17 junio 2021

17 de junio

12 - El propietario de un Colt 45

(Lunes 17 de junio, por la mañana)

Al día siguiente, por la mañana, Vance y yo llegamos al despacho del procurador poco después de las nueve. Ya hacía veinte minutos que nos esperaba el capitán.

Markham indicó a Swacker que le hiciera pasar inmediatamente.

El capitán Philip Leacock era muy alto, imberbe y flaco; tenía la cara seria e inmóvil, y se colocó ante el procurador como soldado que esperase, erguido y atentísimo, las órdenes de un superior.

—Siéntese, capitán —dijo Markham—. Le he llamado, como usted sabe, para hacerle algunas preguntas respecto a sus relaciones con mister Alvin Benson.

—¿Se sospecha de mí como implicado? —preguntó, con ligero acento del Sur.

—Ya lo veremos —contestó fríamente Markham—. Precisamente voy a preguntarle para averiguarlo.

El otro, rígido en su asiento, esperaba.

Markham le miraba fijamente a los ojos.

—Creo que usted amenazó a mister Benson —dijo.

Leacock se estremeció y sus dedos se crisparon en sus rodillas. Antes de que pudiera responder, añadió Markham:

—Voy a concretarle cuándo profirió usted la amenaza. Fue en una velada que dio Leander Pfyfe.

Leacock vaciló y luego apretó las mandíbulas para confesar:

—Reconozco que pronuncié amenazas. Benson era una mala persona, que se merecía que le pegasen un tiro. Y aquella noche, más que de costumbre. Había bebido mucho. Y yo también, lo confieso.

Apareció en su boca una triste sonrisa. Miraba por el ventanal que se abría a espaldas del magistrado.

—Pero yo no le he matado —dijo—. Ignoré su muerte hasta leerla al día siguiente en los periódicos.

—Fue muerto con un Colt reglamentario, como los que ustedes llevaban en la guerra —indicó Markham, clavándole los ojos.

—Ya lo sé. Lo decían los periódicos.

—Usted tiene un revólver de esa marca, ¿no?

El capitán vaciló.

—No, señor —musitó imperceptiblemente.

—¿Qué ha hecho de él?

El oficial miró a Markham y bajó rápidamente la vista.

—Lo…, lo… perdí en Francia.

Markham inició una sonrisa.

—Entonces, ¿cómo explica usted que mister Pfyfe lo viera el día que usted amenazó a mister Benson?

—¿Vio el revólver?

Miró, pasmado, al procurador.

—Sí, lo vio. Era una pistola del Ejército —añadió Markham, con voz inalterable—. También el comandante vio cómo usted hacía ademán de sacar un arma.

Leacock lanzó un gran suspiro y apretó furiosamente las mandíbulas.

—Le aseguro, caballero, que no tengo la pistola. La perdí en Francia.

—Quizá no la perdiera. A lo mejor, la prestó.

—No la presté, no.

Estas palabras salieron rápidamente de la boca del capitán.

—Piénselo bien… ¿No la prestó?…

—No.

—Anoche hizo usted una visita a Riverside Drive. ¿La llevaba acaso encima?

Vance, que escuchaba atentamente, murmuró:

—¡Qué fuerte es esto!…

Leacock se agitaba, inquieto. Estaba pálido y evitaba las miradas del magistrado, para lo cual dirigió la vista hacia la mesa. Cuando habló, su voz estaba entrecortada por la ansiedad:

—No la llevaba encima, no la he prestado…

Markham, inclinado hacia adelante por encima de la mesa, con la barbilla apoyada en la mano, parecía una imagen tallada y amenazadora.

—Quizá se la prestó usted a alguien con anterioridad a esa mañana.

—¿Con anterioridad a…?

Leacock alzó rápidamente la vista y se detuvo, como si estuviese analizando las palabras de Markham.

Este último quiso aprovechar aquella perplejidad.

—¿Prestó usted su pistola a alguien después de su regreso de Francia?

—No, a nadie… —empezó a decir; pero de pronto se cortó y se sonrojó, agregando luego con precipitación—: ¿Cómo iba a prestársela a nadie? Lo que yo le decía a usted…

—¡No se preocupe de eso! —le interrumpió, tajante, Markham—. Quedamos, pues, capitán, en que usted tenía una pistola, ¿no es así?… ¿Continúa ésta en su poder?

Leacock abrió los labios para hablar, pero volvió a cerrarlos apretadamente. Después se retrepó en el sillón y continuó el interrogatorio:

—Usted sabía que Benson perseguía con asiduidad a miss Saint-Clair, ¿no?

El capitán, al oír el nombre de la joven, se irguió todavía más, se puso colorado y miró al procurador de una manera terrible. Respirando profunda y lentamente, dijo, sin abrir la boca:

—No hablemos de miss Saint-Clair.

S. S. van Dine
El misterioso asesinato de Benson
Philo Vance - 01

Un personaje novedoso en su época, convertido en todo un clásico de la novela negra.

Basada en el asesinato real de un célebre jugador de bridge, es la primera de las aventuras del excéntrico detective aficionado Philo Vance, que investiga y resuelve un complicado caso gracias a los métodos deductivos y a su olfato para comprender las sutilezas de la psicología humana…

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