07 abril 2022

Sobre el cuco - Chirrían los picocruzados, alborotan los paros, se ríe el cuco, silba la oropéndola, resuena de continuo el celoso canto del pinzón, canta también con pena un pájaro raro: el picogordo.

 —Según dice el pope, la madre de Dios era hija de Yoakim y Anna.
—¿Por lo tanto, se llamaba María Yakímovna?
La abuela acaba por enfadarse; está ante mí y me mira severa, de frente, a la cara.
—Como vuelvas a pensar esas cosas, ¡te daré una buena azotaina!
Pero, un momento más tarde, me explica:
—¡La Santa Virgen existió siempre, antes que todo! De ella nació Dios, y después…
—¿Y Cristo, cómo nació?
La abuela, cerrados los ojos de turbación, calla.
—¿Cristo? Verás, verás…
Me doy cuenta de que he vencido, de que la he enredado en los misterios divinos, pero ello me produce desagrado.
Nos internamos cada vez más en el bosque, en la niebla azulenca, cortada por los rayos de oro del sol. En el cálido ambiente acogedor del bosque cobra aliento un murmullo singular, un murmullo soñador y que incita al ensueño. Chirrían los picocruzados, alborotan los paros, se ríe el cuco, silba la oropéndola, resuena de continuo el celoso canto del pinzón, canta también con pena un pájaro raro: el picogordo. Unas ranillas de esmeralda saltan de nuestros pies; entre unas raíces, alzada la cabeza de oro, guardándolas, yace una culebra. Sonora, parte piñones la ardilla, en las anchas ramas de los pinos se columbra por un instante su esponjosa cola; es increíble la cantidad de cosas que se ven, y se quisiera ver más todavía, adentrarse sin cesar.
Entre los troncos de los pinos aparecen figuras enormes, transparentes, aéreas, de gentes que se esfuman en la verde espesura; a través de ella, clarea un cielo añil con inscrustaciones de plata. A nuestros pies se extiende una mullida alfombra de musgo recamada de arándanos rojos, bordada con los secos hilos de la kliukva; las bayas de la kostianika refulgen entre la hierba como gotas de sangre, las setas exhalan un fuerte, incitante olor.
—Santísima Madre de Dios, clara luz sobre la tierra —reza entre suspiros la abuela.
En el bosque parece la dueña de todo, algo consubstancial con cuanto la rodea; camina como una osa, todo lo ve, todo es objeto de sus elogios y motivo de su gratitud. Diríase que de su persona emana un calorcillo acogedor, que se expande por el bosque, y cuando el musgo, hollado por su pie, se endereza y recobra su tersura, experimento una sensación especialmente grata.
Va uno por el bosque y piensa: ¡Quién fuera bandido para robar a los avarientos, a los ricos, y entregar el botín a los pobres! Para que todos estuviesen hartos y contentos y no tuvieran envidia ni se ladrasen los unos a los otros, como perros furiosos. ¡Quién pudiera llegar hasta el Dios de la abuela, hasta su Virgen Santa, y contarles toda la verdad acerca de lo mal que vive la gente, de la mala manera, ultrajante, que se entierran unos a otros en la miserable arena. Y, en general, de cuantas cosas ultrajantes e innecesarias ocurren en el mundo! Si la Madre de Dios me cree, que me dé un talento tan grande, que yo pueda arreglarlo todo de otra manera, mejor. Y que las gentes crean en mi palabra. ¡Con qué afán buscaría yo la forma de vivir mejor! No importa que sea pequeño, pues Cristo sólo tenía un año más que yo y, en aquel tiempo, bien que escuchaban los sabios sus palabras…
Una vez, cegado por mis pensamientos, caí en una profunda hoya, haciéndome un rasguño en un costado, con una rama, y una desolladura en el cogote. Quedé sentado en el fondo sobre el barro frío, pegajoso como el alquitrán, y, con gran vergüenza mía, me di cuenta de que no podría salir de allí con mis propias fuerzas; asustar a la abuela, dando gritos, no me parecía conveniente. No obstante, la llamé.
Me sacó en seguida y, santiguándose, dijo:
—¡Gracias, Dios mío! Menos mal que la guarida estaba vacía, pero ¿y si llega a estar el dueño tumbado en casa?

Máximo Gorki
Por el mundo
Trilogía autobiográfica - 02

Por el mundo narra los primeros pasos de Alexei en un universo, el de los adultos, complejo y lleno de matices. Asistiremos a su aprendizaje de multitud de oficios, que lo llevarán de ser empleado en una zapatería a capataz, pasando por fregaplatos en un barco que traslada presos a Siberia, criado en la casa de unos familiares o vendedor en una tienda de iconos.
En las páginas de este volumen se nos presentan una gran cantidad de personajes, algunos oscuros y míseros, otros en cambio deslumbrantes; de ellos aprenderá el joven Gorki sobre los rigores de la vida y también sobre la gran literatura, que se convertirá en su refugio y en la forja de su carácter.

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Paisaje con amapolas