Bisbitas comunes, carriceros comunes y lavanderas blancas enlutadas son, según esta manera de verlo, viejos enemigos de sus gentes respectivos de cuclillos. Ha habido mucho tiempo para que ambos bandos hayan acumulado una gran cantidad de armamento. Los huéspedes han desarrollado ojos penetrantes para los huevos impostores, y los cucos poseen disfraces para sus huevos igual de astutos. Los petirrojos son un caso intermedio. Sus cucos ponen huevos que se parecen algo a los de petirrojo, pero no mucho. Quizá la carrera armamentista entre petirrojos y el gens petirrojo de los cucos es de una antigüedad intermedia. Según esta hipótesis, los cromosomas Y de los cucos de petirrojo tienen cierta experiencia, pero su descripción de ambientes ancestrales recientes (de petirrojo) es todavía superficial y está contaminada por las descripciones previas de otras especies «experimentadas» previamente.
Davies y Brooke realizaron experimentos colocando deliberadamente huevos suplementarios de varios tipos en nidos pertenecientes a distintas especies de aves. Querían saber qué especie aceptaría, o rechazaría, los huevos extraños. Su hipótesis era que que las especies que han sostenido una larga carrera armamentista con los cucos tendrían más posibilidades, como consecuencia de su «experiencia» genética, de rechazar los huevos extraños. Una manera de comprobarlo era buscar especies que ni siquiera fueran adecuadas como huéspedes para los cucos. Los pollos de cuco comen insectos o gusanos. Las especies que alimentan a sus pollos con semillas, o las que anidan en agujeros que las hembras de cuco no pueden alcanzar, nunca han corrido el riesgo de ser parasitadas por los cuclillos. Davies y Brooke predijeron que estas aves no se preocuparían si se introducían experimentalmente huevos extraños en sus nidos. Y así sucedió. En cambio, las especies que son adecuadas para los cucos, como los pinzones vulgares (Fringilla coelebs), los zorzales comunes (Turdus philomelos) y los mirlos comunes (Turdus merula), mostraron una tendencia más fuerte a rechazar los huevos experimentales que Davies y Brooke, haciendo de cucos, depositaron en sus nidos. Los papamoscas son potencialmente vulnerables porque dan de comer a sus pollos una dieta apta para los cucos. Pero mientras que los papamoscas grises (Muscícapa striata) hacen nidos abiertos y accesibles, los papamoscas cerrojillos (Ficedula hypoleuca) anidan en agujeros demasiado pequeños para las hembras de cuco. Naturalmente, cuando los experimentadores pusieron huevos extraños en sus nidos, los papamoscas cerrojillos, con sus acervos genéticos «inexpertos», aceptaron los huevos extraños sin rechistar; los papamoscas grises, en cambio, los rechazaron, lo que sugiere que sus acervos genéticos estaban al tanto de la amenaza del cuco desde hacía tiempo.
Davies y Brooke realizaron experimentos similares con especies parasitadas por los cucos. Bisbitas comunes, carriceros comunes y lavanderas blancas enlutadas rechazaban por lo general los huevos añadidos artificialmente. Como corresponde a la hipótesis de «falta de experiencia ancestral», los acentores comunes no lo hacían, y tampoco los chochines (Troglodytes troglodytes). Los petirrojos y los carricerines comunes (Acrocephalus schoenobaenus) mostraban una conducta intermedia. En el otro extremo, los escribanos palustres (Emberiza schoeniclus), que son adecuados para los cucos pero poco parasitados por ellos, mostraban un rechazo total de los huevos extraños. No es sorprendente que los cucos no los parasiten. La interpretación de Davies y Brooke sería presumiblemente que los escribanos palustres han terminado ganando una larga carrera armamentista ancestral con los cucos. Los acentores comunes se encuentran al principio de su carrera armamentista. Los petirrojos están un poco más avanzados en la suya. Bisbitas comunes, carriceros comunes y lavanderas blancas enlutadas; se encuentran en la mitad de su carrera armamentista.
Cuando decimos que los acentores comunes acaban de empezar su carrera armamentista con los cucos, «acaban de empezar» debe interpretarse teniendo presentes las escalas de tiempo evolutivas. Para los estándares humanos, la asociación podría ser muy antigua. El Oxford English Dictionary of Quotations cita una referencia de 1616 al heisugge (nombre arcaico para el acentor común o gorrión de seto) como «un pájaro que empolla los huevos de cuco». Davies señala los siguientes versos de El rey Lear, I, iv, escrito una década antes:
Pues como ya sabéis, amo,
por tanto tiempo el cuco nutría al gorrión
que por las crías su cabeza arrancada acabó.
Y en el siglo XIV, Chaucer escribió acerca del trato que el cuco daba al acentor común en El parlamento de las aves:
«¡Tú mataste al gorrión en la rama
Que te procreó, tú, despiadado glotón!»
Aunque acentor común, gorrión de seto y heysoge aparecen como sinónimos en el diccionario, no puedo dejar de pensar hasta qué punto podemos fiarnos de la ornitología medieval. El mismo Chaucer utilizaba el lenguaje con bastante precisión, pero no obstante se ha dado a veces el nombre de gorrión a lo que en la actualidad se denomina técnicamente un PPP (pequeño pájaro pardo). Puede que éste fuera el significado de Shakespeare en lo que sigue, de Enrique IV, parte 1, V, i:
Y, habiendo sido alimentado por nosotros, nos utilizaste
Al igual que esta gaviota maligna, el cuclillo,
Utiliza al gorrión: tiranizaste nuestro nido;
Creciste por nuestro alimento hasta un tamaño tan grande
Que incluso nuestro amor no osaba acercarse a ti
Por miedo de que te lo tragaras.
Gorrión, sin más, se aplicaría hoy al gorrión común, Passer domesticus, que nunca es parasitado por cucos. A pesar de su nombre alternativo de gorrión de seto, el acentor común, Prunella modularis, no está emparentado con el gorrión; es un «gorrión» únicamente en el sentido laxo de pequeño pájaro pardo. En cualquier caso, aun dando por buena la evidencia de Chaucer, que demostraría que la carrera armamentista entre cucos y acentores comunes se remonta como mínimo al siglo XIV, Davies y Brooke citan cálculos teóricos que tienen en cuenta la rareza relativa de los cucos y que sugieren que este tiempo es todavía lo bastante corto en términos evolutivos para explicar la aparente ingenuidad de los acentores comunes cuando se enfrentan a los cucos.
Antes de dejar a los cucos, he aquí un interesante pensamiento. Podría ser que hubiera más de un gens de, pongamos por caso, cucos de petirrojo, que existirían simultáneamente y habrían conseguido de manera independiente sus huevos miméticos. Puesto que no hay flujo génico entre ellos en lo que respecta a los cromosomas Y, podría haber mimetas fíeles de huevos coexistiendo con mimetas menos perfectos. Todos son capaces de aparearse con los mismos machos, pero no comparten los mismos cromosomas Y. Los mimetas fíeles descenderían de una hembra que comenzó a parasitar petirrojos hace mucho tiempo. Los menos acabados descenderían de una hembra distinta que comenzó a parasitar petirrojos más recientemente, quizás a partir de una especie huésped predecesora distinta. Las hormigas, los termes y otros insectos sociales son raros en otro aspecto. Poseen obreras estériles, que suelen estar divididas en varias «castas»: soldados, obreras media (de tamaño medio), obreras minor (pequeñas), etc. Cualquier obrera, sea cual sea su casta, contiene genes que podrían haberla convertido en miembro de cualquier otra casta. En función de las distintas condiciones de cría, se activan distintos conjuntos de genes. Mediante la regulación de estas condiciones de cría, la colonia gestiona un equilibrio útil de las distintas castas. Con frecuencia las diferencias entre castas son espectaculares. En la especie asiática Pheidologeton diversus, la casta de obreras grandes, especializadas en abrir caminos nivelados para los demás miembros de la colonia, es 500 veces más pesada que la casta pequeña, que realiza todas las tareas propias de una hormiga obrera. La misma dotación génica hace que una larva crezca hasta convertirse en un brobdingnagiense o se quede en liliputiense, dependiendo de qué genes se activen. Las hormigas odre (Myrmecocystus mexicanum y otras especies) son tinas de almacenamiento inmóviles, cuyos abdómenes distendidos por el néctar cuelgan del techo del nido como esferas amarillas transparentes. Las tareas normales de defensa del nido, búsqueda de comida y, en este caso, relleno de las tinas vivientes, las realizan obreras normales de abdomen no distendido. Las obreras normales poseen genes que las facultan para ser odres de miel, y las hormigas odre, por lo que a sus genes se refiere, podrían igualmente bien ser obreras normales. Como en el caso de los sexos masculino y femenino, las diferencias visibles en la forma corporal dependen de los genes que se activan. En este caso los factores determinantes son ambientales, quizá la dieta. De nuevo, el zoólogo del futuro podrá leer a partir de los genes, pero no del cuerpo, de cualquier miembro de la especie una imagen completa de las vidas dispares de las distintas castas.
Richard Dawkins
Destejiendo el arco iris
Ciencia, ilusión y el deseo de asombro
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