies; y se preguntaban señalándole con un movimiento de barbilla:

Y ese ¿quién es?

—Ése es uno de ellos, un romano, el que apunta los nombres de la lista de todos nosotros y de los forasteros, que ha mandado hacer quien manda en Roma —dijo un jovencito que apenas tenía esbozo de una barba rubia.

—Pues ése no es quien estaba allí, cuando yo me fui a apuntar; no era tan alto —dijo otro miembro de bastante edad del grupo de pastores.

—Porque ése es el jefe de los que apuntan, y el peor de todos, que ha venido de parte del César de Roma, que es el que está ocupando esta tierra nuestra, como todos sabéis.

—Tú estás muy politizado, chaval. ¡Olvídate! ¡Tanto me dan a mí los de allí como los de aquí, Moshé! Tú eres muy joven, y tienen muchas imaginaciones y vericuetos en la cabeza. Ahora vamos a ver a un niño nuestro, que es mucho más importante. ¡Déjate de política!

Y el mocito se calló de mala gana, e incluso parecía que iba a contestar, pero el forastero se acercó entonces al grupo, cuando pasaban precisamente junto a él, y preguntó:

—¿Es por aquí por donde se va al establo?

—Sí señor —contestaron casi todos a la vez.

—¿Y ustedes van a ese establo?

—Sí señor.

—¿Y ustedes tendrían entonces algún inconveniente en que yo me uniera a ustedes?

Y hubo en este momento un silencio, mientras los unos se miraban a los otros, y había también quienes bajaban los ojos o miraban a la oscuridad; pero al final dijo uno del grupo:

—Con mucho gusto, pero es que nosotros somos pastores que estábamos en la majada, y nos han avisado.

—¿Y de que les han avisado? si puede decirse.

Y le contestaron como pudieron, pero con mucho cuidado de que no se les fuese la lengua, aunque diciendo claramente que lo que les habían dicho los mensajeros era que les había nacido un niño.

—¡Un Niño! «Puer natus est nobis, filius datus est nobis», y, como decía el dulce Virgilio: «Iam nova progenies caelo demittitur alto!».

Ellos quedaron como alelados con la boca abierta, pero sonriendo como si adivinasen que eso significaba algo bueno, y que por eso lo decía muy contento.

—Pero ¿qué dice? Nosotros no entendemos el romano, señor.

—Ni queremos —añadió el jovenzuelo politizado.

—¡Pues tú te lo pierdes, hijo! Nunca conocerás al dulce Virgilio —dijo el forastero.

Y luego explicó a todos que lo que había dicho era repetir en su lengua que «Nos ha nacido un Niño; se nos ha dado un Hijo», y que el poeta Virgilio decía, en el verso que les había recitado, que había descendido del cielo una nueva clase y familia de hombres.

—¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! —contestaron todos maravillados

Y luego uno de los ancianos dijo:

—¿Y qué hace por estas tierras el buen hombre, si es que se puede preguntar sin ofender?

Él contestó que, aunque era romano, porque había nacido allí, en Roma, siempre había vivido por estas tierras del Oriente, y que su mujer era parienta y descendiente de la Reina de Saba que había visitado a Salomón.

—El mundo es un pañuelo —comentó otro pastor anciano.

Y dijo luego al forastero que seguramente sabía que Salomón era hijo de David, y que David y la casa de David arrancaban de este pueblo de Belén.

Continuaron a seguido hablando de que, cuando les habían invitado a ellos los mensajeros, les habían informado de que el Niño que iban a ver también era de esta familia; y hablando luego del tiempo, y concretamente de la noche clara que había quedado desde que habían visto los resplandores de los mensajeros que les habían invitado, llegaron ya al establo donde había ya otros pastores y dos o tres mujeres que se afanaban por allí, una asnilla y un buey, muy despabilados y que parecían atender a las conversaciones; y el Niño con sus padres, aunque el Niño estaba dormido, y nadie hablaba, y todos se decían las cosas por señas. Sobre todo, para señalar al romano con aquella pelliza tan calentita que enseguida se la quitó y se la echó encima al Niño.

Estuvo mucho rato parado allí, y a lo mejor era porque era corto de vista, y, como se acercó mucho a ver si se rebullía el Niño, y, como tenía aquel hombre una nariz muy larga al igual que el pico de los loros, y mucho más en curva que las narices de los judíos, se la cogió el Niño con la mano bien fuertemente, y el forastero se rio, y todos vieron que el Niño también se reía.

Y luego ya llegaron sus padres que estaban avivando una lumbrecilla en un rincón, y tomando un caldo caliente su madre, y el forastero se puso a hablar con ellos con una ceremonia de palabras y de acciones con las manos, como si hablara con reyes antiguos. Pero entonces el joven que estaba politizado les contó a quienes allí estaban quien era aquel forastero, y algunos dijeron:

—Pues este viene a por el Niño y se lo lleva envuelto en la pelliza con que le ha arropado para disimular, porque los romanos son capaces de todo.

—Sí, de eso y de mucho más —comenzó a decir ahora de nuevo el joven, pero como tartamudeando.

Y continuó a seguido:

—Pe-pe-pero, eés-éste no, eéste no.

—Éste no ¿qué? —le urgían todos— ¡Acaba de decir las cosas de una vez!

Y, por fin, repitió a derechas tres veces que ya no quería ser político, y dijo que este señor romano, de tan bueno como era, seguro que cuando el Niño le cogió con la mano la nariz, seguro que se la hubiera cortado y dejado allí para que jugase con ella, o a lo mejor hasta se quedaba el allí en el establo para que, cada vez que le viese el Niño, se riese. Y ya le había dado su pelliza de pelo de camello, ¿no?

Y que, además, la mujer del romano era parienta de la reina de Saba.

—¡Pues menuda peje de lista que era esta, como dice la Escritura! —añadió la señora Marta que estaba, en ese momento, dando unas puntadas en un lienzo—. Mucho más que Salomón; cien veces por lo menos.

Y el rapaz seguía como escuchando muy atento, y sonriéndose, mientras contaban cosas de la Reina de Saba.

El libro de los visitantes

¡Feliz Navidad!

¡Feliz Navidad!

17 diciembre 2022

La vida de Fermín Acha en Madrid era vida de cortesano

FERMÍN ACHA, madrileño adoptivo y originario de Vera de Bidasoa, nos proporcionó la mayoría de los detalles para escribir estas narraciones.
Fermín Acha, empleado en un ministerio, era autor de algunas sabias Memorias arqueológicas de relativa importancia. Fermín nació hace ya cerca de sesenta años en Vera, en la antigua casa llamada Olazar.
La casa, de un pariente lejano suyo, apellidado Sanjuanena, pertenecía antiguamente a la familia fundadora del pueblo, llamada Alzate.
En Olazar vivía el hermano mayor de Fermín, Leandro, dedicado a la agricultura y un poco también a la genealogía y al blasón.
La vida de Fermín Acha en Madrid era vida de cortesano. Se levantaba tarde, iba a la oficina al mediodía y trabajaba en ella hasta las dos. A las dos solía comer en el Círculo. Después de comer, tenía su tertulia hasta las seis; a las seis marchaba al cine; a las diez iba a cenar; después de cenar jugaba al póquer hasta la una o las dos, y luego se retiraba a casa.
Varias veces le dije:
—Puesto que conoce usted con detalle los sucesos que nos interesan a usted y a mí, debía usted escribirlos.
Fermín se negaba a ello siempre con gran energía y tesón.
—Tengo una vagancia incurable —aseguraba.
—No lo creo. Ha escrito usted modernamente varias Memorias sobre arqueología.
—Si se tratara de unas consideraciones sobre el arte románico en los Pirineos, lo haría con gusto; pero no soy capaz de narrar un acontecimiento moderno. No sé por qué no me seduce. Me faltan medios de expresión.
A pesar de mi insistencia, se negó terminantemente.
—Todos los detalles que usted quiera y que yo sepa sobre mis vecinos de Errotacho, ya que se va usted a ocupar de ellos, se los daré con mucho gusto; pero escribir, de ningún modo.
Errotacho es un molino próximo a la casa de Vera, donde viven los Acha. Fermín y yo, individualistas y localistas, sacábamos gran parte de la historia contemporánea de la vida de los vecinos de Errotacho.

Pío Baroja

La familia de Errotacho

en Lastres o cerca. Asturias

 en Lastres o cerca, Asturias

14 diciembre 2022

se comen a los niños crudos y hablan galés, aunque con palabras diferentes.

 Para la señora MARY JONES, en Brambleton Hall

Querida Mary:
Sunders Macully, el escocés, va directo a Gales y ha prometido entregártela en mano, así que no desperdiciaré la oportunidad de hacerte saber que sigo entre los vivos, aunque estuve al borde del otro mundo después de enviarte mi última carta. Fuimos por mar a otro reino llamado Fife, y al volver casi nos vamos al garete por culpa de una tormenta. Entre el miedo y las náuseas, creí que el corazón se me saldría por la boca; incluso el señor Clinker no fue el mismo de siempre hasta cuarenta y ocho horas después de desembarcar. Tuvimos suerte de no ahogarnos, la señora parecía patidifusa y no había forma de consolarla, aunque, gracias a Dios, recobró la entereza merced a las exaltaciones privadas del reverendo señor Macocodrilo. Después viajamos a Starling y a Grascow, que son dos ciudades muy bonitas; y luego a la casa de un caballero en loch Loming, que es un maravilloso mar de agua dulce, con un montón de islas. Dicen que no tiene fondo y que lo creó un músico, y yo lo creo, porque no puede ser obra de la naturaleza. Tiene olas sin viento, peces sin aletas y una isla flotante, y en otra hay un cementerio donde se entierra a los muertos, y siempre que va a morir alguien, suena una campana para advertirle.
¡Oh, Mary!, esta es la tierra de los conjuros. La campana sonó mientras estábamos allí. Vi luces y oí lamentos. El caballero, nuestro anfitrión, tiene otra casa de la que tuvo que marcharse por culpa de un fantasma malvado que no dejaba dormir a la gente. Las hadas viven en un agujero de Kairmann, una montaña que hay cerca de aquí, y, si no se clava una herradura en la puerta, se llevan a las buenas mujeres cuando están de parto. Me enseñaron a una vieja bruja, llamada Elspath Ringavey, que vestía una falda roja, tenía los ojos hinchados y un montón de pelos grises en la barbilla. Le di una moneda para que no me hiciera nada malo y le pedí que me leyera la buena ventura. Me dijo cosas increíbles, y describió al señor Clinker a la perfección, y eso que yo no le había hablado de él. Como padezco de los nervios, me recomendó que me bañase en el loch, que es de agua bendita; así que una mañana fui a un sitio apartado con la doncella de la casa y nos bañamos tal como vinimos al mundo, pues esa es la costumbre del país, y hete aquí que, mientras chapoteábamos en el loch, apareció sir George Coon con un fusil; pero nos tapamos la cara con las manos y corrimos a donde habíamos dejado la ropa. Un caballero educado habría mirado hacia otro lado. Mi consuelo es que no supo bien quiénes éramos, pues ya dice el refrán que de noche todos los gatos son pardos. Mientras estuvimos en loch Loming, él y nuestros dos caballeros pasaron tres o cuatro días cazando en las colinas entre los montañeses, un hatajo de salvajes que viven en cuevas entre las rocas, se comen a los niños crudos y hablan galés, aunque con palabras diferentes. Las señoras no se quisieron separar del señor Clinker, porque es tan fuerte y piadoso que no teme ni a hombres ni a diablos, siempre que no le cojan de sorpresa. De hecho, un día se llevó un buen susto por una aparición que creyó ver. Luego dijo que había sido el viejo almirante, pero él no podría haber hecho que se le pusieran todos los pelos de punta y le castañetearan los dientes de ese modo, y estoy segura de que lo dijo para que las damas no se asustaran. La señorita Liddy ha estado un poco floja y casi se pone enferma —temo que su corazón sea demasiado débil—, pero el suero de leche de cabra ha hecho que se recupere. Ya sabes que el suero es como la leche materna para una galesa. En cuanto a la señora, gracias a Dios, está bien de salud. Se encuentra bien del estómago, ha engordado y es más devota cada día que pasa; no obstante, tiene afectos como todo el mundo, y creo que no le importaría que la llamaran «mi señora» si sir George considerara adecuado pedir su mano. Pero, por mucho que yo vea u oiga, ni una palabra saldrá jamás de los labios de,

querida Molly,
tu buena amiga

Win. Jenkins

Glasgow, 7 de septiembre



Da, como siempre, recuerdos a Saúl. Volvemos a casa, aunque no por el camino más corto. Seguro que, cuando lleguemos, el gatito se habrá convertido en un tigre.

Tobias Smollett

La expedición de Humphry Clinker (1771)

Traducción: Miguel Temprano García

Matthew Bramble, misántropo enfermo de gota, viaja por Gran Bretaña en compañía de sus sobrinos, su hermana solterona y Humphry Clinker, su fiel criado. Bramble ve el mundo como un lugar lleno de ruido y degeneración, poblado por borrachos, vagos y delincuentes. La expedición de Humphry Clinker, construida a través de las cartas a seis personajes distintos, constituye una visión divertidísima y grotesca del reinado de Jorge III, el rey loco, además de una maravillosa lección narrativa.

A caballo entre la novela picaresca, el bildungsroman y el libro de viajes, La expedición de Humphry Clinker es la culminación y casi el testamento literario de Smollett, pues fue publicada en el año de su muerte. De la importancia de esta obra, cuya traducción firma aquí Miguel Temprano García, da cuenta en esta edición la introducción de Jeremy Lewis, miembro de la Royal Society of Literature.

en Lastres, Asturias

en Lastres, Asturias

11 diciembre 2022

Pide a Dios le dé lo que le conviene, con sospecha de sus propios deseos.

Pide a Dios le dé lo que le conviene, con sospecha de sus propios deseos.

Un nuevo corazón, un hombre nuevo
ha menester, Señor, la ánima mía;
desnúdame de mí, que ser podría
que a tu piedad pagase lo que debo.

Dudosos pies por ciega noche llevo,
que ya he llegado a aborrecer el día,
y temo que hallaré la muerte fría
envuelta en, bien que dulce, mortal cebo.

Tu hacienda soy; tu imagen, Padre, he sido,
y si no es tu interés en mí no creo
que otra cosa defiende mi partido.

Haz lo que pide verme cual me veo,
no lo que pido yo, pues, de perdido,
recato mi salud de mi deseo.

Francisco de Quevedo

Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos (Madrid, 14 de septiembre de 1580​-Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 8 de septiembre de 1645) fue un noble, político y escritor español del Siglo de Oro.
Fue caballero de la Orden de Santiago a partir de 1618 y señor de Torre de Juan Abad a partir de 1620.​ Junto con Luis de Góngora, con quien mantuvo una enemistad durante toda su vida, es reconocido como uno de los más notables poetas de la literatura española. Además de su poesía, fue un prolífico escritor de narrativa y teatro, así como de textos filosóficos y humanísticos.

Lastres

en Lastres, Asturias

10 diciembre 2022

VAGUEDADES

 Bien sé que no hay nada
nuevo debajo del cielo,
que ya antes otros pensaron
las cosas que ahora yo pienso.
Entonces, ¿por qué escribo?
Pues bien, porque así somos,
reloj que repetimos
eternamente lo mismo.

 Rosalía de Castro

Obra poética

Lastres

en Lastres, Asturias

09 diciembre 2022

El portal de Belén estaba hermosamente iluminado.

Como necesitaba dinero, fue a casa de don Policarpo Bardes, el administrador, y le contó lo que le sucedía. Don Policarpo le prestó quinientas pesetas y se continuaron las obras del nacimiento, que era una monada. Estaba hecho en cuatro planos, lo que producía un alejamiento completo en el fondo. La mecánica y la electricidad habían contribuido al embellecimiento del panorama. Había allí, por las calles de un arrabal de Belén, un tranvía eléctrico precioso. La luna era una lámpara incandescente, y las estrellas, agujeritos del cielo por donde pasaba la luz de un arco voltaico. El portal de Belén estaba hermosamente iluminado. Era admirable; tanto, que el dueño del solar, al ver concluido el nacimiento, temió perder un gran negocio y propuso a Paradox y a sus compañeros pagarles los gastos hechos y darles una prima de seis mil reales.
Silvestre contestó que lo pensaría, y consultó con Avelino. Aquella misma tarde, mientras hablaban, entró el prendero de Moncó, que venía hecho una furia. Los dos billetes que le había dado Paradox hacía un mes eran falsos.
—¡Falsos! ¡Imposible! A buena hora les daba la noticia —le dijeron.
Moncó tenía la certidumbre de que se lo habían dado ellos; pero esto no bastaba para convencer a nadie, y cuando se marchó Moncó, echando pestes, Avelino y Silvestre se hicieron lenguas de la poca aprensión y de la desvergüenza del prendero.
Olvidado esto, que no tenía importancia para turbar su serenidad, decidieron los dos socios manifestar al dueño de la barraca que cederían la parte que les correspondía por dos mil pesetas, luego de pagados los gastos.
El dueño aceptó, pero puso como condición el pagar el 1 de diciembre. Avelino y Silvestre no tuvieron más remedio que esperar.
Pocos días después de esto Pelayo Huesca le pidió a Paradox, con lágrimas en los ojos, que hiciera el favor de permitir pasar unas noches a su mujer en la casa, porque había salido de la cárcel y no tenía adónde llevarla. Silvestre aceptó, aunque no le hacía mucha gracia la cosa, y la mujer de don Pelayo se presentó en la buhardilla.
Era una mujerona guapota y de maneras muy libres, que no parecía guardar muchas consideraciones a su marido.
A Silvestre se le figuró que le guiñaba los ojos.


Pío Baroja

Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox



En Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox, Baroja nos traza un reflejo de los ambientes bohemios en los que se movía en Madrid. Los modelos que le sirven para dibujar los tipos de Paradox y de don Avelino Diz de la Iglesia, los encontró seguramente Baroja en su panadería de la Calle de la Misericordia. Las inquietudes y preocupaciones de los personajes, el cientifismo sin medios de desarrollo de Paradox, las tendencias filosóficas (nietzscheanismo, shopenhauerismo, pesimismo), las discusiones artísticas… Y como contraste, un medio sórdido, un telón de fondo de miseria, fanatismo e incultura.
Planteada con carácter folletinesco, es, en realidad, una parodia de la novela de folletines, a la par que testimonio de la crisis de conciencia de la sociedad burguesa. Y tal vez sea este sentido de crisis lo que le da un aspecto de protesta y un tono de irracionalidad y urgencia que anticipan lo que sólo años más tarde comportará el existencialismo europeo.

Lastres

en Lastres

08 diciembre 2022

PARAÍSO PERDIDO

 PARAÍSO PERDIDO

Lejano infancia paraíso cielo
oh seguro seguro paraíso.
Quiero pedir que no y volver. No quiero
oh no quiero no quiero madre mía
no quiero ya no quiero no este mundo.
Harta es la luz con mano de tristeza
harta la sucia sucia luz vestida
hartas la voz la boca la catada
y regustada inercia de la forma.
Si no da para el día si el cansancio
si la esperanza triturada y la alta
pesadumbre no dan para la vida
si el tiempo arrastra muerto de un costado
si todo para arder para sumirse
para dejar la voz temblando estarse
el cuerpo destinado la mirada
golpeada el nombre herido rindan cuentas.
No quiero ya no quiero hacer señales
mover la mano no ni la mirada
ni el corazón. No quiero ya no quiero
la sucia sucia sucia luz del día.
Lejano infancia paraíso cielo
oh seguro seguro paraíso.

(1947)

Idea Vilariño
Poesía completa

Idea Vilariño (Montevideo, 1920-2009) fue poeta, crítica literaria, compositora de canciones, traductora y educadora. Antes de cumplir los treinta años era ya ampliamente conocida por su talento. Durante la última década del siglo XX, críticos y profesores de todo el mundo de habla hispana, así como traductores de Estados Unidos, Austria, Brasil e Italia, difundieron su poesía. Fue una de las figuras más destacadas de la denominada Generación del 45. Muy celosa de su intimidad y reacia a la publicidad, falleció en Montevideo en 2009.

Inula

Inula

07 diciembre 2022

ULISES EN AGUAS DE ÍTACA


Vas llegando a la isla y ahora sabes
qué es el azar. Vivir, qué significa.
Tu arco será polvo en un estante.
Polvo será el telar y la pieza que teje.
Los pretendientes, que en el patio acampan,
son sombras de los sueños de Penélope.
Vas llegando a la isla mientras rompe
el mar contra las rocas de la costa,
como hace el tiempo contra la Odisea.
Nadie ha tejido alguna vez tu ausencia
ni, sin rumores, destejió el olvido.
Por más que, a veces, la razón lo ignore,
Penélope es la sombra de tu sueño.
Vas llegando a la isla: las gaviotas
cubren la playa y no se moverán
cuando al pasar no dejes huella alguna,
porque no has existido: tan sólo eres leyenda.
Quizá un lejano Ulises murió en Troya,
y quizá lo lloró alguna mujer,
pero en el sueño de un poeta ciego
continúas salvándote:
en la frente de Homero, riguroso
y eterno, cada vez que rompe el día,
un solitario Ulises desembarca.

Joan Margarit

Todos los poemas (1975-2012)

Desde Restos de aquel naufragio hasta Se pierde la señal

Inula

Inula

06 diciembre 2022

De lo que le sucedió al ingenioso hidalgo en la venta que él imaginaba ser castillo (1)

 El ventero, que vio a don Quijote atravesado en el asno, preguntó a Sancho qué mal traía. Sancho le respondió que no era nada, sino que había dado una caída de una peña abajo, y que venía algo brumadas las costillas. Tenía el ventero por mujer a una, no de la condición que suelen tener las de semejante trato, porque naturalmente era caritativa y se dolía de las calamidades de sus prójimos; y así, acudió luego a curar a don Quijote y hizo que una hija suya, doncella, muchacha y de muy buen parecer, la ayudase a curar a su huésped. Servía en la venta, asimesmo, una moza asturiana, ancha de cara, llana de cogote, de nariz roma, del un ojo tuerta y del otro no muy sana. Verdad es que la gallardía del cuerpo suplía las demás faltas: no tenía siete palmos de los pies a la cabeza, y las espaldas, que algún tanto le cargaban, la hacían mirar al suelo más de lo que ella quisiera. Esta gentil moza, pues, ayudó a la doncella, y las dos hicieron una muy mala cama a don Quijote en un camaranchón que, en otros tiempos, daba manifiestos indicios que había servido de pajar muchos años. En la cual también alojaba un arriero, que tenía su cama hecha un poco más allá de la de nuestro don Quijote. Y, aunque era de las enjalmas y mantas de sus machos, hacía mucha ventaja a la de don Quijote, que sólo contenía cuatro mal lisas tablas, sobre dos no muy iguales bancos, y un colchón que en lo sutil parecía colcha, lleno de bodoques, que, a no mostrar que eran de lana por algunas roturas, al tiento, en la dureza, semejaban de guijarro, y dos sábanas hechas de cuero de adarga, y una frazada, cuyos hilos, si se quisieran contar, no se perdiera uno solo de la cuenta.
En esta maldita cama se acostó don Quijote, y luego la ventera y su hija le emplastaron de arriba abajo, alumbrándoles Maritornes, que así se llamaba la asturiana; y, como al bizmalle viese la ventera tan acardenalado a partes a don Quijote, dijo que aquello más parecían golpes que caída.
—No fueron golpes —dijo Sancho—, sino que la peña tenía muchos picos y tropezones.
Y que cada uno había hecho su cardenal. Y también le dijo:
—Haga vuestra merced, señora, de manera que queden algunas estopas, que no faltará quien las haya menester; que también me duelen a mí un poco los lomos.
—Desa manera —respondió la ventera—, también debistes vos de caer.
—No caí —dijo Sancho Panza—, sino que del sobresalto que tomé de ver caer a mi amo, de tal manera me duele a mí el cuerpo que me parece que me han dado mil palos.
—Bien podrá ser eso —dijo la doncella—; que a mí me ha acontecido muchas veces soñar que caía de una torre abajo y que nunca acababa de llegar al suelo, y, cuando despertaba del sueño, hallarme tan molida y quebrantada como si verdaderamente hubiera caído.
—Ahí está el toque, señora —respondió Sancho Panza—: que yo, sin soñar nada, sino estando más despierto que ahora estoy, me hallo con pocos menos cardenales que mi señor don Quijote.
—¿Cómo se llama este caballero? —preguntó la asturiana Maritornes.
—Don Quijote de la Mancha —respondió Sancho Panza—, y es caballero aventurero, y de los mejores y más fuertes que de luengos tiempos acá se han visto en el mundo.
—¿Qué es caballero aventurero? —replicó la moza.
—¿Tan nueva sois en el mundo que no lo sabéis vos? —respondió Sancho Panza—. Pues sabed, hermana mía, que caballero aventurero es una cosa que en dos palabras se ve apaleado y emperador. Hoy está la más desdichada criatura del mundo y la más menesterosa, y mañana tendría dos o tres coronas de reinos que dar a su escudero.
—Pues ¿cómo vos, siéndolo deste tan buen señor —dijo la ventera—, no tenéis, a lo que parece, siquiera algún condado?
—Aún es temprano —respondió Sancho—, porque no ha sino un mes que andamos buscando las aventuras, y hasta ahora no hemos topado con ninguna que lo sea. Y tal vez hay que se busca una cosa y se halla otra. Verdad es que, si mi señor don Quijote sana desta herida o caída y yo no quedo contrecho della, no trocaría mis esperanzas con el mejor título de España.
Todas estas pláticas estaba escuchando, muy atento, don Quijote, y, sentándose en el lecho como pudo, tomando de la mano a la ventera, le dijo:
—Creedme, fermosa señora, que os podéis llamar venturosa por haber alojado en este vuestro castillo a mi persona, que es tal, que si yo no la alabo, es por lo que suele decirse que la alabanza propria envilece; pero mi escudero os dirá quién soy. Sólo os digo que tendré eternamente escrito en mi memoria el servicio que me habedes fecho, para agradecéroslo mientras la vida me durare; y pluguiera a los altos cielos que el amor no me tuviera tan rendido y tan sujeto a sus leyes, y los ojos de aquella hermosa ingrata que digo entre mis dientes; que los desta fermosa doncella fueran señores de mi libertad.
Confusas estaban la ventera y su hija y la buena de Maritornes oyendo las razones del andante caballero, que así las entendían como si hablara en griego, aunque bien alcanzaron que todas se encaminaban a ofrecimiento y requiebros; y, como no usadas a semejante lenguaje, mirábanle y admirábanse, y parecíales otro hombre de los que se usaban; y, agradeciéndole con venteriles razones sus ofrecimientos, le dejaron; y la asturiana Maritornes curó a Sancho, que no menos lo había menester que su amo.
Había el arriero concertado con ella que aquella noche se refocilarían juntos, y ella le había dado su palabra de que, en estando sosegados los huéspedes y durmiendo sus amos, le iría a buscar y satisfacerle el gusto en cuanto le mandase. Y cuéntase desta buena moza que jamás dio semejantes palabras que no las cumpliese, aunque las diese en un monte y sin testigo alguno; porque presumía muy de hidalga, y no tenía por afrenta estar en aquel ejercicio de servir en la venta, porque decía ella que desgracias y malos sucesos la habían traído a aquel estado.
El duro, estrecho, apocado y fementido lecho de don Quijote estaba primero en mitad de aquel estrellado establo, y luego, junto a él, hizo el suyo Sancho, que sólo contenía una estera de enea y una manta, que antes mostraba ser de anjeo tundido que de lana. Sucedía a estos dos lechos el del arriero, fabricado, como se ha dicho, de las enjalmas y todo el adorno de los dos mejores mulos que traía, aunque eran doce, lucios, gordos y famosos, porque era uno de los ricos arrieros de Arévalo, según lo dice el autor desta historia, que deste arriero hace particular mención, porque le conocía muy bien, y aun quieren decir que era algo pariente suyo. Fuera de que Cide Mahamate Benengeli fue historiador muy curioso y muy puntual en todas las cosas; y échase bien de ver, pues las que quedan referidas, con ser tan mínimas y tan rateras, no las quiso pasar en silencio; de donde podrán tomar ejemplo los historiadores graves, que nos cuentan las acciones tan corta y sucintamente que apenas nos llegan a los labios, dejándose en el tintero, ya por descuido, por malicia o ignorancia, lo más sustancial de la obra. ¡Bien haya mil veces el autor de Tablante de Ricamonte, y aquel del otro libro donde se cuenta los hechos del conde Tomillas; y con qué puntualidad lo describen todo!
Digo, pues, que después de haber visitado el arriero a su recua y dádole el segundo pienso, se tendió en sus enjalmas y se dio a esperar a su puntualísima Maritornes. Ya estaba Sancho bizmado y acostado, y, aunque procuraba dormir, no lo consentía el dolor de sus costillas; y don Quijote, con el dolor de las suyas, tenía los ojos abiertos como liebre. Toda la venta estaba en silencio, y en toda ella no había otra luz que la que daba una lámpara que colgada en medio del portal ardía.
Esta maravillosa quietud, y los pensamientos que siempre nuestro caballero traía de los sucesos que a cada paso se cuentan en los libros autores de su desgracia, le trujo a la imaginación una de las estrañas locuras que buenamente imaginarse pueden. Y fue que él se imaginó haber llegado a un famoso castillo —que, como se ha dicho, castillos eran a su parecer todas las ventas donde alojaba—, y que la hija del ventero lo era del señor del castillo, la cual, vencida de su gentileza, se había enamorado dél y prometido que aquella noche, a furto de sus padres[692], vendría a yacer con él una buena pieza; y, teniendo toda esta quimera, que él se había fabricado, por firme y valedera, se comenzó a acuitar y a pensar en el peligroso trance en que su honestidad se había de ver, y propuso en su corazón de no cometer alevosía a su señora Dulcinea del Toboso, aunque la mesma reina Ginebra con su dama Quintañona se le pusiesen delante.
Pensando, pues, en estos disparates, se llegó el tiempo y la hora —que para él fue menguada— de la venida de la asturiana, la cual, en camisa y descalza, cogidos los cabellos en una albanega de fustán, con tácitos y atentados pasos, entró en el aposento donde los tres alojaban en busca del arriero. Pero, apenas llegó a la puerta, cuando don Quijote la sintió, y, sentándose en la cama, a pesar de sus bizmas y con dolor de sus costillas, tendió los brazos para recebir a su fermosa doncella. La asturiana, que, toda recogida y callando, iba con las manos delante buscando a su querido, topó con los brazos de don Quijote, el cual la asió fuertemente de una muñeca y, tirándola hacía sí, sin que ella osase hablar palabra, la hizo sentar sobre la cama. Tentóle luego la camisa, y, aunque ella era de harpillera, a él le pareció ser de finísimo y delgado cendal. Traía en las muñecas unas cuentas de vidro, pero a él le dieron vislumbres de preciosas perlas orientales. Los cabellos, que en alguna manera tiraban a crines, él los marcó por hebras de lucidísimo oro de Arabia, cuyo resplandor al del mesmo sol escurecía. Y el aliento, que, sin duda alguna, olía a ensalada fiambre y trasnochada, a él le pareció que arrojaba de su boca un olor suave y aromático; y, finalmente, él la pintó en su imaginación de la misma traza y modo que lo había leído en sus libros de la otra princesa que vino a ver el mal ferido caballero, vencida de sus amores, con todos los adornos que aquí van puestos. Y era tanta la ceguedad del pobre hidalgo, que el tacto, ni el aliento, ni otras cosas que traía en sí la buena doncella, no le desengañaban, las cuales pudieran hacer vomitar a otro que no fuera arriero; antes, le parecía que tenía entre sus brazos a la diosa de la hermosura. Y, teniéndola bien asida, con voz amorosa y baja le comenzó a decir:
—Quisiera hallarme en términos, fermosa y alta señora, de poder pagar tamaña merced como la que con la vista de vuestra gran fermosura me habedes fecho, pero ha querido la fortuna, que no se cansa de perseguir a los buenos, ponerme en este lecho, donde yago tan molido y quebrantado que, aunque de mi voluntad quisiera satisfacer a la vuestra, fuera imposible. Y más, que se añade a esta imposibilidad otra mayor, que es la prometida fe que tengo dada a la sin par Dulcinea del Toboso, única señora de mis más escondidos pensamientos; que si esto no hubiera de por medio, no fuera yo tan sandio caballero que dejara pasar en blanco la venturosa ocasión en que vuestra gran bondad me ha puesto. (Capítulo XVI)

Miguel de Cervantes Saavedra

Don Quijote de la Mancha

Gordolobo, verbascum,

Valdemoro, en los baldíos despues de una noche de tormenta

05 diciembre 2022

amata nobis quantum amabitur nulla (amada por mí como ninguna otra será amada)

 El enunciado «romántico» del v. 5: amata nobis quantum amabitur nulla, se convertirá en un clásico lema de la poesía amorosa de todos los tiempos.

Desdichado Catulo, deja de cometer locuras y lo que ves perdido, dalo por perdido. Brillaron un día radiantes soles para 5ti, cuando ibas y venías a donde te llevaba la joven, amada por mí como ninguna otra será amada. Cuando allí surgían aquellos numerosos juegos amorosos, que tú querías y la joven no desdeñaba, brillaron, en verdad, radiantes soles para ti. Ahora ella ya no los quiere. Tú, no seas débil; <no los quieras> tampo10co. Ni persigas a quien huye, ni vivas desdichado; resiste con obstinación, aguanta. Adiós, joven, ya Catulo resiste. No te buscará, ni irá a rogarte en contra de tu voluntad. Pero tú sufrirás, cuando nadie se dirija a ti. Maldita, ¡ay de ti! ¡Qué vida te 15aguarda! ¿Quién se te va a acercar ahora? ¿A quién le parecerás hermosa? ¿A quién vas a amar ahora? ¿De quién se dirá que eres? ¿A quién vas a besar? ¿A quién le morderás los labios? Pero tú, Catulo, aguanta sin ceder.

Cayo Valerio Catulo & Albio Tibulo

Poemas & Elegías

Biblioteca Clásica Gredos - 188

Flores de lino

Valdemoro, en los baldíos despues de una noche de tormenta

04 diciembre 2022

Hoy, Santa Bárbara

 LAS RAMAS DE SANTA BÁRBARA

En épocas precristianas, se esperaba la entrada del invierno con ramas de cerezo en un recipiente de agua, de tal manera que, para el 24 de diciembre, día del solsticio, las ramas estuvieran con flor. Así se simbolizaba la fuerza del amor de un hogar. Cuando el sol se oscurece, y fuera cada vez hace más frío, el amor ilumina y calienta los corazones de la familia.

Los cristianos adoptaron esta costumbre y la vincularon a la fiesta de santa Bárbara (que se celebra el 4 de diciembre), cuyo nombre significa «extranjera». Cuenta la leyenda que fue golpeada con varas. Pero los ángeles curaron sus heridas, y al día siguiente resplandecía con mayor belleza que antes. De este modo, santa Bárbara simboliza la esperanza de que nuestras heridas se vean transformadas, por el amor de Cristo, en perlas.


del Calendario Taco del Sagrado Corazón

Flores de viborera

 Valdemoro, en los baldíos despues de una noche de tormenta

03 diciembre 2022

CANCIÓN INFANTIL DE TIEMPOS DE LOS EMPERADORES HUAN Y LING DE LOS HAN DEL ESTE

CANCIÓN INFANTIL DE TIEMPOS DE LOS EMPERADORES HUAN Y LING DE LOS HAN DEL ESTE (147-189)

Hoy aprueban los exámenes
letrados analfabetos
se escoge a virtuosos mandarines
que han abandonado a sus padres
las familias de limpia estirpe
están más sucias que el lodo
los altos personajes y excelentes generales
son miedosos cual gallinas.


AA. VV.

Antología de poesía china


Título original: Antología de poesía china
AA. VV., 2003
Traducción: Juan Ignacio Preciado Idoeta

Viborera

 Valdemoro, en los baldíos despues de una noche de tormenta

02 diciembre 2022

El hombre no es más que una caña, lo más débil que existe en la naturaleza; pero es una caña que piensa.

 263. Pensamiento. Toda la dignidad del hombre está en el pensamiento. Pero ¿qué es este pensamiento? ¡Qué necio es!
Así, pues, el pensamiento es algo admirable e incomparable por su naturaleza. Para ser digno de desprecio necesitaría tener defectos prodigiosos; pero los tiene tales que no hay nada más ridículo. ¡Qué grande es por su naturaleza! ¡Qué vil por sus defectos!
264. El hombre no es más que una caña, lo más débil que existe en la naturaleza; pero es una caña que piensa. No es preciso que el universo entero se alce contra él para aplastarle: un vapor, una gota de agua basta para matarle. Pero aunque el universo le aplastase, el hombre seguiría siendo más noble que lo que le da muerte, puesto que sabe que muere y conoce la superioridad que el universo tiene sobre él, mientras que el universo no sabe nada.
Toda nuestra dignidad estriba, pues, en el pensamiento. Debemos apoyarnos en él, y no en el espacio y en la duración, que no podríamos llenar. Esforcémonos, pues, por pensar bien: éste es el principio de la moral.


Blaise Pascal

Pensamientos


Los Pensamientos de Blaise Pascal (1623-1662) no es un libro póstumo sino, en feliz expresión del mejor y más reciente analista de la obra pascaliana, Michel Le Guern, «los papeles de un muerto», la reunión de las notas y observaciones recogidas por Pascal para escribir un libro que, desde la heterodoxia de la escuela jansenista de Port-Royal, pretendía hacer la apología de la religión cristiana. Lo que se encontró a su muerte apenas consistía en «un montón de pensamientos apartados para una gran obra», según su sobrino, que redactó el prefacio a la primera edición de los Pensamientos, aparecida en 1670. El estado de inacabamiento de la obra y el correr de los siglos parecen haber negado al libro lo que quería ser, una apología religiosa. Bajo ella subyace lo que hoy resulta más actual en Pascal: una visión totalmente nueva del hombre, considerado desde el ascetismo jansenista, que ya habían practicado antes Séneca y sus seguidores, de quienes Pascal recoge, por ejemplo, la idea nuclear de su comprensión de la condición humana: la agitación, la inquietud, que motiva la constante huida del hombre fuera de sí para evitar verse, mirarse en el espejo propio, recapitularse entre los dos cabos y fines de su existencia: «El hombre no es más que una caña, el más débil de los seres creados, pero una caña pensante»… Y eso son los Pensamientos, la apasionada lamentación lírica de una condición humana que sufre.

Viborera con visitante (Echium vulgare, de nombre común viborera o viperina)

 Valdemoro, en los baldíos despues de una noche de tormenta

01 diciembre 2022

Viceversa

Viceversa
Tengo miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte

tengo ganas de hallarte
preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallarte

tengo urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte

o sea
resumiendo
estoy jodido
                 y radiante

quizá más lo primero
que lo segundo
y también
                viceversa.


Mario Benedetti

Antología Poética

Autor de novelas, cuentos y piezas teatrales, Mario Benedetti ocupa también un lugar relevante en el ámbito de la poesía, en el que parte de sus creaciones se han convertido en canción popular. La voluntaria aproximación a la prosa, la construcción de una épica de lo cotidiano propiciada por la incorporación de lo social y lo político, el amor y el humor son algunos de los ejes en torno a los cuales giran los versos del gran escritor uruguayo. La presente "Antología Poética", seleccionada por él mismo y presentada por Pedro de Orgambide, constituye una muestra panorámica y difícilmente mejorable de lo más sustancial y conocido de sus versos.

Mariquita sobre retamas en flor

Valdemoro, en los baldíos despues de una noche de tormenta

Caballo