31 octubre 2021

31 de octubre

 ESCENA TERCERA

Tres días después (31 de octubre de 1910). La sala de espera del edificio de la estación de Astápovo. A la derecha, una gran puerta acristalada lleva al andén. A la izquierda, una más pequeña da al cuarto del jefe de la estación, Iván Ivanovich Osoling. En los bancos de madera de la sala, y en torno a una mesa, están sentados unos cuantos pasajeros que esperan el expreso de Danlov. Campesinas que duermen, envueltas en sus pañuelos. Pequeños comerciantes, con abrigos de piel de oveja. Además de algunos empleados de la gran ciudad. Al parecer, funcionarios o comerciantes.
VIAJERO 1° (leyendo el periódico, dice de pronto en voz alta): ¡Lo ha hecho admirablemente! ¡Una excelente obra del viejo! Nadie lo habría esperado.
VIAJERO 2°: ¿Qué es lo que pasa?
VIAJERO 1°: Que se ha fugado Lev Tolstói. De su casa. Nadie sabe adónde. Se escapó por la noche. Se puso las botas y el abrigo de piel y así, sin equipaje y sin despedirse, se marchó de allí, acompañado únicamente por su médico, Duschan Petrovich.
VIAJERO 2°: Y a la vieja la ha dejado en casa. No resultará divertido para Sofia Andréievna. Él debe de tener ochenta y tres años. ¿Quién lo habría esperado de él? ¿Y dónde dices que se ha marchado?
VIAJERO 1°: Eso quisieran saber en su casa. Y los de los periódicos. Están enviando telegramas al mundo entero. Uno dice haberle visto en la frontera búlgara. Y otros hablan de Siberia. Pero nadie sabe nada a ciencia cierta. ¡Lo ha hecho bien, el viejo!
VIAJERO 3° (un joven estudiante): ¿Qué decís? ¿Que Lev Tolstói se ha marchado de su casa? Por favor, dame el periódico. Déjame que lo lea yo mismo. (Echa un vistazo.) Ah, qué bien. ¡Qué bien que por fin haya sacado fuerzas de flaqueza!

Mariposa sobre arañuela

Valdemoro, mariposa sobre arañuela

30 octubre 2021

30 de octubre

 EN EL PUENTE DE CARLOS

Praga - Por el Puente de Carlos, delante de la estatua de San Juan Nepomuceno —arrojado por el rey Venceslao IV al Moldava porque su lengua, que se ha mantenido milagrosamente fresca y roja durante siglos, se negaba a revelarle los pecados murmurados por la reina en el confesonario— avanzan dos carros de madera de los que tiran robustos caballos dejando expansivas huellas a su paso. Ya no se ven carros así desde hace tiempo y los carreteros van vestidos de manera algo inusual, pero en este puente esas chaquetas harapientas y esos sombreruchos no parecen lo raros que serían en otro lugar, y si no fuera por los gestos de uno que, a poca distancia —algo ridículo, como quienquiera que pretenda poner en orden algo—, manda parar, volver a empezar y repetir intimando a otro que vaya un metro adelante o atrás, no nos daríamos cuenta de que están rodando una escena de la película Kafka, de Steven Soderbergh. Esa escena, por lo demás, es marginal, no atañe a los protagonistas ni a los momentos centrales de la trama.
La escena se repite, como es habitual, más de una vez; tan solo el caballo se niega a prodigar más boñigas. Sobre el Moldava que discurre lentamente, la cámara, que narrará una historia donde se recreará la ilusión del fluir de la vida indivisa como el discurrir de un río, aísla los fragmentos y detalles de la vida misma, los toma saqueando la realidad para recomponerlos después como en un mecano. El arte del cine, que desmonta y recompone las piezas de lo real, armoniza con Praga, ciudad que Ripellino comparaba con una tienda lunática en la que el tiempo, formidable chamarilero, ha hacinado los retazos y derrelictos de la historia. En Praga, a pesar del encantador paisaje total que lo envuelve todo, la mirada es capturada continuamente por los detalles con una seducción imperiosa, sobre todo por los tejados y las buhardillas, por las tejas que se transforman en ornamentos fantásticos; se podría vagabundear durante horas por la ciudad mirando solo hacia lo alto, hechizados por un sinfín de cosas inolvidables.
Errando por calles y plazas, mirando cerca y lejos, uno cree parecerse a ese personaje de un escritor alemán-praguense, Meyrink, el autor de El Golem, que apuntaba con el catalejo a la ciudad y aislaba imágenes individuales, caras en la multitud o frisos de un portal, el ala de una estatua, una aguja, un pilar del puente que se sumerge en el agua. También la literatura checa está caracterizada a menudo por la irrupción y la revuelta de las cosas aisladas, de los objetos que se emancipan de cualquier totalidad y cualquier orden conjunto y se presentan en primer término con su vida disgregada y secreta. Desde los decimonónicos Cuentos de Malá Strana de Jan Neruda a los Cuentos de un bolsillo y Cuentos de otro bolsillo de Čapek y a diferentes relatos y novelas de Hrabal, la narrativa checa es con frecuencia una épica de las cosas pequeñas o aparentemente mínimas, palique de taberna y paseos de extrarradio donde relampaguea el senado más auténtico de la vida, experiencias amenazadas por la violencia de la historia y la abstracción de los mecanismos sociales.

Una mariposa

Valdemoro, una mariposa

29 octubre 2021

29 de octubre

 CAPÍTULO XIV

Durante la noche del 29 de octubre.
AUNQUE nos encontramos en una situación sumamente desesperada, todos han experimentado el horror de la tragedia que acaba de desarrollarse.
Ruby no existe ya; pero sus últimas palabras van a tener consecuencias muy funestas. Los marineros, que le han oído gritar, «¡El picrato, el picrato!», han comprendido que el buque puede saltar hecho pedazos de un momento a otro, y que no es sólo un incendio, sino una explosión lo que les amenaza.
Algunos, no pudiendo ya contenerse, quieren huir a todo trance y en seguida, y gritan:
—¡La canoa, la canoa!
Sin duda no ven o no quieren ver los insensatos que el mar está alborotado y que no hay lancha que pueda arrostrar el empuje de las olas embravecidas que se elevan a una altura prodigiosa. Nada puede contenerlos y ya no oyen la voz del capitán, quien se arroja en medio de ellos inútilmente. El marinero Owen excita a sus compañeros; se largan las trapas de la lancha y la embarcación es empujada al exterior.
Balancéase un instante en el espacio y, obedeciendo al movimiento del buque, va a chocar contra la vagara. Los marineros hacen otro esfuerzo y consiguen desprenderla, y, cuando ya está a punto de llegar al mar, una ola monstruosa la toma por debajo, la aparta momentáneamente y con fuerza irresistible la estrella contra el costado del buque.
Habiendo sido destruidas la chalupa y la canoa, sólo nos quedó ya una frágil y estrecha ballenera.

Una mariposa

Valdemoro

28 octubre 2021

28 de octubre

La prensa anunciaba la desarticulación de un golpe de Estado preparado para la víspera de las elecciones del 28 de octubre. De momento se había detenido a tres jefes militares, dos coroneles y un teniente coronel, y se conocía el plan general del golpe. A juzgar por el plan, los dos coroneles y el teniente coronel debían ser los encargados de llevar los bocadillos a los golpistas, pero el gobierno se mantenía en la prudente reserva que le había caracterizado desde el día en que nació y que, sin duda, podía acompañarle hasta el día en que muriera víctima de un golpe de Estado. El milagro de haber sobrevivido a la explosión de la primera materia existente en el universo se relativizaba en el Chad por la carencia de agua y en España por la generación espontánea de salvadores de la patria. En caso de golpe de Estado, Carvalho consideraba que su negocio iría mejor. La democracia liberaliza a las gentes y cada vez eran menos los maridos que buscaban o seguían a sus mujeres y los padres que le ponían tras la pista de adolescentes fugitivos de las oligarquías familiares. Sin duda las dictaduras dan una mayor clientela a los confesionarios, a los detectives privados y a los abogados laboralistas. Las contraindicaciones estéticas y éticas no iban con él. Ni siquiera le alcanzarían las salpicaduras de sangre ni los gemidos provocados por la represión. Estaba al margen del juego, como un tendero, exactamente igual que un tendero. Anduvo hasta el portal de la casa donde tenía el despacho, levantó la cabeza para ver a través de las ventanas la luz encendida por Biscuter y dio media vuelta. Mañana sería otro día. Pero fue media vuelta tardía o insuficiente porque allí, cortándole el paso, estaba Marta Miguel, con una expresión de sorpresa desigualmente repartida por el rostro. La boca decía oh, pero los ojos estudiaban a Carvalho como si hiciera ya tiempo que le estuvieran observando.
—¡Caramba! ¡Ya es casualidad!
Carvalho asintió y quedó a la expectativa de lo que decidiera la mujer. Ni se justificó ni se despidió.
—¿Sigue husmeando lo de Celia?
—No.
—Bien. Así me gusta, hombre. Parece que ha entrado en razón. ¿Sabe que la policía ha vuelto a llamarme? Claro, no puede saberlo. Era para preguntarme sobre posibles amistades de Celia. Parece que sospechan de un medio ligue que tuvo hace unos meses. ¿Qué iba a decirles yo? Yo apenas la conocía.
Carvalho asumió con un gesto lo poco que conocía Marta a Celia.
—Pero ya se sabe cómo es esa gente. Tienen ideas fijas.
—Si tuvieran ideas sueltas se dedicarían a otra cosa.
—¿Ya se le ha quitado la perra?
—Soy un profesional. Y sólo acepto casos por encargo.
—Le invito a un café.
Era una propuesta pistoletazo para la que la mujer había reunido oscuras fuerzas internas.
—¿Un café a estas horas? Podemos tomar un gimlet o un mojito en el Boadas. Basta subir Rambla arriba. Como es un capricho mío, invito yo. —Ni hablar. Yo invito a lo que sea.

Manuel Vázquez Montalbán
Los pájaros de Bangkok
Saga Pepe Carvalho, 6

Tres historias, dos de ellas situadas en Barcelona y la tercera en Tailandia, llenan las páginas de la novela y las horas de un Carvalho que según palabras del autor «emprende un exótico viaje en un tiempo en que la aventura es casi imposible».
Tras resolver un desfalco en una pequeña empresa textil, Carvalho, sin ningún asunto a la vista, decide investigar por su cuenta la muerte de una bella mujer. El «asesinato de la botella de champán», como titulan los medios este misterio, le lleva a interrogar a los conocidos de la víctima, cuya imagen le obsesiona distrayéndole de una realidad que considera insuficiente y tediosa.
Intuyendo quién es el asesino pero sin conseguir que le contrate nadie del entorno de la víctima, decide dejar de lado este asunto cuando el hijo de una vieja amiga, Teresa Marsé, le comunica que ésta ha desaparecido durante un viaje a Tailandia.
Reacio a las peticiones de la familia finalmente decide aceptar su encargo y viaja a Tailandia. El detective desciende hasta los escenarios más sórdidos de Bangkok tras los pasos de Teresa y su amante Archit, perseguido como sospechoso del asesinato de un importante líder mafioso.
Sin embargo la resolución del caso llegará con su retorno a Barcelona.

Valdemoro, unas vistas

 Valdemoro, unas vistas

27 octubre 2021

27 de octubre

 El retorno a la tierra natal

El Capitán Agustín Prío terminaba de ajustarse la corbata de mariposa de los días festivos, que le daba un aire de referee de boxeo, cuando el treno de las sirenas que crecía hasta llenar el aposento puso una llamarada turbia en el espejo. Se asomó al balcón y un repentino soplo de aire tibio pareció empujarlo de nuevo hacia dentro. Al otro lado de la plaza, parvadas de campesinos desprevenidos huían de la embestida de las motocicletas Harley-Davidson que atronaban bajo el fuego del sol abriendo paso a la caravana que ya se detenía frente a la catedral, mientras los manifestantes seguían bajando de las jaulas de transportar algodón y de los volquetes anaranjados del Ministerio de Fomento y Obras Públicas, recibían de manos de los caporales los cartelones que chorreaban anilina, los enarbolaban o se cubrían con ellos la cabeza, detrás de sus pasos las mujeres, los críos prendidos de sus pechos magros y de la mano los grandecitos, e iban a perderse entre los demás comarcanos igualmente desorientados y la gente llegada a pie de los barrios con sus gorras rojas, y marchantas nalgonas, fresqueras ensombreradas, barrenderos municipales de zapatones, maestras de escuela bajo sus sombrillas, reclutas rapados, empleados públicos de corbatas lánguidas.
Y ahora, portazos en sucesión, carreras de los guardaespaldas vestidos de casimir negro cocinándose en la resolana, la corona de subametralladoras Thompson ya en torno a la limosina blindada, también de color negro funeral, y bajaba Somoza, traje de palm-beach blanco, el pitillo de plata prendido entre sus dientes, alzaba el sombrero panamá para saludar a los manifestantes que desperdigaban de lejos sus aplausos, un primer chillido alcanzaba su oído, ¡que viva el perromacho, jodido!, y se elevaba la respuesta en una ola cavernosa que el Capitán Prío oía estallar desde el balcón, tras Somoza la Primera Dama, vestido de seda verde botella bordado en verde más profundo, casquete verde tierno sobre su peinado de bucles, el velillo pendiente del casquete sobre el rostro maquillado, subían a prisa las gradas del atrio entre la valla de soldados y guardaespaldas, el obispo de León esperándolos en la puerta mayor de la catedral. Y lo último que el Capitán Prío vio desde su atalaya fue el relumbrar de los flashes porque ahora la comitiva avanzaba por el pasillo central de la nave desierta vigilada en cada palmo por los soldados.
La corona de lirios de papel crepé y rosas de trapo aguardaba asentada en su trípode al pie de la estatua de San Pablo, frente a la tumba custodiada por un león de cemento que lloraba, la melena abatida sobre el escudo también de cemento. La Primera Dama, atormentada por el corsé que reprimía sus carnes, se acercó al oído de su consorte que por respeto al lugar había entregado el pitillo de plata a su edecán, el coronel (GN) Abelardo Lira, el Lucky Strike aún a medio consumir. A Somoza, ralo de cabello, doble la papada, numerosas las pecas color de tabaco en la nariz y las mejillas, también lo atormentaba un corsé que reprimía sus carnes, el corsé de peso liviano tejido en hilo de acero que le había enviado Edgar J. Hoover, con su tarjeta personal, por mano de Sartorius Van Wynckle.
No se alcanzaba a oírla. Pero presumo, Capitán, que no estaría recordándole al marido que quien reposa bajo el peso del león doliente fue despojado de su cerebro la misma noche de su muerte, un enojoso asunto de familia. Por el contrario, es mucho más probable que su pensamiento volara hacia los versos que le escribiera un día en su abanico de niña:
La perla nueva, la frase escrita,
Por la celeste luz infinita,
Darán un día su resplandor;
¡ay, Salvadora, Salvadorita,
no mates nunca tu ruiseñor!

El ruiseñor, bien cebado, asintió y sonrió. El orfebre Segismundo, uno de los contertulios de la mesa maldita, que se reúnen por vieja tradición al otro lado, en la Casa Prío —desde uno de cuyos balcones el Capitán Prío se asomaba a la plaza— aunque ya lo supiera preguntaría, confianzudo, si le estuviera permitido: ¿cuándo fue eso, Salvadorita?
Ese entremetimiento es imposible. Por tanto, dejo que el rostro de la Primera Dama, maquillado sin piedad y avejentado con menos piedad, se mire por su cuenta en el veloz espejo de las aguas del tiempo; que el caer invisible de una piedra agite en ondas la transparente superficie para que ella recobre en el fondo la imagen en temblor de la niña de diez años, vestida de organdí igual que su hermana Margarita, sus sombreros de paja italiana con dos cintas bajando a sus espaldas; que se vea sentada en la barca mecida por el oleaje, donde una parte de ustedes debe apresurarse en buscar lugar.
Es la mañana del 27 de octubre de 1907 y de lejos se avizora ya el Pacific Mail, a cuya cubierta otros de ustedes harían bien en subir, pues allí llega aquel que yace bajo el león de cemento, en su retorno a la tierra natal:
El steamer pone proa hacia la bahía de Corinto cuando el cielo del amanecer finge ante los ojos del pasajero una floresta incendiada. Asido al raíl de la cubierta, se había apostado desde antes del alba en el costado de estribor, ansioso por descubrir los relieves de la costa que empezaron a iluminarse con tonalidades grises; y al palidecer las constelaciones, descubrió en la lontananza los volcanes de la cordillera de los Maribios que divisara por vez primera desde el mar al alejarse rumbo a Chile en otro amanecer ya lejano.

Sergio Ramírez
Margarita, está linda la mar


1907. León, Nicaragua. Durante un homenaje que le rinde su ciudad natal, Rubén Darío escribe en el abanico de una niña uno de sus más hermosos poemas: «Margarita, está linda la mar…».
1956. En un café de León una tertulia se reúne desde hace años, dedicada, entre otras cosas, a la rigurosa reconstrucción de la leyenda del poeta. Pero también a conspirar. Anastasio Somoza visita la ciudad en compañía de su esposa, doña Salvadorita. Está previsto un banquete de pompa y boato. Habrá un atentado contra la vida del tirano, y aquella niña del abanico, medio siglo más tarde, no será ajena a los hechos.
Sergio Ramírez logra, en Margarita, está linda la mar, que toda la historia de su país quepa en una cumplida metáfora de realidad y leyenda. En un lenguaje cuya brillantez subyuga al lector, con ráfagas de humor e ironía que asombran por su precisión poética, la acción va tramando caminos de medio siglo entre los dos niveles del relato, creando un continuo temporal entre el pasado y el presente que parece pertenecer a los mejores territorios del mito. Y dentro de este ámbito literario, con mucha más realidad que los hechos concretos, el autor nos hace conocer personajes de impecable identidad, originales, tiernos, necesarios, inscritos en la mejor tradición de las grandes personalidades de la literatura latinoamericana.
Una novela perfecta, rebosante de nobleza. Una obra excepcional.

Valdemoro, unas vistas

Valdemoro, unas vistas

26 octubre 2021

26 de octubre

 26 de octubre

Hoy otro día movido. J. R. lo pasó muy bien con sus visitantes de hoy, sobre todo con la familia Homar. Almorcé en el Caribe [Hilton] porque quería que asistiera Lulú [Benítez], y vino también a conocer a Mrs. de Beers, Margarita Ashford de Lee. Lo pasamos muy bien, aunque eché de menos la economía del Centro [Club] de la Facultad, pero allí no cuento con Lulú por los chismes y cuentos y celos. Lulú me dio una carta de presentación para su cuñado y mañana iré a verlo con Cecilia para interesarlo en el caso de la pobre Sra. de Peñagarícano, que encima de quedarse viuda se ha quedado sin pensión por haber la hija idiota llegado a los 18 años. El almuerzo junto al mar, un verdadero sueño. Allí estaba Marion Wolf jugando a cartas con 3 otras cotorronas «continentales [de los EE.UU.]» ¡Qué vidas tan vacías!

Zenobia Camprubí Aymar
Diario 3. Puerto Rico (1951-1956)


Zenobia Camprubí llevó a cabo un Diario a lo largo de los casi veinte años que duró su vida en el exilio. Redactado parte en inglés y parte en español, lenguas que por sus antecedentes familiares y trayectoria personal dominó con idéntica facilidad, el Diario nos revela el carácter extraordinario de quien fuera la esposa del poeta Juan Ramón Jiménez. Entrelazados con la vida activa de su autora, se recogen en este monólogo sus estados de ánimo, los de su marido, sus frustraciones y ambiciones, sus reflexiones respecto al poeta y a su entorno. El Diario destaca por su valor como obra intimista, lo que pone de manifiesto la competencia literaria de la autora, y su importancia como testimonio histórico y documental. Si un diario conecta las dos partes del ser, la que escribe y la que lee, y ese vínculo se convierte en un modo de observar la propia supervivencia, el Diario de Zenobia Camprubí sería, como se observa en el prólogo del primer volumen, «un instrumento de supervivencia por el que Zenobia trató de reencontrar el perdido sentido de la vida a raíz del trauma de la Guerra Civil española».
El primer volumen abarca el periodo comprendido entre 1937 y 1939, correspondiente a la estancia del matrimonio en Cuba; el segundo cubre los años que van de 1939 a 1950, los vividos en Estados Unidos; el último, hasta ahora inédito, se centra en los años finales de su vida, transcurridos en Puerto Rico.
La edición y preparación de este diario completo ha estado a cargo de Graciela Palau de Nemes
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Adelfa, nerium oleander

Jardines y flores

25 octubre 2021

25 de octubre

 Las cuatro estaciones

Faro de Vigo, 25 de octubre de 1953.
Siempre he hablado de con cuánto atento amor sigo la rueda de las cuatro estaciones, cómo atiendo a su nacimiento, signo, fábula y huida: tal se va, fugaz, la primavera, como «cervo ferido por monteiro maior», tal se va el otoño, como una copa de oro que ruede de las cumbres al valle. Ese polvo insistente de oro, esa cortina dorada que ahora lentamente cierra sobre el rostro del mundo, anida en las copas umbrías de los árboles y se tiende a dormir, como un gran rey derribado, en el flanco poderoso de la montaña. El río, el Avia, maduro como un maduro fruto antiguo, se ha bebido el Viñao y el Arenteiro en esa dorada copa del otoño. Ambos son ríos molineros, de molinos de pan, y sus aguas participan, pues, en la especie sacramental, en la blanquísima harina, como el Avia participa en el vino. Leiro, Beade, Regadas, Abeleda…, toda la mañana está aquí en una redoma de cristal, palpable y audible: vibra, sonora como si el dedo índice de Dios, disparado por la ballesta del pulgar, la golpease.
Al pasar por Regadas, toda la mañana debía ser un ancho prado, como un pañuelo verde puesto a secar al sol, y debían verse y oírse los hilos de agua de los regatos y alcazuelas, y desde el camino, con la mano, poder herborizar nombres latinos: la festuca pratensis de fino talle y la gracia de sus racimillos, o la arrhenatherum elatius, una explosión de hilos y estrellas verdes, dulce el talle cuando se lo masca en el verano, en los henares: treboiña le llaman a la hierba en mi mindoniense país, y me parece que lleva con más gracia el romance que la pulcritud latina de su denominación linneana, tan aparatosa. Abeleda debía estar, como un trobo de viejo castaño, rodeado de la tribu fungadora de las abejas, o como un panal de dorada miel, en el corazón de la mañana, y que pudiese reconocer el pasajero, con el labio en el panal, toda la flora de la montaña, todo lo que tiene color y aroma en el Faro de Avión. Todo lo que tiene nombre debía vivir su nombre. Un amigo me cuenta que en lengua quechua el nombre de una persona o cosa se designa como «aquello que gotea de su alma». Abeleda debía gotear miel en los labios de quien dijese su nombre; unas casas blancas, maíz puesto a secar en una solana, una niña de rubias trenzas en bicicleta. Quedarse a vivir en una de esas casas blancas, tomar el sol con el maíz en la solana, hacerle versos y verla sonreír a la niña de las trenzas y la bicicleta: pero quizás todo esto fuese presurosa y gentil ocupación de primavera que no melancolía del otoño. Aquel príncipe japonés de las historias de Lafcadio Heamrn que estaba encargado, en una montaña sagrada que tenía cerezos y mariposas en la falda, de avisar de la llegada de las aves emigrantes, y entre ellas de los grandes pájaros de las estaciones, avisaba a toda la cortesía nipona, advirtiendo: «Moveos más lentamente que ha llegado el pájaro de las alas secas», y colgaba los grandes tapices que representaban a un samurai en la madura edad, probando su casco de escamas de coral a un niño: es decir, viéndose a sí mismo, tierno paje, y en el casco, con el coral, bordada la melancolía: ¡Dios me libre de tener que probar, a una infantil cabeza, mis melancolías! Que sean otras mis ocupaciones otoñales. Cuáles pueden ser, las pienso en este camino de Leiro a Carballino. Quizá sentarme a oír latir el corazón del vino nuevo en las bodegas —los divinos fermentos creadores, «el semen bullicioso de la naturaleza», grato a Paracelso—, o con el tacón del zapato esbilar un erizo que ha caído del castaño, y recoger las castañas, y comerlas, yendo de vagar por la mañana, que del podre de las hojas secas exhala, aquí en el bosque, tan intenso perfume. Vuela una paloma torcaz. ¿Ha llegado, Señor, la hora del soneto de Ulises?
«Si ángel fueras, necesaria altura
de aire el sueño y de cristal, yo digo
si pudiera volar, volar contigo,
el ala al hombro, mecedora pura».
Demasiado á la page me está saliendo el soneto, y gongorino. Lo de gongorino es necesario, que la mañana es un cristal, y lo propio de la poesía de Góngora es estar construida con tantas palabras como cristales. La mañana está empedrada de cristales verdes, ocres, violetas, dorados. Y el chófer, que va diciendo la toponimia, tan clara y a la vez tan misteriosa, parece que va poniendo las consonantes a un enorme soneto de largos y estremecedores catorce versos que dice, a la luz del día, la voz de Dios. Cuando entramos de regreso en Carballino, ya cumplida la tarde y aposentado el silencio en el crepúsculo, y Venus surgiendo hacia donde me imagino, por los vientos, que está Orense, el primer verso del segundo cuarteto lo digo como quien reza, oliendo una rosa de otoño, de finísima piel levemente perfumada y tibia, cogida en Leiro, y recordando el vuelo tan seguro de la paloma.
«¿Más que el ala, Señor, la rosa dura?»
Se oye un piano en la noche de Carballino. He viajado a través del otoño, del más dorado y nostálgico, perfecto otoño todo el día, para venir a oír ahora, en la callada noche, un vals en un piano que en vez de cuerdas tiene hilos de agua y de cristal.

Álvaro Cunqueiro
El pasajero en Galicia

Bajo el título El pasajero en Galicia, Álvaro Cunqueiro escribió, a comienzos de los años cincuenta, una serie de artículos para el periódico Faro de Vigo en los que, pueblo a pueblo, ciudad a ciudad, hacía la crónica turística y sentimental de su país natal. Constituye, así, una inmejorable guía de las tierras y leyendas realizada por el más sabio, ameno y cordial de los cicerones. El volumen, cuidadosamente editado por César Antonio Molina, contiene además dos crónicas de los viajes de Cunqueiro por las rutas de peregrinación, así como los artículos escritos para una serie que, con el título Introducción a una historia de las tabernas gallegas, el autor proyectaba ir publicando, y otros textos de diversa procedencia donde el célebre escritor se recrea en la geografía y las gentes de Galicia.

Adelfa, nerium oleander

Jardines y flores

24 octubre 2021

24 de octubre

 El 29 de mayo de 1580, fray Juan Gil llega en efecto a Argel en compañía de fray Antón de la Bella, uno de sus correligionarios. Descubre una ciudad que se repone a duras penas de un invierno terrible, diezmada por una hambruna que ha matado a más de cinco mil personas; cansada de un bajá que multiplica los actos arbitrarios; inquieta por las concentraciones de tropas españolas señaladas en Badajoz y en Cádiz y que hacen temer —erróneamente— el envío de una armada contra la ciudad. Sin más tardar, los dos religiosos inician las primeras conversaciones con Hasán. Pero las discusiones se estancan porque los principales corsarios se hallan en el mar. En agosto, los dos redentores consiguen rescatar un centenar de cautivos; pero entre ellos no figura Cervantes. Hasán, cuyo mandato toca a su fin, ofrece entonces a fray Juan Gil sus mejores esclavos; fija el rescate en quinientos ducados por cabeza, a excepción de un tal Jerónimo de Palafox, estimado por él en mil ducados. En la incapacidad de pagar semejante suma, el trinitario decide rescatar a Miguel por el precio indicado: los doscientos ochenta escudos de que todavía dispone se completan con doscientos veinte escudos tomados del fondo general. El 19 de septiembre de 1580, mientras el bajá se prepara para hacerse a la vela, con sus esclavos ya encadenados a los bancos de su galera, fray Juan Gil entrega, en escudos de oro español, el monto del rescate. Cervantes es libre al fin. A punto estuvo de partir con su amo para Constantinopla: tal vez no hubiera vuelto jamás.

Se imagina cuál fue su júbilo. «Tanto es el gusto de alcanzar la libertad perdida», dirá Ruy Pérez de Viedma. No obstante, antes de dejar Argel, quiere saldar sus cuentas. Debe, en efecto, hacer frente a una campaña de difamación dirigida contra él por Blanco de Paz. No conocemos el contenido de las palabras difundidas sobre él por este «hombre murmurador, maldiziente, soberbio y de malas ynclinaciones». ¿De qué se le acusó?¿De amistades con Maltrapillo, de complacencias con Hasán o de compromisos con Agi Morato? Los testimonios de que disponemos sólo hablan de «cosas viciosas y feas». La amenaza era grave, porque Blanco de Paz se decía nada menos que comisario de la Inquisición. Así se explica por qué, siendo ya huésped de otro redimido, su amigo Diego de Benavides, Miguel quiso cortar en seco los rumores malévolos; a partir del 10 de octubre, hace que se proceda a la investigación a la que debemos las informaciones más claras relativas a su cautiverio. En presencia de fray Juan Gil y de Pedro de Rivera, notario apostólico en Argel, doce testigos, entre los que figuran Benavides y el doctor Sosa, confirman las afirmaciones emitidas en el interrogatorio sobre el «cautiverio, vida y costumbres» del requirente, demostrando, en esta ocasión, la inanidad de las palabras del aquel sacerdote indigno que era, en realidad, el sedicente comisario. Catorce días más tarde, el 24 de octubre, nuestro cautivo embarca con otros cinco redimidos en un navío que pertenece a maese Antón Francés. El 27 está a la vista de las costas españolas; su cautiverio ha durado cinco años y un mes.
El desenlace que tuvo ese cautiverio se parece al que nos ofrece El trato de Argel. El coro de cautivos que concluye esta comedia nos informa de la llegada inminente de fray Juan Gil, dirigiendo a la Virgen una ferviente acción de gracias. En cambio, la aventura del cautivo, igual que la de Don Lope, su homólogo de Los baños de Argel, ilustra una distancia mayor con respecto a las tribulaciones que padeció el manco de Lepanto: en efecto, los dos se evaden por mar, gracias a un renegado más leal que el Dorador o Caybán. Pero la última palabra será la que oigan los estudiantes vagabundos del Persiles: dos falsos cautivos que engañan a los campesinos de un pueblo castellano con el pretendido relato de sus desgracias en las galeras turcas. Desenmascarados por el alcalde, en otros tiempos esclavo en Argel, reciben de él los detalles que les permitirán engañar en el futuro. Esta ironía final nos muestra hasta qué punto Cervantes, en el crepúsculo de su vida, ha despertado de sus sueños de antaño. Pero no renegará nunca de la lección que sacó de su experiencia argelina. No sólo le abrió horizontes nuevos; a prueba de la adversidad, le ayudó a revelarse a los demás tanto como a sí mismo. Por ese motivo fue el crisol en que siguió forjando su propio destino.

Jean Canavaggio
Cervantes


Hablar del príncipe de los ingenios significa no sólo enfrentarse con el misterio de su vida, sino acercarse a un mito, donde lo fabuloso, lo seguro y lo verosímil están inextricablemente mezclados. El propio autor nos advierte que «explicar a Cervantes es aventura arriesgada». En efecto, no basta con recopilar rigurosamente lo que de él y de su contexto se sabe, sino que la tarea apasionante radica en ir al encuentro de este personaje enigmático. Así, en busca de una verdad que no cesa de ocultarse, se ve surgir en este libro el perfil de un hombre de una modernidad sorprendente.

Lavanda, espliego, lavandula angustifolia,

 Jardines y flores

23 octubre 2021

23 de octubre

Se fueron, pues. Los acompañaron a la estación, y el 23 de octubre por la mañana, con cuatro baúles de libros y una cama de campaña, se embarcaron en Marsella a bordo del Commandant-Crubellier, con destino a Túnez. El mar estaba revuelto y la comida fue mala. Se marearon, tomaron unas pastillas y durmieron profundamente. Al día siguiente se veía Tunicia. Hacía buen tiempo. Se sonrieron. Vieron una isla que les dijeron se llamaba isla Plane, luego grandes playas largas y estrechas, y, después de La Goleta, en el lago, bandadas de aves de paso.Se sentían dichosos de haberse ido. Les parecía que salían de un infierno de metros atestados, de noches demasiado cortas, de dolores de muelas, de incertidumbres. No veían nada claro. Su vida no había sido más que una especie de danza incesante sobre una cuerda tensa, que no llevaba a nada: un apetito vacío, un deseo desnudo, sin límites y sin apoyos. Estaban agotados. Se iban para enterrarse, para olvidar, para calmarse.
Lucía el sol. El barco avanzaba lenta, silenciosamente, por el estrecho canal. En la carretera muy cercana, algunas personas de pie en coches descubiertos les hacían grandes saludos. Había en el cielo unas nubecitas blancas inmóviles. Ya hacía calor. Las placas de la borda estaban tibias. En la cubierta, debajo de ellos, unos marineros apilaban las tumbonas, enrollaban las largas lonas alquitranadas que protegían las bodegas. Se formaban colas en las pasarelas de desembarco.
Llegaron a Sfax dos días después sobre las dos de la tarde, tras un viaje de siete horas en ferrocarril. El calor era agobiante. Frente a la estación, minúsculo edificio blanco y rosa, se abría una avenida interminable, gris de polvo, plantada de palmeras feas, bordeada de casas nuevas. Pocos minutos después de llegar el tren, una vez se fueron los escasos coches y bicicletas, la ciudad volvió a caer en un silencio total.
Dejaron las maletas en la consigna. Tiraron por la avenida, que se llamaba avenida Burguiba; llegaron, al cabo de unos trescientos metros más o menos, ante un restaurante. Un gran ventilador de pared, orientable, zumbaba de modo irregular. En las mesas pringosas, cubiertas con hule, se aglutinaban unas cuantas docenas de moscas que un mozo mal afeitado espantó agitando una servilleta con indolencia. Comieron, por doscientos francos, una ensalada con atún y una escalopa a la milanesa.
Luego buscaron un hotel, tomaron una habitación, mandaron traer las maletas. Se lavaron las manos y la cara, se echaron un rato, se cambiaron, salieron. Sylvie fue al instituto técnico, Jérôme la esperó fuera, en un banco. Hacia las cuatro, Sfax empezó lentamente a despertarse. Aparecieron centenares de niños, luego mujeres con la cara tapada, guardias vestidos de popelín gris, mendigos, carretas, asnos, burgueses inmaculados.
Sylvie salió, con el horario en la mano. Pasearon un rato más; bebieron cerveza y comieron aceitunas y almendras saladas. Vendedores callejeros de periódicos pregonaban Le Figaro de hacía dos días. Habían llegado.

Georges Perec
Las cosas

Publicada originalmente en 1965, Las cosas obtuvo el Premio Renaudot y consagró a Georges Perec como escritor de primera fila y lúcido testigo de, en palabras de Jean Duvignaud, «la incoercible dificultad de existir en los años sesenta».
Jérôme y Sylvie, una pareja de jóvenes pequeñoburgueses que se ganan la vida realizando encuestas para empresas de publicidad, sueñan con una existencia arropada de objetos exquisitos y elegantes. De hecho viven en un apartamento diminuto e incómodo y apenas si ganan dinero para cubrir sus necesidades básicas. Naturalmente, les gustaría ser ricos: sabrían vestir, mirar y sonreír como la gente rica, tendrían su tacto y discreción, su clase… El fulgurante y despreocupado París de la época constituye una tentación irresistible: escaparates de anticuarios, tiendas de libros raros, mercados y tenderetes repletos de agradables sorpresas. La sociedad de la opulencia les seduce con los signos de una vida refinada y garante de una tradición de buen gusto: divanes Chesterfield, camisas Arrow, corbatas de Old England. Sueños de una existencia dichosa y prometedora, creados por una sociedad tentacular que fomenta expectativas artificiales en quienes no pueden satisfacerlas, que a la postre les precipitan en una encrucijada en que el tener promete el ser, en que la necesidad de belleza y perfección les lleva a alienarse de sí mismos…
Las cosas es una aguda e irónica radiografía de la sociedad de consumo y, en particular, de la mistificación del confort y de los goces ofrecidos por un mundo cuya reconfortante banalidad propone múltiples espejismos de quimeras inasequibles. Narrada con magistral sencillez y distanciamiento, Las cosas desmenuza los perversos mecanismos con que las cosas subyugan a los hombres y es, sin duda, una novela anticipatoria cuya riqueza de significados se ha acrecentado con el paso de los años, al tiempo que Georges Perec se ha ido consolidando indiscutiblemente como uno de los grandes novelistas franceses del siglo XX.

Lavanda

 Jardines y flores

22 octubre 2021

22 de octubre

 Los doctores papistas se habían empeñado en demostrar à priori que, a causa de la decisiva influencia de los planetas el día veintidós de octubre de 1483— (en que la luna se encontraba en la duodécima casa celeste,——Júpiter, Marte y Venus en la tercera, el Sol, Saturno y Mercurio, todos juntos, en la cuarta),—Lutero era un hombre destinado a condenarse inevitablemente,—y que sus doctrinas, por corolario directo, estaban igualmente condenadas de antemano.

El examen de su horóscopo, en el que cinco planetas copulaban todos al mismo tiempo con Escorpión (al leer esto mi padre siempre negaba con la cabeza en señal de desaprobación) en la novena casa celeste, que los árabes asignaban a la religión,—demostraba que a Martín Lutero le importaba un ochavo esta cuestión;——y si se orientaba el horóscopo hacia la conjunción de Marte,—se podía deducir también, clarísimamente, que estaba destinado a morir maldiciendo y blasfemando;—este influjo maligno era la constatación de que su alma (empapada de culpa) había navegado a dos puños hasta el lago de fuego del infierno.
El insignificante reparo que los doctores luteranos le ponían a esta teoría era que, sin duda alguna, tenía que haber sido el alma de algún otro hombre, nacido el 22 de octubre del 83, la que se había visto obligada a navegar a dos puños de aquella manera,—ya que, como constaba en el registro de Islaben, en el condado de Mansfelt, Lutero no había nacido el año 1483, sino el 84; y tampoco el 22 de octubre, sino el 10 de noviembre, la noche del día de San Martín, razón por la que, precisamente, él se llamaba Martín.

Lavanda, espliego, lavandula angustifolia,

Jardines y flores

21 octubre 2021

21 de octubre

 Martes, 21 de octubre de 1976

Michel Sommo
Tarnaz, 7
Jerusalén
Mi querido Michel:
Ha estado lloviendo desde anoche. Esta mañana había una luz gris en las ventanas. Y en el horizonte, repentinos rayos se dirigían hacia el mar en silencio, sin ningún trueno. Las palomas que arrullaban hasta ayer están hoy silenciosas, como aturdidas. El único sonido que atraviesa la lluvia es el ocasional ladrido de los perros. La gran casa permanece una vez más desierta y extinguida, con los vestíbulos, dormitorios, bodegas y desvanes entregados de nuevo a los viejos fantasmas. La vida se ha replegado a la cocina: Boaz encendió un agradable buen fuego allí esta mañana. Se sientan alrededor de este fuego, o se echan en los colchones, inactivos, adormilados: durante interminables horas han estado entristeciendo la desierta casa con la guitarra y sus apagadas canciones inacabables.

Corrihuela, colvolvulus arvensis,

Jardines y flores

20 octubre 2021

20 de octubre

 El primer ferrocarril castellano

En 1837 Guillermo Lobé realizó un viaje de Cuba a los Estados Unidos; de los Estados Unidos pasó a Europa. En 1839 Lobé publicó en Nueva York su libro Cartas a mis hijos durante un viaje a los Estados Unidos, Francia e Inglaterra. Lobé estudió los ferrocarriles en los Estados Unidos; luego en Europa. En otra ocasión hablaremos de esta interesantísima personalidad; antecesor tienen en ella los fervorosos europeizadores de hogaño. El 4 de Noviembre de 1837 Guillermo Lobé fecha una de sus cartas —la XVI— en Manchester. Habla en ella de los caminos de hierro; su pensamiento va hacia España; a España desea verla «atravesada en todas direcciones por ferrocarriles, en paz como hermanos los habitantes de sus provincias». Los deseos de Lobé no han de verse realizados sino bastantes años después. En 1844, el célebre matemático D. Mariano Vallejo, publica un libro titulado Nueva Construcción de Caminos de Hierro. No se refiere Vallejo a las nuevas máquinas locomotrices; a los trenes de vapor se alude en un apéndice que pone a su libro; pero a esta novísima tracción prefiere nuestro autor la animal, modificada y facilitada por ingeniosos artificios.

Verónica de los prados

 Jardines y flores

19 octubre 2021

19 de octubre

El 87 fue el año que Andrés denominó «de los diecinueves»: en España, el 19 de julio la banda terrorista ETA hizo saltar por los aires el aparcamiento del supermercado Hipercor en Barcelona con un saldo final (en esta clase de operaciones calculadas hay que hablar de saldo, positivo o negativo, depende de la intención final del criminal) de 21 muertos y 40 heridos, todos ellos ciudadanos que estaban de compras en ese local comercial; y el 19 de octubre, que fue posteriormente conocido con el sobrenombre de «lunes negro», el índice Dow Jones sufrió la mayor caída de su historia desde el crack del 29, inicio de la Gran Depresión, que arrastró una pérdida de más de 500 puntos. Pero Andrés estaba eufórico. La primera tienda-exposición de la franquicia Divino Dissegno se abrió en Madrid en el otoño de ese mismo año con un éxito espectacular debido, hay que decirlo en su honor, a la campaña de lanzamiento que planificó basándose en la experiencia de la casa madre a partir del momento en que cerró el trato con los milaneses. Andrés, que no estaba acostumbrado a entusiasmarse con su trabajo, comprendió que acababa de encontrar su camino en la vida.
El paso de los años había herido de muerte el corazón de la antigua pandilla de amigos. A medida que cada uno se va abriendo paso en la vida, creando o no una familia, los lazos se van aflojando. De las viejas reuniones nocturnas en la casa de los Delcampo ya no quedaban ni los rescoldos. Si Andrés se veía con alguno, casi nunca era en pareja sino de hombre a hombre y con cita previa. La última vez que se encontraron casi todos fue con ocasión del premio a Mateo Perdiz y se celebró a la vasca, es decir, reunión solo de hombres. Allí, Andrés pudo comprobar una vez más que, con la excepción de Bonafé, su trato con los demás había mermado considerablemente; no faltaban la alegría ni el buen entendimiento, pero, salvo los temas generales, no tenían mucho de que hablar entre ellos. El Figura pudo acudir entre viaje y viaje; en cambio, no hubo noticia de Cuchi Mendina.
El buen ánimo de Andrés, por no hablar directamente de excitación profesional, le había hecho entregarse en cuerpo y alma al proyecto puesto en marcha y Clara, que no tenía un pelo de tonta, comprendió que, por el momento, su relación pendía de la intimidad personal y de la costumbre más que de la atracción física, que seguía existiendo aunque más espaciada, lo cual no era mala situación habida cuenta de que la época más pasional y arrebatada había durado lo suyo. Ahora ella estaba más cerca de una serena regularidad donde el cariño y el erotismo andaban por el mismo camino. Se preguntaba, como es natural, si la balanza volvería a desequilibrarse y por qué lado, pero no tenía queja. Andrés estaba tan embebido que apenas había asuntos que debatir entre ellos, ni la actualidad nacional ni aun el desenvolvimiento de las niñas. Las dos niñas, que adoraban a su padre, echaban en falta su atención y lo pagaban con la madre; ya se sabe que los niños siempre buscan en el entorno el chivo expiatorio y allí no había otro que Clara; sin embargo, la sangre no llegó al río porque Beatriz, en plena preadolescencia, empezaba a manejar las primeras zonas de su independencia; era la pequeña Marta la que más acusaba la dedicación del padre a su negocio. Por otra parte, los roces entre Clara y Andrés se hacían inevitables: la edad, la costumbre, las manías… ya se sabe.
Retirado Cadavia como ángel bueno de la familia debido a su insensata y apasionada relación senil con Mabelle, retirada de escena la madre de Andrés, que se había organizado una vida razonablemente agitada para su edad en un club de viudas que se divertía viajando por el país, encerrada en su destino provinciano la de Clara con la excepción de alguna escapada a Madrid que no dejaba de ser lacrimosa a pesar de sus esfuerzos por molestar lo menos posible, los únicos verdaderos amigos de la familia Delcampo Zubia eran Bonafé y Bertoldino. El primero estaba lleno de problemas personales porque vivía amargado por Paulina, por su desconcierto ante los hijos y por la pesada carga de la familia de ella, pues es sabido que en los matrimonios quien arrima el ascua a su familia es siempre la mujer. El caso de Clara —debemos hacer este inciso— era una excepción que provenía, como sabemos, de un incidente que la llenaba de vergüenza y de rabia. Bertoldino era soltero, sostenía relaciones amorosas esporádicas que no le comprometían más allá de la satisfacción del deseo y disponía de tiempo, aunque su trabajo como funcionario ya no era como antaño, la época gloriosa de la jornada de ocho a tres consumida a base de salidas a desayunar o a tomar el aperitivo para relajar el ritmo de un trabajo ya de por sí bastante relajado. Bonafé se acercaba de vez en cuando a recoger a Andrés, si es que no estaba de viaje, para tomar una copa a última hora de la tarde, antes de volver a sus casas. Bertoldino, en cambio, solía dejarse caer por la casa al anochecer y a menudo se quedaba a cenar, cuando no aparecía incluso con una cena adquirida en algún establecimiento de comidas preparadas o, lo más común, con una bandeja de comida japonesa que siempre era acogida con entusiasmo. Era hombre frugal, de gustos refinados, pero no excedidos, por lo que podía permitirse esos lujos. Andrés aportaba los vinos porque la vida mundana y de relación a la que le obligaba su trabajo le había introducido en el mundo esnob de la apariencia: vinos, ropa, restaurantes, complementos… incluso, ya fuera esa la razón, ya solo una excusa, la imagen de directivo de empresa lo puso al volante de un automóvil que sustituyó a su viejo utilitario nacional por lo que en los términos de las revistas del motor se llamaba una berlina de representación. De momento, así quedaba cerrado el equipamiento de su nueva vida.

José María Guelbenzu
El amor verdadero

¿Qué es lo que hace que todos los enamorados se prometan fidelidad en un mundo en el que la duración es un valor casi inexistente? El amor verdadero narra la historia de amor y lealtad de una pareja, que se prolonga a lo largo de más de cincuenta años de vida, desde 1945 hasta 2005, y es, sobre todo, una reflexión sobre el sentido del amor, sobre el valor del esfuerzo y sobre el deseo de permanencia, complicidad y entendimiento entre dos personas que deciden libremente asumir los riesgos y las consecuencias de intentar mantener vivo su sentimiento a través del tiempo. Este libro cierra un ciclo de novelas que puede considerarse la crónica moral de una generación universitaria, la que accedió a la Universidad a principios de los años sesenta, iniciada con la publicación de un libro que es ya un hito en la historia de la novela española, El Mercurio, publicado en 1968 y punto de partida de una nueva narrativa que rompía de manera tajante con la tradición anterior. El amor verdadero, crónica de vida personal e histórica que culmina ese ciclo de novelas, es, muy probablemente, la obra más ambiciosa de su autor.

Jacintos silvestres


Jardines y flores

18 octubre 2021

18 de octubre

 Capítulo XVIII

DECLARACIÓN
6.15 p. m.
Para el inspector Jennings o a quien corresponda:
He oído toda la historia de labios del doctor Fell y él ha escuchado la mía. Estoy completamente sereno. Se me ocurre vagamente que se supone que en los documentos legales debe asentarse “en su sano juicio”, pero espero se me disculpe si no sigo la fórmula consagrada. Verdaderamente, no la conozco. Permítaseme tratar de ser franco. Me será fácil serlo, tanto más cuando una vez que haya terminado de escribir me dispararé un tiro. Por un momento tuve la intención de disparar sobre el doctor Fell mientras conversábamos hace unos minutos. Pero no había más que un proyectil en la pistola. Cuando le apunté con ella, hizo un gesto como de una cuerda puesta alrededor de su cuello; y reflexionando comprendí fácilmente que esta honrosa salida es mejor que la horca, de modo que guardé el arma. Odio al doctor Fell, lo confieso sinceramente, porque me descubrió, pero debo pensar en mi bien, antes que en cualquier otra cosa, y no tengo el menor deseo de ser ahorcado. Dicen que es muy doloroso y yo no pude nunca soportar el dolor don fortaleza.
Permítaseme decir, para comenzar —haciéndome justicia—, que el mundo me trató de una manera ruin. No soy criminal; soy hombre de educación y méritos; una adquisición, creo, para toda comunidad donde actúe. Esto, en parte, fué mi consuelo. Mi verdadero nombre lo reservaré, ni diré mucho de mi pasado para eludir las averiguaciones; pero es verdad que en cierta época fui estudiante de teología. Mi expulsión de cierto seminario se debió a circunstancias infortunadas, tales como implican el hecho de un joven de naturaleza robusta y sana al que la mística no ha hecho insensible a las seducciones de una bella muchacha. Niego hasta hoy haber robado dinero o haber tratado de que la culpa recayera sobre otro compañero.

Saponaria officinalis o hierba jabonera

 Jardines y flores

17 octubre 2021

17 de octubre

 La prueba de Ramón Callicó

Al término de su segundo año de aprendizaje, Yonah empezó a ver claro el camino de su vida y cada día le seguía deparando nuevas emociones a medida que iba asimilando las enseñanzas de Nuño. Ambos ejercían su profesión en toda la campiña que rodeaba Zaragoza, estaban muy ocupados en el consultorio y acudían a visitar en sus casas a los pacientes que no podían desplazarse. Casi todos los enfermos de Nuño pertenecían al pueblo llano de la ciudad y las alquerías de los alrededores. Algunas veces lo mandaba llamar algún noble que precisaba de los servicios de un médico y él siempre acudía a la llamada, pero le advertía a Yonah de que los nobles eran muy autoritarios y muchas veces se mostraban reacios a pagar los servicios de los médicos, por lo que él prefería no mantener tratos con ellos. Sin embargo, el 20 de noviembre del año 1504, recibió una llamada que no pudo desatender.
A finales de aquel verano, tanto el rey Fernando como la reina Isabel habían contraído una enfermedad debilitante. El Rey, un hombre muy fuerte cuya constitución se había forjado en la caza y la guerra, se había recuperado muy pronto, pero su esposa estaba cada vez más débil. El estado de Isabel había ido empeorando durante su visita a la ciudad de Medina del Campo y Fernando había mandado llamar de inmediato a media docena de médicos, entre ellos, Nuño Fierro, el médico de Zaragoza.
—Pero vos no podréis ir —protestó Yonah—. El viaje a Medina del Campo dura diez días. Ocho días como mínimo, si uno se mata cabalgando.
Se lo decía en serio, pues sabía que Nuño estaba delicado de salud y no se encontraba en condiciones de emprender aquel viaje.

Flores del tilo

Jardines y flores

16 octubre 2021

16 de octubre,

 Berkeley, 16 de octubre de 1991

Mi queridísimo Juan Manuel Carpio,
Incluso tu carta tristona me ha traído alegría. Gracias por calcular el tiempo para recibirme con tu presencia a mi regreso. La vida desde luego no es chiche, y uno no es ninguna pascua tampoco, y por dicha. Qué aburridas nos daríamos si fuéramos pascuas.
Mi viaje a San Salvador fue lindo, pues coincidí allá con tres de mis hermanas que también andaban de visita, y además recuperé el espíritu al sentir el verdadero cariño de los amigos. Mi mamá estaba muy bien de salud, aunque bastante distraída. La Ana Dolores y la Andrea cada día más jóvenes. Ahora parecen adolescentes. Disfrutamos el tiempo juntas. La Susy también estuvo, por supuesto, pero ahora anda con un nuevo novio pintor que no hace más que pintarla todo el día. Ya llevaba como siete retratos cuando me vine. Cuando pienso que a Enrique no le pude inspirar ni siquiera una foto para pasaporte. ¿Será que no tengo vocación de musa? Musaraña, tal vez.
Qué ganas de verte. Pero parece que va a tardar un tiempo. Por lo menos escribámonos mucho.
Bob y yo siempre estamos bien, y sepa usted, caballero, que esto no es ninguna broma.
Te quiero cantidades enormes. Tuya,
Fernanda

Alfredo Bryce Echenique
La amigdalitis de Tarzán

Una historia de amor en la que los dos protagonistas recorren no sólo el mundo de los sentimientos, sino el propio mundo iberoamericano. Juan Manuel Carpio, cantautor peruano probando suerte en París y María de la Trinidad del Monte Montes, joven aristócrata salvadoreña, narran la historia de su relación a través de cartas en La amigdalitis de Tarzán. Ella fracasará en su intento de llevar una vida plena en el matrimonio con un fotógrafo chileno. Él tendrá aspavientos internacionales a través de sus canciones. Pero ninguno imaginará lo indispensable que se tornará para cada cual la lectura del cariño del otro en las misivas, las cartas, que protagonizan La amigdalitis de Tarzán.
Asistimos así al desarrollo de una narración suelta y contada con un ritmo acelerado —pues las cartas se insertan dentro de la narración, no la detienen— y que desemboca en las conclusiones que enunciaban sus propias premisas. Conclusiones sin conclusión: el disparate existencial va a continuar.

Flores del tilo

Jardines y flores

15 octubre 2021

15 de Octubre

 4

DEPARTAMENTO DE CORREOS
ASUNTO: Anuncio de propuesta de Acción Disciplinaria
A: Henry Chinaski
Por la presente se le anuncia que hay una propuesta para apartarle del Servicio de Correos o para tomar alguna otra medida disciplinaria apropiada que se determine.
La acción propuesta tiene el fin de promover la eficiencia en el servicio y no será efectuada antes de 35 días tras recibir esta carta.
La acusación contra usted, y las razones que sostienen esta acusación son:
ACUSACIÓN N.º 1
Se le acusa de haberse ausentado sin notificarlo previamente en las siguientes fechas:
•    25 de Septiembre de 1969: 4 hrs
•    28 de Septiembre de 1969: 8 hrs
•    29 de Septiembre de 1969: 8 hrs
•    5 de Octubre de 1969: 8 hrs
•    6 de Octubre de 1969: 4 hrs
•    7 de Octubre de 1969: 4 hrs
•    13 de Octubre de 1969: 5 hrs
•    15 de Octubre de 1969: 4 hrs
•    16 de Octubre de 1969: 8 hrs
•    19 de Octubre de 1969: 8 hrs
•    23 de Octubre de 1969: 4 hrs
•    29 de Octubre de 1969: 4 hrs
•    4 de Noviembre de 1969: 8 hrs
•    6 de Noviembre de 1969: 4 hrs
•    12 de Noviembre de 1969: 4 hrs
•    13 de Noviembre de 1969: 8 hrs.
Sumándose a lo arriba reseñado, los siguientes datos de su expediente personal serán considerados determinantes para la obligación de tomar medidas disciplinarias:
Se le envió una carta de apercibimiento por ausentarse del trabajo sin notificarlo previamente el 1 de Abril de 1969.
Se le envió un anuncio de propuesta de acción disciplinaria el 17 de Agosto de 1969, por ausentarse del trabajo sin notificarlo previamente. Como resultado de aquella acusación se le suspendió sin paga durante tres días del 17 de Noviembre de 1969, al 19 de Noviembre de 1969.
Tiene derecho a apelar la acusación en persona o por escrito, o de ambas formas, y acompañarse de un abogado de su elección. Su réplica ha de hacerse antes de diez (10) días hábiles tras el recibo de esta carta. También puede incluir declaraciones juradas en apoyo de su respuesta. Cualquier réplica escrita será dirigida al Director de Correos, Los Ángeles, California 90052. Si necesita tiempo adicional para completar su apelación, será considerado tras una petición escrita exponiendo la necesidad.
Si desea apelar en persona, puede pedir una cita con Ellen Normell, Jefe de Empleados y sección de Servicio, o K. T. Shamus, Oficial de Servicios de Empleo, telefoneando al 2892222.
Después de que expire el plazo de 10 días para la réplica, todos los hechos de su caso, incluida la apelación si la hubiera, pasarán a ser completamente considerados antes de tomar una decisión. La decisión le será enviada por escrito. Si la decisión es adversa, la carta le explicará la razón, o razones, que han llevado a tomar la decisión.

Charles Bukowski
Cartero

Cartero es la primera novela publicada de Charles Bukowski, considerado uno de los autores más influyentes e imitados de la generación actual de escritores estadounidense gracias a su particular estilo, propio del realismo sucio y la literatura independiente.
Con una prosa plana, sobria y precisa, Bukowski ha producido algunas de las piezas más hermosas de la literatura contemporánea, no por la belleza de su lenguaje sino por la sinceridad de sus ideas malsonantes que consiguen reproducir magistralmente los ambientes pestilentes y marginales que frecuentó durante su juventud.
La novela describe, a través de su alter ego Chinaski, los doce años que estuvo empleado en una sórdida oficina de correos del Servicio Postal de Estados Unidos, hasta que un editor, deslumbrado por su fuerza poética, le ofreció cien dólares mensuales de por vida para que dejara el trabajo y escribiera a tiempo completo. Bukowski, con 49 años encima, decide aceptar y abandona la miserable seguridad de su empleo para escribir Cartero, su primera novela, en menos de un mes.
Una sátira brillante destinada a convertirse en clásico de la literatura moderna pues gracias al tiempo libre que obtiene con su nuevo trabajo de escritor, el alcoholismo y su adicción por las carreras de caballos, Bukowski empieza una serie de novelas autobiográficas que lo convertirían, muy a su pesar, en heredero indiscutible de la generación beat.

Flores del tilo

flores de tilo

14 octubre 2021

14 de octubre

LA SITUACIÓN ECONÓMICA Y POLÍTICA
«La Veu de Catalunya», 14 de octubre de 1931
El señor Prieto —o don Inda, como se le llama en Madrid— ha tenido la fuerza y la sinceridad, que ya es mucho en los tiempos que corren, de confesar la verdad en lo que a la situación financiera y económica del Estado se refiere. Ya han leído ustedes su discurso: es catastrófico. Nosotros añadiremos —aunque sea a riesgo de que nos vayan tomando por derrotistas y por aficionados a las maniobras (nunca hemos sabido de qué maniobras se trata)—, nosotros añadiremos que es pálido relativamente a la abrumadora realidad. Las personas que hayan leído los artículos que hemos publicado recientemente en estas páginas deben de haber visto cómo se ha ido cumpliendo todo lo que hemos ido deduciendo de la inexpugnable, absurda y extravagante política del Gobierno. No ha fallado nada, porque no podía fallar nada. Diremos más: si la política actual continúa, pronto nos encontraremos en una situación infinitamente más grave que la presente. Estamos abocados a ello, vamos, el país va, directo hacia allí, con los ojos cerrados. La gran incógnita del momento consiste en saber los síntomas del sentido común para recoger una herencia política dominada por el hecho de haber llevado la economía del país a un estado avanzado de descomposición.
Quince días después de haberse hecho cargo el Gobierno actual de la administración del país entró la economía española como un todo, y la catalana en particular, en una fase de confusión y de marasmo que a medida que ha ido pasando el tiempo se ha acentuado. Esta situación no tiene nada que ver con las consecuencias de la crisis mundial. Al contrario: sin las fantásticas depreciaciones que han sufrido los precios de las materias primas —el algodón, por ejemplo— ¿adónde habría ido a parar la vitalidad de la industria de este país? Las causas del marasmo son políticas, internas y localizadas concretamente. El Gobierno comenzó a actuar con un apoyo ciudadano como no recordamos haya tenido ningún otro gobierno. Por un momento, el país tuvo la impresión de que finalmente —¡finalmente!— entraría en la normalidad. Las clases conservadoras se dispusieron a servir con la mayor lealtad. El país sintió una inmensa necesidad de paz, de orden, de justicia, de libertad y de autoridad…
Y ya ven ustedes lo que ha pasado. En el periodo de cuatro días, como quien dice, se ha producido un enorme desencanto. La frase que tiene todo el mundo en los labios es la que se dijo tanto en Francia después del Segundo Imperio: Qu’elle était belle la République sous l’Empire! ¡Qué hermosa era la República —dice la gente parodiando la frase— en tiempos de la Monarquía![94] Se han cometido atropellos legales como en otros tiempos. El Gobierno actual es uno de los peores que ha tenido jamás la Península. El Parlamento, ya lo ven: es un tumulto gregario e incoherente. Una serie de disposiciones, de declaraciones, de actos inspirados en un total olvido de lo que es, bajo todos los climas y en todas las latitudes, la función de gobierno, ha producido un desbarajuste total en la economía del país. El capital se ha retraído. La organización del crédito se ha roto. En los terrenos bancario, industrial, comercial, agrícola y monetario las dificultades aumentan incesantemente. La vitalidad que tenía el país —vitalidad correspondiente a lo que este país puede dar de sí, naturalmente— se va disipando cada día que pasa. En estos momentos, el Gobierno se aguanta —como se aguantaron tantos gobiernos del viejo régimen— porque este país es excepcional.
¿Las consecuencias de todo ello? Son claras: a medida que la parálisis se va apoderando del país, se van agotando todas las fuentes de tributación y el déficit del presupuesto del Estado va creciendo. Prieto ha dicho que el déficit asciende ya a 500 millones. La cifra real, según los expertos, es superior a la ofrecida por el ministro de Finanzas. ¿A cuánto ascenderá a final de año? Se habla ya de un empréstito. Pero, dado el crédito que actualmente tiene el Gobierno, ¿dónde se encontrará el dinero? Si continúa la política actual, el agotamiento de las fuentes de tributación no hará sino acentuarse fatalmente, y los observadores experimentados de la situación prevén grandes dificultades para el Estado el año que viene. Si a ello se añaden las compras que habrá que hacer en el extranjero por el déficit que se producirá en la producción agrícola, el panorama que se avecina se presenta con unos colores desagradablemente acusados.
El Gobierno que ha llevado al país a esta situación quiere construir escuelas. ¿Con qué dinero las levantará? El Gobierno quiere expulsar a las órdenes religiosas. ¿Con qué dinero podrá lograr la sustitución de los servicios sociales que realizan las órdenes? El Gobierno quiere tener un buen Ejército que será mucho más caro que el malo de antes; ¿con qué lo pagará? Y Esquerra Republicana de Catalunya, que es responsable en gran parte de la situación en que nos encontramos, ¿con qué dinero organizará la autonomía de Cataluña? ¿Con las cotizaciones del Único…?

Josep Pla i Casadevall
La Segunda República española
Una crónica, 1931-1936
Edición de Xavier Pericay

Josep Pla, corresponsal en Madrid de un diario barcelonés, fue testigo privilegiado y cronista en directo del advenimiento, desarrollo y caída de la Segunda República.
Las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 dieron paso dos días más tarde a la proclamación de la Segunda República española. Desde entonces y hasta la insurrección militar del 18 de julio de 1936, se sucedieron cinco años cruciales de la historia de España, cinco años que constituyen el precedente, mitificado y denostado al mismo tiempo, de la actual democracia.
El apasionante día a día de ese inestable periodo contó con un testimonio de excepción: Josep Pla, periodista magistral, que mediante certeras crónicas trazó una singular panorámica crítica de los protagonistas y motivaciones de estos años clave de nuestra historia contemporánea, marcados por la agitación política y social, que desembocarían en la guerra civil.

Malvarrosas en un solar

 Malvarrosas

Caballo