04 junio 2021

4 de junio

Sin embargo, la isla que más ha excitado la fantasía de la posteridad es la isla de los Bienaventurados, a la que llegan nuestros navegantes tras siete años de peripecias, lugar de gran delicia y amenidad.

La isla de los Bienaventurados forzosamente había de suscitar un deseo incontenible, de modo que durante toda la Edad Media, e incluso en el Renacimiento, se creía firmemente en su existencia. Aparece en los mapas, como en el mapamundi de Erbsdorf, y en un mapa de Toscanelli realizado para el rey de Portugal. A veces se sitúa en la latitud de Irlanda, en los mapas más modernos se coloca más al sur, a la altura de las Canarias, o islas Afortunadas, y a menudo las islas Afortunadas se confunden con la isla llamada de San Brandán; otras veces esta se identifica con el grupo de las Madeira, e incluso con otra isla inexistente como la mítica Antilia, tal como aparece en el Arte del navegar de Pedro de Medina, del siglo XVI. En el globo de Behaim, de 1492, la isla estaba situada bastante más hacia Occidente y cerca del ecuador. Y ya se le había asignado el nombre de isla Perdida, Ínsula Perdita.

En Imago mundi, Honorio de Autun la describió como la más amena de las islas: «Hay en el océano una isla llamada Perdita, la más hermosa que hay en la tierra por su amenidad y fertilidad, y desconocida para los humanos. Y cuando se encuentra por casualidad, luego ya no se vuelve a encontrar, y por eso se llama Perdida». En el siglo XIV, Pierre Bersuire habla en los mismos términos de las islas Afortunadas, llamadas así «porque solo se encuentran por casualidad y fortuna, pero si luego se quieren volver a encontrar, ya no se encuentran».

La isla Perdida y nunca más hallada fue buscada por muchos, sobre todo después de que el descubrimiento del cabo de Buena Esperanza y de América encendiera en los ánimos la fiebre de las exploraciones; y alguien pretendió haber identificado al menos la posición, de modo que, cuando el 4 de junio de 1519, Manuel de Portugal, con el Tratado de Évora, renunció en favor de España a todos sus derechos sobre las islas Canarias, la isla Perdida o Escondida fue incluida expresamente en dicha renuncia. En 1569, Gerardo Mercator todavía la señalaba en su mapa.

En el mundo contemporáneo Guido Gozzano ha expresado la nostalgia por la isla no hallada.

Umberto Eco
Historia de las tierras y los lugares legendarios

Nuestra imaginación está poblada de tierras y lugares que nunca han existido, de la cabaña de los siete enanitos a las islas visitadas por Gulliver, del templo de los Thugs de Salgari al piso de Sherlock Holmes.

Por lo general, sabemos que estos espacios son tan solo producto de la fantasía de un narrador o de un poeta. En cambio, y desde tiempos muy remotos, la humanidad ha fantaseado con lugares que se han considerado reales, como la Atlántida, Mu, Lemuria, las tierras de la reina de Saba, el reino del Preste Juan, las Islas Afortunadas, El Dorado, la última Thule, Hiperbórea y el país de las Hespérides, el lugar donde se conserva el santo Grial, la roca de los asesinos del Viejo de la Montaña, el país de Jauja, las islas de la utopía, la isla de Salomón y la tierra austral, y el misterioso reino subterráneo de Agartha.

Muchos de estos lugares han sido el origen de fascinantes leyendas y han inspirado algunas de las espléndidas representaciones visuales que aparecen en esta obra; otros han alimentado la fantasía trastornada de los cazadores de misterios, y los hay que incluso han estimulado viajes y exploraciones. Así, persiguiendo una ilusión, viajeros de todos los países han descubierto otras tierras y ahora el lector podrá vivir estas aventuras de la mano del gran maestro Umberto Eco.

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