El campamento dormía. Dormía quizá desde hacía siglos, esperando el regreso de César. Seguiría durmiendo mientras él no dijese que había regresado. Acaso conviniese dejar pasar el otoño y el invierno, y esperar a la primavera. Entonces, desde el podio, situado a nueve pasos de su tienda, a la sombra de las águilas, César, armado de hierro, de nostalgia y de gloria, diría: «¡Ahora son los idus de abril!». Florecerían los cerezos, cantaría el cuco en el bosque y relincharía Primaleón.
EL AÑO DEL COMETA CON LA BATALLA DE LOS CUATRO REYES
AUDIENCIA CON JULIO CÉSAR. FINAL
Álvaro Cunqueiro
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