Vuestra Majestad tuvo a bien retirarnos
vuestro favor a mí y a mi familia,
mas debo recordaros, mi señor,
que fuimos vuestros primeros y mejores amigos.
Por vos rompí yo mi vara de mando
en tiempos de Ricardo, y cabalgué día y noche
por salir a vuestro encuentro y besaros la mano
cuando vos, ni por rango ni por fama,
teníais mi fuerza y poderío.
Fuimos mi hermano, su hijo y yo
quienes os repatriamos, desafiando
los peligros del momento. Nos jurasteis,
y el juramento lo hicisteis en Doncaster,
que no pensabais atentar contra el Estado,
ni reclamar nada más que la reciente herencia:
la hacienda de Gante, el ducado de Lancaster.
Juramos ayudaros. Pero en poco tiempo
sobre vos la fortuna llovió a mares
y os cayó un diluvio de grandeza
con nuestra ayuda, el rey ausente,
los abusos de una época arbitraria,
los males manifiestos que sufristeis
y el viento adverso que en la guerra desastrosa
de Irlanda retuvo al rey tan largo tiempo
que todos le dieron por muerto en Inglaterra.
Y todo este enjambre de ventajas
lo aprovechasteis para dejaros seducir
y tomar todo el poder en vuestras manos,
olvidasteis vuestro juramento de Doncaster
y, nutrido por nosotros, nos tratasteis
como la innoble cría del cuco
trata al gorrión; os adueñasteis del nido,
crecisteis tanto con nuestra comida
que ni nuestro afecto se atrevía a acercarse a vos
por miedo a ser tragado. Nuestra seguridad
nos obligó a volar con ágil ala
por huir de vos y a reclutar este ejército
que a vos se enfrenta por los mismos medios
que vos mismo habéis forjado contra vos
con ingrato proceder, actitud amenazante
y ruptura de la lealtad y el juramento
que en vuestra primera empresa nos hicisteis.
Enrique IV
William Shakespeare
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