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11 abril 2022

Sobre el cuco - por los ventosos pasos de montaña, mientras el cuco canta, los primeros brujos del otoño descienden

 LAS TENTACIONES DE SAN ANTONIO

Cuando el verano toca a su fin, los señores veraneantes se han ido y los lugares más bellos se quedan desiertos (pero en los bosques los cazadores disparan y por los ventosos pasos de montaña, mientras el cuco canta, los primeros brujos del otoño descienden ya con sus enigmáticos sacos a la espalda), puede ser que las grandes nubes de los atardeceres se reúnan, entre las cinco y media y las seis, para tentar a los pobres curas de aldea.

Precisamente a esa hora, don Antonio, joven coadjutor de la parroquia, enseña a los niños el catecismo en el oratorio que en el pasado fue gimnasio de los trabajadores. Aquí está él, de pie; allí, los bancos en los que se sientan los niños y, al fondo, el gran ventanal orientado al este a través del cual se ve el plácido y majestuoso Col Giana iluminado por el último sol.

—In nomine Patris et Filii et… —dice don Antonio—. Niños, hoy os hablaré del pecado. ¿Alguno de vosotros sabe qué es el pecado? Por ejemplo, tú, Vittorio, que no comprendo por qué siempre te sientas tan atrás… ¿Sabes decirme qué se entiende por pecado?

—Pecado… pecado… es cuando uno hace cosas feas.

—Sí, claro, más o menos es eso. Pero es más correcto decir que el pecado es ofender a Dios desobedeciendo alguna de sus leyes.

29 marzo 2022

Sobre el cuco - a voz del cuco por la noche, cosas naturales e inocentes

Hay madres que dicen: «No consigo entender qué gusto puede haber en contar a los niños historias de fantasmas; luego se asustan y de noche se ponen a gritar porque han oído el ruido de un ratón». Y quizá las mamás tengan razón. Pero hay que considerar tres cosas: primero, que los espíritus, admitiendo que existan, jamás han hecho mal a los niños; ni siquiera han hecho daño a nadie. Son los hombres los que los quieren tener miedo; los espíritus o los fantasmas, si es que existen (y hoy día prácticamente han desaparecido de la faz de la tierra), son como el viento, la lluvia, las sombras de los árboles, la voz del cuco por la noche, cosas naturales e inocentes; y probablemente están tristes por tener que estar solitos en viejas casas melancólicas y deshabitadas; probablemente, como no los ven casi nunca, tienen miedo de los hombres, y si demostrásemos un poco más de confianza, se volverían amables o se pondrían a jugar encantados; por ejemplo, al escondite.

Dino Buzzati
La famosa invasión de Sicilia por los osos

25 noviembre 2021

25 de noviembre

Espesísima la nieve bajaba del cielo, depositándose en las terrazas y poniéndolas blancas. Al mirarla, Drogo sintió con más agudeza el ansia de costumbre, intentaba expulsarla en vano pensando en su joven edad, en los muchísimos años que le quedaban.

Mientras Drogo y Simeoni estaban discutiendo así, un día empezó a nevar. «Aún no ha terminado el verano —fue el primer pensamiento de Drogo— y ya ha llegado el mal tiempo.» Le parecía, en efecto, que acababa de regresar de la ciudad, que aún no había tenido tiempo de organizarse como antes. Y, sin embargo, en el calendario estaba escrito 25 de noviembre; se habían consumido meses enteros.

Espesísima la nieve bajaba del cielo, depositándose en las terrazas y poniéndolas blancas. Al mirarla, Drogo sintió con más agudeza el ansia de costumbre, intentaba expulsarla en vano pensando en su joven edad, en los muchísimos años que le quedaban. El tiempo, inexplicablemente, había echado a correr cada vez más veloz, se tragaba los días uno tras otro. Bastaba con mirar alrededor y ya caía la noche, el sol giraba por abajo y reaparecía por el otro lado para iluminar el mundo lleno de nieve.

Los otros, sus compañeros, parecían no advertirlo. Hacían el servicio habitual sin entusiasmo, incluso se alegraban cuando en las órdenes del día aparecía el nombre de un mes nuevo, como si hubieran ganado algo. Menos tiempo que pasar en la Fortaleza Bastiani, calculaban. Tenían, pues, una meta, mediocre o gloriosa, con la que sabían contentarse.

El propio comandante Ortiz, que andaba ya por los cincuenta años, asistía apático a la fuga de las semanas y de los meses. Ahora había renunciado a sus grandes esperanzas y decía:

—Una decena de años más, y me llega el retiro.

Regresaría a su casa, en una vieja ciudad de provincias —explicaba—, donde vivían algunos parientes suyos. Drogo lo miraba con simpatía, sin lograr entenderlo. ¿Qué haría Ortiz allá abajo, entre los civiles, sin ninguna finalidad, solo?

—He sabido contentarme —decía el comandante, dándose cuenta de los pensamientos de Giovanni—. Año tras año he aprendido a desear cada vez menos. Si las cosas me salen bien, volveré a casa con el grado de coronel.

—¿Y después? —preguntaba Drogo.

—Después, nada más —dijo Ortiz con sonrisa resignada—. Después esperaré aún… satisfecho con el deber cumplido —concluyó burlonamente.

—Pero aquí, en la Fortaleza, en esos diez años, no cree que…

—¿Una guerra? ¿Piensa usted aún en una guerra? ¿No hemos tenido bastante?

En la llanura septentrional, en los límites de las nieblas perennes, ya no se veía nada sospechoso; incluso la luz nocturna se había apagado. Y Simeoni estaba satisfechísimo. Eso demostraba que él tenía razón: no se trataba de una aldea ni de un campamento de gitanos, sino sólo de obras, que la nieve había interrumpido.

Dino Buzzati
El desierto de los tártaros

La fascinación que desde su aparición en 1940 ha despertado El desierto de los tártaros, la más célebre novela de Dino Buzzati, proviene del paisaje formal de la fábula que narra, no de su significación oculta. Con todo, la historia del oficial Giovanni Drogo, destinado a una fortaleza fronteriza sobre la que pende una amenaza aplazada e inconcreta, pero obsesivamente presente, se halla cargada de resonancias que la conectan con algunos de los más hondos problemas de la existencia: la seguridad como valor contrapuesto a la libertad, la progresiva resignación ante el estrechamiento de las posibilidades vitales de realización, la frustración de las expectativas de hechos excepcionales que cambien el sentido de la existencia.

22 de noviembre

  Deirdre frunció el entrecejo. —No al «Traiga y Compre» de Nochebuena —dijo—. Fue al anterior… al de la Fiesta de la Cosecha. —La Fiesta de...