18 octubre 2022

El aire de la habitación le heló los hombros. Se estiró cuidadosamente bajo las sábanas y descansó junto a su mujer. Uno por uno convertidos en sombras. Mejor pasar temerariamente a ese otro mundo, en plena gloria de alguna pasión, que decaer y ajarse funestamente con la edad. Pensó en cómo la que yacía junto a él había guardado en el corazón aquella imagen de los ojos de su amante al decirle que no deseaba vivir.

Lágrimas generosas colmaron los ojos de Gabriel. Jamás había sentido algo parecido hacia mujer alguna, pero sabía que tal sentimiento había de ser amor. Las lágrimas se hicieron más espesas en sus ojos, y en la penumbra imaginó que veía la imagen de un joven bajo un árbol goteante. Había otras formas cercanas. Su alma había alcanzado esa región en la que moran las vastas huestes de los muertos. Era consciente de ello pero incapaz de aprehender sus aviesas y vacilantes existencias. Su propia identidad se disolvía en un mundo gris intangible: el mismísimo sólido mundo en el que esos muertos se habían erguido y donde habían vivido, se borraba y consumía.

Unos roces en el cristal le hicieron volverse hacia la ventana. Había comenzado de nuevo a nevar. Contempló somnoliento los copos, plateados y oscuros, cayendo oblicuamente contra la luz de la farola. Había llegado el momento de que emprendiera el viaje hacia el oeste. Sí, los periódicos tenían razón: nevaba de igual modo sobre toda Irlanda. La nieve caía sobre todos los lugares de la oscura llanura central, sobre las colinas sin árboles, caía dulcemente sobre el Pantano de Allen y, más hacia el oeste, caía suavemente en las oscuras olas amotinadas del Shannon. Caía también sobre todos los lugares del solitario cementerio en la colina donde Michael Furey yacía enterrado. Yacía apelmazada en las cruces y lápidas torcidas, en las lanzas de la pequeña cancela, en los abrojos estériles. Su alma se desvaneció lentamente al escuchar el dulce descenso de la nieve a través del universo, su dulce caída, como el descenso de la última postrimería, sobre todos los vivos y los muertos. (LOS MUERTOS)

James Joyce

Dublineses

Título original: Dubliners

James Joyce, 1914

Traducción: Eduardo Chamorro, 1993


Argumento de la película "Los muertos" sobre el cuento
El día de la Epifanía (6 de enero) de 1904, las señoritas Morkan celebran, como cada año, una cena en su casa de Dublín, a la que acuden personajes importantes de la ciudad, entre ellos Gabriel Conroy, sobrino de las anfitrionas, y su esposa Gretta, que será quien acabe centrando la atención de la historia tras recordar un amor pasado.​
Durante la velada se suceden los bailes, las conversaciones, los poemas y los discursos, pero será una canción, «The lass of Aughrim», interpretada por uno de los personajes, la que cambie el rumbo de la narración. Sucede en el momento en que Gabriel y Gretta se disponen a abandonar la casa, y desde el piso de arriba suena la voz de Bartell D'Arcy tenor local, que hará a Gretta recordar un viejo amor truncado mientras permanece inmóvil en las escaleras.​
A partir de aquí la película se convierte en una reflexión sobre el amor, el paso del tiempo, la vida y la muerte.​ Lo que para muchos es la representación de los pensamientos de John Huston en la recta final de su vida.

No hay comentarios:

Paisaje con amapolas