El tordavisco
Yo le había contado a un niño muy amigo mío del pájaro llamado «tordavisco», y que forma parte de nuestra zoología fantástica. La piedra de afilar las agujas con la que los sastres se burlan de los aprendices que salieron algo tontos, no es tal piedra, que es un huevo del pájaro tordavisco. El tordavisco es como un gallo en miniatura, y no hay quien logre verlo, que de día en el bosque es verde, de noche es negro y si nieva blanco es. Es uno de los pájaros más listos que hay, más que el cuco, porque, cuando este despierta por las mañanas y se va a ganar la vida, el tordavisco va a donde durmió el cuco y aprovecha el nido viejo o la rama que dejó caliente. El huevo del tordavisco es verde, y habla. Cuando un niño que anda vigilando nidos —en gallego decimos «velar niñadas»— se acerca, el huevo grita, para asustarlo, con voz de trueno:
—¿Quién anda ahí?
Pues el niño, mi amigo, a quien le conté lo del tordavisco, me asegura que lo ha visto y que me lo va a pintar. Para la próxima primavera.
Álvaro Cunqueiro
El laberinto habitado
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