Articulismo
HOY, domingo 4 de marzo, 2001, artículo de Cela en el hueco de ABC, mal ilustrado como de costumbre. ¿De qué habla? Ni se sabe. De todo y de nada. Un muerto, una viuda, unos personajes que nos suenan a sabidos, un tren, una mujer que conserva sus pechos en sal, unos cuantos nombres complicados, supuestamente graciosos, también consabidos. Cela me ha dicho más de una vez que él no hace artículos, que hace otra cosa que no se sabe lo que es.
¿Lo sabe él? Ya he contado cómo intentó el artículo a lo Ruano, a la vista de lo bien que le rendía a su amigo y vecino. Pero no le salía. Entonces, pasó por todos los intentos: ¿tremendismo, apuntes carpetovetónicos, iberismos? Denominaciones no habían de faltarle a CJC. Pero el producto seguía sin cuajar. Aún no ha cuajado, y esto le hace mucho daño al escritor, a efectos populares, pues el español lee periódicos, a falta de otra cosa, y no acaba de encontrarle la gracia a ese señor Nobel tan gracioso.
Tampoco cabe atribuir estos desmanes a la edad, ya que sus artículos de juventud son igualmente fallidos y desorientados. Un poco por salvarse de la frustración del artículo clásico y otro poco por seguir experimentando siempre, como en los libros, Cela intenta variantes de esa cosa tan sencilla que parece el artículo, la crónica, la columna, pero sólo acierta cuando renuncia a los experimentos y cuenta una historia sencilla y pastoril o esboza una lámina rural, un episodio doméstico o una intimidad.
A Cela le sale muy bien hablar de sí mismo, pues tiene la clave de ese distanciamento/intimismo que requiere el género, y el lector nunca sabe si le está conmoviendo con una mentira o le está mintiendo con una verdad. Pero, claro, eso no puede hacerse todos los días, salvo en un diario íntimo, y con riesgo de cansar y repetirse.
Cela puede hacer literatura de cualquier cosa, salvo cuando se propone hacer contraliteratura, que no le sale. Él es un escritor más clásico de lo que quisiera y le sigue saliendo mejor la estampa virgiliana que la vanguardia. En libros y artículos acierta cuando vuelve al sentido común, que será una vulgaridad, pero hay vulgaridades geniales, en él y en otros.
Nunca he llegado a la intimidad o indiscreción de preguntarle a Camilo qué piensa él en realidad de estos artículos, si se divierte haciéndolos o trata de divertir. A uno lo que le dan es sensación de fatiga, cansancio, repetición y explotación de una fórmula que nunca estuvo entre las mejores de las suyas. Como estas cosas nadie se las dice al interesado, o se las dice con ira —lo que es peor—, quizá CJC piensa que sus «caprichos» dominicales son muy leídos y comentados. A mí me parece que, si nuestro querido amigo fuese más partidario de escuchar, habría que devolverle razonablemente a una literatura más suya, más conocida, más realista, anecdótica, amena o emocionante; puesto que la cabeza no le falla nunca en la conversación, tampoco debiera fallarle en el oficio.
Aunque puede que lo que más tema sea el convencionalismo de repetirse, lo acomodaticio de un estilo fijo y mansueto, el manierismo. Pero es que está cayendo en otro manierismo menos tolerable. ¿Senilidad? Camilo José, personalmente, no comunica senilidad, a sus ochenta y cinco años, que cumple el 11 de mayo. La senilidad le sale cuando se pone juvenil, retozón y sorpresivo.
Francisco Umbral (1932-2007)
Cela: un cadáver exquisito
Vida y obra
«Para escribir este libro he ido recogiendo notas como un trapero de mí mismo». Paco Umbral, amigo íntimo de Cela, se sobrepuso a la noticia de su fallecimiento y, de inmediato, comenzó a hacer lo que mejor sabe: escribir hilvanando estas notas, redactadas casi todas ellas en vida del finado premio Nobel.
Cela: un cadáver exquisito tiene ese valor añadido, cuando se pone la profesión de escritor por encima de la amistad; la necesidad de contar para recordar. No es una biografía de Cela; por lo menos, no una biografía al uso. Esta es una obra grande, inmensa: el premio Cervantes nos habla del Premio Nobel. Hay mucha literatura en ella. Pero hay también dos hombres. Dos hombres y mujeres. Incluso hay exmujeres y plagios y cenas y amigos y enemigos. Umbral habla de Cela, y Cela lo hace de sí mismo, y de Baroja, Ruano o Azorín. Es literatura y vida y obra; todo ello rezuma la magnífica ironía umbraliana.
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