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22 abril 2024

VÍA LÁCTEA

VÍA LÁCTEA

Un gorrioncillo se esforzaba, por quebrar la gélida corteza de un jardín de invierno, en busca de un gusano, una semilla.
Como los hombres contra el cristal del cielo miran encandilada la Vía Láctea, por si esa luz viene de lo Alto, según pensaban los antiguos.
Vanamente.

Tiempo de Eurídice por José Jiménez Lozano

21 abril 2024

NOCHE DE ESTÍO

NOCHE DE ESTÍO

Una noche así, en su negrura, la lámpara de plata iluminando mi duda y un poco de esperanza, es como un antiguo santuario ya en desuso.
Pero ahí, aún se oye, lento, el paso cansado de los dioses.
¿O es sólo el cárabo en vigilia de mis pensamientos?

Tiempo de Eurídice de José Jiménez Lozano

20 abril 2024

TARDE DE VERANO

TARDE DE VERANO

Se alza la telaraña como un paño de seda entre las matas de la magarza y la amapola y, bajo él, una monacal hilera de hormigas, coleópteros andan ordenando sus repúblicas.
Roznan las ruedas, a lo lejos, de una gran tormenta, con sus signos de luz zigzagueante, y aquí descargará su ira sobre este baldaquino y esas vidas tan inocentes y minúsculas.
¿Por qué, Agustín, por qué? preguntaba siempre Alipio.

Tiempo de Eurídice de José Jiménez Lozano

18 abril 2024

TARDE DE JUNIO

TARDE DE JUNIO

Como cuando yo era niño, planean las golondrinas, los vencejos, y hay exámenes, amapolas y doradas espigas.
Mas no recuerdes ya, ni tengas posesión de memoria.
Has de preguntarte cómo era, si blanco o rojo el pecho de la golondrina, o si la tórtola zurea su soledad, y Filomena canta en lo umbrío.
Tienes que inventarte el mundo, como entonces.

TIEMPO DE EURÍDICE de José Jiménez Lozano

17 abril 2024

LA HIERBA DEL VERANO

LA HIERBA DEL VERANO

Cuando sólo está instruida del relente de la misericordiosa noche del verano, y sólo un tímido rocío la ha tocado, con sus dedos de cristal tan puro, o con sus pestañas de Medusa ¡cuan consoladora y dulce la hierba que te acoge!
Entonces, no necesitas otro amor, otra creencia, otro título, y ni siquiera es necesario que esa hierba sea eterna. Mañana será arrojada al horno como heno, pero has acariciado su textura tan verde y femenina, la has entregado tus pesares, y eso te basta.

TIEMPO DE EURÍDICE de José Jiménez Lozano


 

14 abril 2024

NIEVE EN PRIMAVERA

NIEVE EN PRIMAVERA

Asómate a la ventana: llueven rosas, mariposas quizás revolotean, construidas en las aéreas estancias de lo Alto; nacidas allá arriba, donde nuestros deseos y esperanzas, al subir, sucumben, ¿Te acuerdas de la Vía Láctea en el verano, que deja pasar la luz de la puerta del palacio de los dioses, como si estuviera mal cerrada?
Por allí ha debido de bajar esta hermosura, porque quizás los dioses celebran una fiesta y envían tal regalo nupcial hacia la tierra.

TIEMPO DE EURÍDICE de José Jiménez Lozano


10 abril 2024

NIEVE EN PRIMAVERA

NIEVE EN PRIMAVERA

Hoy la nieve ha caído, lenta, sobre los alhelíes y las lilas, y el cuco no ha cantado; admiróse el lagarto, un ágil nieto del antiguo, pesado dinosaurio, que esperaba el sol de primavera, y fue arrastrando por el frío su viscoso vientre de político.
Sobre el periódico y sus crímenes cayó este gran sudario, la blanca castidad, el velo para seguir creyendo, el hombre renovado en un niño que levanta muñecos y se apedrea con blancos proyectiles.
La liebre, con sus bigotes sorprendidos, mira las tiernas hojas del magnolio, blancas, y tu alegría como de un pájaro.

TIEMPO DE EURÍDICE de José Jiménez Lozano

08 abril 2024

LA LLUVIA

LA LLUVIA

Las duras hojas del evónimo, que resistieron el invierno, han sido visitadas por la lluvia y brillan.
Nuestra esperanza es más tardía y obstinada: no nos visita siempre por abril, ni en primavera.

TIEMPO DE EURÍDICE de José Jiménez Lozano

07 abril 2024

LAS HOJAS DEL EVÓNIMO: PRIMAVERA

 LAS HOJAS DEL EVÓNIMO: PRIMAVERA
 
Antiguamente, cuando la luna nueva alzaba su memoria de nuevos pastos en lejanos valles, ellos sacrificaban un cordero y ponían en marcha a sus rebaños.
Pero la sangre es roja y, al alzarse la luna nuevamente, crucificaron luego a un hombre: abril, el viento largo, la tardía helada, y desolación nos punzan.
Mas se lavan las manchas, y la luna ilumina los amores lascivos, y los otros, sonoras primaveras, dulces de narrar como se narra el árbol o las lilas difunden su violeta hermosura.
No recordamos nada, o sólo esos enlaces del cuerpo, y humedad de hierba, ardiente el sol, los senos, y los ojos.
 
TIEMPO DE EURÍDICE de José Jiménez Lozano

16 febrero 2023

TRECE LINEAS (más o menos) y una imagen (29 de 365)

 LA CAJITA DE CORNELL

LA CAJITA DE CORNELL
En un campo de lirios, monasterio de pájaros, riendo Sören Kierkegaard, con pantalón cortilargo, la cara enharinada, vestido de payaso. La ciudad arde al fondo, un soberbio espectáculo. La cajita de Cornell se llama “Avisando”. CUADERNOS DE REMBRANDT. José Jiménez Lozano

15 febrero 2023

TRECE LINEAS (más o menos) y una imagen (28 de 365)

 PAISAJE INVERNAL

PAISAJE INVERNAL

Desnudos árboles de invierno, solitario estornino pensativo. ¿Blanco ya el mundo? ¿O embozado en blancura solamente? CUADERNOS DE REMBRANDT. José Jiménez Lozano

12 febrero 2023

TRECE LINEAS (más o menos) y una imagen (25 de 365)

 ADVIENTO
En Adviento, huellas en la nieve de alguien, que no encontró albergue, y pasó de largo. Quizás murió ya fuera de la aldea, mas no se supo, con el deshielo luego. CUADERNOS DE REMBRANDT. José Jiménez Lozano

ADVIENTO

11 febrero 2023

TRECE LINEAS (más o menos) y una imagen (24 de 365)

 FINA LLUVIA
Entre la neblina de la fina lluvia, sol tornasolado que ilumina, el oro mate de los árboles ya heridos por el cuchillo del otoño. Todavía el ultimo verdor exasperado, como siempre lo es la última esperanza. "CUADERNOS DE REMBRANDT". José Jiménez Lozano

Fina lluvia

09 febrero 2023

TRECE LINEAS (más o menos) y una imagen (23 de 365)

FINA LLUVIA

Entre la neblina de la fina lluvia, sol tornasolado que ilumina, el oro mate de los árboles ya heridos por el cuchillo del otoño. Todavía el ultimo verdor exasperado, como siempre lo es la última esperanza. "CUADERNOS DE REMBRANDT". José Jiménez Lozano

 Fina lluvia

27 diciembre 2022

Niebla.

 La humedad que deja la niebla en el tronco de los árboles, en la madera cortada para la chimenea, y en el barro del ladrillo y de las tejas, es como un barniz admirable mientras el sol se inclina, como lo hace en invierno, de un modo amable y dulce, sin llamar la atención realmente. (p.12) LA LUZ DE UNA CANDELA. José Jiménez Lozano (1989)

25 diciembre 2022

aunque el Niño estaba dormido, y nadie hablaba, y todos se decían las cosas por señas

IV El romano


Algunos de los que iban aquella noche en el grupo de pastores hasta el establo que estaba un poco lejos del pueblo, y mucho más cerca de donde estaban las majadas, divisaron enseguida a un hombre muy alto, que luego vieron que tenía el pelo muy blanco según relucía a la luz de las antorchas que llevaban. Estaba como paseando con un farol en una mano, de arriba abajo, a lo largo del caminillo, o como esperando a alguien, a pesar de que la noche era más bien fría, aunque también vieron luego que llevaba una buena pelliza de pieles hasta los pies; y se preguntaban señalándole con un movimiento de barbilla:

Y ese ¿quién es?

—Ése es uno de ellos, un romano, el que apunta los nombres de la lista de todos nosotros y de los forasteros, que ha mandado hacer quien manda en Roma —dijo un jovencito que apenas tenía esbozo de una barba rubia.

—Pues ése no es quien estaba allí, cuando yo me fui a apuntar; no era tan alto —dijo otro miembro de bastante edad del grupo de pastores.

—Porque ése es el jefe de los que apuntan, y el peor de todos, que ha venido de parte del César de Roma, que es el que está ocupando esta tierra nuestra, como todos sabéis.

—Tú estás muy politizado, chaval. ¡Olvídate! ¡Tanto me dan a mí los de allí como los de aquí, Moshé! Tú eres muy joven, y tienen muchas imaginaciones y vericuetos en la cabeza. Ahora vamos a ver a un niño nuestro, que es mucho más importante. ¡Déjate de política!

Y el mocito se calló de mala gana, e incluso parecía que iba a contestar, pero el forastero se acercó entonces al grupo, cuando pasaban precisamente junto a él, y preguntó:

—¿Es por aquí por donde se va al establo?

—Sí señor —contestaron casi todos a la vez.

—¿Y ustedes van a ese establo?

—Sí señor.

—¿Y ustedes tendrían entonces algún inconveniente en que yo me uniera a ustedes?

Y hubo en este momento un silencio, mientras los unos se miraban a los otros, y había también quienes bajaban los ojos o miraban a la oscuridad; pero al final dijo uno del grupo:

—Con mucho gusto, pero es que nosotros somos pastores que estábamos en la majada, y nos han avisado.

—¿Y de que les han avisado? si puede decirse.

Y le contestaron como pudieron, pero con mucho cuidado de que no se les fuese la lengua, aunque diciendo claramente que lo que les habían dicho los mensajeros era que les había nacido un niño.

—¡Un Niño! «Puer natus est nobis, filius datus est nobis», y, como decía el dulce Virgilio: «Iam nova progenies caelo demittitur alto!».

Ellos quedaron como alelados con la boca abierta, pero sonriendo como si adivinasen que eso significaba algo bueno, y que por eso lo decía muy contento.

—Pero ¿qué dice? Nosotros no entendemos el romano, señor.

—Ni queremos —añadió el jovenzuelo politizado.

—¡Pues tú te lo pierdes, hijo! Nunca conocerás al dulce Virgilio —dijo el forastero.

Y luego explicó a todos que lo que había dicho era repetir en su lengua que «Nos ha nacido un Niño; se nos ha dado un Hijo», y que el poeta Virgilio decía, en el verso que les había recitado, que había descendido del cielo una nueva clase y familia de hombres.

—¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! —contestaron todos maravillados

Y luego uno de los ancianos dijo:

—¿Y qué hace por estas tierras el buen hombre, si es que se puede preguntar sin ofender?

Él contestó que, aunque era romano, porque había nacido allí, en Roma, siempre había vivido por estas tierras del Oriente, y que su mujer era parienta y descendiente de la Reina de Saba que había visitado a Salomón.

—El mundo es un pañuelo —comentó otro pastor anciano.

Y dijo luego al forastero que seguramente sabía que Salomón era hijo de David, y que David y la casa de David arrancaban de este pueblo de Belén.

Continuaron a seguido hablando de que, cuando les habían invitado a ellos los mensajeros, les habían informado de que el Niño que iban a ver también era de esta familia; y hablando luego del tiempo, y concretamente de la noche clara que había quedado desde que habían visto los resplandores de los mensajeros que les habían invitado, llegaron ya al establo donde había ya otros pastores y dos o tres mujeres que se afanaban por allí, una asnilla y un buey, muy despabilados y que parecían atender a las conversaciones; y el Niño con sus padres, aunque el Niño estaba dormido, y nadie hablaba, y todos se decían las cosas por señas. Sobre todo, para señalar al romano con aquella pelliza tan calentita que enseguida se la quitó y se la echó encima al Niño.

Estuvo mucho rato parado allí, y a lo mejor era porque era corto de vista, y, como se acercó mucho a ver si se rebullía el Niño, y, como tenía aquel hombre una nariz muy larga al igual que el pico de los loros, y mucho más en curva que las narices de los judíos, se la cogió el Niño con la mano bien fuertemente, y el forastero se rio, y todos vieron que el Niño también se reía.

Y luego ya llegaron sus padres que estaban avivando una lumbrecilla en un rincón, y tomando un caldo caliente su madre, y el forastero se puso a hablar con ellos con una ceremonia de palabras y de acciones con las manos, como si hablara con reyes antiguos. Pero entonces el joven que estaba politizado les contó a quienes allí estaban quien era aquel forastero, y algunos dijeron:

—Pues este viene a por el Niño y se lo lleva envuelto en la pelliza con que le ha arropado para disimular, porque los romanos son capaces de todo.

—Sí, de eso y de mucho más —comenzó a decir ahora de nuevo el joven, pero como tartamudeando.

Y continuó a seguido:

—Pe-pe-pero, eés-éste no, eéste no.

—Éste no ¿qué? —le urgían todos— ¡Acaba de decir las cosas de una vez!

Y, por fin, repitió a derechas tres veces que ya no quería ser político, y dijo que este señor romano, de tan bueno como era, seguro que cuando el Niño le cogió con la mano la nariz, seguro que se la hubiera cortado y dejado allí para que jugase con ella, o a lo mejor hasta se quedaba el allí en el establo para que, cada vez que le viese el Niño, se riese. Y ya le había dado su pelliza de pelo de camello, ¿no?

Y que, además, la mujer del romano era parienta de la reina de Saba.

—¡Pues menuda peje de lista que era esta, como dice la Escritura! —añadió la señora Marta que estaba, en ese momento, dando unas puntadas en un lienzo—. Mucho más que Salomón; cien veces por lo menos.

Y el rapaz seguía como escuchando muy atento, y sonriéndose, mientras contaban cosas de la Reina de Saba.

El libro de los visitantes

19 noviembre 2022

SOL DORAMEMBRILLOS

 SOL DORAMEMBRILLOS

Sol doramembrillos en la tarde,
y piensas siempre
en el frutero azul del aparadorcito de tu infancia
tan antiguo, y el dorado arrope:
la merienda. Siempre piensas.
Mas ya no es aquel sol, ahora madura
tu propio cuerpo con otoños
también rojos y dorados, dulces,
pero sabes
que no es azul, ni de cristal la tumba,
ni infancia, ni merienda hay en lo oscuro. 

JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO 
TIEMPO DE EURÍDICE
Ed. Fundación Jorge Guillén.
Valladolid, 1996.

17 octubre 2022

y no haciendo más ruido su muerte que la de la nieve cayendo sobre la nieve

Hoy -dice Christian Bobin, en su libro, La lumière du monde- numerosos escritores pretenden amar el infierno, lo que muestra únicamente que no lo conocen. El odio de Proust por el sol, o el de Sartre por los árboles parece muy revelador de esta sociedad enferma. Se hace de la desgracia una cosa literaria que funciona muy bien."
Desde que André Gide dijo aquello de que la buena literatura no se hace con buenos sentimientos, que es una verdad muy obvia, es una inmensa cantidad de basura y horror la que se ha producido; pero se quiere ir más allá por ese camino en pos de "la Gran Literatura".
Lo inadmisible, en cualquier caso, es encontrarse con la bondad humana, y el propio Bobin, en Ressusciter nos hace un soberbio retrato de ella, cuando habla de "Mademoiselle J. Esta mujer, "a quien muchos llamaban 'Mademoiselle, aunque tenía ya setenta años, trabajaba como bibliotecaria en un centro cultural, forrando con plástico pesados libros de arte que ningún lector venía a pedir en préstamo. Sus gustos, su humor y los tonos de sus vestidos: todo en ella parecía frágil y un poco desusado, como una acuarela en la que el color rosa ha dominado. Una dulzura y recogimiento cernían los ojos de quien, porque no había causado el mal a nadie, había atravesado esta vida sobre la punta de los pies, sin que nadie la viera, y no haciendo más ruido su muerte que la de la nieve cayendo sobre la nieve. Quizás el mundo es continuamente salvado de la ruina a la que tiende por estos seres que nadie jamás nota".
Sin duda ninguna es así. Y es una dicha y un don el encontrar a seres humanos similares y, si hemos tenido algún trato con ellos, aunque sea por un tiempo brevísimo, ya no salen de nuestra ánima. Y, a veces, el disfraz de esta clase de ángeles sostenedores del mundo es un poco ridículo, pero diríamos que es así como ocultan sus alas para pasar inadvertidos.
Los demás mortales, como también dice Bobin, "nos hacemos mucho daño los unos a los otros, y luego, un día, morimos". (pp. 133-134)
José Jiménez Lozano
Los cuadernos de Rembrandt

22 septiembre 2022

Paisaje. El mudejarillo. José Jiménez Lozano

 Paisaje

Y cuando se fueron a vivir a Arévalo, pues era igual pero no era lo mismo, y le preguntaban los muchachos de Arévalo que cómo era su pueblo del niño: Fontiveros.
—Pues un pueblo —decía el niño.
Pero que estaba lleno de cosas y tenía la torre y la iglesia, las campanas y la cigüeña, la plaza y las calles, los palacios, las casas y las nagüelas; los corrales, los cobertizos, los establos, los zaguanes, los portales, las puertas, los portones, las portadas, las puertas traseras, los portillos, las portezuelas, los canceles, las ventanas, las claraboyas, las gateras, los miradores, las celosías, los balcones, las buhardillas, los ojos de buey; las verjas, las rejas, las vallas, los aleros, las chimeneas, los salientes, los colgadizos, los huertos, las huertas, las bardas, los cigüeñales, los arrabales, las cijas, las ovejas, los perros, los asnos, las mulas, los bueyes, los caballos, las vacas, las terneras, los corderos, las cabras, los cabritillos, las gallinas, los gallos, los pollitos, los conejos, las palomas, las torcaces, los dormileros, los mochuelos, los aguiluchos, las alondras, los tordos, las perdices, las codornices, las garzas, las avutardas, los topos, los erizos, los grillos, los sapos, los lagartos, las lagartijas, las ranas, los renacuajos, las culebras, los escarabajos, los saltamontes, las aceiteras, las lombrices, las orugas, las mariposas, las rosas, los lirios, los geranios, los pensamientos, las azucenas, los acianos, los escaramujos, las zarzas, las retamas, el hinojo, el tomillo, el romero, la menta, la hierbabuena, el yantel, las acederas, el espliego, el cantueso, los berros, los espárragos, las coles, las lechugas, los judigüelos, los ajos, las cebollas, los manzanos, los perales, los guindos, las higueras, los membrillos, los álamos, los chopos, las parras, las vides, las encinas, los robles, la luna, las estrellas, el carro triunfante, las Tres Marías, el lucero del alba, la estrella del pastor, el sol de agua, la solanilla, la sombra, la lluvia, la primavera de mayo, el aire austro, el verano, la otoñada, la siembra, el cierzo, el ventisquero, la nieve, el ventarrón, los truenos, los relámpagos, los rayos, las exhalaciones, los trabajadores, los gañanes, los truhanes, los trujimanes, los alarifes, los albañiles, los maestros de obras, los carpinteros, los ebanistas, los tallistas, los pedreros, los peones, los caleros, los yeseros, los ladrilleros, los baldoseros, los ensoladores, los aguadores, los carreteros, los odreros, los taberneros, los mieleros, los melcocheros, los queseros, los aceiteros, los molineros, los horneros, los anacalos, los panaderos, los amasadores, los pasteleros, los recaderos, los verederos, los propios, los correos, los mayorales, los pastores, los rabadanes, los zagales, los esquiladores, los pelaires, los zurradores, los pelliteros, los tejedores, los burateros, los sastres, los buhoneros, los plateros, los sombrereros, los zapateros, los chapineros, los remendones, los herreros, los cerrajeros, los guadañeros, los joyeros, los boneteros, los labradores, los hortelanos, los maestros de niños, los dómines, los latinistas, los médicos, los boticarios, los cirujanos, los sangradores, los curas, los hidalgos, los nobles, los frailes. Las monjas, las beatas, las damas, las dueñas, las señoras, las criadas, las esclavas, las fregadoras, las recaderas, las amas, las ayas, las cereras, las amortajadoras, las lloradoras, las curanderas, las mondongueras, las lavanderas, las costureras, las bordadoras, las que dan hierro, las enamoradas. Las torrenteras, el río, los regatos, las lagunas, los labajos, los manantiales, las fuentes, los caños, los pinares, las alamedas, los almendrales, las olmedas, las choperas, las povedas, los encinares, los robledales, los trigales, los cebadales, los centenos, los garrobales, los barbechos, los guisantales, los garbanzales, los senderos, los puentes, los pasos, los vados, los zanjones, lo llano, la niebla, el rocío, la montaña que se ve lejos y hace así alabeando. Y los cristianos y los moriscos, y muchas cosas y muchos oficios más.
—¿Y cómo se llama tu pueblo?
—Fontiveros.
—¿Y cómo va a haber tantas cosas en tu pueblo, si es más pequeño que Arévalo?
Y el niño respondía:
—No sé.

JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO
El mudejarillo

21 septiembre 2022

LA URRACA. El tiempo de Eurídice. José Jiménez Lozano

 LA URRACA
 
Graznando, escapa hacia su nido la urraca, en el ocaso.
¿Quién sabe si es un grito de victoria, una burla, o un lamento? 
En cualquier caso, resume lo que piensa de nosotros, ¡y es un juicio tan breve!
José Jiménez Lozano
El tiempo de Eurídice