EN QUE SE DA NOTICIA DE LA MUERTE DEL REY
Agora sí que veo tan perdida mi causa como lo fue aquella armada invencible que mandaba el segundo Filipo a pelear contra Inglaterra.
En la madrugada de hoy, 31 de Marzo de 1621, ha tenido el triste fin que se esperaba la vida de S. M.
Con esto cambiaron próceres y magnates sus ascendencias y destinos, y mi pretensión quedará sin efecto, aunque bien pudiera el Señor disponer un milagro haciendo que en este revuelo viniera algún alma justiciera que no me dejara de la mano.
De poco han servido procesiones y rogativas por la salud del monarca, ni traer y llevar hasta Casarrubios el preciado cuerpo del glorioso San Isidro, que bien se ve que a Dios no convenía que se obrara prodigio alguno, que viendo en qué descuidadas manos estaba España, sin duda que pensó: «Mejor se está sin Rey.»
Y qué bien recelaba su augusto padre cuando, ya al borde del sepulcro y hecho una inmunda pestilencia, dijo viéndole tan mozo y tan débil:
—«Y como temo que me le han de gobernar…» que así ha sido.
Todo el tiempo que asentó en el trono no fué más que escarnio, juego y mofa de sus favoritos los duques de Lerma y de Uceda, y del ambicioso e intrigante P. Aliaga.
Por cierto que ahora cuéntanse cosas infamemente peregrinas del penúltimo, a quien pienso que Dios ha de acabar de mala muerte, por hijo desnaturalizado.
Su padre el Cardenal parece que había pensado en él para descansar de las trapacerías de su ministerio, y llevóle a palacio; pero el aprovechado vástago entróse de tal manera y tan presto en el ánima del monarca, que no tardó en desbancar al padre y hacelle la contra, y se dice que más de dos veces y en la misma regia cámara hubieron de sostener violentísimas escenas el padre y el hijo, en las que faltó poco para que dieran el monstruoso espectáculo de venir a las manos.
Al fin venció el de Uceda por entero en la voluntad del Rey, y salió desterrado para sus posesiones de Lerma el favorito en desgracia.
Diz que ayer noche, en un momento de lucidez, quiso el moribundo soberano reconciliarse con sus enemigos, para tener en ellos un montón más de rogativas por la bienaventuranza de su alma luego de que dejase este mundo pecador, y mandó que le llevasen una lista de todos cuantos padecían pena de destierro.
Hízose como mandaba, y el mismo Uceda escribió los nombres de todos, entre los que, por indicación del P. Aliaga, puso el de su progenitor.
Presentóles al Rey.
Este pidió una pluma, y conforme iba pasando los ojos por ellos, tachaba el renglón, dando así a entender que perdonaba al que fuese.
Pero he aquí que no había llegado a la mitad, cuando acometióle un desmayo y cayó de sus manos pluma y papel sin haber dado por finalizada la piadosa obra. Así es que los que estaban sin tachadura interpretóse falsamente que no habían merecido la gracia del monarca; el último nombre de todos era el del duque de Lerma.
Nunca creyera que pudiese haber en el mundo tan monstruosa enemiga con un padre, que aunque éste hiciere todo género de bellaquerías contra un hijo (caso que en esta ocasión dábase muy al contrario) jamás había de germinar la semilla del rencor en el pecho del ofendido, porque fuera (y así es en esta ocasión), como maldecir de su sangre y por ende no tenerse como bien nacido.
Diz que mañana trasladarán el cuerpo del Rey al panteón de El Escorial, y ya hoy han comenzado los preparativos, que no hay pie ni mano que sosiegue dentro del Alcázar.
Valiéndome de la amistad que hice con un secretario de sala, subí este mediodía a ver el cadáver y rogar a Dios porque le dé eterno descanso, aunque si tanto da en descansar allá en el cielo como acá en la tierra, no pienso que haya justo más reposado en toda la corte celestial.
Tiénenle puesto en la capilla, sobre un rico túmulo, al que bien pudiera aplicarse el magnífico soneto de Miguel de Cervantes.
Por la altura en que está no alcanza a verse el cuerpo; únicamente asoma un poco el perfil y las manos cruzadas sobre el pecho, en las que sustenta un primoroso crucifijo de antiguo marfil.
Todo el templo está cuajado de paños negros, y solamente alumbrado por los blandones que rodean el túmulo, los cuales están embutidos en maravillosos candelabros de plata labrada, de doce brazos cada uno.
Velan continuamente los monteros de Espinosa.
AA. VV.
La Voz de la Conseja Tomo II
Selección de las mejores novelas breves y cuentos de los más esclarecidos literatos
La Voz de la Conseja - 2
Emilio Carrere recibió el encargo de La Casa editorial V. H. de Sanz Calleja de preparar una antología de cuentistas modernos de habla castellana.
Quiso dar acogida «no sólo a los cuentistas españoles, sino también a los hermanos en lengua cervantina de las Repúblicas latinas de América. Tan españoles son como nosotros por la lengua, que es el espíritu, razón más fuerte esta del idioma que la geográfica», presentando todas las orientaciones y todos los estilos, con la intención de hacer lectores y libreros amantes del libro.
La obra fue editada en tres tomos, el segundo de los cuales incluye las siguientes obras:
Olor de santidad (Cuento premiado por el Circulo de Bellas Artes), de Bernardo Morales San Martín.
Así murió el conde, de Diego San José. (El texto extraído de esta novelita)
El rabión, de Concha Espina.
La fría mano del misterio, de Wenceslao Fernández-Flórez.
Tremielga, de José Ortega Munilla.
Noche servia, de Vicente Blasco Ibáñez.
Pruebas de amor, de Felipe Trigo.
Los anteojos de color, de José Echegaray.
Vida nueva, de Serafín y Joaquín Álvarez Quintero.
El disfraz, de Álvaro Retana.
El rasgo de Pañizosa, de Gutiérrez Gamero.
Eucaristía, de Antonio de Hoyos y Vinent.
En la presente edición se han mantenido las normas ortográficas, gramaticales y tipográficas de la edición de 1918, a partir de la cual se ha realizado esta.