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14 diciembre 2022

se comen a los niños crudos y hablan galés, aunque con palabras diferentes.

 Para la señora MARY JONES, en Brambleton Hall

Querida Mary:
Sunders Macully, el escocés, va directo a Gales y ha prometido entregártela en mano, así que no desperdiciaré la oportunidad de hacerte saber que sigo entre los vivos, aunque estuve al borde del otro mundo después de enviarte mi última carta. Fuimos por mar a otro reino llamado Fife, y al volver casi nos vamos al garete por culpa de una tormenta. Entre el miedo y las náuseas, creí que el corazón se me saldría por la boca; incluso el señor Clinker no fue el mismo de siempre hasta cuarenta y ocho horas después de desembarcar. Tuvimos suerte de no ahogarnos, la señora parecía patidifusa y no había forma de consolarla, aunque, gracias a Dios, recobró la entereza merced a las exaltaciones privadas del reverendo señor Macocodrilo. Después viajamos a Starling y a Grascow, que son dos ciudades muy bonitas; y luego a la casa de un caballero en loch Loming, que es un maravilloso mar de agua dulce, con un montón de islas. Dicen que no tiene fondo y que lo creó un músico, y yo lo creo, porque no puede ser obra de la naturaleza. Tiene olas sin viento, peces sin aletas y una isla flotante, y en otra hay un cementerio donde se entierra a los muertos, y siempre que va a morir alguien, suena una campana para advertirle.
¡Oh, Mary!, esta es la tierra de los conjuros. La campana sonó mientras estábamos allí. Vi luces y oí lamentos. El caballero, nuestro anfitrión, tiene otra casa de la que tuvo que marcharse por culpa de un fantasma malvado que no dejaba dormir a la gente. Las hadas viven en un agujero de Kairmann, una montaña que hay cerca de aquí, y, si no se clava una herradura en la puerta, se llevan a las buenas mujeres cuando están de parto. Me enseñaron a una vieja bruja, llamada Elspath Ringavey, que vestía una falda roja, tenía los ojos hinchados y un montón de pelos grises en la barbilla. Le di una moneda para que no me hiciera nada malo y le pedí que me leyera la buena ventura. Me dijo cosas increíbles, y describió al señor Clinker a la perfección, y eso que yo no le había hablado de él. Como padezco de los nervios, me recomendó que me bañase en el loch, que es de agua bendita; así que una mañana fui a un sitio apartado con la doncella de la casa y nos bañamos tal como vinimos al mundo, pues esa es la costumbre del país, y hete aquí que, mientras chapoteábamos en el loch, apareció sir George Coon con un fusil; pero nos tapamos la cara con las manos y corrimos a donde habíamos dejado la ropa. Un caballero educado habría mirado hacia otro lado. Mi consuelo es que no supo bien quiénes éramos, pues ya dice el refrán que de noche todos los gatos son pardos. Mientras estuvimos en loch Loming, él y nuestros dos caballeros pasaron tres o cuatro días cazando en las colinas entre los montañeses, un hatajo de salvajes que viven en cuevas entre las rocas, se comen a los niños crudos y hablan galés, aunque con palabras diferentes. Las señoras no se quisieron separar del señor Clinker, porque es tan fuerte y piadoso que no teme ni a hombres ni a diablos, siempre que no le cojan de sorpresa. De hecho, un día se llevó un buen susto por una aparición que creyó ver. Luego dijo que había sido el viejo almirante, pero él no podría haber hecho que se le pusieran todos los pelos de punta y le castañetearan los dientes de ese modo, y estoy segura de que lo dijo para que las damas no se asustaran. La señorita Liddy ha estado un poco floja y casi se pone enferma —temo que su corazón sea demasiado débil—, pero el suero de leche de cabra ha hecho que se recupere. Ya sabes que el suero es como la leche materna para una galesa. En cuanto a la señora, gracias a Dios, está bien de salud. Se encuentra bien del estómago, ha engordado y es más devota cada día que pasa; no obstante, tiene afectos como todo el mundo, y creo que no le importaría que la llamaran «mi señora» si sir George considerara adecuado pedir su mano. Pero, por mucho que yo vea u oiga, ni una palabra saldrá jamás de los labios de,

querida Molly,
tu buena amiga

Win. Jenkins

Glasgow, 7 de septiembre



Da, como siempre, recuerdos a Saúl. Volvemos a casa, aunque no por el camino más corto. Seguro que, cuando lleguemos, el gatito se habrá convertido en un tigre.

Tobias Smollett

La expedición de Humphry Clinker (1771)

Traducción: Miguel Temprano García

Matthew Bramble, misántropo enfermo de gota, viaja por Gran Bretaña en compañía de sus sobrinos, su hermana solterona y Humphry Clinker, su fiel criado. Bramble ve el mundo como un lugar lleno de ruido y degeneración, poblado por borrachos, vagos y delincuentes. La expedición de Humphry Clinker, construida a través de las cartas a seis personajes distintos, constituye una visión divertidísima y grotesca del reinado de Jorge III, el rey loco, además de una maravillosa lección narrativa.

A caballo entre la novela picaresca, el bildungsroman y el libro de viajes, La expedición de Humphry Clinker es la culminación y casi el testamento literario de Smollett, pues fue publicada en el año de su muerte. De la importancia de esta obra, cuya traducción firma aquí Miguel Temprano García, da cuenta en esta edición la introducción de Jeremy Lewis, miembro de la Royal Society of Literature.

08 agosto 2021

8 de agosto

Para el doctor LEWIS

Sería muy ingrato, querido Lewis, si no me sintiera dispuesto a pensar y hablar favorablemente de esta gente, entre quienes he encontrado más amabilidad, hospitalidad y diversiones racionales en unas semanas que en ningún otro país donde haya estado a lo largo de mi vida. Tal vez la gratitud suscitada por esos beneficios interfiera con la imparcialidad de mis observaciones, pues el hombre es tan proclive a dejarse influenciar por las atenciones personales como a dejarse llevar por la aversión personal. Si soy parcial, al menos mi conversión de unos prejuicios poco generosos que habían arraigado profundamente en mi carácter no carecerá del todo de mérito.

Las primeras impresiones que un inglés recibe en este país no contribuyen a eliminar sus prejuicios, porque compara todo lo que ve con los mismos artículos en su propia tierra y dicha comparación de sus características exteriores es desfavorable para Escocia, igual que lo es la apariencia del campo en lo que se refiere a sus cultivos, el aspecto de la gente y el lenguaje empleado en general en la conversación. De todos modos, no me he dejado convencer por los argumentos del señor Lismahago y opino que los escoceses harían bien, por su propio interés, en adoptar la pronunciación y los modismos ingleses, sobre todo si pretenden hacer fortuna en el sur de Inglaterra. Sé por experiencia lo mucho que se dejan influenciar por el oído los ingleses y lo fácil que es que se burlen al oír su idioma hablado con acento extranjero o provinciano. He visto a un miembro de la Cámara de los Comunes hablar con gran energía y precisión, sin lograr atraer la atención de nadie porque hacía sus observaciones en dialecto escocés, que (con todo el respeto por el señor Lismahago) sin duda otorga un aire ridículo incluso a los sentimientos más dignos y decorosos. He expuesto mi opinión al respecto a varios de los hombres más sensatos del país, observando al mismo tiempo que, si contrataran a algunos ingleses para enseñar la pronunciación de nuestra lengua vernácula, en veinte años no habría la menor diferencia entre el dialecto de los jóvenes de Edimburgo y los de Londres.

22 de noviembre

  Deirdre frunció el entrecejo. —No al «Traiga y Compre» de Nochebuena —dijo—. Fue al anterior… al de la Fiesta de la Cosecha. —La Fiesta de...