—Hay algo más serio —dijo el secretario—. Dos aviadores fascistas italianos han caído en nuestro campo al sur de Toledo. Uno está muerto, el otro está allí. La Oficina de Información Militar pide que usted examine los documentos.Scali, molesto, hojeó con su corto dedo meñique cartas, tarjetas, fotos, recibos, carnets de sociedades, encontrados en la cartera —y los mapas encontrados en la carlinga—. Era la primera vez que Scali entraba en la intimidad de un italiano enemigo, y ese italiano era un muerto.
Una tarjeta lo intrigó.
Era alargada como una tarjeta de aviación doblada; sin duda, la habían pegado a la del piloto. Parecía que hubiera servido de carnet de vuelo. Dos columnas: De… a…, y las fechas. El 15 de julio (por lo tanto, antes del levantamiento de Franco): La Spezia; después Melilla, el 18, el 19, el 20; después Sevilla, Salamanca. Al margen, los objetivos: bombardeo, observación, acompañamiento, protección… En fin, la víspera: de Segovia a… La muerte estaba en blanco.