14 abril 2021

14 de abril

Y ahí estaba, a los pies del Primer Magistrado, aquel Surgidero de la Verónica donde, en tarja puesta junto a una puerta, se inscribía la fecha de su nacimiento y donde Doña Hermenegilda hubiese largado las quejas de sus cuatro partos bajo los tules de un mosquitero azul como el palomar de afuera… Y ésa era la Villa que caería en manos de las tropas gubernamentales, intacta, sin herida de obús, por capitulación de casi todos los oficiales infidentes, un histórico 14 de abril… Encontrándose abandonado por sus hombres de mayor confianza, sin patrón de barco o goleta que quisiera cargar con él, el General Ataúlfo Galván se encerró en el viejo Castillo de San Lorenzo; construido por orden de Felipe II en un peñón de roca y dienteperro que angostaba la entrada del puerto. Y ahí desembarcó a media tarde, el día de la rendición, el Primer Magistrado, seguido del Coronel Hoffmann, el Doctor Peralta, y una docena de soldados. El vencido esperaba, silencioso, en medio del patio de honor. Sus labios se movían extrañamente, sin que los acompañara la voz, como queriendo emitir palabras que no sonaban. Con un pañuelo a cuadros trataba de secarse un sudor bajado del quepis —tan lloviznoso que se le pintaba en gotas obscuras sobre el paño de la guerrera. El Presidente se detuvo, mirándolo largamente, como midiéndole la estatura. Y, de pronto, seco, tajante: «¡Que lo truenen!». Ataúlfo Galván cayó de rodillas: —«No… No… Eso, no… Plomo, no… Por tu mamacita… No… Por la santa Doña Hermenegilda, que tanto me quería… Tú no puedes hacerme eso… Tú fuiste como mi padre… Más que un padre… Déjame hablar… Me entenderás… Fui engañado… Escúchame… Por tu mamacita»… —«¡Que lo truenen!». Fue arrastrado, gimiendo, llorando, implorando, hacia la muralla del fondo. Hoffmann formó el pelotón. Incapaz de tenerse en pie, el vencido se adosó a la pared; el lomo le resbaló lentamente sobre la piedra, quedando sentado, de botas adelante, bizcas las punteras, con las manos mal apoyadas en el piso. Los cañones de los fusiles siguieron su descenso, deteniéndose en la justa inclinación. —«¡Apunten!». La orden reafirmó la posición de tiro ya adoptada. —«No… No… Un sacerdote… La confesión… Soy cristiano»… —«¡Fuego!… Culatas al suelo. Tiro de gracia, porque era lo correcto. Alboroto de gaviotas. Brevísimo silencio». —«Arrójenlo al mar» —dijo el Primer Magistrado—: «Los tiburones harán el resto».

Alejo Carpentier
El recurso del método

El recurso del método es una obra compleja, escrita en un lenguaje suntuoso, montada sobre un monólogo, que en su momento tuvo una acogida muy entusiasta por parte del público y la crítica, como lo demuestran sus numerosas ediciones, que ya pasan de treinta sin contar los idiomas extranjeros. La mayoría de los críticos reconoció que era un logro apreciable, una novela histórica y política entre cuyas virtudes estaban la paródica autenticidad del mundo narrado, la actualidad de su propuesta y su nivel de experimentación formal. El título de la novela hace alusión al pensamiento cartesiano. Esta es una de las obras cumbres del subgénero narrativo que podría denominarse «novela de dictador», suma o amalgama de varios dictadores de América Latina, como el cubano Machado, el guatemalteco Estrada Cabrera, el mexicano Porfirio Díaz o el venezolano Guzmán Blanco, el personaje central de la trama es soez y aparentemente ilustrado, corrupto, incapaz y de bajísimo vuelo histórico, es una de las creaciones más memorables del autor y un emblema perfecto de una figura histórica que aún hoy hace sentir su peso en Latinoamérica.

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