—¿Entonces eres feliz, Grip?
—¿Quieres que lo sea? Sí. Yo soy…
—Tú eres un animal.
Y Bob se alejó haciendo un gesto significativo.
La verdad es que Grip no vivía, pues no es vivir pasar el tiempo dándose de cabezadas por su partida, puesto que no se decidía a quedarse. Así llegó el 22 de junio.
Durante esta nueva ausencia de Grip, la casa Little boy realizó cierto negocio, aprobado por mister O’Brien, que debía reportar grandes beneficios; se trataba de un juguete que un inventor acababa de fabricar y del que Hormiguita adquirió la exclusiva. Este juguete tuvo tanto más furor, por ser la casa Little boy and Co., es decir nuestros dos jóvenes, los que habían monopolizado la venta.
En el momento de partir para los baños de mar, todos los niños quisieron tener este regalo, que era bastante costoso, y Bob no se bastaba a las impaciencias de su clientela. Sissy tuvo que venir en su ayuda y la venta no fue peor por ello. Como todo esto eran ingresos en la caja, el cajero no mostró disgusto. El capital se acrecentó en algunos centenares de guineas. Probablemente, si el negocio seguía añadiendo los beneficios ordinarios de Pascua, el inventario de fin de año arrojaría tres mil libras.
Así pues, el joven dueño de «Los pequeños bolsillos» podría dar una linda dote a la dueña de Little boy and Co. si algún día experimentaba deseos de casarse. Y ¿por qué no confesar que Grip, un buen muchacho, que haría un excelente marido, le agradaba, aunque nada hubiera querido decir de esto? Verdad es que en la casa lo sabían todos. Pero era preciso que Grip se decidiera. ¿Se podrían pasar sin él en la marina mercante? ¿Funcionarían los aparatos si él no estaba en su puesto? ¿No se había reído a mandíbula batiente cuando Hormiguita le había dicho que tal vez le viniera el deseo de casarse?
De aquí resultó que al regreso del Vulcan, el 29 de julio, el fogonero estuvo más disgustado, más triste, más sombrío; en fin, más infeliz que antes. Su navío debía volver a hacerse a la mar el 15 de septiembre. ¿Partiría Grip también en aquella ocasión? Era probable, puesto que Hormiguita —¿podía suponerse tan malévola intención?— estaba firmemente resuelto a no apresurar un desenlace, inevitable por otra parte, hasta que Grip no hubiera hecho una demanda oficial. Después de todo, tratábase de su hermana mayor, que dependía de él, y tenía el deber de asegurar su dicha. La primera condición que había de imponer, sine qua non, era que Grip abandonase su oficio de marino y consintiera en entrar en la casa como socio. Si no, no.
Esta vez Grip fue puesto entre la espada y la pared. Un día que daba vueltas en torno de Kat, ésta le dijo:
—¿No ha notado que Sissy está cada vez más encantadora?
—No —respondió Grip—. No lo he notado… ¿y por qué? Yo no me fijo…
—¡Ah! No se fija. Pues abra los ojos y verá qué linda hija tenemos. ¿Sabe que va a cumplir diecinueve años?
—¿Ya? —respondió Grip que conocía la edad de Sissy—. Debe equivocarse, Kat.
—No me equivoco. Diecinueve años… Pronto será preciso casarla… Hormiguita le buscará un buen mozo, de veintiséis a veintisiete años… ¡Calle! Como usted… Queremos que sea un hombre en quien se pueda tener toda confianza… y no de la marina, no. Los que viajan que no se presenten. ¡Marinos no! Además, como Sissy tendrá una buena dote…
—No tiene necesidad de eso —dijo Grip.
—Es verdad… una muchacha tan buena. Así pues, nuestro amo no tardará en encontrarle un pretendiente.
—¿Y hay ya alguno?
—Creo que sí.
—¿Qué viene al bazar con frecuencia?
—Con bastante.
—¿Le conozco?
—No… parece que no le conoce —respondió Kat mirando a Grip, que bajaba los ojos.
—¿Y es del agrado de la señorita Sissy? —preguntó con la voz alterada.
—¡Qué se yo! Con individuos que no se deciden a hablar…
—¡Dios mío! ¡Es que hay gente bestia! —dijo Grip.
—¡Ésa es mi opinión! —respondió Kat.
Y esta respuesta, directamente dirigida al fogonero, no impidió a éste volver a partir el 15 de septiembre, ocho días después. En fin, cuando volvió el 29 de octubre comprendióse que había tomado una gran resolución, solamente que se guardó de formularla.
Jules Verne
Aventuras de un niño irlandés
Un joven huérfano supera la adversidad a medida que va creciendo. Así, empieza su propio negocio con la ayuda de otro huérfano, cuya vida había salvado. Verne comienza a contar las aventuras e historias de este muchacho desde que era pequeño hasta que se establece y triunfa a la edad de quince años.
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