22 mayo 2021

22 de mayo

Tisza lo escuchó atentamente. Las gruesas lentes de sus gafas le agrandaban el iris grisáceo de sus ojos, ya de por sí grande. No interrumpió a Bálint ni una sola vez.

Cuando Bálint acabó su discurso le respondió detalladamente. Reconoció que Abády tenía razón en muchas cosas: sin duda, quien quisiese acabar con el obstruccionismo arriesgaba su futura carrera política, pero para él restituir el orden del Parlamento era un asunto de gran importancia, de primera necesidad, y pesaba más que cualquier otra razón. No protestó contra lo que Bálint había dicho sobre su vocación política. Negar su grandeza no habría sido más que una pose: quien supera una cabeza al resto de la multitud, sin duda es consciente de su talla. Tisza no era un hombre de poses. Reconoció que el país podría necesitarlo en el futuro por varias razones. No obstante, estaba decidido a actuar él mismo. No podía encargarle esa faena a un sustituto, porque precisamente su autoridad era necesaria. No se arrepentiría, aunque después se viese obligado a abandonar la política. Su nación lo necesitaba y esa causa merecía tal sacrificio.

—Si es preciso que me retire, lo haré con el alma tranquila.

Su argumentación fue una cadena bien forjada, sin huecos, sin palabras superficiales, como si sus frases hubiesen sido moldeadas en bronce.

Se levantó. Mientras se dirigían a la salida, Tisza le agradeció su buena voluntad con unas palabras amables. Su figura alta y de hombros fornidos se alejó después hacia las escaleras. Caminaba recto, tranquilo, y desapareció por una curva del pasillo.

El 22 de mayo Tisza fue elegido presidente del Parlamento.

Los socialistas, que interpretaban su elección como el fracaso de sus planes contra el sufragio universal, convocaron una huelga general. Los obreros, junto al populacho, tumbaron vagones de tranvía para levantar barricadas. Las masas quisieron llegar hasta el Parlamento. Cerca de la plaza de la Constitución chocaron contra la policía y se produjo una lluvia de piedras. Se oyeron disparos de revólver. La policía reaccionó devolviendo los tiros. Seis muertos y ciento ochenta y dos heridos.

Mientras la gente moría en la plaza, los diputados continuaban con sus habituales votaciones sobre cuestiones nimias.

En todo el país se esperaba el estallido de la tormenta.

Todo el mundo la sentía y la veía venir. Entretanto, a escondidas y sin el conocimiento de Tisza, habían comenzado las negociaciones. Se produjo un intercambio secreto de mensajes entre László Lukács y los independentistas. Tal vez el primer ministro intentase en el último momento buscar una solución pacífica al asunto del sufragio. No se sabe qué ocurrió exactamente. Lo cierto es que Kossuth y Justh, con razón o sin ella, creían que se había llegado a un acuerdo. El primero de junio Kossuth pidió la palabra en nombre de todos los independentistas y ofreció la cancelación del obstruccionismo a cambio de la extensión del sufragio en un ciento veinte por ciento. Lukács contestó con evasivas, y, al día siguiente, lo rechazó definitivamente. Quizá lo habría rechazado el mismo Tisza, pero seguramente en el último momento no habría obtenido el beneplácito del heredero de la Corona, dado que el archiduque había prohibido cualquier tipo de reforma a fondo.

La desilusión indignó tremendamente a los líderes independentistas. La siguiente sesión se inauguró en ese ambiente de crispación.

Miklós Bánffy
El reino dividido
Escrito en la pared. Trilogía transilvana

Última entrega de la Trilogía transilvana, El reino dividido retoma la historia de los protagonistas de Los días contados y Las almas juzgadas. La inestable situación en los Balcanes, la escalada de tensión entre la Triple Entente —Gran Bretaña, Francia y Rusia— y los imperios Austrohúngaro, Alemán y Otomano, y el asesinato del archiduque Francisco Fernando llevarán a los húngaros a una guerra que marcará trágicamente el destino de su país. En este convulso y pesimista contexto, el conde transilvano Bálint Abády verá cómo sus proyectos políticos y personales parecen diluirse: la posibilidad de un futuro estable junto a su amada Adrienne se aleja, el declive de su primo Gyerőffy es cada vez más evidente y la política húngara está al borde del colapso.

El reino dividido es la tercera novela de la Trilogía transilvana que Miklós Bánffy publicó entre 1934 y 1940, y está considerada como una de las obras más importantes de la narrativa centroeuropea de la primera mitad del siglo XX. Prohibida durante más de cuarenta años por los regímenes comunistas, desde su reciente recuperación no ha dejado de cautivar a lectores de todo el mundo.


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