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20 abril 2022

Sobre el cuco - hasta que el cuco de la primavera con ajadas plumas provocó su piedad y traicionó su verdad.

LAMENTO POR PASIFAE
¡Sol agonizante, brilla tibio un poco más!
Mi ojo, empañado por las lágrimas, empañará el tuyo,
conjurándote a brillar y a no moverte.
Tú, sol, y yo hemos trabajado todo el mediodía
bajo una opresiva nube sin rocío—
un vellón dorado ahora por nuestra pena en común
porque ésta será una noche sin luna.
¡Sol agonizante, brilla tibio un poco más!
Ella no fue infiel: era muy mujer,
sonriendo con terrible imparcialidad,
soberana, con corazón sin igual, adorada por los hombres,
hasta que el cuco de la primavera con ajadas plumas
provocó su piedad y traicionó su verdad.
Fue entonces cuando ella, que brilló para todos, renunció a sí misma,
y ésta debe ser una noche sin luna.
¡Sol agonizante, brilla tibio un poco más!

Robert Graves
Cien poemas

Los poemas recopilados aquí constituyen una pequeña pero representativa selección de la obra de Robert Graves, extraída de su último volumen Collected Poems, publicado en Inglaterra en 1975. Graves ocupa una posición solitaria y única entre los poetas ingleses del siglo XX; durante más de sesenta años, como poeta practicante y dedicado a su labor, ha evitado todas las modas y movimientos poéticos y ha caminado siempre su propio camino, siguiendo la tradición inglesa del poema lírico clásico. Él es el individuo, el forastero casi, de la literatura inglesa contemporánea.
Sus libros de poemas, mucho más complejos que su obra narrativa, hacen de él uno de los grandes poetas en lengua inglesa de nuestro siglo. La selección de cien poemas que hoy ofrecemos ha sido realizada y traducida magistralmente por la también escritora Claribel Alegría (en colaboración con Darwin J. Flakoll), que tuvo la ventaja de ser vecina de Graves en el pueblecito de Deyá y de poder consultar con él y recabar su ayuda para mejor llevar a término su trabajo.


19 abril 2022

Sobre el cuco - o un huevo de cuco en un nido de mirlos,

ÉPOCAS DE JURAMENTOS
Encontrar un tulipán
en medio de primaveras silvestres de túmulos silvestres,
o un huevo de cuco en un nido de mirlos,
o un hongo gigante, una cesta entera—
¡Las memorables proezas de la niñez!
Hace tiempo, junto a los terraplenes, excavando en la tierra,
mi vara sacó a luz una cuenta de ámbar romano…
Lo extraviado, lo extravagante, lo indescifrado
me atraía: para cuadros simples no tenía el ojo.
¿Juré obediencia entonces
a lo inusitado y no (como pensaba) a la verdad?—
¿Me convertí en virtuoso, y esto también,
más tarde, de cuadros simples, al cansarme
de unicornios y ponzoñas?
¿Olvidé cómo saludar con sencillez
ese cuadro especial, cómo conocer profundamente
el placer compartido por corazones rectos?
¿Y tiene esto que empezar de nuevo, con juramentos
sobre el libro verdadero, en el nombre verdadero,
tartamudeando ahora mi alabanza de ti,
como un muchacho que confiesa su primer amor?

Robert Graves
Cien poemas

Los poemas recopilados aquí constituyen una pequeña pero representativa selección de la obra de Robert Graves, extraída de su último volumen Collected Poems, publicado en Inglaterra en 1975. Graves ocupa una posición solitaria y única entre los poetas ingleses del siglo XX; durante más de sesenta años, como poeta practicante y dedicado a su labor, ha evitado todas las modas y movimientos poéticos y ha caminado siempre su propio camino, siguiendo la tradición inglesa del poema lírico clásico. Él es el individuo, el forastero casi, de la literatura inglesa contemporánea.
Sus libros de poemas, mucho más complejos que su obra narrativa, hacen de él uno de los grandes poetas en lengua inglesa de nuestro siglo. La selección de cien poemas que hoy ofrecemos ha sido realizada y traducida magistralmente por la también escritora Claribel Alegría (en colaboración con Darwin J. Flakoll), que tuvo la ventaja de ser vecina de Graves en el pueblecito de Deyá y de poder consultar con él y recabar su ayuda para mejor llevar a término su trabajo.

18 abril 2022

Sobre el cuco - A Atenea le fueron concedidas las de cuervo, garza y búho, y más tarde le quitó el cuco a Hera.

La mayoría de los jonios, cuando por primera vez reconocieron la autoridad de la Triple Diosa, habían permitido a sus hijos varones iniciarse en las hermandades secretas pelasgas que la asistían en su culto.
Los eolios habían hecho lo mismo. Cada hermandad tenía un demonio, encarnado en alguna bestia o pájaro cuya carne causaba la muerte al ingerirse, excepto en algunas ocasiones solemnes, y sus miembros se reunían regularmente para realizar danzas dedicadas al demonio, en las cuales imitaban el andar y las costumbres de la bestia o del pájaro sagrado y se disfrazaban con su cuero, o su pelo, o su plumaje. Su jefe representaba al demonio y recibía de él su inspiración. Algunas veces la elección de la hermandad la hacia la propia madre para su hijo antes de su nacimiento si algún animal le había llamado la atención, en sueños o despierta. Pero, por regla general, la hermandad comprendía a todos los miembros varones de media tribu. Así pues, los sátiros de Tesalia y los silenos de Fócide pertenecían a la hermandad de la Cabra; los centauros del Pelión a la del Caballo, algunos de los magnesios a la hermandad del Leopardo, los crisios de Fócide a la de la Foca y en Atenas había hombres-búho. Las mujeres tenían sociedades similares y la diosa no permitía a ninguna mujer que tomara un amante de su misma hermandad —de este modo un hombre-león podía tener relaciones con una mujer de la hermandad del Leopardo y una mujer-león con un hombre-leopardo, pero jamás un hombre-león con una mujer-león ni un hombre-leopardo con una mujer-leopardo—, una regla que sin duda tenía como finalidad unir las desparramadas tribus en una armonía de afectos, con el agradable ir y venir que esta costumbre imponía. Pero en prueba de que todos los demonios de las diferentes hermandades estaban sometidos a la Triple Diosa, todos los años se celebraba un holocausto en honor suyo: cada hermandad enviaba su animal macho sagrado, bien atado, al santuario más próximo para quemarlos allí todos juntos en una crepitante hoguera.
Los aqueos miraban con natural recelo a estos demonios por su lealtad a la Triple Diosa y por el promiscuo amor que infundían en sus adoradores. El rey Esténelo adoptó la política de suprimir cuantas sociedades pudiera y de someter el demonio de todas las que quedaban a algún miembro de la familia olímpica. Así pues, alegó que Zeus no sólo poseía su carácter de carnero por el hecho de haber sido adorado por pastores, sino que además podía perfectamente ser venerado como toro, águila, cisne, palomo y gran serpiente. A Hera se le permitió retener su poder sobre el león, el cuco, y el torcecuellos. A Apolo, que anteriormente había sido un demonio ratón, le concedieron las identidades de lobo, abeja, delfín y halcón. A Atenea le fueron concedidas las de cuervo, garza y búho, y más tarde le quitó el cuco a Hera. A Artemisa le dieron el pez, el ciervo, el perro y el oso. A Poseidón el caballo y el delfín.
A Hermes el lagarto y la serpiente pequeña. A Ares el jabalí, y así sucesivamente. Los pelasgos se encolerizaron cuando Poseidón se adjudicó el título de dios Caballo y, como protesta por este hecho, colocaron una efigie de la madre de Cabeza de Yegua llamada Yegua Furiosa en una de sus ciudades, pues el caballo proclama sin lugar a dudas la soberanía de la Triple Diosa por la luna que imprimen sus cascos. Estos y otros cambios desconcertantes en la religión griega, que incluían la inauguración de un nuevo calendario, fueron explicados a los visitantes congregados en Olimpia en un espectáculo solemne, organizado por los heraldos del dios Hermes, con el cual pusieron fin a la conferencia. Hubo una representación pantomímica de la castración, por mano de Zeus, de su supuesto padre Crono —después de lo cual felicitaron a Zeus coronándolo con ramas de olivo silvestre y tirándole hojas de manzanos—, de los matrimonios de Hera y Zeus, de Poseidón y Anfitrite y de Hefesto y Afrodita; de los renacimientos de Ares, Hefesto y Atenea; de la sumisión de las bestias y de los pájaros, nada uno ante su nuevo amo o señora —en resumen, de todas las novedades mitológicas que se habían acordado. Estas representaciones terminaron con una animada exhibición de los doce olímpicos sentados juntos a la mesa, llevando las vestiduras apropiadas a sus nuevas caracterizaciones y atributos. Cada deidad estaba representada por algún rey, sacerdote o sacerdotisa, y el papel de Zeus lo desempeñaba Esténelo de Micenas, que en una mano llevaba el áureo cetro de Perseo con cabeza de perro y en la otra el escudo de la aversión con una cara gorgónea.

Robert Graves
El vellocino de oro


17 abril 2022

Sobre el cuco - dejando los pastos alpinos hasta que vuelva a cantar el cuco de la primavera

Un valiente cazador fue el libertador de Suiza hace seiscientos años. Nació en el cantón de Uri. Se llamaba Guillermo Tell.
En medio de las altas montañas está el lago verde de los Cuatro Cantones; en sus aguas se reflejan las cumbres heladas y las vacas que pacen la yerba de sus orillas. Comienza el otoño.
Un pescador canta en su barca; los cazadores trepan por las escarpaduras veladas de nubes, y los pastores se alejan con sus ganados, dejando los pastos alpinos hasta que vuelva a cantar el cuco de la primavera.
Cuando pastores, cazadores y pescadores se encuentran junto al lago se estrechan las manos como hermanos en el trabajo y juntos lamentan el triste destino de su patria, sometida a la más vergonzosa esclavitud. El gobernador Gessler, que ejerce la tiranía en nombre del Emperador de Alemania, insulta a los pobres; pisotea a los humildes, atropella sus derechos, su hacienda y su honra. Y se ríe de los antiguos fueros del pueblo libre. ¡Ay del que se atreva a levantar los ojos delante de él! ¡Ay del que no se arrodille ante sus caprichos y ante la insolencia de sus servidores y amigos!
Pastores, cazadores y pescadores, hombres esforzados y humildes de las altas montañas nevadas, ven con desaliento cómo día tras día el yugo del tirano aprieta cada vez más el cuello de su patria. Y se estrechan tristemente las manos en esta oscura tarde de octubre a orillas del lago de los Cuatro Cantones.

Alejandro Casona
Flor de leyendas


16 abril 2022

Sobre el cuco - El cuco como el ruiseñor quieren atar la primavera,

EL CUCO COMO EL RUISEÑOR
quieren atar la primavera,
pero el verano portador
de ortiga y cardos no espera;
para mí al follaje ligero
de aquel árbol dio espesor,
por el que para el rapto más bello
dirigí el mirar de amor.
Tapó el tejado de color,
las rejas, los pilares salientes,
adonde mi ojo espía partió,
allí está mi eterno oriente.

1827

Johann Wolfgang von Goethe
La vida es buena
(Cien poemas)

15 abril 2022

Sobre el cuco - Tan sólo se oía, de vez en cuando, la voz de un cuco en los castaños.

 —¡Usted debe de saber de eso, señor Maia, que tiene experiencia con españolas!…

Alencar, que se había quedado atrás encendiendo un cigarro, curioso, quiso saber qué era aquello de las españolas. El maestro le puso al tanto del encuentro en el Nunes y de los furores de la Concha.

Ambos caminaban por una de las alamedas laterales, verde y fresca, sumida en una paz religiosa, como un claustro hecho de follaje. La explanada estaba desierta, la hierba que la cubría crecía libremente, punteada de margaritas blancas y de botones de oro que brillaban al sol. Las hojas no se movían. Por entre las ramas ligeras caían los haces dorados del sol. El azul del cielo parecía haber reculado a una distancia infinita, impregnado de aquel silencio luminoso. Tan sólo se oía, de vez en cuando, la voz de un cuco en los castaños.

Aquel edificio, con su gran verja que lindaba con la carretera, sus florones de piedra roídos por la lluvia, el pesado blasón rococó, las ventanas con telas de araña, las tejas rotas, semejaba estar dejándose morir voluntariamente en aquella verde soledad, a disgusto con el mundo tras la desaparición de los tricornios y los espadines, desde que los últimos miriñaques rozaran aquellas hierbas… Cruges le describía a Alencar la escena de Eusèbiozinho yendo a pedirle perdón a la Concha con una taza de café en la mano. Y a cada instante el poeta, con su gran sombrero panamá, se agachaba a coger florecillas silvestres.

Cuando pasaron bajo el arco triunfal, hallaron a Carlos sentado en uno de los bancos de piedra, fumándose un cigarrillo pensativamente. El palacete arrojaba allí la sombra de sus muros tristes. Del valle ascendía frescor, aire puro. Y abajo, en algún lugar, se oía el lloro de un salto de agua. Entonces el poeta, sentándose junto a su amigo, habló con desagrado de Eusèbiozinho. Si había una torpeza que él, Alencar, nunca había cometido, era la de hacer una escapadita a Sintra con meretrices… ¡Ni a Sintra ni a ninguna parte! ¡Pero mucho menos a Sintra! Siempre había profesado, y todo el mundo debería profesarla, la religión de aquellos árboles, el amor a aquellas sombras…

José María Eça de Queirós
Los Maia
Episodios de la vida romántica

Los Maia es una de las obras más conocidas del escritor portugués Eça de Queirós. Su primera edición se realizó en Oporto en 1888. La obra cuenta la historia de la familia Maia a lo largo de tres generaciones. Los Maia relata la historia del deterioro de una gran familia portuguesa a través de dos de sus miembros: el viejo Afonso de Maia, el patriarca y un hombre admirado y su nieto, el joven Carlos de Maia, idealista, diletante y romántico, representante de la elegancia finisecular y auténtico protagonista del relato. Al hilo del desprendimiento, de la conclusión del tiempo y de un modo de vida, los personajes viven su tiempo y su vida y la novela escenifica los ritos del amor (y del escondido sexo burgués del siglo XIX, de adúltero o de pago).

14 abril 2022

Sobre el cuco - no sólo cantasen las alondras, sino también los mirlos, los tordos, los pardillos y los cucos

»Zillah me trajo vino caliente y pan de especias y se mostró encantadora. Linton se sentó en la butaca y yo en una pequeña mecedora junto a la chimenea. Hablamos muy animadamente, nos reímos mucho y nos contamos muchas cosas. Estuvimos planeando los sitios adonde iríamos y las cosas que haríamos cuando llegara el verano. No te voy a repetir todo, porque te parecerían tonterías.

»Hubo un momento, con todo, en que estuvimos a punto de enfadarnos. Se puso a decir que la manera más grata de pasar un día caluroso de julio era tumbarse de la mañana a la noche en un ribazo lleno de brezos en medio del páramo, con las abejas zumbando como en sueños en torno a las flores, con las alondras cantando allá arriba sobre nuestras cabezas y el cielo resplandeciendo brillante y azul, imperturbable y sin nubes. Esa era su noción de la más perfecta y celestial felicidad. La mía, en cambio, era columpiarme en un árbol verde y susurrante bajo el soplo del viento del oeste y con las nubes brillantes y blancas agrupándose vertiginosamente allá en lo alto; y que no sólo cantasen las alondras, sino también los mirlos, los tordos, los pardillos y los cucos, exhalando música en derredor. Y el páramo viéndose a lo lejos recortado en frescos valles de sombra, cuando visto de cerca, en cambio, los cerros cubiertos de alta yerba parecen un oleaje movido por la brisa. Y bosques y aguas turbulentas, y el mundo entero despierto y estallando de salvaje alegría. Él quería verlo todo yaciendo en un éxtasis de paz. Yo lo quería todo centelleando, agitándose en una danza magnífica y jubilosa.

»Le dije que a su paraíso le faltaba media vida, y él me dijo que el mío sería un paraíso ebrio. Yo le contesté que en el suyo me moriría de sueño, y él que en el mío no podría respirar, y se fue poniendo cada vez más arisco. Al final acordamos que en cuanto llegara el buen tiempo probaríamos ambos paraísos. Luego nos dimos un beso e hicimos las paces.

»Al cabo de una hora de estar allí sentados sin hacer nada, me quedé mirando la espaciosa habitación con su suelo embaldosado sin alfombra, y pensé lo bien que se podría jugar allí si se apartara la mesa.

»Le dije a Linton que llamara a Zillah para que nos ayudase. Podíamos jugar a la gallina ciega y que ella tratara de pillarnos, como hacías tú, Ellen, ¿te acuerdas? Pero no quiso. Dijo que no le divertía.

Emily Brontë
Cumbres borrascosas

Como dijo Virginia Woolf, Emily Brontë era capaz de liberar la vida de su dependencia de los hechos; con un par de pinceladas podía retratar el espíritu de una cara de modo que no precisara cuerpo; al hablar del páramo, conseguía hacer que el viento soplara y el trueno rugiera. La magnífica traducción de Carmen Martín Gaite vierte al castellano toda la pasión y verdad poética contenidas en esta gran obra.

Cumbres borrascosas, que se convertiría en una de las novelas más indiscutibles del siglo XIX, tuvo una acogida decepcionante cuando se publicó en 1847, pues los lectores victorianos se sintieron incomodados por lo que consideraron una descripción demasiado cruda de pasiones sin control. Al igual que Jane Eyre, de la hermana de Emily, Charlotte Brontë, Cumbres borrascosas se basa en la tradición de novela gótica de finales del XVIII, con apariciones sobrenaturales, noches sin luna y efectos de misterio y terror. Pero la novela trasciende ampliamente el género gracias a sus penetrantes observaciones y a su complejidad, así como, por encima de todo, a sus inolvidables caracterizaciones. La trágica historia de amor entre la apasionada Catherine y el atormentado Heathcliff es sin duda uno de los romances más inolvidables de la literatura de todos los tiempos.

13 abril 2022

Sobre el cuco - Durante uno de estos oyeron el canto lejano del cuco, y Effi contó las veces que repetía su reclamo.

 Sí, Effi se llevaba muy bien con Jahnke. Pero, pese a todos sus conocimientos sobre el lago Hertha, Escandinavia y Wisby, en el fondo era un hombre simple, y por tanto era inevitable que una mujer joven y solitaria como Effi prefiriese la conversación de Niemeyer. Durante el otoño pudieron hablar tranquilamente dando largos paseos por el parque, pero la llegada del invierno interrumpió sus agradables charlas, ya que a Effi no le apetecía en absoluto ir a la casa parroquial. La señora Niemeyer siempre había sido una mujer muy desagradable, pero ahora había adoptado una actitud de intolerancia moral difícilmente soportable, pese a que, en opinión de la comunidad de feligreses, no había sido ella ningún modelo de honestidad intachable.

Y con gran pesar por parte de Effi, esta interrupción se prolongó durante todo el invierno. Pero cuando a principios de abril los arbustos comenzaron a reverdecer y los senderos del parque se secaron, volvieron a retomar sus paseos.

Durante uno de estos oyeron el canto lejano del cuco, y Effi contó las veces que repetía su reclamo. Iba cogida del brazo de Niemeyer, y le dijo:

—¿Oye cantar al cuco? A él no puedo preguntárselo, pero dígame usted, amigo mío, ¿qué piensa de la vida?

—¡Ah, querida Effi, no me hagas estas preguntas tan transcendentes! Deberías consultar a un filósofo, o enviar un escrito a una universidad. ¿Qué pienso yo de la vida? Mucho y poco. A veces pienso que es lo más importante, a veces que vale demasiado poco.

—Eso está bien, amigo mío, me gusta. No necesito saber nada más.

Mientras tanto, habían llegado hasta el columpio. Effi se subió a él con la misma agilidad de cuando era una niña, y antes de que su viejo acompañante se hubiera repuesto de su momentáneo sobresalto, la joven ya se había colocado en cuclillas entre las dos cuerdas y, balanceando hábilmente su cuerpo adelante y atrás, había empezado a columpiarse. Al cabo de unos segundos ya volaba por los aires y, sosteniéndose con una sola mano, se quitó con la otra el pequeño pañolón de seda que le cubría el cuello y el pecho, y lo agitó en el aire, revoltosa y feliz. Luego empezó a balancearse más despacio, bajó de un salto y se cogió nuevamente del brazo de Niemeyer.

—¡Effi, sigues siendo la misma de siempre!

—Oh, no. Ya me gustaría, pero todo eso ha quedado muy atrás. Sólo he querido volver a probarlo otra vez. ¡Ah, qué hermoso ha sido, qué bien me he sentido! ¡Era como si volara hasta el cielo! Quién sabe si entraré en él. Dígamelo usted, amigo mío, usted debe saberlo. Por favor, por favor…

Theodor Fontane
Effi Briest

El ambiente plúmbeo y la rigidez moral que caracterizan a la aristocracia prusiana no logran someter la vitalidad de la joven Effi Briest, que cede a la tentación del adulterio sabiendo perdida su oportunidad de ser feliz. Su marido, el barón Von Innstetten, no se siente especialmente ofendido, pero no tendrá más remedio que hacer valer su autoridad por la presión de las normas sociales. Theodor Fontane se basó en un hecho real para retratar los conflictos de la recién creada nación alemana, tan dispuesta como reacia a asumir los nuevos modelos de subjetividad y progreso.
Este volumen recoge la fiel y canónica traducción que en su día realizara F. de Ocampo. Asimismo, al texto de Fontane lo precede la formidable introducción firmada por el Premio Nobel de Literatura Thomas Mann, declarado admirador de la obra del máximo representante del realismo alemán.

12 abril 2022

Sobre el cuco - se decía que no arreglarían cuentas hasta que cantase el cuco

LA TIRA DE PIEL

Un hombre tenía dos hijos, uno de dieciocho años y el otro de dieciséis. Un día, el pequeño le dijo a su padre:

—Yo quiero dejar la casa para ir a servir.

El padre consintió y el muchacho se fue a ver dónde encontraba una casa para servir.

Cuando dio con un amo se ajustó para hacer de criado con él, pero el amo le hizo firmar un documento en el que se decía que no arreglarían cuentas hasta que cantase el cuco y, además, que aquel que se enfadara primero de los dos se tenía que dejar sacar una tira de piel de la nuca al pie.

El muchacho se fue a trabajar las tierras y al mediodía llegó una criada para darle de almorzar. Traía el almuerzo en un puchero y también llevaba un plato y le dijo que, de parte de su amo, que tenía que comer sin pasar la comida del puchero al plato y sin abrir el puchero. El muchacho, claro, dijo:

—Eso es imposible, así que se lleva usted el almuerzo a casa que ya hablaré yo con el amo.

La criada se lo llevó. Por la noche, cuando volvió a casa del amo, éste le preguntó:

—¿Se ha enfadado usted?

Y el muchacho respondió:

—No, no me he enfadado.

Y el amo lo mandó a dormir en el suelo, en un rincón.

11 abril 2022

Sobre el cuco - por los ventosos pasos de montaña, mientras el cuco canta, los primeros brujos del otoño descienden

 LAS TENTACIONES DE SAN ANTONIO

Cuando el verano toca a su fin, los señores veraneantes se han ido y los lugares más bellos se quedan desiertos (pero en los bosques los cazadores disparan y por los ventosos pasos de montaña, mientras el cuco canta, los primeros brujos del otoño descienden ya con sus enigmáticos sacos a la espalda), puede ser que las grandes nubes de los atardeceres se reúnan, entre las cinco y media y las seis, para tentar a los pobres curas de aldea.

Precisamente a esa hora, don Antonio, joven coadjutor de la parroquia, enseña a los niños el catecismo en el oratorio que en el pasado fue gimnasio de los trabajadores. Aquí está él, de pie; allí, los bancos en los que se sientan los niños y, al fondo, el gran ventanal orientado al este a través del cual se ve el plácido y majestuoso Col Giana iluminado por el último sol.

—In nomine Patris et Filii et… —dice don Antonio—. Niños, hoy os hablaré del pecado. ¿Alguno de vosotros sabe qué es el pecado? Por ejemplo, tú, Vittorio, que no comprendo por qué siempre te sientas tan atrás… ¿Sabes decirme qué se entiende por pecado?

—Pecado… pecado… es cuando uno hace cosas feas.

—Sí, claro, más o menos es eso. Pero es más correcto decir que el pecado es ofender a Dios desobedeciendo alguna de sus leyes.

10 abril 2022

Sobre el cuco - Es la hora del crepúsculo susurros de lluvia, cantos del cuco.

PASEANDO JUNTO AL MONASTERIO DE LA FUENTE CLARA CERCA DEL ARROYO DE LAS ORQUÍDEAS, CUYAS AGUAS FLUYEN HACIA EL OESTE
Al pie de la montaña
los pequeños brotes de las orquídeas en el arroyo;
entre los pinos, un sendero de arena,
limpio, sin lodo.
Es la hora del crepúsculo
susurros de lluvia, cantos del cuco.
¿Quién dice que el hombre
no puede retornar a la infancia?
Si ante la puerta del monasterio
el agua del arroyo puede discurrir hacia el oeste,
no pretendas que unos albos cabellos
canten al gallo amarillo.
SEGÚN LA MELODÍA NIAN UN JIAO

Antología de la poesía china
SU SHI

SU SHI: Meishan (Sichuan), 1036-1101. Segundo nombre, Sisan; sobrenombre, Dongpo jushi («Eremita de la ladera este»). De familia de literatos, jinshi a los veinte años. Mandarín en provincias, en 1069 volvió a la corte. Se opuso a las reformas de Wang Anshi, y se vio obligado a solicitar el traslado lejos de la capital, a Hangzhou y luego a Huzhou. Involucrado en las luchas políticas de la corte, en 1079 fue encarcelado, y después degradado. Destinado en Huangzhou (Hubei), se hizo construir una casa en la ladera este (dongpo), de donde su sobrenombre. Al subir al trono el emperador Zhezong, retornó a la capital para desempeñar altos cargos. De nuevo en desgracia, volvió a ser degradado y enviado a provincias, y sólo un año antes de su muerte gozó una vez más del favor de la corte, bajo el emperador Huizong. De vasta erudición, compuso obras en prosa y en verso. Se le considera el escritor más destacado de la dinastía Song, y uno de los «Ocho grandes de las dinastías Tang y Song». Sus poemas del género ci representan la cumbre de dicho género. Su producción literaria se conserva en Siete antologías de Dongpo.

09 abril 2022

Sobre el cuco - Nunca volví a escuchar al cuco como en la infancia en aquel monte.

 La casa en construcción de Castro de Elviña, donde fuimos a vivir en 1963, estaba en un lugar apartado y conocido por Monte da Nacha, lindante con un camino de tierra que llevaba al llamado Escorial y a la torre de emisión de Radio Coruña. Una de las primeras informaciones vecinales que recibí, con cierta turbación, fue que justo en aquella cumbre era donde daba la vuelta el viento. Un mérito que se atribuye a muchas cumbres, pero que en este caso, y no había más que oír el rumor hosco de los eucaliptos, era muy verosímil. Y no eran dos o tres voces las que lo afirmaban. Todo el mundo decía lo mismo: «¡Vais a vivir donde da la vuelta el viento!». Eso, lo de ver al viento dar la vuelta, fue algo que me tuvo ocupado y preocupado durante un tiempo. Y todavía más cuando mi padre proclamaba: «¡Aquí nunca llegará la ciudad!». Algo había de cierto. Las gaviotas coruñesas, incluso en la tempestad, daban siempre la vuelta allí, en aquel non plus ultra del altísimo poste radiofónico. Y lo mismo los estorninos, que hacían y deshacían viñetas súbitas en el cielo. Los cuervos, no. Los cuervos volaban, solitarios o en batallón desastrado, y de repente caían o remontaban hacia lo desconocido. Tenía simpatía por los cuervos. En la iglesia, siempre húmeda y fría, con los cuerpos petrificados por el contagio de las losas, había un momento en que revivíamos y era cuando el cura leía la parte del Génesis en el Antiguo Testamento, y en especial el episodio del Arca de Noé. Todos atentos a las manos del sacerdote, pues hacía el gesto mímico de soltar una paloma y un cuervo, con la misión de ser informadores meteorológicos después del diluvio. Regresaba la paloma con la rama de olivo, pero el predicador nada decía del cuervo. ¿Qué había sido de él? Normal que no volviese el cuervo. No había más que verlo allí, en nuestro monte. A su aire. La paloma es periodista. El cuervo, ese vagabundo, es poeta. Y el cuco. También el cuco seguía su viaje. Nunca volví a escuchar al cuco como en la infancia en aquel monte. Una de las veces que el abuelo carpintero rompió su silencio fue para decirme despacio, con la intención de que no me lo olvidase nunca, un proverbio destilado como un haiku: «Si el cuco no cantó en marzo o en abril, o el cuco está muerto o el fin está a venir». Había un gran peñasco que llevaba su nombre, el del cuco. Tenía su forma, un ave pétrea, alada, con el pico orientado hacia la línea del faro. Una gran piedra a punto de volar, ésa era la posición. Cada año, en marzo o en abril, pasaba el cuco. Subía hacia el norte desde algún lugar de África. Debía de haber una saga de cucos africanos que mantenían ese camino. Se notaba que la ruta no le era indiferente porque no pasaba sin más. Se recreaba en el cucar, que iba y venía en intensidad. Todo el deseo se concentraba entonces en la mirada, en el querer ver al cuco. A Zapateira, en aquel entonces, era un gran espacio de misterio, una tierra de nadie poblada para nosotros por los seres de la imaginación, que a veces nos visitaban en forma de zorros, conejos, martas, serpientes, búhos o lechuzas. Era también el primer lugar donde el cuco cucaba. No existía todavía ninguna carretera ni club de golf. Hasta que los hicieron, la carretera y el campo de golf. Y los veranos subía la comitiva motorizada de Franco. Todo el monte escudriñado por cientos de guardias. De repente, se ponían firmes en sus puestos de vigía. Pasaba el zumbido acorazado del Caudillo. Las compactas carrocerías negras, como catafalcos rodantes, con los vidrios ahumados. En aquel convoy de verano, nunca distinguimos ningún rostro. Con los años, se extendió la ocupación catastral y fue desapareciendo del monte la salvaje compañía. Quedaba el cielo. La imaginación de las nubes. El viento zarandeando a los cuervos. Los cuervos burlándose del viento.

Manuel Rivas
Las voces bajas

«Las voces bajas es la novela de la vida. Son las voces de los niños, las mujeres que hablan solas, los emigrantes, los muertos, los animales… Las voces de los que no quieren dominar y se alimentan de palabras y cuentos». Desde la primera página, late algo singular en Las voces bajas. Escrita al modo de una autobiografía, todo parece verdad y todo, imaginación. Es el efecto de una novela de la memoria encendida. El libro arranca en una geografía real donde la mirada de la infancia va descubriendo, con una mezcla de miedo, estupor y maravilla, lo que de extraordinario hay en la existencia de la gente corriente. Con el hilo conductor de María, la hermana mayor, magnética, la muchacha anarquista que siempre abría camino, esta novela es una construcción de humor y dolor, donde las palabras pelean y se abrazan con la vida. Al leer esta obra, un ojo llora y otro ríe. «No sabemos bien lo que la literatura es, pero sí que detectamos la boca de la literatura. Tiene la forma de un rumor. De un murmullo. Puede ser escandalosa, incontinente, enigmática, malhablada, balbuciente. Yo conocí muy pronto esa boca. En aquel momento era, ni más ni menos, la boca de mi madre hablando sola».

08 abril 2022

Sobre el cuco - Llegaban las golondrinas y comenzaban a construir sus nidos, y no mucho después se dejaban oír el cuco y el ruiseñor.

VI. El calendario aldeano

El calendario de una aldea del sur de Europa se establece por los trabajos estacionales de la tierra y por los ritos y fiestas correspondientes. En mi aldea el calendario estaba particularmente colmado, ya que, como los inviernos eran relativamente suaves y el agua de regadío abundante, se cultivaba una gran variedad de productos. El año comenzaba con la recolección de la aceituna, y como esto era mayormente tarea de mujeres, los bosques de olivos se veían invadidos por alegres partidas de chicas y matronas con blancos pañuelos de cabeza y vestidos multicolores y acompañadas de los niños más pequeños. Las chicas trepaban a los árboles, y si algún hombre se aproximaba demasiado, se las avisaba a gritos y apremiaba a que bajasen, pues ninguna llevaba bragas. Recogían las aceitunas en unas mantas extendidas sobre el suelo, después las vertían en unos serones y las llevaban a la almazara. Allí, un burro, dando vueltas en la semioscuridad del reducido espacio inferior, tiraba de una piedra cónica, que, al macerar las aceitunas, hacía saltar un chorro de aceite que iba a parar a las tinajas.

Mientras las mujeres se entregaban a este quehacer, los hombres podaban las viñas y los árboles, tras lo cual venía la siembra de cebollas y ajos (los únicos cultivos para el mercado) y la sachadura de los cereales. A comienzos de mayo se hacía la siega de la cebada y poco después comenzaba, en la costa, la del trigo. Se extendía por la ladera de una forma gradual y alcanzaba nuestra aldea en julio (cada cien metros de altitud originaba una diferencia de cuatro días), pero en las fincas situadas en lo alto de la montaña no comenzaba hasta septiembre. La mies se segaba con una hoz curva y corta. El segador empuñaba en su mano izquierda un haz de tallos y los cortaba con la derecha por debajo de la espiga. La cosecha se recogía en cestones y se llevaba a lomos de burro hasta las eras. Si había luna, la cebada se segaba y recogía por la noche, ya que si se secaba demasiado los granos se caían.

07 abril 2022

Sobre el cuco - Chirrían los picocruzados, alborotan los paros, se ríe el cuco, silba la oropéndola, resuena de continuo el celoso canto del pinzón, canta también con pena un pájaro raro: el picogordo.

 —Según dice el pope, la madre de Dios era hija de Yoakim y Anna.
—¿Por lo tanto, se llamaba María Yakímovna?
La abuela acaba por enfadarse; está ante mí y me mira severa, de frente, a la cara.
—Como vuelvas a pensar esas cosas, ¡te daré una buena azotaina!
Pero, un momento más tarde, me explica:
—¡La Santa Virgen existió siempre, antes que todo! De ella nació Dios, y después…
—¿Y Cristo, cómo nació?
La abuela, cerrados los ojos de turbación, calla.
—¿Cristo? Verás, verás…
Me doy cuenta de que he vencido, de que la he enredado en los misterios divinos, pero ello me produce desagrado.
Nos internamos cada vez más en el bosque, en la niebla azulenca, cortada por los rayos de oro del sol. En el cálido ambiente acogedor del bosque cobra aliento un murmullo singular, un murmullo soñador y que incita al ensueño. Chirrían los picocruzados, alborotan los paros, se ríe el cuco, silba la oropéndola, resuena de continuo el celoso canto del pinzón, canta también con pena un pájaro raro: el picogordo. Unas ranillas de esmeralda saltan de nuestros pies; entre unas raíces, alzada la cabeza de oro, guardándolas, yace una culebra. Sonora, parte piñones la ardilla, en las anchas ramas de los pinos se columbra por un instante su esponjosa cola; es increíble la cantidad de cosas que se ven, y se quisiera ver más todavía, adentrarse sin cesar.

06 abril 2022

Sobre el cuco - RAMÍREZ.— No señora, que es un cuco. ¡El trovador!

MAGDALENA.— ¡Cielos!…
RAMÍREZ.— ¡Silbaron!…
MAGDALENA.— ¡Qué horror!
RAMÍREZ.— Temblor entróme al oírlo.
MAGDALENA.— Asomaos, por favor. (Se asoma al foro doña Ramírez)
¡Dios santo! ¿Será algún mirlo
o será un reventador?
¿Veis algo?
RAMÍREZ.— ¡Por más que ojeo!…
MAGDALENA.— Heme quedado de estuco,
doña Ramírez.
RAMÍREZ.— ¡Ya veo!
MAGDALENA.— ¿Y es un mirlo como creo?
RAMÍREZ.— No señora, que es un cuco.
¡El trovador!
MAGDALENA.— ¡Ah! ¡Por fin!
Idos.
RAMÍREZ.— Claro está señora.
¿Qué hago yo en este trajín?
MAGDALENA.— Aguardad sólo una hora.
RAMÍREZ.— Aunque sean dos. A mí… plin. (Al hacer mutis por el foro, se encuentra con don Mendo y le saluda ceremoniosamente. Vase)

La venganza de don Mendo
Pedro Muñoz Seca

05 abril 2022

Sobre el cuco - Hoy la nieve ha caído, lenta, sobre los alhelíes y las lilas, y el cuco no ha cantado

NIEVE EN PRIMAVERA

Hoy la nieve ha caído, lenta,
sobre los alhelíes y las lilas,
y el cuco no ha cantado;
admiróse el lagarto, un ágil nieto
del antiguo, pesado dinosaurio,
que esperaba el sol de primavera,
y fue arrastrando por el frío
su viscoso vientre de político.
Sobre el periódico y sus crímenes
cayó este gran sudario,
la blanca castidad, el velo
para seguir creyendo, el hombre
renovado en un niño que levanta muñecos
y se apedrea con blancos proyectiles.
La liebre, con sus bigotes sorprendidos, mira
las tiernas hojas del magnolio, blancas,
y tu alegría como de un pájaro.


JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO
TIEMPO DE EURÍDICE

04 abril 2022

Sobre el cuco - Y con la luz se alzó el canto de un cuco, al que pronto respondió otro, o el eco mismo

La tormenta

Por el pinar de las brujas, tierra honda, troncos gigantes, cielo amenazador, donde la fronda centenaria más que brindarte protección parecía aliarse maléfica con la tormenta, el primer trueno rompió aún lejano, al cual fueron impulsando otros, como masa de aquellas piedras oscuras desprendida de sus cimas y torrenteras, rodándole y rodando con él montaña abajo. ¿En quién brotó primero el sobresalto que contagió al compañero, en ti o en tu caballo?

De siglos atrás volvía a la conciencia un recelo ancestral ante aquello que no era imposible considerar, en su fragor y su violencia, como cólera de la creación y su dios escondido, emparejando el instinto elemental del ser con las fuerzas elementales de la tierra. Todo venía allí a corroborar la leyenda de tantas reuniones sabáticas por aquel pinar, fuese accidental, como el tronar y el relampaguear, fuese consustancial, como lo enriscado y ceñudo del paraje.

La lluvia, abatida con fuerza, tornaba inútil aun el cobijo de los troncos más frondosos, porque su masa argentada pasaba las ramas, para luego, al tocar la tierra, dividirse en vetas fragmentarias ladera abajo. Mejor parecía escapar con ella que no aguardarla inmóvil, como si la rapidez de la carrera pudiera dejar atrás de su caballo al trueno y al aguacero. Pero fueron ellos quienes te dejaron adelantarles, amainando ya desde las crestas, en tanto el cielo hosco, allá por una hendidura entre las nubes, libertaba un vapor amarillento.

Todo se aquietó al aparecer la luz poniente, aunque con pausa agreste de indecible encanto todavía se escuchara el rumor de las gotas rezagadas, cayendo desde el borde de las hojas a tierra, que ahíta de agua cedía bajo los cascos del caballo. Y con la luz se alzó el canto de un cuco, al que pronto respondió otro, o el eco mismo, sus intervalos de diálogo alado cruzando a través del atardecer, hasta unirse fulgor y silbo dentro del aire con una misma causalidad, así como antes se unieron por él relámpago y trueno.

Entonces descabalgaste nuevamente, esta vez no para esperar la tormenta sino para despedirla y contemplar entre las cosas aquel renacer de un sosiego al cual el hombre parecía ajeno, pero que sin duda las brujas, dadivosas un momento con el viandante de su pinar, te permitían vivir y conocer antes de regresar al pueblo y a las gentes, aún sobresaltado, húmedo y dichoso.

Luis Cernuda
Ocnos

03 abril 2022

Sobre el cuco - El cuco llega a mi país en el mes de abril y, en realidad, no tiene hora fija

 EL CUCLILLO
EL cuco, el cuclillo, anuncia la primavera, constituye la avanzada de la algarabía universal, vegetal, animal y humana —sí señor, vegetal y humana— que llamamos el despertar de la primavera.
El cuco llega a mi país en el mes de abril y, en realidad, no tiene hora fija. Su ausencia y su presencia está unida a los mitos más profundos y más obscuros del pueblo. El cuco está unido a los mitos del eterno rejuvenecimiento, en virtud de los cuales las mujeres se entregan a dulces imaginaciones y los hombres tuercen el cuello y ponen unos ojos naufragados y acuosos de becerro. Aparece el cuco, las mujeres dan unos saltos en los colchones, los árboles sacan sus hojitas y surge el cocu que es la especie de hombres que a mí me infunde más respeto. De estas cosas yo he hablado mucho con un mitólogo, el viejo señor Vayreda de Lladó, mi difunto amigo, que está reposando en el cementerio de su pueblo, en el que está enterrado también otro gran tipo que fué gran amigo mío, el pintor Llavanera. Llavanera fué un gran cazador de tordos. Vayreda no fué cazador siquiera: sabía tantas y tan abisales cosas que para no hablar de tres o cuatro a la vez, me decía, al encontrarme en Figueras:
—¿De qué quiere usted que hablemos?
La fuerza de la sangre aprieta y si el cuco se retrasa en el horario ancestral de su llegada, hay mucha pena. Por eso se dice que si el cuco no llega a España a primeros de abril, es que está prisionero en Francia. Y este es un dicho de la época de los Austrias, al menos.

02 abril 2022

Sobre el cuco - (Es otra clase de cuco el que aquí se menciona) - ¿Usted no ha conocido al Cuco?

—Satur, dile al chófer que pare, que mi nieta tiene que hacer una necesidad.

El chófer paraba el autobús y abuela y nieta se iban a hacer sus necesidades. Se oía la voz del conductor que bromeaba:

—Abuela, en vez de ponerse tras el coche se debían poner ustedes delante; igual me daba por ponerlo en marcha y tenía que salir usted corriendo.

Se reían todos. La vieja se sentaba en su sitio comentando:

—Este Obdulio es más malo que la sarna, ¡qué cosas tiene! María se reía de las cosas que se decían en el coche. El campesino le aclaraba:

—Es que todos los que vamos aquí nos conocemos. Aquí viaja uno como en familia. Ya verá usted si en el próximo pueblo monta un amigo mío de mi oficio, que es más guasón que el Cuco. ¿Usted no ha conocido al Cuco? ¿No? Pues diga usted que no ha conocido a nadie. ¿Y ni siquiera le ha oído usted nombrar? Pero, hija mía, ¿en qué mundo vive usted? Pues el Cuco es el molinero del molino que nosotros llamamos de los ratones, porque siempre nos da la harina mermada y le echa la culpa a los ratones. Pues el Cuco, como le iba diciendo, es alguien muy importante. Tan importante que dicen que una vez se fue a Madrid y lo recibió el rey. El tío se lo había apostado con unos amigos a que el rey le recibía y no sabemos cómo se las arregló, pero le recibió. Los amigos no se lo querían creer, pero él les enseñó un trozo de periódico donde venía con su nombre y apellido y el mote. Sí, señorita, al Cuco lo recibió el rey. Es algo muy grande ese Cuco, lo que pasa es que ya está viejo y no parece que tenga muchas ganas de broma. Dice que se va a morir y que ya no le divierte tanto la cosa como cuando era joven y tenía la vida entera por delante. Si le oye un filósofo, seguro que se asombra con sus dichos.

Ignacio Aldecoa
El fulgor y la sangre

01 abril 2022

Sobre el cuco - Adonde el cuco silba entre los olmos,

VEREDA DEL CUCO
Cuántas veces has ido en otro tiempo
Camino de esta fuente,
Buscando por la senda oscura
Adonde mana el agua,
Para quedar inmóvil en su orilla,
Mirando con asombro mudo
Cómo allá, entre la hondura,
Con gesto semejante aunque remoto,
Surgía otra apariencia
De encanto ineludible,
Propicia y enemiga,
Y tú la contemplabas,
Como aquel que contempla
Revelarse el destino
Sobre la arena en signos inconstantes.
Un desear atávico te atrajo
Aquí, madura la mañana,
Niño, ya no, ni hombre todavía,
Con nostalgia y pereza
De la primera edad lenta en huirnos;
E indeciso tu paso se detuvo,
Distante la corriente,
Mas su rumor cercano,
Hablando ensimismada,
Pasando reticente,
Mientras por esa pausa tímida aprendías
A conocer tu sed aún inexperta,

22 de noviembre

  Deirdre frunció el entrecejo. —No al «Traiga y Compre» de Nochebuena —dijo—. Fue al anterior… al de la Fiesta de la Cosecha. —La Fiesta de...