Para la señora MARY JONES, en Brambleton Hall
Querida Mary:
Sunders Macully, el
escocés, va directo a Gales y ha prometido entregártela en mano, así que no
desperdiciaré la oportunidad de hacerte saber que sigo entre los vivos, aunque
estuve al borde del otro mundo después de enviarte mi última carta. Fuimos por
mar a otro reino llamado Fife, y al volver casi nos vamos al garete por culpa
de una tormenta. Entre el miedo y las náuseas, creí que el corazón se me saldría
por la boca; incluso el señor Clinker no fue el mismo de siempre hasta cuarenta
y ocho horas después de desembarcar. Tuvimos suerte de no ahogarnos, la señora
parecía patidifusa y no había forma de consolarla, aunque, gracias a Dios,
recobró la entereza merced a las exaltaciones privadas del reverendo señor
Macocodrilo. Después viajamos a Starling y a Grascow, que son dos ciudades muy
bonitas; y luego a la casa de un caballero en loch
Loming, que es un maravilloso mar de agua dulce, con un montón de islas. Dicen
que no tiene fondo y que lo creó un músico, y yo lo creo, porque no puede ser
obra de la naturaleza. Tiene olas sin viento, peces sin
aletas y una isla flotante, y en otra hay un cementerio
donde se entierra a los muertos, y siempre que va a morir alguien, suena una
campana para advertirle.
¡Oh, Mary!, esta es
la tierra de los conjuros. La campana sonó mientras estábamos allí. Vi luces y
oí lamentos. El caballero, nuestro anfitrión, tiene otra casa de la que tuvo
que marcharse por culpa de un fantasma malvado que no dejaba dormir a la gente.
Las hadas viven en un agujero de Kairmann, una montaña que hay cerca de aquí,
y, si no se clava una herradura en la puerta, se llevan a las buenas mujeres
cuando están de parto. Me enseñaron a una vieja bruja, llamada Elspath
Ringavey, que vestía una falda roja, tenía los ojos hinchados y un montón de
pelos grises en la barbilla. Le di una moneda para que no me hiciera nada malo
y le pedí que me leyera la buena ventura. Me dijo cosas increíbles, y describió
al señor Clinker a la perfección, y eso que yo no le había hablado de él. Como
padezco de los nervios, me recomendó que me bañase en el loch,
que es de agua bendita; así que una mañana fui a un sitio apartado con la
doncella de la casa y nos bañamos tal como vinimos al mundo, pues esa es la
costumbre del país, y hete aquí que, mientras chapoteábamos en el loch, apareció sir George Coon
con un fusil; pero nos tapamos la cara con las manos y corrimos a donde
habíamos dejado la ropa. Un caballero educado habría mirado hacia otro lado. Mi
consuelo es que no supo bien quiénes éramos, pues ya dice el refrán que de
noche todos los gatos son pardos. Mientras estuvimos en loch
Loming, él y nuestros dos caballeros pasaron tres o cuatro días cazando en las
colinas entre los montañeses, un hatajo de salvajes que viven en cuevas entre
las rocas, se comen a los niños crudos y hablan galés, aunque con palabras diferentes.
Las señoras no se quisieron separar del señor Clinker, porque es tan fuerte y
piadoso que no teme ni a hombres ni a diablos, siempre que no le cojan de
sorpresa. De hecho, un día se llevó un buen susto por una aparición que creyó
ver. Luego dijo que había sido el viejo almirante, pero él no podría haber
hecho que se le pusieran todos los pelos de punta y le castañetearan los
dientes de ese modo, y estoy segura de que lo dijo para que las damas no se
asustaran. La señorita Liddy ha estado un poco floja y casi se pone enferma
—temo que su corazón sea demasiado débil—, pero el suero de leche de cabra ha
hecho que se recupere. Ya sabes que el suero es como la leche materna para una
galesa. En cuanto a la señora, gracias a Dios, está bien de salud. Se encuentra
bien del estómago, ha engordado y es más devota cada día que pasa; no obstante,
tiene afectos como todo el mundo, y creo que no le importaría que la llamaran
«mi señora» si sir George considerara adecuado pedir
su mano. Pero, por mucho que yo vea u oiga, ni una palabra saldrá jamás de los
labios de,
querida Molly,
tu buena amiga
Win. Jenkins
Da, como siempre, recuerdos a Saúl. Volvemos a
casa, aunque no por el camino más corto. Seguro que, cuando lleguemos, el
gatito se habrá convertido en un tigre.
Tobias Smollett
La expedición de Humphry Clinker (1771)
Traducción: Miguel Temprano García
Matthew Bramble, misántropo enfermo de gota, viaja por Gran Bretaña en
compañía de sus sobrinos, su hermana solterona y Humphry Clinker, su fiel
criado. Bramble ve el mundo como un lugar lleno de ruido y degeneración,
poblado por borrachos, vagos y delincuentes. La expedición
de Humphry Clinker, construida a través de las cartas a seis personajes
distintos, constituye una visión divertidísima y grotesca del reinado de Jorge
III, el rey loco, además de una maravillosa lección narrativa.
A caballo entre la
novela picaresca, el bildungsroman y el libro de
viajes, La expedición de Humphry Clinker es la
culminación y casi el testamento literario de Smollett, pues fue publicada en
el año de su muerte. De la importancia de esta obra, cuya traducción firma aquí
Miguel Temprano García, da cuenta en esta edición la introducción de Jeremy
Lewis, miembro de la Royal Society of Literature.
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