Encendí las luces, saqué mi agenda negra y anoté algunas observaciones acerca de las personas.
»El Colt 45 que le quité a Nick Chalmers fue comprado en septiembre de 1941 por Samuel Rawlinson, presidente del Banco Occidental de Pasadena. Alrededor del 1 de julio de 1945 se lo dio a su hija Louise Swain. Su esposo Eldon, cajero del banco, acababa de cometer un desfalco de más de medio millón, y arruinó el banco. Huyó presuntamente a México, con Rita Shepherd, hija del ama de llaves de Rawlinson (y durante una época fue la «mejor amiga» de su propia hija, Jean).
»Eldon Swain apareció en casa de su mujer en 1954 y le quitó el revólver Colt. ¿Cómo pasó de manos de Swain a las de Nick Chalmers? ¿Vía Sidney Harrow, o a través de otras personas?
»P. D. San Diego: Harrow vivió allí, ídem la hija de Swain, Jean y su marido, George Trask, ídem el ex marido de la señora Shepherd.
Cuando terminé de escribir era casi medianoche. Llamé a la casa de John Truttwell, en Pacific Point y, a petición suya, le leí dos veces mis observaciones. Le dije que, después de todo, podía ser una buena idea entregar el revólver a Lackland para su examen balístico. Truttwell dijo que ya lo había hecho. Me fui a la cama.
A las siete, según el reloj de mi radio, el teléfono me despertó de un sobresalto. Levanté el receptor y pronuncié mi nombre con la boca seca.
—Habla el capitán Lackland. Sé que es temprano para llamar. Pero he estado levantado toda la noche supervisando el examen balístico del revólver que le entregó a su abogado.
—El señor Truttwell no es mi abogado.
—Le ha estado representando. Pero bajo las presentes circunstancias eso no es suficiente.
—¿Cuáles circunstancias?
—No me parece bien discutir las pruebas por teléfono. ¿Puede estar aquí, en la comisaría, dentro de una hora?
—Haré lo posible.
No me entretuve en desayunar, así que entré en la oficina de Lackland a las ocho menos dos minutos, según el reloj eléctrico de su pared. Esbozó un saludo con la cabeza. Sus ojos se habían hundido aún más en su rostro. Una brillante barba gris había brotado en su cara, como si creciera alambre alrededor de un núcleo central de acero.
Tenía la mesa inundada de fotografías. La de más arriba era la ampliación de una microfotografía de un par de balas. Lackland me hizo sentar en una dura silla frente a él.
—Es hora de que usted y yo tengamos un intercambio de opiniones.
—Lo dice como si se tratara de un choque de personalidades, capitán.
Lackland no sonrió.
—No estoy de humor para agudezas. Quiero saber dónde consiguió este revólver.
Empujó el revólver hacia mí con brusquedad, sacando a relucir una tabla de madera sobre la que el arma estaba atada con alambres.
—No se lo puedo decir, y según la ley no estoy obligado a hacerlo.
Ross Macdonald
La mirada del adiós
Selecciones Séptimo Círculo - 2
Lew Archer - 15
Lew Archer sabe que los secretos del pasado son los que provocan los misterios del presente. El tiempo tan sólo los hiberna, hasta que estallan ante la atónita mirada de sus protagonistas. Así que cuando los Chalmers, ricos y poderosos, le reclaman, preocupados por el comportamiento de su hijo, a él le basta con escarbar un poco en sus vidas para saber que sólo encontrará la respuesta si rastrea minuciosamente sus propias conciencias. Lew Archer sondea culpas que nos atormentan durante toda la vida y nos gustaría que siempre permanecieran ocultas. Duro, frío y cínico, Archer no tiene compasión, pero la tierra que remueve desata consecuencias imprevisibles.
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