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20 abril 2022

Sobre el cuco - hasta que el cuco de la primavera con ajadas plumas provocó su piedad y traicionó su verdad.

LAMENTO POR PASIFAE
¡Sol agonizante, brilla tibio un poco más!
Mi ojo, empañado por las lágrimas, empañará el tuyo,
conjurándote a brillar y a no moverte.
Tú, sol, y yo hemos trabajado todo el mediodía
bajo una opresiva nube sin rocío—
un vellón dorado ahora por nuestra pena en común
porque ésta será una noche sin luna.
¡Sol agonizante, brilla tibio un poco más!
Ella no fue infiel: era muy mujer,
sonriendo con terrible imparcialidad,
soberana, con corazón sin igual, adorada por los hombres,
hasta que el cuco de la primavera con ajadas plumas
provocó su piedad y traicionó su verdad.
Fue entonces cuando ella, que brilló para todos, renunció a sí misma,
y ésta debe ser una noche sin luna.
¡Sol agonizante, brilla tibio un poco más!

Robert Graves
Cien poemas

Los poemas recopilados aquí constituyen una pequeña pero representativa selección de la obra de Robert Graves, extraída de su último volumen Collected Poems, publicado en Inglaterra en 1975. Graves ocupa una posición solitaria y única entre los poetas ingleses del siglo XX; durante más de sesenta años, como poeta practicante y dedicado a su labor, ha evitado todas las modas y movimientos poéticos y ha caminado siempre su propio camino, siguiendo la tradición inglesa del poema lírico clásico. Él es el individuo, el forastero casi, de la literatura inglesa contemporánea.
Sus libros de poemas, mucho más complejos que su obra narrativa, hacen de él uno de los grandes poetas en lengua inglesa de nuestro siglo. La selección de cien poemas que hoy ofrecemos ha sido realizada y traducida magistralmente por la también escritora Claribel Alegría (en colaboración con Darwin J. Flakoll), que tuvo la ventaja de ser vecina de Graves en el pueblecito de Deyá y de poder consultar con él y recabar su ayuda para mejor llevar a término su trabajo.


19 abril 2022

Sobre el cuco - o un huevo de cuco en un nido de mirlos,

ÉPOCAS DE JURAMENTOS
Encontrar un tulipán
en medio de primaveras silvestres de túmulos silvestres,
o un huevo de cuco en un nido de mirlos,
o un hongo gigante, una cesta entera—
¡Las memorables proezas de la niñez!
Hace tiempo, junto a los terraplenes, excavando en la tierra,
mi vara sacó a luz una cuenta de ámbar romano…
Lo extraviado, lo extravagante, lo indescifrado
me atraía: para cuadros simples no tenía el ojo.
¿Juré obediencia entonces
a lo inusitado y no (como pensaba) a la verdad?—
¿Me convertí en virtuoso, y esto también,
más tarde, de cuadros simples, al cansarme
de unicornios y ponzoñas?
¿Olvidé cómo saludar con sencillez
ese cuadro especial, cómo conocer profundamente
el placer compartido por corazones rectos?
¿Y tiene esto que empezar de nuevo, con juramentos
sobre el libro verdadero, en el nombre verdadero,
tartamudeando ahora mi alabanza de ti,
como un muchacho que confiesa su primer amor?

Robert Graves
Cien poemas

Los poemas recopilados aquí constituyen una pequeña pero representativa selección de la obra de Robert Graves, extraída de su último volumen Collected Poems, publicado en Inglaterra en 1975. Graves ocupa una posición solitaria y única entre los poetas ingleses del siglo XX; durante más de sesenta años, como poeta practicante y dedicado a su labor, ha evitado todas las modas y movimientos poéticos y ha caminado siempre su propio camino, siguiendo la tradición inglesa del poema lírico clásico. Él es el individuo, el forastero casi, de la literatura inglesa contemporánea.
Sus libros de poemas, mucho más complejos que su obra narrativa, hacen de él uno de los grandes poetas en lengua inglesa de nuestro siglo. La selección de cien poemas que hoy ofrecemos ha sido realizada y traducida magistralmente por la también escritora Claribel Alegría (en colaboración con Darwin J. Flakoll), que tuvo la ventaja de ser vecina de Graves en el pueblecito de Deyá y de poder consultar con él y recabar su ayuda para mejor llevar a término su trabajo.

18 abril 2022

Sobre el cuco - A Atenea le fueron concedidas las de cuervo, garza y búho, y más tarde le quitó el cuco a Hera.

La mayoría de los jonios, cuando por primera vez reconocieron la autoridad de la Triple Diosa, habían permitido a sus hijos varones iniciarse en las hermandades secretas pelasgas que la asistían en su culto.
Los eolios habían hecho lo mismo. Cada hermandad tenía un demonio, encarnado en alguna bestia o pájaro cuya carne causaba la muerte al ingerirse, excepto en algunas ocasiones solemnes, y sus miembros se reunían regularmente para realizar danzas dedicadas al demonio, en las cuales imitaban el andar y las costumbres de la bestia o del pájaro sagrado y se disfrazaban con su cuero, o su pelo, o su plumaje. Su jefe representaba al demonio y recibía de él su inspiración. Algunas veces la elección de la hermandad la hacia la propia madre para su hijo antes de su nacimiento si algún animal le había llamado la atención, en sueños o despierta. Pero, por regla general, la hermandad comprendía a todos los miembros varones de media tribu. Así pues, los sátiros de Tesalia y los silenos de Fócide pertenecían a la hermandad de la Cabra; los centauros del Pelión a la del Caballo, algunos de los magnesios a la hermandad del Leopardo, los crisios de Fócide a la de la Foca y en Atenas había hombres-búho. Las mujeres tenían sociedades similares y la diosa no permitía a ninguna mujer que tomara un amante de su misma hermandad —de este modo un hombre-león podía tener relaciones con una mujer de la hermandad del Leopardo y una mujer-león con un hombre-leopardo, pero jamás un hombre-león con una mujer-león ni un hombre-leopardo con una mujer-leopardo—, una regla que sin duda tenía como finalidad unir las desparramadas tribus en una armonía de afectos, con el agradable ir y venir que esta costumbre imponía. Pero en prueba de que todos los demonios de las diferentes hermandades estaban sometidos a la Triple Diosa, todos los años se celebraba un holocausto en honor suyo: cada hermandad enviaba su animal macho sagrado, bien atado, al santuario más próximo para quemarlos allí todos juntos en una crepitante hoguera.
Los aqueos miraban con natural recelo a estos demonios por su lealtad a la Triple Diosa y por el promiscuo amor que infundían en sus adoradores. El rey Esténelo adoptó la política de suprimir cuantas sociedades pudiera y de someter el demonio de todas las que quedaban a algún miembro de la familia olímpica. Así pues, alegó que Zeus no sólo poseía su carácter de carnero por el hecho de haber sido adorado por pastores, sino que además podía perfectamente ser venerado como toro, águila, cisne, palomo y gran serpiente. A Hera se le permitió retener su poder sobre el león, el cuco, y el torcecuellos. A Apolo, que anteriormente había sido un demonio ratón, le concedieron las identidades de lobo, abeja, delfín y halcón. A Atenea le fueron concedidas las de cuervo, garza y búho, y más tarde le quitó el cuco a Hera. A Artemisa le dieron el pez, el ciervo, el perro y el oso. A Poseidón el caballo y el delfín.
A Hermes el lagarto y la serpiente pequeña. A Ares el jabalí, y así sucesivamente. Los pelasgos se encolerizaron cuando Poseidón se adjudicó el título de dios Caballo y, como protesta por este hecho, colocaron una efigie de la madre de Cabeza de Yegua llamada Yegua Furiosa en una de sus ciudades, pues el caballo proclama sin lugar a dudas la soberanía de la Triple Diosa por la luna que imprimen sus cascos. Estos y otros cambios desconcertantes en la religión griega, que incluían la inauguración de un nuevo calendario, fueron explicados a los visitantes congregados en Olimpia en un espectáculo solemne, organizado por los heraldos del dios Hermes, con el cual pusieron fin a la conferencia. Hubo una representación pantomímica de la castración, por mano de Zeus, de su supuesto padre Crono —después de lo cual felicitaron a Zeus coronándolo con ramas de olivo silvestre y tirándole hojas de manzanos—, de los matrimonios de Hera y Zeus, de Poseidón y Anfitrite y de Hefesto y Afrodita; de los renacimientos de Ares, Hefesto y Atenea; de la sumisión de las bestias y de los pájaros, nada uno ante su nuevo amo o señora —en resumen, de todas las novedades mitológicas que se habían acordado. Estas representaciones terminaron con una animada exhibición de los doce olímpicos sentados juntos a la mesa, llevando las vestiduras apropiadas a sus nuevas caracterizaciones y atributos. Cada deidad estaba representada por algún rey, sacerdote o sacerdotisa, y el papel de Zeus lo desempeñaba Esténelo de Micenas, que en una mano llevaba el áureo cetro de Perseo con cabeza de perro y en la otra el escudo de la aversión con una cara gorgónea.

Robert Graves
El vellocino de oro


08 marzo 2022

Sobre el cuco - Ella se compadeció del dios solamente cuando éste se disfrazó de cuco enlodado

 HERA Y SUS HIJOS

Hera, hija de Crono y Rea, nació en la isla de Samos o, según algunos, en Argos, y la crio en Arcadia Temeno, hijo de Pelasgo.

Las Estaciones fueron sus nodrizas. Después de desterrar a su padre Crono, el hermano gemelo de Hera, Zeus, fue a verla en Cnosos, Creta, o según dicen algunos, en el monte Tórnax llamado ahora Montaña del Cuco) en Argólide, donde la cortejó, al principio sin éxito. Ella se compadeció del dios solamente cuando éste se disfrazó de cuco enlodado, y le calentó cariñosamente en su seno. Allí él reasumió inmediatamente su verdadera forma y la violó, y ella se vio obligada a casarse con él por vergüenza.

Todos los dioses asistieron a la boda con regalos, entre los que destacó el de la Madre Tierra, quien le regaló a Hera un árbol con manzanas de oro, que luego guardaron las Hespérides en el jardín que Hera poseía en el monte Atlas. Ella y Zeus pasaron su noche de bodas en Samos, y esa noche duró trescientos años. Hera se baña regularmente en la fuente de Canatos, cerca de Argos, y así renueva su virginidad.

De Hera y Zeus nacieron los dioses Ares, Hefesto y Hebe, aunque algunos dicen que Ares y su hermana gemela Eris fueron concebidos cuando Hera tocó cierta flor, y Hebe cuando tocó una lechuga, y que Hefesto también era su hijo partenogénito, prodigio que él no quiso creer hasta que la aprisionó en una silla mecánica con brazos que se cerraban alrededor del que se sentaba en ella, y así le obligó a jurar por el río Estigia que no mentía. Otros dicen que Hefesto era hijo suyo con Talos, el sobrino de Dédalo.

El nombre de Hera, habitualmente considerado como una palabra griega que significa «señora», podría representar una Herwá («Protectora») original. Era la Gran Diosa prehelénica. Samos y Argos eran las principales sedes de su culto en Grecia, pero los arcadios afirmaban que su culto era el más antiguo y que era contemporáneo de su antepasado nacido de la tierra Pelasgo («antiguo»). El casamiento forzoso de Hera con Zeus conmemora las conquistas de Creta y la Grecia micénica —es decir, cretanizada— y el derrocamiento de su supremacía en ambos países. Probablemente Zeus se transformó en un cuco enlodado en el sentido de que ciertos helenos que fueron a Creta como fugitivos aceptaron empleo en la guardia regia, hicieron una conspiración palaciega y se apoderaron del reino. Cnosos fue saqueada dos veces, al parecer por helenos: alrededor de 1700 a. de C. y alrededor de 1400 a. de C.; y Micenas cayó en poder de los aqueos un siglo después. El dios Indra en el Ramayana también había cortejado a una ninfa disfrazado de cuco y Zeus se apropió entonces del cetro de Hera, coronado por un cuco. Figurillas de pan de oro de una diosa argiva desnuda con cucos se han encontrado en Micenas; y los cucos se posan en un templo modelo de pan de oro del mismo lugar. En el muy conocido sarcófago cretense de Hagia Triada se posa un cuco sobre un hacha doble.

ROBERT GRAVES
LOS MITOS GRIEGOS

28 noviembre 2021

28 de noviembre

El método americano del relevo de la guardia era asimismo característico de la joven nación. A las diez debía ser relevada la primera guardia, que se iba exactamente a esa hora, confiando en que al cabo de pocos minutos llegaría la nueva guardia. Encontré el puesto desierto, crucé la barrera e inmediatamente me interné en el pinar enmarañado que flanqueaba el camino a la derecha.

Como el único remedio contra la melancolía es la acción, resolví escaparme otra vez de mis enemigos. Antes de pudrirme en un campo de prisioneros —que era la suerte que me esperaba en cuanto el hospital fuera trasladado de York Town— prefería arrostrar toda clase de penurias y peligros en las selvas de América como hombre libre. Rumiando en mi mente este plan me presenté al día siguiente, 28 de noviembre, ante el jefe médico y renuncié a mi puesto en el Hospital General, haciéndole saber que me proponía ir a Winchester a reunirme con la tropa. Se me pagó el saldo de la paga que se me debía por mis servicios en el hospital, o sea cuarenta chelines, y entregué mi peluca y mis charreteras, vistiéndome con las ropas de un soldado que ese día había muerto a causa de una herida. Metí en mi mochila camisas, calcetines y otros artículos necesarios, así como también aproximadamente media libra de harina, un poco de carne seca y una botellita de ron; pero esto debía ser sólo una reserva para casos de emergencia. Luego reflexioné sobre la forma de burlar a los centinelas franceses y americanos que vigilaban las barreras en el camino que conducía al Norte. Sería una empresa difícil; pero comprobé que tanto la guardia francesa como la americana eran relevadas a las diez de la mañana, y llegué a la conclusión de que el momento más propicio para eludirlas sería durante el relevo, que distraería su atención.
Mi conclusión resultó acertada. Encontré a la guardia francesa, compuesta de hombres de Soissons que lucían magníficos adornos color de rosa, más atenta a la ceremonia y el despliegue del relevo de la guardia que a su misión primordial, o sea impedir la fuga de los prisioneros. Coloqué una manta alrededor de mi uniforme y me senté en la barrera, aparentando ser un inofensivo espectador. Mientras la primera guardia era inspeccionada por un oficial antes de su relevo, y la segunda era arengada por otro —habiéndose retirado ya el centinela de la primera y no estando apostado todavía el de la segunda—, bajé al otro lado de la barrera y me fui por el camino de Rappahannock.
El método americano del relevo de la guardia era asimismo característico de la joven nación. A las diez debía ser relevada la primera guardia, que se iba exactamente a esa hora, confiando en que al cabo de pocos minutos llegaría la nueva guardia. Encontré el puesto desierto, crucé la barrera e inmediatamente me interné en el pinar enmarañado que flanqueaba el camino a la derecha.

Robert Graves
Últimas aventuras del sargento Lamb

El díptico narrativo que forman Las aventuras del sargento Lamb y Últimas aventuras del sargento Lamb se ha convertido en el gran cicló novelesco sobre la guerra de Independencia de Estados Unidos.
Apoyándose en una ingente cantidad de crónicas de la época y de los textos del propio Lamb, Robert Graves, que al igual que éste sirvió en los Reales Fusileros Galeses, logró con esta obra ofrecer la más clara, ecuánime y emocionante explicación de cómo y por qué los americanos se separaron de la corona británica. Un fresco histórico de Norteamérica e Inglaterra a finales del siglo como sólo Graves podía escribirlo.
En esta segunda parte aparece el célebre relato de la batalla de Guildford (quizás el mayor desastre de esa guerra), considerado una de las mejores recreaciones literarias de una contienda bélica.

04 agosto 2021

4 de agosto

El 4 de agosto, ya reparada la galeota y bastante leña y agua embarcadas como para satisfacer a don Álvaro —aunque el piloto principal exigía más—, se les comunicó a los altos oficiales que al día siguiente se levaría anclas; pero esto debía mantenerse secreto ante sus hombres hasta último momento. No obstante, la noticia se filtró y las tropas se lanzaron frenéticas a sus placeres finales, sin retroceder ante la violación, la sodomía y otras atrocidades, hasta que fueron convocados y confinados a bordo. Al amanecer una partida fue enviada a la cima de la colina de tres picos, para erigir allí tres cruces de madera que fueran visibles desde el mar. Debían grabar otra cruz en la corteza tierna de un árbol, junto con el año, el día y el nombre de nuestros cuatro barcos; pero don Lorenzo, a quien se le había encomendado la tarea, omitió al Santa Ysabel de la inscripción por causa del odio que experimentaba hacia el almirante.Al regresar, un tal Miguel Cierva, colonizador soltero que había perdido en el juego todo lo que poseía y estaba profundamente empeñado por una profusa emisión de pagarés, se separó subrepticiamente de la partida y nunca más se lo volvió a ver. Era herrero de oficio y hombre de cierta piedad. Su deserción parece haber sido impremeditada —porque sólo llevaba consigo su arcabuz, pólvora y una bala—, súbito acto de desesperación del que se arrepentiría noche y día a partir del momento en que se encontrara solo. A menudo me he preguntado qué habrá sido de él después de nuestra partida: si los nativos tomarían en él venganza por nuestras injurias; y en el caso de que no lo hubieran dañado, si encontraría metal para ejercer su oficio; y qué les enseñaría a los nativos; y, sobre todo, cómo se las compondría para vivir sin el consuelo de la religión.

22 abril 2021

22 de abril

EN cada puerto que visitábamos explotaban las reyertas, y como Paita, situado a doscientas leguas al noroeste de El Callao, es uno de los mejores puertos de la costa peruana, en él ocurrió nuestra mejor reyerta. Estaba yo durmiendo una siesta poco después de nuestra llegada temprano por la tarde del 22 de abril, cuando inflamados juramentos y gritos resonaron por el pasadizo y adormilado reconocí la voz del coronel:

—¡Mil pestes y furias os lleven, chivo tonsurado! ¿Cómo os atrevéis a meter vuestro largo hocico en mis asuntos? ¿Qué os importa a quién envío a dónde y para qué? Yo soy el coronel y en cuestiones militares, quien decide, dirige y hace lo que se le antoje, y sólo a la aprobación del general me someto.

Una respuesta dulce y urbana cuyo sentido no pude captar fue interrumpida bruscamente por una nueva andanada de imprecaciones.

—¿De modo que el sargento fue a consultaros? ¿Dijo que temía cometer un pecado mortal si obedecía mis órdenes? ¡Sí que lo cometió! Cuando le eche mano, lo juro por Dios Todopoderoso, lo desollaré como a una raya; y en cuanto a vos ¿cómo os atrevéis a traicionar el secreto de confesión para sembrar cizaña entre yo y mis sargentos? ¡Por el cielo, os trincharé como a un capón, padre de sodomitas!

—¡Paz, paz, hijo mío! —exclamó el otro con voz semejante a un balido. Y luego—: ¡Corréis peligro! ¿No os importa nada vuestra alma inmortal?

—¡Dios mío! —me dije ya del todo despierto—. Ése debe de ser el vicario.

Me arrojé de la litera desnudo con excepción de una ligera camisa y me apresuré a llamar a la gran cabina.

—Rápido, por amor de Dios, don Álvaro —rogué—. Salid al pasillo en seguida para evitar derramamiento de sangre o algo todavía peor.

El general, que se hacía recortar la barba y rezaba el rosario a la vez, se me quedó mirando boquiabierto.

—¡Vaya, si no es Andresito —dijo— con las faldas de la camisa al aire! Muchacho, pareces el virtuoso José huyendo de la mujer de Putifar.

Doña Mariana irrumpió en una sonora carcajada:

—Le hacéis al pobre desdichado demasiado honor, cuñado. Por la expresión de su cara, diría que Putifar lo ha atrapado in fraganti y lo corre con el cuchillo del castrador.

Avergonzado y confuso, cogí una tela de damasco que cubría una mesa y me la até en torno a la cintura con una muda súplica de perdón a doña Mariana.

—Rápido, don Álvaro —repetí—, no hay tiempo que perder. El coronel está a punto de convertir en mártir al padre Juan.

Él se puso en pie de un salto con la toalla del barbero todavía en torno al cuello y me siguió a la puerta, a la que llegamos justo a tiempo. El coronel, con el puño alzado y la cara encendida, avanzaba por el pasadizo hacia nosotros. El vicario, con su cruz de plata en alto, retrocedía delante de él, paso a paso, reiterando:

—¡Largo, pecador, largo!

Cuando la puerta se abrió de un golpe, el buen padre cayó en mis brazos casi desmayado de terror. Lo arrastré a la cabina y lo senté contra una cómoda, dejando que don Álvaro le hiciera frente al coronel.

Robert Graves
Las islas de la imprudencia

Graves se centra en esta ocasión en la expedición encabezada por Álvaro de Mendaña (cuyo propósito era descubrir Australia y colonizar las islas de los Mares del Sur) y en el hallazgo de las islas Marquesas y las Salomón. Al margen de la pugna entre la armada británica y la española, uno de los temas mejor reflejados en la novela es la audacia y valentía de los hombres de mar de la época, y lo que singulariza esta expedición es que, a la muerte de Mendaña, quien se hizo cargo de la expedición fue una mujer extraordinaria que apenas ha dejado huella en la historia, Ysabel de Barreto. De nuevo, Graves ha recuperado un episodio oculto de la historia que sobre todo deleitará al lector español.

25 diciembre 2009

de "Rey Jesús" por Robert Graves

Por ejemplo, la tercera escena se inicia, en un escenario oscurecido, en el establo de Bethlehem.

El gallo (cacareando): ¡Cristo ha nacido!
El toro (mugiendo): ¿Dónde?
El asno (rebuznando): ¡En Beth/ehem!

Estas criaturas no son, a propósito, extraños personajes tomados de las fábulas de Esopo: son animales sagrados. El gallo es sagrado para Hermes, conductor de las almas, y para Esculapio, el médico. Aleja la oscuridad de la noche, es el augur del sol que renace. Recordaréis que casi las últimas palabras que dijo Sócrates antes de beber la cicuta fueron para recordar a un amigo que había prometido un gallo a Esculapio: expresaba, supongo, su esperanza de resurrección. El gallo figura también en el relato de los últimos sufrimientos de Jesús y se interpreta ahora como un augurio de la resurrección, aunque esta explicación me parece rebuscada. El toro y el asno son las bestias simbólicas de los dos mesías prometidos: el mesías hijo de José y el mesías hijo de David, con los cuales identifican los cristianos a Jesús. Los comentadores judíos explican invariablemente los «pies del toro y del asno» mencionados en el capitulo treinta y dos de Isaías como referidos a los dos mesías.

Después de ese breve diálogo entre las criaturas, amanece y se descubre a la sagrada familia reunida. La virgen madre y el niño en su antigua pose: la madre usa un manto azul y una corona de estrellas de plata; el niño, como es tradicional, está en el pesebre de los animales, que se usa para el mismo fin en los misterios délficos y eleusinos. José, barbado, se apoya en un báculo algo más atrás, sin corona y ni siquiera ropaje morado, representando a todos los hombres justos que han conquistado un sitio en la divina iluminación merced a su virtud. Se acerca gradualmente la música distante de flautas y tambores. Entran tres alegres pastores, como aquéllos del monte Ida que adoraban al niño Zeus... O (si está permitido revelar esto) como los mistagogos vestidos de pastores que, en la ceremonia del Adviento que da su nombre a los misterios de Eleusis, presentan a la luz de las antorchas al niño nacido de virgen y exclaman: «¡Alegraos, alegraos, hemos encontrado a nuestro rey, hijo de la Hija del Mar, acostado en esta cesta entre las cañas del río!»
SIGUE...

30 octubre 2008

El dios Pan fuera de lugar

dios Pan

NATURALEZA Y HECHOS DE PAN

Hay quien dice que Hermes engendró a Pan en su unión con Dríope, hija de Dríope, o con la ninfa Enoe. Se dice que era tan feo al nacer que su madre huyó de él atemorizada, y Hermes se lo llevó al Olimpo para divertir a los dioses; pero Pan era hermano adoptivo de Zeus y por lo tanto mucho mayor que Hermes. Aún hay otros que afirman que es hijo de Cronos y Rea; o de Zeus y de Hibris, siendo éste el relato menos improbable.
Vivía en Arcadia, donde guardaba rebaños de vacas y ovejas y también colmenas; participaba en las jaranas de las ninfas de los montes, y ayudaba a los cazadores a encontrar sus presas. Por lo general, era despreocupado y perezoso; lo que más le gustaba era su siesta, y se vengaba de quienes le molestaban con un grito repentino que les hacía poner los pelos de punta.
Pan sedujo a varias ninfas, tales como Eco, y Eufeme, la nodriza de las Musas, quien le dio por hijo a Croto, el Arquero del Zodíaco. En cierta ocasión intentió violar a la casta Pitis, quien sólo logró escapar de él metamorfoseándose en abeto, una rama del cual llevó desde entonces como corona. En otra ocasión persiguió a la casta Siringe hasta el río Ladón, donde ella se transformó en junco; allí, como le era imposible diferenciarla de todos los demás, cortó varios juncos al azar, y con ellos hizo una siringa. Su mayor éxito en el amor fue la seducción de Selene, que consiguió disimulando su aspecto de cabra negra y peluda con vellones blancos bien lavados. Sin haberse dado cuenta de quién era, Selene accedió a montar sobre su lomo y dejarle hacer lo que quisiese con ella.
Los dioses olímpicos, a la vez que despreciaban a Pan, se aprovechaban de sus poderes. Apolo le sonsacó el arte de predecir el futuro, y Hermes copió su flauta, declaró que era un invento suyo, y lo vendió a Apolo.
Pan es el único dios que ha muerto. Un tal Tamo, marinero en una nave que viajaba rumbo a Italia, oyó una voz divina que le gritaba desde la costa: "¡Tamo, cuando llegues a Palodes, proclama que el gran dios Pan ha muerto!" Así lo hizo Tamo y la noticia fue recibida desde la orilla con lamentos.

ROBERT GRAVES; Los mitos griegos

06 septiembre 2008

¡Usa tus remos!

La nave estaba tan cerca de Itaca que se podía ver el humo que salía de los fuegos del palacio real, cuando Ulises se durmió, absolutamente exhausto.
Sus hombres, que pensaban que la bolsa de cuero contenía vino, desataron el hilo de plata y la abrieron del todo. Los vientos salieron de golpe bramando, conduciendo la nave ante ellos. Había transcurrido menos de una hora cuando Ulises se encontró de nuevo en la isla del rey Eolo, disculpándose y suplicando más ayuda. Eolo se la denegó.
-¡Usa tus remos! -gritó secamente.
Los hombres de Ulises remaron y al día siguiente llegaron a Formia, un puerto italiano cerrado y habitado por los caníbales lestrígonos. Atracó su flota en la playa y mandó a algunos marineros a buscar agua. Pero, reunidos sobre los acantilados, los lestrígonos lanzaron piedras que hicieron pedazos sus naves. Después asesinaron y se comieron a la tripulación. Ulises escapó en una nave.
De ROBERT GRAVES - LA GUERRA DE TROYA

22 de noviembre

  Deirdre frunció el entrecejo. —No al «Traiga y Compre» de Nochebuena —dijo—. Fue al anterior… al de la Fiesta de la Cosecha. —La Fiesta de...