CONSIGUIÓ, por fin, el conde de Parcent, a final de septiembre de 1841, aunque no con gran oportunidad ni con gran fortuna, el permiso de que los infantes volvieran a España. Justamente cuando iban a entrar por la frontera ocurrió, el 7 de octubre, la rebelión de los moderados y el alzamiento de Vitoria y de Pamplona. Se dieron entonces órdenes para impedir la entrada de los infantes, Traía don Francisco de Paula el camino de Canfranc, y dispuso el Gobierno que si entraba en España no pasara de Zaragoza. En la frontera estuvo detenido hasta la terminación de los alzamientos.
07 octubre 2024
7 de octubre.
08 febrero 2023
TRECE LINEAS (más o menos) y una imagen (22 de 365)
28 enero 2023
TRECE LINEAS (más o menos). 17 de 365
15 enero 2023
TRECE LINEAS (más o menos). 5 de 365
Título original: Las inquietudes de Shanti Andía
Pío Baroja, 1911
Edición: Julio Caro Baroja
17 diciembre 2022
La vida de Fermín Acha en Madrid era vida de cortesano
Pío Baroja
La familia de Errotacho
09 diciembre 2022
El portal de Belén estaba hermosamente iluminado.
Pío Baroja
Aventuras, inventos y mixtificaciones de
Silvestre Paradox
En Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox, Baroja nos traza un reflejo de los ambientes bohemios en los que se movía en Madrid. Los modelos que le sirven para dibujar los tipos de Paradox y de don Avelino Diz de la Iglesia, los encontró seguramente Baroja en su panadería de la Calle de la Misericordia. Las inquietudes y preocupaciones de los personajes, el cientifismo sin medios de desarrollo de Paradox, las tendencias filosóficas (nietzscheanismo, shopenhauerismo, pesimismo), las discusiones artísticas… Y como contraste, un medio sórdido, un telón de fondo de miseria, fanatismo e incultura.
Planteada con carácter folletinesco, es, en realidad, una parodia de la novela de folletines, a la par que testimonio de la crisis de conciencia de la sociedad burguesa. Y tal vez sea este sentido de crisis lo que le da un aspecto de protesta y un tono de irracionalidad y urgencia que anticipan lo que sólo años más tarde comportará el existencialismo europeo.
25 noviembre 2022
Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox (continuación)
—A ver —le dijo al mozo—, ¿qué es lo que llevas ahí?
—¿Sé yo acaso lo que puede haber dentro? —repuso el otro—. Esto —y señaló el bulto de forma estrambótica envuelto en periódicos— creo que es un bicho disecado, y lo otro debe de ser una jaula, porque se notan los alambres; pero léveme o demo si sé lo que tiene dentro.
El señor Ramón desenfundó el bulto envuelto en periódicos y apareció ante su vista una gruesa avutarda disecada, de color pardusco, sostenida por sus patas en una sólida tabla de caoba.
El portero quedó estático y sonriente en presencia del ave, que le miraba con sus cándidos ojos de cristal; pero cuando vio en la garra del pajarraco un letrero colgado en donde se leía con letras rojas: Avis tarda, volvieron otra vez las oleadas de pensamientos a sumergir su porteril cerebro en el caos.
Ya vista y bien observada la obesa y simpática avutarda, el señor Ramón pasó a examinar el otro bulto cubierto con una arpillera. Se notaban a través del burdo lienzo los alambres de una jaula; mas ¿por qué estaba tapada de aquel modo?
Seguramente en su interior había alguna cosa de gran interés.
El señor Ramón examinó el envoltorio por todas partes. Estaba tan bien cosida la tela, que no se observaba en ella el menor resquicio por donde pudiera averiguarse lo que había dentro.
El portero, después de vacilar un rato, entró en su garita, desapareció en ella y volvió al poco rato con un cortaplumas.
—No vendrá el amo, ¿eh? —preguntó al mozo.
Este, por toda contestación, elevó sus hombros con ademán de indiferencia.
—Vamos a ver lo que hay dentro —murmuró el señor Ramón; y para tranquilizar la conciencia del mozo añadió—: Luego lo volvemos a coser. No tengas cuidado.
El portero cortó unas puntadas, descosió otras, practicó una abertura en el lienzo; pero al dilatarla se encontró con que el agujero hecho caía sobre él suelo de la jaula, que era de madera. Incomodado con esto, no se anduvo en chiquitas; rasgó la tela de un lado y de otro, hasta dejar al descubierto un lado de la jaula, precisamente aquel en el cual estaba la puerta.
—¿Qué demonio hay aquí? —se dijo el señor Ramón.
No se veía dentro más que un ovillo negruzco como un puño de grande nada más.
La curiosidad del portero, como podrá suponerse, no estaba satisfecha. El hombre abrió la puertecilla de la jaula y metió la mano por el agujero. Notó al principio una cosa que se deslizaba entre sus dedos; luego sintió que le mordían. Dio un grito y retiró el brazo velozmente, y al sacarlo vio con espanto arrollada en la mano una culebra que le pareció monstruosa.
De miedo ni aun pudo gritar siquiera; lívido, con la energía del terror, desenroscó el animalucho de su brazo, y poseído del mayor pánico, con los pocos pelos de su cabeza de punta, huyó escaleras arriba sin atreverse a mirar hacia atrás.
Mientras tanto, la culebra, una culebrilla de esas pequeñas llamadas de Esculapio, incomodada con los malos tratos recibidos tan inmerecidamente, había pedido protección a la avutarda y junto a ella se enroscaba en el suelo y levantaba la cabeza bufando, con su lenguecilla bífida fuera de la boca.
Al mozo de cuerda le hizo tanta gracia la fuga del señor Ramón, que se deshizo en carcajadas estrepitosas, torciéndose y agarrándose a la boca del estómago con las dos manos; ya moderada su risa, salió del portal, cogió un pedazo de ladrillo de en medio de la calle y entró con intención de matar a la culebra; pero al ver al portero en lo alto de la escalera agarrado a la barandilla, temblando y lleno de terror, volvióle a acometer la risa; y en el primer intento, al dejar caer el ladrillo sobre el suelo, no acertó a aplastar la cabeza del animalucho, como quería.
El señor Ramón, ante aquella hilaridad mortificante, se estremeció.
¡Su dignidad estaba por los suelos! ¿Qué hubieran dicho los porteros del barrio, el prendero de la esquina, el memorialista de enfrente, las criadas de la vecindad, para las cuales era casi un oráculo, al verle expuesto a aquellas risas indecorosas? ¡Él, antiguo vicepresidente de la Sociedad de porteros de Madrid!
¡Sí, su dignidad estaba por los suelos!
Mientras el señor Ramón hacía estas reflexiones, el mozo de cuerda, ya sosegado y corrigiendo la puntería, iba a machacar la cabeza del ofidio cuando apareció de pronto en el portal un nuevo personaje. Venía envuelto en un abrigo de color de aceituna, con vetas mugrientas, adornado con dos filas de botones grandes y amarillos.
El recién venido era de baja estatura, algo rechoncho, de nariz dificultosa y barba rojiza en punta; llevaba en la cabeza un sombrero hongo color café, con gasa de luto y alas planas; pantalones a cuadros amarillentos, pellica raída en el cuello, un paraguas grueso en la mano derecha, y en la izquierda un paquete de libros.
Tras él marchaba un perrillo de largas y ensortijadas lanas, blanco y negro, a quien no se le veían los ojos; un pequeño monstruo informe, sin apariencia de animal, que daba la sensación, como diría un modernista, de una toquilla arrollada que tuviera la ocurrencia de ser automóvil.
El señor de la pellica raída entró en el portal, vio lo que pasaba y, como quien ejecuta un acto por acción refleja, levantó el paraguas en el aire inmediatamente.
—Pedazo de imbécil —le dijo al mozo—, ¿quién te manda a ti abrir esa jaula?
—Si no he sido yo. Ha sido el portero —replicó el mozo.
—¿Dónde está ese portero?
—Mírele usted… Allá.
—¿Y por qué le has dejado hacer su capricho a esa vieja momia? —gritó el señor, irritado y señalando con la punta del paraguas al aludido.
—¡Oh! ¡Vieja momia! ¡Qué de dicterios! ¡Qué de vituperios! —murmuró el señor Ramón en voz baja, y pasó por su mente el martirologio de todos los santos.
—Mire usted —repuso el mozo de cuerda rascándose la cabeza—, yo, la verdad, creí que sería alguna culobra que se había metido en la jaula a comerse el pájaro. ¡Cómo las culobras suelen comerse a los pájaros!
24 noviembre 2022
Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox
En el fondo del portal había un camaranchón de madera pintado de azul, con un ventanillo, por cuyos cristales verdosos se veían cortinas blancas, en sus tiempos adornadas con leones lampantes bordados en rojo. A un lado de la ventana se leía en un cartel este letrero: Verdaderos palillos de enebro, y colgando del mismo clavo que el cartel un paquetito amarillo.
Pocos momentos después de presentarse el mozo de cuerda en el portal se abrió la ventana del camaranchón y apareció en ella una cabeza de viejo cubierta con un gorrito negro, torcido graciosamente hacia un lado; después de la cabeza se presentó en la ventana una bufanda, luego un chaleco de Bayona, y el señor Ramón el portero —nuestros lectores quizá hayan comprendido que aquella cabeza, aquella bufanda y aquel chaleco de Bayona eran nada menos que del portero—, después de apartar de su lado una bandeja llena de palillos, preguntó al mozo de cuerda:
—Eh… Tú… ¿Cuándo viene el amo?
—No lo sé… Diome estas cosas…
—Pero ¿no tiene muebles ese tío? Porque hasta ahora no ha traído más que cajas y frascos y cacharros de cristal; pero de muebles, cero.
—No sé —repuso el mozo—. Díjome el amo que ya quedaban pocas cosas por trasladar.
—¡Pocas cosas! ¡Pero si no ha traído ni un trasto todavía! ¡Pues tiene sombra! —el señor Ramón se levantó de su asiento, abrió la puerta de su covacha y salió al portal.
Era un hombrecillo rechoncho, afeitado cuidadosamente, con un aspecto de cura, profesor de baile o cómico bien alimentado.
Andaba a pasitos cortos, taconeando fuerte; se levantaba sobre la punta de los pies cuando decía algo importante, y para rematar sus frases se dejaba caer sobre los talones, como indicando así que este movimiento dependía más que del peso de su cuerpo del peso de su argumentación.
El nuevo inquilino empezaba a preocupar al portero; no se había presentado a él, no tenía muebles.
—¿Quién es este hombre? —se dijo el señor Ramón a sí mismo con diversas entonaciones, y añadió—: Habrá que vigilarle. ¡No vaya a resultar uno de esos personajes misteriosos como los de las historias de los folletines!
Para darse cuenta o tomar al menos algún indicio de quién podía ser el nuevo y extraño inquilino, días antes el portero había abierto cautelosamente, sin que nadie lo viera, la buhardilla número 3 con la llave que el mozo de cuerda encargado de la mudanza le entregaba al marcharse, y había hecho largas y severas investigaciones oculares. Vio primeramente en el interior de unas cajas carretes de alambre recubiertos de seda verde, aquí frascos, allá pedazos de carbón y de cinc, en un rincón un pajarraco disecado, en otro, varias ruedas; un maremágnum…
—Esto es el caos —se dijo el señor Ramón—, esto es el caos.
Y pasaron por su portentoso cerebro historias de anarquistas, de fabricantes de explosivos, de dinamiteros, de siniestros bandidos, de monederos falsos. Toda una procesión de seres terribles y majestuosos desfiló por su mente.
En un álbum el portero encontró un retrato que le llamó la atención. Era de un hombre de edad indefinible, calvo, aunque no del todo, porque tenía un tupé como una llama que le saliera de la parte alta de la frente. La cara de este hombre mal barbado, de nariz torcida y de ojos profundos y pequeños, era extraña de veras: tan pronto parecía sonreír como estar mirando con tristeza.
En el margen del retrato se leían estas líneas escritas con tinta roja:
El señor Ramón quedó, según su decir, completamente sumergido en el caos. Bajó las escaleras absorto, preocupado, en actitud pensativa. De vez en cuando, como las encrespadas y furibundas olas que baten con empuje vigoroso las peñas de la bravía costa, chocaban en su cerebro estas preguntas turbadoras de tan noble espíritu: ¿Dé quién era aquella cabeza? ¿De quién era aquella inscripción?…
¡Oh terribles misterios de la vida!
Pío Baroja
Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox
La vida fantastica - 1
30 mayo 2022
HOY, la vida de un aventurero liberal. De Pío Baroja: El aprendiz de conspirador
VARIAS veces mi tía Úrsula me habló de un pariente nuestro, intrigante y conspirador, enredador y libelista.
Mi tía Úrsula, cuya idea acerca de la Historia era un tanto caprichosa, afirmaba que nuestro pariente había figurado en muchos enredos políticos, afirmación un tanto vaga, puesto que no sabía concretar en qué asuntos había intervenido ni definir qué entendía por enredos políticos.
Yo supongo que para mi tía Úrsula, tan enredo político era la Revolución francesa como la riña de dos aldeanos borrachos a la puerta de una taberna un día de mercado.
Aseguraba siempre mi tía, con gran convicción, que nuestro pariente era hombre de talento despejado —esta era su palabra favorita—, de mala intención, astuto y maquiavélico como pocos.
Yo, que he tenido la preocupación de pensar en el presente y en el porvenir más que en el pasado, cosa absurda en España, en donde, por ahora, lo que menos hay es presente y porvenir, oía con indiferencia estos relatos de cosas viejas que, por mi tendencia antihistórica y antiliteraria, o por incapacidad mental, no me interesaban.
Hace unos años, pocos días después de la muerte del exministro don Pedro de Leguía y Gaztelumendi, a quien se le conocía en el pueblo por Leguía Zarra, Leguía el viejo, una mañana, mi tía Úrsula, que venía de la iglesia, vestida de la cabeza hasta los pies de negro, con una cerilla enroscada, un rosario y el libro de misa en la mano, se me acercó con apresuramiento:
—Oye, Shanti —me dijo.
—¿Qué hay?
—¿Sabes que Leguía Zarra ha dejado muchos papeles al morir?
—No sabía nada.
—Pues entre esos papeles están las Memorias de nuestro pariente Eugenio de Aviraneta. Pídeselas a Joshepa Iñashi, la Cerora, que se ha quedado con las llaves de la casa, y te las dará, porque sabe dónde están.
10 mayo 2022
Comienzo de libro... Hoy: de Pío Baroja; La busca (La lucha por la vida)
25 marzo 2022
Sobre el cuco - Había muchos árboles en flor, gran silencio, cantaban los cucos y los cuervos volaban por el aire
Por
la noche los alambres del teléfono producían un sonido como si estuvieran
murmurando. No era el viento, según dijo Golowin, sino los cambios de
temperatura los que originaban este ruido.
Al
levantarse, Laura vio el campo verde con grupos de árboles. En el fondo, el
Jura, una línea de montes suaves, azulados. Le recordaron el Guadarrama. Había
muchos árboles en flor, gran silencio, cantaban los cucos
y los cuervos volaban por el aire.
De
la ventana se veían pasar con frecuencia los aviones. Los cuervos en el campo
seguían el arado del labrador, a comer los insectos que se descubrían al
remover la tierra.
A
pocos pasos jugueteaban las urracas.
Natalia
quiso que su alcoba estuviese cerca de la de su mamá, como llamaba a Laura, y
pidió que se le trasladara a un cuarto próximo. Las dos habitaciones daban a la
biblioteca. Esta era una sala cuadrada, baja de techo, con una gran ventana de
guillotina, llena de armarios con libros y una porción de estampas, cuadros,
arcas antiguas y un globo terráqueo de más de un metro de diámetro, publicado por
una casa editora de Berlín.
En
esta habitación se disfrutaba de una calma y de una tranquilidad
extraordinarias.
Natalia
era absorbente y atrevida. Entraba en el cuarto de Laura y la abrazaba y la
besaba. Después salía a la terraza seguida de Troll y se marchaba por el campo
cantando, y volvía al poco rato. Era turbulenta y muy difícil de vigilar. Era
verano y paseaban al anochecer y algunas veces a la luz de la luna por los
alrededores.
Laura o la soledad sin remedio
22 febrero 2022
Sobre el cuco (43) - De noche oigo el canto tranquilo, filosófico de un cuco y el grito burlón y extraño de un pavo real que siempre está en el tejado
Suelo comer y cenar en el zaguán, en una mesa pequeña, cerca de los hombres que vuelven del trabajo del campo. Estos lo hacen por orden: los mayorales de mula y muleros, sentados; los chicos que llaman burreros, de pie. Rezamos todos al empezar y al concluir de comer.
No pinto, no escribo, no hago nada, afortunadamente. De noche oigo el canto tranquilo, filosófico de un cuco y el grito burlón y extraño de un pavo real que siempre está en el tejado.
¡Cuánta vida y cuánta vida en germen se ocultará en estas noches! —se me ocurre pensar. Los pájaros reposarán en las ramas, las abejas en sus colmenas; las hormigas, las arañas, los insectos todos, en sus agujeros. Y mientras estos reposan, el sapo, despierto, lanzará su nota aflautada y dulce en el espacio; el cuco, su voz apacible y tranquila; el ruiseñor, su canto regio; y en tanto la tierra, para los ojos de los hombres, oscura y sin vida, se agitará, estremeciéndose en continua germinación, y en las aguas pantanosas de las balsas y en las aguas veloces de las acequias brotarán y se multiplicarán miríadas de seres.
Y, al mismo tiempo de esta germinación eterna, ¡qué terrible mortandad! ¡Qué bárbara lucha por la vida! ¿Pero para qué pensar en ella? Si la muerte es depósito, fuente, manantial de vida, ¿a qué lamentar la existencia de la muerte? No, no hay que lamentar nada. Vivir y vivir…, esa es la cuestión.
Pío Baroja.
Camino de perfección.
Pasión mística.
La Vida Fantástica - 2.
21 febrero 2022
Sobre el cuco (42) - Unos grillos amenizaban la soledad y un cuco lanzaba su voz irónica entre los árboles.
20 febrero 2022
Sobre el cuco (41) - mientras el cuco canta como si jugara al escondite a lo lejos
19 febrero 2022
Sobre el cuco (40) - el cuco cantaba de día, y el ruiseñor encantaba la noche
En la primavera eran las rosas de todas clases las que aromatizaban el ambiente, en verano los claveles, los jazmines y la flor de azahar; en invierno, los musgos y los líquenes.
Durante el otoño, había un vaho de humedad que se mezclaba con el olor acre de los arrayanes y el perfume exquisito de los cipreses, que era, sobre todo de noche, embriagador.
En la primavera la vida agitaba el parque; bandadas de gorriones y de jilgueros levantaban el vuelo entre las ramas; se oían mil ruidos confusos; aleteos de pájaros, zumbido de moscones y de insectos. Las mariposas palpitaban en el aire transparente; los lagartos se deslizaban entre las piedras; cruzaban al sol los cardenales y las tórtolas; el cuco cantaba de día, y el ruiseñor encantaba la noche.
Pío Baroja
El laberinto de las sirenas
El mar - 2
18 febrero 2022
Sobre el cuco (39) - En la primavera es el cuco, como la voz de un niño burlón jugando entre las matas al escondite
17 febrero 2022
Sobre el cuco (38) - el cuco que daba una voz como de chico que juega al escondite
El misticismo de Javier se armonizaba con el campo y el cielo y con la noche llena de estrellas. Le gustaba también ver desde lejos, desde algún monte, su amigo el mar. Tanto como salir de su casa, le agradaba quedarse en ella y acercarse una noche al pabellón de la huerta y oír la canción misteriosa del río próximo.
En la primavera se alejaba más. Veía las peñas desnudas, los barrancos sombríos, los tajos cortados a pico y los vallecitos verdes oscuros con árboles verdes claros. Los caminos del monte estaban llenos de brezos, de digitales y de zarzamoras y los prados cuajados de flores.
Se sentaba en el campo. Cualquier cosa le bastaba para distraerse: las nubes que cruzaban por el cielo, la variedad de hierbas, el tordo que cantaba entre las ramas y el cuco que daba una voz como de chico que juega al escondite. En los arroyos contemplaba las chipas, los peces diminutos que trazaban líneas brillantes en el agua; en los charcos, los renacuajos, y en la tierra pedregosa veía las evoluciones sabias de las hormigas, de las arañas y de los abejorros.
Esta época era de grandes trabajos en las huertas. En la suya, en todos los rincones donde la tapia estaba al descubierto, había puesto o mandado poner enredaderas, madreselvas, viña virgen o glicina.
—¡Pero si quita sitio para las alcachofas! —le decía Domingo el hortelano.
—No importa, la cuestión es que esté bonito.
A la tía Paula, aficionada a tomar un poco de sidra en la comida, la gustaba tener una barrica en casa. Como no tenían manzana bastante, compraban jugo sin fermentar y llenaban una bordelesa grande con él para dejarla en la cueva y a la primavera siguiente la comenzaban. También solían hacer una sidra ligera llamada en el país pitharra.
Pronto, en la bodega, hubo botellas de buenos vinos y de licores, algunos jamones y tarros con dulce. Las manzanas se extendían sobre una alfombra de hierba y las calabazas, las judías, las cebollas y patatas se amontonaban en el desván. Al final del invierno y al principio de la primavera la tía Paula hacía acopio de huevos, cuando estaban baratos, y los guardaba en tinajas sumergidos en agua de cal. Después, en el rincón de la huerta, pusieron un gallinero.
Pío Baroja
El cura de Monleón
La juventud perdida - 2
16 febrero 2022
Sobre el cuco (37) - había visto a un cuco muy hermoso sobre unas matas; entonces cogió una piedra, se la tiró y le dio
15 febrero 2022
Sobre el cuco (36) - Había muchos árboles en flor, gran silencio, cantaban los cucos y los cuervos volaban por el aire.
Al llegar, la señora Bergmann acogió a Laura y a Natalia con grandes extremos y contó las novedades de la casa. La Walkiria se había marchado. Había encontrado un joven jardinero que la admiraba y la llevaba al tálamo nupcial; la cocinera y la doncella seguían. El señor Keller, el de las anécdotas, había entrado en un asilo y preguntaba por Laura. También el señor Wollgraff preguntaba por ella.
Por la noche los alambres del teléfono producían un sonido como si estuvieran murmurando. No era el viento, según dijo Golowin, sino los cambios de temperatura los que originaban este ruido.
Al levantarse, Laura vio el campo verde con grupos de árboles. En el fondo, el Jura, una línea de montes suaves, azulados. Le recordaron el Guadarrama. Había muchos árboles en flor, gran silencio, cantaban los cucos y los cuervos volaban por el aire.
De la ventana se veían pasar con frecuencia los aviones. Los cuervos en el campo seguían el arado del labrador, a comer los insectos que se descubrían al remover la tierra.
A pocos pasos jugueteaban las urracas.
Natalia quiso que su alcoba estuviese cerca de la de su mamá, como llamaba a Laura, y pidió que se le trasladara a un cuarto próximo. Las dos habitaciones daban a la biblioteca. Esta era una sala cuadrada, baja de techo, con una gran ventana de guillotina, llena de armarios con libros y una porción de estampas, cuadros, arcas antiguas y un globo terráqueo de más de un metro de diámetro, publicado por una casa editora de Berlín.
En esta habitación se disfrutaba de una calma y de una tranquilidad extraordinarias.
Pío Baroja
Laura o la soledad sin remedio
07 febrero 2022
Sobre el cuco (28) - De noche oigo el canto tranquilo, filosófico de un cuco
Suelo comer y cenar en el zaguán, en una mesa pequeña, cerca de los hombres que vuelven del trabajo del campo. Estos lo hacen por orden: los mayorales de mula y muleros, sentados; los chicos que llaman burreros, de pie. Rezamos todos al empezar y al concluir de comer.
No pinto, no escribo, no hago nada, afortunadamente. De noche oigo el canto tranquilo, filosófico de un cuco y el grito burlón y extraño de un pavo real que siempre está en el tejado.
¡Cuánta vida y cuánta vida en germen se ocultará en estas noches! —se me ocurre pensar. Los pájaros reposarán en las ramas, las abejas en sus colmenas; las hormigas, las arañas, los insectos todos, en sus agujeros. Y mientras estos reposan, el sapo, despierto, lanzará su nota aflautada y dulce en el espacio; el cuco, su voz apacible y tranquila; el ruiseñor, su canto regio; y en tanto la tierra, para los ojos de los hombres, oscura y sin vida, se agitará, estremeciéndose en continua germinación, y en las aguas pantanosas de las balsas y en las aguas veloces de las acequias brotarán y se multiplicarán miríadas de seres.
Y, al mismo tiempo de esta germinación eterna, ¡qué terrible mortandad! ¡Qué bárbara lucha por la vida! ¿Pero para qué pensar en ella? Si la muerte es depósito, fuente, manantial de vida, ¿a qué lamentar la existencia de la muerte? No, no hay que lamentar nada. Vivir y vivir…, esa es la cuestión.
Pío Baroja.
Camino de perfección.
Pasión mística.
La Vida Fantástica - 2.
22 de noviembre
Deirdre frunció el entrecejo. —No al «Traiga y Compre» de Nochebuena —dijo—. Fue al anterior… al de la Fiesta de la Cosecha. —La Fiesta de...