—Hay algo más serio —dijo el secretario—. Dos aviadores fascistas italianos han caído en nuestro campo al sur de Toledo. Uno está muerto, el otro está allí. La Oficina de Información Militar pide que usted examine los documentos.Scali, molesto, hojeó con su corto dedo meñique cartas, tarjetas, fotos, recibos, carnets de sociedades, encontrados en la cartera —y los mapas encontrados en la carlinga—. Era la primera vez que Scali entraba en la intimidad de un italiano enemigo, y ese italiano era un muerto.
Una tarjeta lo intrigó.
Era alargada como una tarjeta de aviación doblada; sin duda, la habían pegado a la del piloto. Parecía que hubiera servido de carnet de vuelo. Dos columnas: De… a…, y las fechas. El 15 de julio (por lo tanto, antes del levantamiento de Franco): La Spezia; después Melilla, el 18, el 19, el 20; después Sevilla, Salamanca. Al margen, los objetivos: bombardeo, observación, acompañamiento, protección… En fin, la víspera: de Segovia a… La muerte estaba en blanco.
Pero debajo, escrito con otra estilográfica algunos días después: TOLEDO, y la fecha de dos días después. Una importante misión de aviación era pues inminente sobre Toledo.
De otra habitación llegaba la voz de alguien que gritaba al teléfono:
—¡No ignoro la debilidad de nuestras formaciones señor Presidente! ¡Pero no incorporaré en ningún caso, en ningún caso, me entiende usted bien, no incorporaré a la guardia de asalto a personas que no están garantizadas por una organización política!
—…
—¿Y el día en que debamos reprimir una rebelión fascista con una guardia de asalto en que se hayan infiltrado fuerzas enemigas? Bajo mi responsabilidad, no admito hombres sin garantías. Había bastantes falangistas en la Montaña, ¡no los habrá ahora en la policía!
Desde el primer momento, Scali había reconocido la voz exasperada del jefe de policía.
—Su nieta está prisionera en Cádiz —dijo un secretario. Golpearon una puerta, no oyeron nada más. Después se abrió la puerta del comedor, volvía el secretario.
—Hay también documentos en Informaciones. El comandante García dice que son papeles importantes. En cuanto a los que usted tiene, le pide que separe los documentos del otro muerto de los del observador. Me los entregará todos, yo los llevaré enseguida allí. Usted le rendirá cuentas al coronel Magnin.
—Muchos son impresos o tarjetas, y es imposible saber a quién pertenecen.
André Malraux
La esperanza
Situada en la guerra civil española, y con una fuerte carga autobiográfica, La esperanza ha pasado a la historia como uno de los mayores exponentes de la narrativa de André Malraux y como la mejor novela sobre esa guerra fratricida. En plena contienda, y en condiciones dramáticas, el propio Malraux dirigió una versión cinematográfica, Sierra de Teruel, que se ha convertido en un clásico del cine de tema bélico.
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