“…ese atrevimiento u osadía del almendro, al florecer, se parece como pocas cosas a nuestras humanas esperanzas. […] Cada año, el almendro se levanta de nuevo, y los primeros cucos, que aparecen como inspectores para dar aviso luego de algo, ya no encuentran esas flores sino como ceniza amarillenta y antigua al pie de los árboles, porque el hielo las ha chamuscado por la noche, un tiempo atrás. Pero quizá son las raíces del almendro las que se nutren de una esperanza indestructible como la de los humanos. […]
Pero, sean como sean las
cosas, los hombres, porque lo somos sencillamente, parece que estamos abocados
un día u otro a sorprendernos de la hermosura del mundo, y, a menos que a la
especie le vayan tan mal las cosas como para que pierda el gusto por la vida,
porque si no es así siempre será obstinada como los almendros. Porque también
somos igualmente frágiles nosotros, flor de un día, y alguna admiración y respeto
nos debemos antes de que anochezca para todos, y hiele”.
Obstinación del almendro y de la melancolía, Zaragoza, Sibirana Ediciones, 2012, pp. 18-19
José Jiménez Lozano
José Jiménez Lozano
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