10 junio 2021

10 de junio

El 29 de mayo Napoleón salió de Dresde, donde había pasado tres semanas, rodeado de una corte integrada por príncipes, duques, reyes y hasta un emperador. Antes de partir, se mostró cariñoso y agradecido con el Emperador y los príncipes y reyes que lo merecían y regañó a los reyes y príncipes de quienes estaba descontento; regaló perlas y diamantes propios —es decir, joyas arrebatadas a otros soberanos— a la emperatriz de Austria y abrazó tiernamente a la emperatriz María Luisa, dejándola —según cierto historiador— entristecida por aquella separación que, según decía, no podría soportar. María Luisa se consideraba esposa de Bonaparte, aunque el Emperador hubiera dejado otra esposa en París. A pesar de que los diplomáticos estaban firmemente convencidos de la posibilidad de la paz y trabajaran celosamente por ella; aun cuando Napoleón escribiera personalmente una carta al emperador Alejandro, llamándolo Monsieur mon frère y asegurándole que no quería en modo alguno la guerra y que lo amaría y estimaría siempre, Bonaparte viajaba en dirección a su ejército y a cada nueva etapa daba órdenes para activar el avance de las tropas hacia el este. Salió de Dresde en una carroza de seis caballos, rodeada de pajes, ayudantes de campo y escolta, por el camino de Posen, Thorn, Dantzig y Koenigsberg. En cada una de esas ciudades, miles de personas salían a su encuentro, entusiasmadas y felices.

El ejército avanzaba de oeste a este y los seis caballos, cambiados frecuentemente por otros de refresco, llevaban al Emperador en la misma dirección. El 10 de junio Napoleón alcanzó al ejército. Pasó la noche en el bosque de Wilkowis, en la mansión de un conde polaco preparada para él.

Al día siguiente dejó atrás al ejército en marcha y se acercó en coche al Niemen, a fin de inspeccionar el lugar que habían de vadear sus tropas; se puso uniforme polaco y bajó a la orilla.

Al ver en la otra parte a los cosacos y aquellas estepas que se extendían a lo lejos, en medio de las cuales estaba Moscou, la ville sainte, la capital de aquel Estado semejante al de los escitas, adonde había llegado Alejandro de Macedonia, Napoleón, con gran sorpresa de todos y en contra de cualquier consideración estratégica o diplomática, ordenó la ofensiva y al siguiente día sus tropas comenzaron a pasar el Niemen.

El día 12, muy de mañana, salió de la tienda armada la víspera en la escarpada orilla izquierda del río y miró con su anteojo hacia sus tropas, que salían en oleadas del bosque de Wilkowis y atravesaban los tres puentes tendidos sobre el Niemen. Los soldados, que conocían la presencia del Emperador; lo buscaban con los ojos y, cuando descubrían su figura, con su levita y su sombrero, destacada sobre la colina, delante de la tienda y de su séquito, lanzaban sus gorros al aire y gritaban “Vive l’Empereur!”, mientras salían sin cesar del inmenso bosque donde se hallaban ocultos y se dividían para atravesar los tres puentes que los llevarían a la otra orilla.

Lev Nikoláievich Tolstói
Guerra y paz

Mientras la aristocracia de Moscú y San Petersburgo mantiene una vida opulenta, pero ajena a todo aquello que acontece fuera de su reducido ámbito, las tropas napoléonicas, que con su triunfo en Austerlitz dominan Europa, se disponen a conquistar Rusia. Guerra y paz es un clásico de la literatura universal. Tolstói es, con Dostoievski, el autor más grande que ha dado la literatura rusa. Guerra y paz se ha traducido pocas veces al español.

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