nuevo debajo del cielo,
que ya antes otros pensaron
las cosas que ahora yo pienso.
Entonces, ¿por qué escribo?
Pues bien, porque así somos,
reloj que repetimos
eternamente lo mismo.
Adiós ríos, adiós fuentes,
adiós regatos pequeños,
adiós vista de mis ojos,
no sé cuándo nos veremos.
Tierra mía, tierra mía,
tierra donde me crié,
huertecita que amo tanto,
higueritas que planté,
prados, ríos, arboledas,
pinares que mueve el viento,
pajarillos piadores,
casita de mi contento,
noches con claro de luna,
molino del castañar,
campanitas timbradoras
de la iglesia del lugar,
moritas de los zarzales
que yo le daba a mi amor,
caminos entre maizales,
¡adiós, para siempre, adiós!
¡Adiós gloria! ¡Adiós contento!
¡Dejo casa en que nací
y la aldea que conozco
por un mundo que no vi!
Dejo amigos por extraños,
y la vega por el mar,
dejo, en fin, cuanto bien quiero…
¡Quién pudiera no dejar!…
……………………
Mas soy pobre y, ¡mal pecado
mi tierra mía no es,
que hasta le dan de prestado
la vera por que camina
al que nació desdichado.
Os tengo, pues, que dejar,
huerta que yo tanto amé,
lumbre que arde en mi lar
arbolillos que planté,
fontana del cabañar
Adiós, adiós, que me voy,
yerbitas del camposanto
do mi padre se enterró,
yerbitas que besé tanto,
tierrecita que os crió.
Adiós Virgen de Asunción,
blanca como un serafín:
os llevo en el corazón;
a Dios pedidle por mí,
mi Virgen de la Asunción.
Ya se oyen lejos, muy lejos,
las campanas del Pomar;
para mí, ¡ay!, desdichado,
nunca más han de tocar.
Ya se oyen lejos, más lejos…
cada toque es un dolor;
me voy solo, sin arrimo…
Tierra mía, ¡adiós, adiós!
¡Adiós también, queridiña!…
Adiós por siempre quizá…
Dígote este adiós llorando
desde la orilla del mar:
No me olvides, queridiña
si muero de soledad…
Tantas leguas mar adentro…
¡Casita mía!, ¡mi hogar!
*
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