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27 abril 2021

27 de Abril

El cañón del fuerte de Belvedere anunció el mediodía. Los trabajadores de la Empresa Badolati rodeaban a Del Buono, que se disponía a subir a la calesa, mientras el ingeniero le estrechaba la mano: un acontecimiento de esos que entran en la Historia sin que nos percatemos en tanto que los presenciamos. Siempre ocurre así: sólo al día siguiente comprendemos su significado, al leer los diarios; o lo aprendemos años más tarde, en los libros. Son las fechas que marcan victorias. Pasará medio siglo, estaremos muertos y enterrados, y entre tanto las cosas pueden haber dado un paso hacia atrás; pero aquella fecha perdura. Es un pilar que sostiene aunque sobrevenga un terremoto. Como la caída del Gran Duque. ¿Acaso hemos estado mejor, después que entró Víctor Manuel? De todos modos, el 27 de Abril de 1859 fue un gran día: el decano tenía entonces veinte años y lo recordaba. «¡Qué día, muchachos!». Él se encontraba en lo alto de un andamio, por el lado del Gelsomino, y al atardecer, mientras volvía a su casa, se enteró de que Canapone había huido. Como el 20 de Setiembre, cuando le tomaron Roma al Papa, al mismo Papa de quien se había cantado:

Bajó del cielo un ángel
Que Pío Nono se llama…

¿Qué habían ganado los florentinos? Al traslado de la Capital, sucedió la Década de la Carestía. Pero aquel 20 de Setiembre Italia había alcanzado su unidad. Y la noche de San Silvestre de 1900, hacía menos de tres años. Hasta la madrugada la gente llenó las hosterías y las calles; por las ventanas fueron arrojados los trastos viejos y las ollas rotas que, en otro fin de año, habrían sido mandadas a arreglar; bailaban en todas partes, los muchachos y los ricos iban disfrazados como si fuera Carnaval; se hicieron luminarias y fuegos de artificio, y el día siguiente fue un Primero de Año cualquiera; los que habían bebido más de lo normal, se despertaron con la cabeza pesada y el estómago estragado. Todos advirtieron que hacía mucho frío y que las paredes estaban húmedas. Pero de todos modos había sido una noche que, para bien o para mal, sólo los biznietos podrían revivir a su vez. Cien años antes, dijeron los diarios, estaba Napoleón, Marx todavía tenía que nacer y la locomotora no había sido inventada aún: era como decir que, en otros cien años, el mundo podría ser socialista y todos los hombres volarían. He aquí que hoy, en Florencia, por primera vez, un jefe de sindicato había entrado en un lugar de trabajo con el beneplácito de los patrones, se había sentado ante la misma mesa que ellos, y el más humano y cortés de los patrones, «el menos verdugo», le había estrechado la mano.

Por eso era una gran fecha.

Después, el ingeniero y Del Buono, como estaba establecido en los pactos, asistieron a la reconciliación. Metello abrazó a Olindo y los soldados y los agentes se marcharon; Crispi se preparaba para irse a otra obra. Y una vez que también se hubo marchado Del Buono, los obreros, esperando que fuera la una para reanudar el trabajo, vaciaron sus bolsillos y compraron dos fiascos de vino: a la sombra de los andamios, cada uno se fortalecía el estómago con pan y tortilla, pan y uvas, o pan solo. Los peones ya preparaban la mezcla; Nardini, Metello y el ingeniero subieron a los andamios, para ver si las semanas de abandono habían causado desperfectos: encontraron que debían cambiarse algunas pasarelas y clavar algunas barandillas. Nada serio, cosas que podían arreglarse durante el trabajo normal.
Vasco Patrolini
Metello

El nuevo realismo que Vasco Pratolini presenta en sus novelas tiene un acento muy personal, testimonio de ellos son Crónicas de pobres amantes, Un héroe de nuestro tiempo y El barrio. Estos libros son los más importantes de su primera etapa. La segunda está señalada por la obra que presentamos ahora, Metello, que ha obtenido el Premio Viareggio de 1955, y que es una de las novelas de mayor relieve aparecidas en Italia en los últimos años. Después de las búsquedas y realizaciones en sentido neorrealista, la crítica concuerda en considerar a Metello como la primera piedra de un pleno realismo italiano.
Esta novela inicia el ciclo Una historia italiana, que pretende dar un reflejo vasto, hondo y esencial de la vida italiana en el período de 1875 a 1945 aproximadamente. Sobre este fondo histórico, compuesto con la delicadeza y el equilibrio propios de Pratolini, se destacan, netamente delineadas, las vicisitudes de un hombre que aspira a ser el prototipo del trabajador italiano. Este planateamiento no debe sin embargo sugerir una obra de concepción limitada o de carácter polémico. A lo que Pratolini aspira es a la representación integral del hombre por medio de una obra plenamente artística.

19 marzo 2021

19 de marzo

PAISÁ PAISANO

LOS COMPAÑEROS

… Desde octubre hasta junio, con los albañiles, los camioneros, los obreros y los estudiantes de Puente Milvio y Tor di Quinto. Con los empleados y los «doctores» del barrio Flaminio. Había, entre mis compañeros, gente de Acquacetosa y ribereños.

NINO

Uno de estos, Nino, vivía en una choza a orillas del Tíber. Choza, pero imaginaos lo peor. Y dentro de esta, mujer e hijos. En invierno, el viento se cuela por los intersticios, la humedad sube de la tierra. Por más datos, cuando pasáis por la ribera del Tíber, donde están los edificios que siguen al Ministerio de Marina, las hermosas casas con galerías y los baños revestidos de mayólicas; mirad hacia la orilla opuesta, donde el río describe una curva y es salvaje y anchuroso, petrarquesco: en aquella choza vivió Nino durante veinte años. Aquellos veinte años. Con la mujer y, a medida que iban llegando, los niños. Y con ellos estuvieron, durante meses, las armas que se pudieron juntar los días de setiembre. Los fusiles, las bombas. De noche, una vez o dos por semana, Nino engrasaba los obturadores, los hacía disparar. Iba y venía por el río, en su barca de pescador; llevaba las cajas de bombas a mano, los cargadores calibre 7,65, los días que hacían falta. Los llevaba a lo largo del río, lo más cerca posible del lugar en que habrían de usarse. Era un hombre de mediana estatura, tardo en los gestos y sin embargo ágil, dos ojos celestes de niño, dos manos fuertes que saludaban apretando hasta lastimar. Decían: «Ce la famo, ce la famo» [lo lograremos, lo lograremos]. Para que aceptase un cigarrillo había que gastar palabras. No faltaba a ninguna reunión, a ninguna cita. Luego volvía a su barca, y pescaba para redondear almuerzo y cena, para él y los suyos. Estaba tostado por el sol hasta en febrero. Miraba en la cara a quien le hablaba; si se quedaba con la mirada fija y torcía las narices, quería decir que pedía la palabra. «Quisiera que se me aclarase…». Un día, sin que yo lo advirtiese, me regaló unas papas, echándome dos en cada bolsillo.

19 DE MARZO

Vasco Pratolini
Las amigas

Clara, Jone, Cora, Lida, Blanca, Gloria, Mara, Vanda, Alda… Las amigas de la juventud, los contactos femeninos que fueron apareciendo sucesivamente en su existencia, después de su primera aventura, vacilante y fugaz, protagonizada entre el parapeto del puente y su voluminosa valija. El adolescente de quince años que se independiza y adquiere ante su padre el status igualitario de un amigo, comienza su vida propia jalonando sus etapas con el amor de la compañera del taller, plácida emoción de iniciador; con las confidencias fraccionarias de la vecina del otro piso, que desaparece súbitamente dejando a su novio, el soldado, envuelto en su prolongada mentira; con los besos de la provincianita astuta, que saben a serbas; con el intrigante misterio de la niña que canta en las calles con acompañamiento de guitarra y con quien sólo habla al cabo de muchos años, sin saber si es la misma; y finalmente con las que son sus amantes, y a las que el destino va arrancando de su lado con trágica pertinacia.

Vasco Pratolini, el laureado autor italiano contemporáneo cuyas obras fueron traducidas a casi todos los idiomas del mundo, presenta en estos magníficos relatos —que fueron los que tuvieron la virtud de revelarlo a los lectores de su patria—, una historia donde la amable picardía de Las muchachas de Sanfrediano deja su lugar a la ternura sencilla y conmovedora, saturada, con el vigor característico de toda su producción, de un realismo palpitante y natural como la vida misma.

22 de noviembre

  Deirdre frunció el entrecejo. —No al «Traiga y Compre» de Nochebuena —dijo—. Fue al anterior… al de la Fiesta de la Cosecha. —La Fiesta de...