Y en otra carta, del 5 de agosto de 1979, Lilienka me escribe:
«…pero dejemos eso ahora, si alguna vez nos vemos puede que te hable del estupor que me han causado tus palabras. ¿A qué aludes ahora, en la “nota sobre mí mismo” de tu libro…, cuando hablas de una madre que se suicidó “por desilusión y nostalgia”? ¿Algo no iba bien? Perdóname, estoy hurgando en la herida. En la herida de tu padre, que en paz descanse, y en especial en la tuya, e incluso en la mía. No sabes cuánto echo de menos a Fania, y sobre todo en los últimos tiempos. Me he quedado muy sola en mi pequeño y estrecho mundo. La añoro. También a otra amiga nuestra, Stefa, que dejó este mundo con dolores y sufrimientos en el año 1963… Era pediatra y su vida fue un desengaño tras otro, tal vez porque creía en los hombres. Stefa sencillamente se negaba a entender de lo que son capaces algunos hombres (por favor, no te lo tomes como algo personal). Las tres éramos muy amigas en los años treinta. Yo soy el último mohicano de todos los amigos y amigas de entonces. Intenté suicidarme dos veces, en el 71 y en el 73, pero no lo conseguí. No lo intentaré más… Aún no ha llegado el momento de hablar contigo de las cosas que atañen a tus padres…, han pasado muchos años…, no, aún no estoy preparada para expresar por escrito todo lo que quisiera. Y eso que antes sólo sabía expresarme por escrito. Tal vez nos veamos algún día, para entonces muchas cosas pueden haber cambiado… Por cierto, quiero que sepas que tu madre y yo, y otras chicas del grupo Hasho mer Hatzair de Rovno, considerábamos a la pequeña burguesía lo peor que podía haber en el mundo. Todas procedíamos de casas así. Tu madre nunca fue “de derechas”…, sólo cuando entró a formar parte de la familia Klausner simuló que era uno de ellos: en casa del “tío Yosef” estaban siempre todos los periódicos, excepto Davar. El más fanático de todos era el hermano Betzalel Elitzedek, ese hombre tan amable cuya esposa cuidó del profesor cuando éste enviudó. De todos ellos, sólo a tu abuelo Alexander, que en paz descanse, le tenía yo cariño…».
Amos Oz
Una historia de amor y oscuridad
Amor y oscuridad son dos de las fuerzas que interaccionan en este libro, una autobiografía en forma de novela, una obra literaria compleja que comprende los orígenes de la familia de Amos Oz, la historia de su infancia y juventud, primero en Jerusalén y después en el kibbutz de Hulda, la trágica existencia de sus padres, una descripción épica del Jerusalén de aquellos años, de Tel Aviv, que es su reverso, entre los años treinta y cincuenta. La narración oscila hacia delante y hacia atrás en el tiempo y refleja más de cien años de historia familiar, una saga de relaciones de amor y odio hacia Europa, que tiene como protagonistas a cuatro generaciones de soñadores, estudiosos, poetas egocéntricos, reformadores del mundo y ovejas negras. Esta amplia galería de personajes prepara un «cocktail genético» del que nacerá un hijo único que descubrirá ser escritor. Amos Oz nos entrega la historia de su infancia y adolescencia, una historia llena de aspiraciones poéticas y afán político: una novela que consigue llegar al corazón del lector.