07 junio 2021

7 de junio

¿A qué se debe, pues, que, desde Platón, todos los constructores de filosofías hayan edificado en falso? ¿Cómo es posible que todo amenace ruina? ¿Cómo se encuentra reducido a escombros lo que los filósofos consideraban más duradero que el bronce? ¡Qué equivocada es, desgraciadamente, la respuesta que se sigue dando a esta pregunta!: que «todos se olvidaron de cuestionar la hipótesis, de examinar el fundamento, de someter a crítica a toda la razón».

Esta funesta contestación de Kant no nos ha conducido a los filósofos a un terreno más sólido y menos inseguro; pero, dicho sea de pasada, ¿no era un poco extraño pedirle a un instrumento que criticase su propia aptitud y perfección? ¿No era absurdo exigirle a la razón que ella misma calculara su valor, su fuerza y sus límites? Por el contrario, la verdadera respuesta hubiera sido que todos los filósofos, tanto Kant como los anteriores a él, han construido sus edificios sobre la seducción de la moral; que su intención sólo se encaminaba en apariencia a la verdad y a la certeza; porque lo que buscaban, en realidad, era la majestuosidad del edificio de la moral, por decirlo con las ingenuas palabras de Kant, quien consideraba que su tarea y su mérito —una tarea «menos brillante aunque no exenta de valor»— consistía en «remover y consolidar el terreno en el que se había de levantar el majestuoso edificio de la moral». (Crítica de la Razón Pura, II, p. 257).

Desgraciadamente, no hay más remedio que decir que no lo consiguió; que lo que logró fue más bien todo lo contrario. En realidad, Kant fue un hijo de su época, y, como tal, un exaltado; aunque también lo fue, afortunadamente, respecto a lo mejor que tuvo aquella, como lo demuestra el sano sensualismo que introdujo en su teoría del conocimiento. A Kant le había picado también aquella tarántula moral llamada Rousseau; sobre su alma pesaba el fanatismo moral del que Robespierre, otro discípulo de Rousseau, se consideraba y pregonaba ejecutor, pretendiendo «fundar en la tierra el imperio de la sabiduría, de la justicia y de la virtud». (Discurso del 7 de junio de 1794).

Friedrich Nietzsche
Aurora
Reflexiones sobre los prejuicios morales

Si Kant es el paradigma del pensador sistemático, sin duda Nietzsche lo es del pensador aforístico. Esta nueva forma de pensar, más fragmentaria, más acorde con el tiempo de «lo transitorio, lo fugitivo, lo contingente», como lo definió Baudelaire, ya se halla plenamente desarrollada en Aurora. Sus 575 aforismos critican las caracterizaciones de la esencia de lo moral: el deber, la compasión, la utilidad… El filósofo carga, en definitiva, contra el modo en que estas provocan que el juicio libre del individuo ceda el lugar al prejuicio, a la hipócrita adopción de unos valores no pensados, atávicos o, simplemente, culturalmente hegemónicos. «Es sorprendente comprobar el parentesco enorme que tienen ciertas observaciones de Nietzsche sobre la moral con los ataques, nada vanos por cierto, con que casi por los mismos días Oscar Wilde sorprendía a su público y lo hacía reír» diría Thomas Mann.

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