21 marzo 2022

Sobre el cuco - Aunque se equivoca un 10 por ciento de las veces, normalmente una hembra de cuco pone sus huevos en el mismo tipo de nido que su madre, su abuela materna, su bisabuela materna y así sucesivamente.

Los cucos o cuclillos parásitos son una rareza, y una rareza fascinante desde el punto de vista del Libro Genético de los Muertos. Como es bien sabido, son criados por padres adoptivos de una especie que no es la suya. Nunca crían a sus propios hijos. No todos son criados por la misma especie adoptiva. En Inglaterra, algunos son criados por bisbitas comunes (Anthus pratensis), otros por carriceros comunes (Acrocephalus scirpaceus), menos por petirrojos (Erithacus rubecula) y otras especies, pero la mayoría es criada por acentores comunes (Prunella modularis). Sucede que el principal especialista británico en acentores comunes y autor de Dunnock Behaviour and Social Evolution [Comportamiento y evolución social del acentor común] (1992) es también el principal investigador actual de la biología del cuco: Nicholas Davies, de la Universidad de Cambridge. Basaré mi relato en la obra de Davies y su colega Michael Brooke, porque se presta especialmente bien a la metáfora de la «experiencia» de mundos ancestrales. A menos que se diga lo contrario, me referiré al cuco o cuclillo común, Cuculus canorus.
Aunque se equivoca un 10 por ciento de las veces, normalmente una hembra de cuco pone sus huevos en el mismo tipo de nido que su madre, su abuela materna, su bisabuela materna y así sucesivamente. Es de suponer que las jóvenes hembras memorizan las características de su nido adoptivo y las buscan cuando les llega su turno. Así, en lo que respecta a las hembras, hay cucos de acentores comunes, cucos de carriceros comunes, cucos de bisbitas comunes, etcétera, y comparten este atributo con sus parientes de la línea materna. Pero no se trata de especies distintas, ni siquiera de razas separadas en el sentido habitual de la palabra. Se los denomina «gentes» (singular «gens»). La razón de que un gens no sea una raza o especie verdadera es que los cucos macho no pertenecen a ningún gens. Puesto que no ponen huevos, nunca tienen que escoger un nido adoptivo; y cuando un cuco macho se aparea, lo hace con un cuco hembra, con independencia de su gens y sin tener en cuenta qué especies adoptivas los criaron. De ahí se seguiría que hay flujo génico entre los gentes. Los machos transportan genes de uno a otro gens femenino. La madre de una hembra, su abuela materna y su bisabuela materna pertenecerán todas al mismo gens, pero su abuela paterna, las dos bisabuelas paternas y todos sus antepasados femeninos a los que está ligada por cualquier antepasado masculino pueden pertenecer a cualquier gens. Desde el punto de vita de la «experiencia» genética, la consecuencia es muy interesante. Recuérdese que, en las aves, es el sexo femenino el que posee los cromosomas sexuales desiguales, X e Y, mientras que el sexo masculino posee dos cromosomas X. Piénsese en lo que esto representa para la experiencia ancestral de los genes de un cromosoma Y. Puesto que es transmitido de manera inmutable a lo largo de la línea femenina, y nunca se desvía hacia rutas de experiencia masculina, un cromosoma Y permanece estrictamente en el interior de un gens. Es un cromosoma Y de cuco de acentor común o un cromosoma Y de cuco de bisbita común. Su «experiencia» de progenitores adoptivos es la misma generación tras generación. En este sentido difiere de todos los demás genes del cuco, porque todos ellos han pasado algún tiempo en cuerpos masculinos y, por lo tanto, se han barajado libremente entre los distintos gentes femeninos, experimentándolos todos en proporción a su frecuencia.
En nuestro lenguaje de los genes como «descripciones» de ambientes ancestrales, la mayoría de genes de cuco podrán describir aquellas características compartidas por la gama completa de nidos adoptivos que la especie ha parasitado. El cromosoma Y, en cambio, describirá un solo tipo de nido adoptivo, una especie de padres adoptivos. Esto significa que los genes del cromosoma Y, de una manera que no es posible para otros genes de cuclillo, se encontrarán en posición de producir por evolución ardides especializados para sobrevivir en el nido de su especie adoptiva concreta. ¿Qué tipo de ardides? Bien, los huevos de cuco muestran al menos una cierta tendencia a imitar los huevos de sus especies adoptivas. Los huevos de cuco depositados en nidos de bisbitas comunes son como huevos grandes de bisbitas comunes. Los huevos de cuco puestos en nidos de carniceros comunes son como huevos grandes de carriceros comunes. Los huevos de cuco puestos en nidos de lavandera blanca enlutada (Motacilla alba yarrelli) se parecen a huevos de lavandera blanca enlutada. Presumiblemente esto beneficia a los huevos de cuco, que de otro modo podrían ser rechazados por los padres adoptivos. Pero piénsese en lo que debe suponer desde el punto de vista genético.
Si los genes para el color del huevo estuvieran en cualquier cromosoma que no fuera el Y, serían transmitidos a través de los machos a los cuerpos de hembras pertenecientes a toda la variedad de gentes. Ello significa que serían transportados a toda la gama de nidos de huéspedes y no habría una presión selectiva consistente para imitar a un tipo de huevo más que a otro. En estas circunstancias, sería difícil que sus huevos imitaran nada fuera de las características más generales de los huevos de todos los huéspedes. Aunque no hay evidencia directa, es razonable suponer que los genes específicos del mimetismo de los huevos se localizan en el cromosoma Y del cuco. Las hembras los portarán, generación tras generación, a los nidos del mismo huésped. Su «experiencia» ancestral estará asociada en su totalidad a los ojos discriminadores del mismo huésped, y dichos ojos ejercerán la presión selectiva que dirige su pauta y color de manchas hacia el mimetismo de los huevos del huésped.
Hay una excepción conspicua. Los huevos de cuco puestos en nidos de acentor común no se parecen a los huevos del acentor común, y no son más variables entre sí que los huevos puestos en nidos de carricero común o de bisbita común: su color es distintivo de los cucos del gens de acentor común, y no se parecen demasiado a los huevos de ningún otro gens, pero tampoco se parecen a los huevos de acentor común. ¿A qué se debe esto? Podría pensarse que, al ser los huevos de acentor común de un color azul pálido uniforme, son más difíciles de imitar que los huevos de carricero común o de bisbita común. Quizá los cucos simplemente carecen de la dotación fisiológica para producir huevos de color azul uniforme. Siempre sospecho de estas teorías de último recurso, y en este caso hay evidencias en contra. En Finlandia existe un gens de cuclillo que parásita colirrojos reales (Phoenicurus nhoenicurus), que también tienen huevos de color azul uniforme. Estos cuclillos, que pertenecen a la misma especie que los cucos británicos, ponen huevos de color azul uniforme. Esto demuestra que el fracaso de los cucos británicos en imitar los huevos de acentor común no puede achacarse a la incapacidad innata de producir el color azul sin motas.
Davies y Brooke creen que la verdadera explicación reside en el hecho de que la relación entre acentores comunes y cucos es reciente. Los cucos entablan carreras armamentistas en el tiempo evolutivo con cada especie huésped, y el gens del que estamos tratando sólo recientemente ha «invadido» a los acentores comunes. En consecuencia, éstos no han tenido tiempo de desarrollar contramedidas. Y los cucos asociados a acentores comunes tampoco han tenido tiempo de desarrollar por evolución huevos que imiten a los de su huésped, o bien no los necesitan porque éstos todavía no han desarrollado el hábito de discriminar huevos ajenos de los propios. En el lenguaje de este capítulo, ni el acervo genético del acentor común ni el del cuco (o, mejor, el cromosoma Y del gens de acentor común del cuco) han tenido suficiente experiencia del otro como para desarrollar contramedidas evolutivas. Quizá los cucos de acentor común están todavía adaptados a burlar a una especie adoptiva distinta, la que su antepasado femenino abandonó cuando puso el primer huevo en un nido de acentores comunes.

Richard Dawkins
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