31 mayo 2024

El Sol y el Amor

El Sol y el Amor

El sol es dulce, a veces, cuando cede,
su luz se torna tímida y vencida;
así también el amor, en su partida,
se oculta en sombras, en la noche queda.
La víspera del adiós, el alma siente,
como el sol que se oculta tras la loma;
el corazón se torna frágil, aroma,
y el amor se desvanece lentamente.
Mas no olvides que tras la oscuridad,
el sol renace, y el amor también;
en la penumbra, hallamos claridad,
y en el adiós, un nuevo amanecer.
Así, el sol y el amor, en su danza,
nos enseñan que hay luz tras la bonanza.

Es una poesía de Copilot IA

Acaba mayo

ilustración

30 mayo 2024

La mañana del 30 de mayo de 1827 cuando Samuel Pickwick, surgiendo de sus sueños cual otro sol...

el sol, acababa de levantarse y de alumbrar la mañana del 30 de mayo de 1827 cuando Samuel Pickwick, surgiendo de sus sueños cual otro sol

Primeros días de viaje, primeras aventuras nocturnas y sus consecuencias.

Ese puntual cumplidor de todo trabajo, el sol, acababa de levantarse y de alumbrar la mañana del 30 de mayo de 1827 cuando Samuel Pickwick, surgiendo de sus sueños cual otro sol, abría la ventana de su cuarto y contemplaba al mundo que debajo de él se extendía. Goswell Street hallábase a sus pies; Goswell Street tendíase a su derecha, y hasta donde la vista alcanzar podía veíase a la izquierda Goswell Street, y la acera opuesta de Goswell Street mirábase enfrente. «Tales —pensaba Mr. Pickwick— son las limitadas ideas de aquellos filósofos que satisfechos con el examen de las cosas que tienen ante sí no descubren las verdades que más allá se esconden. Así, podía yo contentarme con mirar simplemente Goswell Street sin preocuparme en penetrar las ocultas regiones que a la calle circundan.» Y después de producir Mr. Pickwick esta hermosa reflexión, embutióse en su traje, y sus trajes en el portamantas. Los grandes hombres rara vez se distinguen por la escrupulosidad de su indumento; así, pues, la operación de rasurarse, vestirse y sorber el café pronto estuvo concluida, y una hora después, Mr. Pickwick, con su portamantas en la mano, su anteojo en el bolsillo de su amplio gabán y el libro de notas en el del chaleco, dispuesto a recibir cualquier descubrimiento digno de registrarse, llegaba a la cochera de San Martín el Grande.
—¡Cochero! —exclamó Pickwick.
—Aquí está, sir —articuló un extraño ejemplar de la raza humana, con cazadora de tela de saco y mandil de lo mismo, que con una etiqueta y un número de latón en el cuello parecía catalogado en alguna colección de rarezas. Era el mozo de limpieza—. Aquí está, sir. ¡Vamos, el primero!
Y hallado el cochero número 1 en la taberna donde había fumado su primera pipa, Mr. Pickwick y su portamantas fueron introducidos en el vehículo.
—¡A Golden Cross! —ordenó Mr. Pickwick.
—¡Nada, ni para un trago, Tomás! —exclamó malhumorado el cochero, dirigiéndose a su amigo el mozo, al arrancar el coche.
—¿Qué tiempo tiene ese caballo, amigo? —preguntó Mr. Pickwick, frotándose la nariz con el chelín que había sacado para pagar el recorrido.
—Cuarenta y dos —replicó el cochero mirándole de través.
—¡Cómo! —exclamó Mr. Pickwick llevando su mano al cuaderno de apuntes.
El cochero reiteró su afirmación primera. Mr. Pickwick miró fijamente a la cara del cochero; pero en vista de que los rasgos de ésta permanecieron inmutables, se decidió a consignar el hecho.
—¿Y cuánto tiempo le tiene usted trabajando cada vez? —inquirió Mr. Pickwick, para ampliar la información.
—Dos o tres semanas —contestó el cochero.
—¡Semanas! —dijo asombrado Mr. Pickwick… y de nuevo salió el cuaderno de apuntes.
—Su casa está en Pentonwill, pero rara vez le llevamos allí, por lo flojo que está —observó el cochero con frialdad.
—¡Por lo flojo que está! —repitió vacilante Mr. Pickwick.
—En cuanto se desengancha se cae —prosiguió el cochero—; pero cuando está enganchado le tenemos bien tieso y le llevamos tan corto, que no es fácil que se caiga; y hemos puesto un par de ruedas tan anchas y hermosas, que en cuanto él se mueve echan tras él y no tiene más remedio que correr… no puede por menos.
Mr. Pickwick consignó en su cuaderno todas las palabras de esta información con propósito de comunicarlas al Club, como ejemplo singular de la tenacidad vital de los caballos bajo las más difíciles circunstancias. Apenas había terminado su anotación cuando llegaban a Golden Cross. Saltó el cochero y salió Mr. Pickwick del coche. Mr. Tupman, Mr. Snodgrass y Mr. Winkle, que se hallaban esperando impacientes la llegada de su ilustre jefe, le rodearon, dándole la bienvenida.
—Aquí tiene usted su servicio —dijo Mr. Pickwick, mostrando el chelín al cochero.
¡Cuál no sería el asombro de los doctos caballeros cuando aquel ente incomprensible arrojó la moneda al suelo y expresó con ademanes inequívocos su deseo de que se le permitiera luchar con Mr. Pickwick por la cantidad que se le adeudaba!
—Usted está loco —dijo Mr. Snodgrass.
—O borracho —añadió Mr. Winkle.
—O las dos cosas —resumió Mr. Tupman.
—¡Vamos, vamos! —gritó el cochero, haciendo ademán de combatir a puñetazos, marcando los movimientos como un péndulo—. ¡Vamos… con los cuatro!
—¡Aquí hay jarana! —gritaron media docena de cazurros—. Manos a la obra, Sam.
Y, vociferando alegremente, se agregaron al grupo.
—¿Qué es ello, Sam? —preguntó un caballerete con mangas de percal negro.
—¿Cómo que qué es ello? —replicó el cochero—. ¿Para qué quería mi número?
—Yo no quería su número —contestó Mr. Pickwick sin salir de su estupefacción.
—Entonces, ¿para qué lo ha tomado usted? —le interrogó el cochero.
—¡Pero si no lo he tomado! —gritó indignado Mr. Pickwick.
—¿Querréis creer —continuó el cochero, dirigiéndose al público—, querréis creer que un investigador va en un coche y no sólo apunta el número del cochero sino cada palabra que dice?
Un rayo de luz brilló en la mente de Mr. Pickwick: se trataba del cuaderno de notas.
—¿Pero hizo eso? —preguntó otro cochero.
—Claro que lo hizo —replicó el primero—. Y luego, a prevención de que yo le atacara, tiene tres testigos para declarar contra mí. Pero le voy a dar, aunque me cueste seis meses. ¡Vamos!
Y el cochero arrojó su sombrero al suelo, con notorio menosprecio de la prenda, arrancó los lentes a Mr. Pickwick y siguió el ataque con un puñetazo en la nariz a Mr. Pickwick, otro en un ojo a Mr. Snodgrass y, por variar, un tercero, en el vientre, a Mr. Tupman; luego empezó a maniobrar bailando en el arroyo; volvió a la acera y, por fin, extrajo del pecho de Mr. Winkle el poco aire que le quedaba; todo en media docena de segundos.
—¿Dónde habrá un policía? —preguntó Mr. Snodgrass.
—Ponedlos bajo las mangas —sugirió un vehemente panadero.
—¡Tendréis que sentir por esto! —amenazó Mr. Pickwick.
—¡Soplones! —gritó la concurrencia.
—¡Vamos! —gritó el cochero, que no había cesado en todo el tiempo de agitar sus puños.
El público allí reunido, que hasta entonces había permanecido como mero espectador de la escena, al enterarse de que los pickwickianos eran confidentes del fisco comenzó a encarecer rápidamente la conveniencia de apoyar la proposición del ardoroso panadero; y no hay que decir los actos de agresión personal que se hubieran cometido a no ser porque la trifulca quedó repentinamente interrumpida por la llegada de un nuevo personaje.
—¿Qué juerga es ésta? —preguntó un joven más bien alto, con verde cazadora, que emergió de improviso ante la cochera.
—¡Soplones! —gritó de nuevo la concurrencia.
—¡No somos tal cosa! —rugió Mr. Pickwick en un tono que hubiera llevado la convicción a cualquier circunstante desapasionado.
—¿No lo son ustedes… no lo son? —dijo el muchacho, dirigiéndose a Mr. Pickwick y abriéndose paso entre la multitud por el infalible sistema de separar a codazos a los elementos componentes de ella.
El docto caballero explicó en breves y apresuradas palabras la realidad del caso.
—Vengan, pues —dijo el de la verde cazadora, cargando casi a viva fuerza con Mr. Pickwick y charlando sin cesar—. Ea, número novecientos veinticuatro, recoja su servicio y márchese… Respetables señores… le conozco bien… imprudencias… Sir, ¿y sus amigos?… Un error, ya se ve… no preocuparse… cosas que ocurren… hasta en las mejores familias… no hay que hablar de morir… un contratiempo… levantadlo… ponga eso en su pipa… el aroma… ¡maldita canalla!
Y con esta larga ristra de entrecortadas frases, pronunciadas con extraordinaria volubilidad, el extraño personaje se encaminó hacia la sala de espera de viajeros, seguido de cerca por Mr. Pickwick y sus discípulos.
—¡Mozo! —gritó el raro personaje, tirando de la campanilla con tremenda violencia—, ponga copas… aguardiente y agua, caliente y fuerte, y dulce, y mucho… ¿El ojo magullado, sir? ¡Mozo!, bistec crudo para el ojo del caballero…; nada como el bistec crudo para las erosiones, sir; el frío de un farol, muy bueno; pero un farol, no es posible… ¡Hay que ver pasarse media hora en la calle y pegar el ojo contra la columna del farol!… ¡Eh, muy bien! ¡Ah, ah!
Y el desconocido, sin tomar resuello, se echó de un trago como media pinta del líquido espumante y se repantigó en la silla tranquilamente, como si nada hubiera pasado.

Charles Dickens
Los papeles póstumos del Club Pickwick


Los papeles póstumos del Club Pickwick, también conocida como Los papeles del Club Pickwick, (The Posthumous Papers of the Pickwick Club) fue la primera novela publicada por el escritor británico Charles Dickens. Está considerado como una de las obras maestras de la literatura inglesa.
Inicialmente fue publicada por entregas entre abril de 1836 y noviembre de 1837, y cada una de sus entregas se convertía en un acontecimiento literario. En un principio, la obra debía ser una narración inspirada en los grabados que había realizado Robert Seymour acerca de un «club Nimrod» de cazadores cómicamente inexpertos, pero el texto no tardó en imponerse a su ilustración.
En torno al protagonista se agrupa un club de extravagantes personajes, cuyas peripecias, narradas con gran sentido del humor, pueden interpretarse como una sátira de la filantropía. La figura más notable de la novela, después de la de Pickwick, es la de su criado Sam Weller.
El protagonista de la novela, el señor Samuel Pickwick, es un anciano caballero, fundador del Club Pickwick. La novela se centra en las aventuras del señor Pickwick junto a sus amigos los señores Nathaniel Winkle, Augustus Snodgrass, y Tracy Tupman, durante un divertido viaje.

Tormenta en un vaso de agua

una tormenta en un vaso de agua

29 mayo 2024

EN LA NOCHE

EN LA NOCHE
 
La noche silenciosa como si vaciara al mundo clandestinamente, las candelas celestes no me alumbran, y el sueño, ¡tal consuelo!, no vierte en mis ojos su arenilla.
Velo como un gorrioncillo que ha caído del alero, y está incierto de si la luz le aportará la vida o perecerá entre las sombras.
Mas ¿Qué importa? En el silencio acojo las monedas de la esperanza y las cuento lentamente, una a una. Quedan muy pocas, están muy desgastadas y quiero sentir su peso, su presencia entre mis dedos.

El tiempo de Eurídice (1996) de José Jiménez Lozano (1930 - 2020)

Mayo

señorita con trenza

27 mayo 2024

27 de mayo en la literatura.

Margarita, está linda la mar

1950.
Hace correr el rumor de que se encuentra enfermo de muerte. Su médico personal, el coronel (GN) Heriberto Guardado, se encarga de confirmar la especie en los corrillos sociales. Por fin, es electo otra vez presidente (1950-1956), tras negociar un pacto político con el general Emiliano Chamorro, su tradicional adversario conservador:
Una sala calurosa en Managua. Dos mecedoras de mimbre.
Somoza: (Se da aire con un abanico de paja). General, ¿le puedo solicitar un favor?
Chamorro: (Suspicaz, los ojos escondidos entre el enjambre de pliegues de los párpados). Diga.
Somoza: Estamos a punto de firmar este pacto… (vacila). Yo tengo un hijo, Luis…
Chamorro: (Con cortesía). ¿El ingeniero? Lo conozco.
Somoza: (Apenado). Se pone el título de ingeniero agrónomo sin merecerlo; pero aquí no hay leyes que castiguen las mentiras. (Ríe, socarrón). No trabaja en nada. Yo quiero que usted me permita que él pueda ser diputado, que se distraiga en algo. ¿Por qué no quitamos esa prohibición para los hijos del presidente? (Se calla, y aguarda, el pañuelo de lino, perfumado de Eau de Vétiver cerca de la boca).
Chamorro: (Medita, los ojos siempre escondidos bajo los párpados). Eso… le abriría a su muchacho las puertas. De entre los diputados se escoge al sucesor en caso de que el presidente falte por alguna causa…
Somoza: ¿Luis? ¿Luis, mi sucesor? ¡Permítame que me ría, general! (Se ríe con ganas). Si no tiene ambiciones en la vida. Por eso me le dicen Luis El Bueno. Si le estuviera pidiendo algo para el otro, Anastasio… a ése sí hay que ponerle cuidado…
Chamorro: (Medita aún más: voy a hacerle una concesión a un cadáver. El cáncer no lo va dejar correr largo). Sea, pues. Pero como un favor personal, no como un favor político.
Somoza: (Se levanta a medias de la silla de mimbre, y le extiende ambas manos). Mil gracias, general. No sabe cuánto se lo agradezco.
(¡Vean qué favor!, el orfebre Segismundo golpea la mesa con la palma de la mano. ¡De ese pacto nació la dinastía! Si Dillinger muere, ya está listo el hijo. Y le dice Erwin: eso será quién sabe cuándo, porque el 21, aquí al otro lado, en el Teatro González, el viejo Tacho queda ungido para seis años más, y así per secula seculorum. Hasta que salga alguien que se eche los huevos al hombro, dice el orfebre Segismundo. Y dice el Capitán Prío: todavía no ha nacido ese alguien; y con chaleco salvavidas tejido en acero, menos. Sí, dice Rigoberto mirando contra la luz la cucharita que se acaba de sacar de la boca: no ha nacido).
1951.
Dueño de fábricas textiles, de hielo, de bebidas gaseosas, de calzado, desmotadoras de algodón, beneficios de café, ingenios de azúcar, plantas salineras. Establece el 27 de mayo, cumpleaños de la Primera Dama, como Día del Ejército (a fin de contentarla porque había descubierto la existencia de José [El Carretero], dice el Capitán Prío: le armó una tremolina tremenda, en el propio despacho presidencial, delante del embajador del Perú, que llegaba a anunciarle el regalo de unos caballos de parte de Odría).
1954.
Rebelión de oficiales de la Guardia Nacional en el mes de abril. Todos los cabecillas son torturados, castrados y asesinados. Luis (El Bueno) y Anastasio (El Malo) dirigen los interrogatorios con la cooperación diligente de José (El Carretero). Construye un puerto, Puerto Somoza. Funda una línea mercante, Mamenic Line, para exportar ganado al Perú; una línea aérea, Lanica. Domina el negocio de la carne, los cueros y el cebo a través de sus propios mataderos de carne vacuna. También entra en la crianza, engorde y destace de cerdos. Establece el 1 de febrero, cumpleaños suyo, como Día del padre. José (El Carretero) empieza a aparecer en Novedades, en las fotos de familia.
1955.
Inaugura su propia estatua ecuestre frente al Estadio Somoza.

Sergio Ramírez
Margarita, está linda la mar

1907. León, Nicaragua. Durante un homenaje que le rinde su ciudad natal, Rubén Darío escribe en el abanico de una niña uno de sus más hermosos poemas: «Margarita, está linda la mar…».
1956. En un café de León una tertulia se reúne desde hace años, dedicada, entre otras cosas, a la rigurosa reconstrucción de la leyenda del poeta. Pero también a conspirar. Anastasio Somoza visita la ciudad en compañía de su esposa, doña Salvadorita. Está previsto un banquete de pompa y boato. Habrá un atentado contra la vida del tirano, y aquella niña del abanico, medio siglo más tarde, no será ajena a los hechos.
Sergio Ramírez logra, en Margarita, está linda la mar, que toda la historia de su país quepa en una cumplida metáfora de realidad y leyenda. En un lenguaje cuya brillantez subyuga al lector, con ráfagas de humor e ironía que asombran por su precisión poética, la acción va tramando caminos de medio siglo entre los dos niveles del relato, creando un continuo temporal entre el pasado y el presente que parece pertenecer a los mejores territorios del mito. Y dentro de este ámbito literario, con mucha más realidad que los hechos concretos, el autor nos hace conocer personajes de impecable identidad, originales, tiernos, necesarios, inscritos en la mejor tradición de las grandes personalidades de la literatura latinoamericana.

Una novela perfecta, rebosante de nobleza. Una obra excepcional.

Una novela perfecta, rebosante de nobleza. Una obra excepcional.

El pajarillo de Lesbia

El pajarillo de Lesbia

Pajarillo, delicia de mi amada,
con el que ella, acogiéndolo en su regazo, suele jugar
y al que le ofrece, cuando le ataca, la punta de su dedo,
provocando sus sañudos mordiscos,
y cuando, en su ardiente nostalgia de mí,
le agrada no sé qué querido jugueteo
que alivia sus pesares,
—para calmar, yo pienso, el rigor de sus ansias—:
ojalá yo pudiera como ella jugar contigo
y disipar las duras penas de mi alma:
es tan agradable para mí como dicen que fue
para la veloz muchacha la manzana de oro
que aflojó el cinturón tanto tiempo anudado.

Cayo Valerio Catulo
Poesía completa

Catulo se enamoró de una dama hermosa y licenciosa llamada Clodia, quien estaba casada con Quinto Cecilio Metelo Céler, el gobernador de la Galia Cisalpina. Clodia también era hermana de Publio Clodio Pulcro, un enemigo de Cicerón. A pesar de aparecer en los versos de Catulo bajo el nombre métricamente equivalente “Lesbia” (que alude a la poetisa griega Safo de Lesbos), Clodia fue infiel a Catulo después de concederle sus encantos. Esto dejó a Catulo dividido entre el amor y el odio.

Paisaje, texturas

texturas

26 mayo 2024

26 de mayo en la literatura

Mayo, 26

Viernes, 26 de mayo de 1944

Mi querida Kitty:

Por fin, por fin ha llegado el momento de sentarme a escribir tranquila junto a la rendija de la ventana para contártelo todo, absolutamente todo.

Me siento más miserable de lo que me he sentido en meses, ni siquiera después de que entraron los ladrones me sentí tan destrozada. Por un lado Van Hoeven, la cuestión judía, que es objeto de amplios debates en toda la casa, la invasión que no llega, la mala comida, la tensión, el ambiente deprimente, la desilusión por lo de Peter y, por el otro lado, el compromiso de Bep, la recepción por motivo de Pentecostés, las flores, el cumpleaños de Kugler, las tartas y las historias de teatros de revista, cines y salas de concierto. Esas diferencias, esas grandes diferencias, siempre se hacen patentes: un día nos reímos de nuestra situación tan cómica de estar escondidos, y al otro día y en tantos otros días tenemos miedo, y se nos notan en la cara el temor, la angustia y la desesperación.

ANA FRANK,
Diario

El Diario de Ana Frank es un testimonio conmovedor de una joven judía que vivió escondida durante la Segunda Guerra MundialA través de sus palabras, Ana nos muestra su valentía, su esperanza y su deseo de vivir en un mundo libre de odio y discriminación.


Enciende una candela y sostenla un instante, para nuestra esperanza tan pequeña.

 

luz en las manos

25 mayo 2024

25 de mayo en la literatura

Mayo, 25

Mariah me había regalado un escritorio con muchos cajones y yo lo había colocado cerca de mi cama, con una lámpara encima. Abrí el primer cajón y extraje un pequeño paquete de documentos oficiales: la tarjeta de inmigración, el permiso de trabajo, la partida de nacimiento y una copia del contrato de alquiler del apartamento. Aquellos documentos lo decían todo sobre mí y al mismo tiempo no decían nada. Indicaban el lugar donde había nacido y también la fecha, 25 de mayo de 1949. Indicaban mi altura y que mis ojos y mi piel eran del mismo color, marrón, aunque no aclaraban si las tonalidades eran idénticas. Todos los documentos decían que mi nombre era Lucy, Lucy Josephine Potter. Yo solía odiar los tres nombres.

JAMAICA KINCAID,
Lucy

“Lucy” es una novela de Jamaica Kincaid que se publicó por primera vez en 1990La historia gira en torno a Lucy, una joven de 19 años del Caribe que se muda a los Estados Unidos para trabajar como au-pair para una familia adineradaLa trama de la novela refleja de cerca las propias experiencias de Kincaid.

época de exámenes: amapolas, golondrinas...

época de exámenes: amapolas, golondrinas...

24 mayo 2024

24 de mayo en la literatura

Mayo, 24

Por los regalos i comidas que les vieron cargar, a esta hora el Nidol Toqui estará agasajando como a príncipes a esos piratas, de tantas ganas que tiene de concertarse con ellos contra Ribera. Aquí Catilebo se pasea malhumorado i quejoso por la falta de guerra i de botín, diziendo que si Pelantaro cruza el Bío Bío, él ha de quedarse a este lado como toqui único de todo el Sur. Siguen llegando también notizias de los malones que Guaiquimilla anda haziendo a los indios vezinos, que ésse otra cosa no sabe.

Buestro padre Juan Barba
En Peleco, Lago Lanalgue, a veinte i quatro días del mes de Mayo, día de la Ascensión de NSX.

EDUARDO LABARCA, 
Butamalón


época de exámenes: amapolas, golondrinas...

época de exámenes: amapolas, golondrinas...

23 mayo 2024

ATARDECER

 ATARDECER
 
Al desmayar el sol, algunos días, cuando su lucha ha sido dura con el hielo, o el cieno, o la tristeza, la tarde es como una colcha de oro salpicada de rojo.
Y entonces, ¡cuánta melancolía se recoge entre sus pliegues! los aromas del mundo cual membrillos perfuman sus dobleces.

El tiempo de Eurídice (1996) de José Jiménez Lozano (1930 - 2020)

20 mayo 2024

NIEVE

NIEVE

Sin caminos el mundo, ni vuelo de gorrión, ni grito de cárabo, o zureo de paloma, silencio, blancura intocada de la nieve, aunque la tierra haya bebido tanta sangre.
¿Como cuando de niño tenías fiebre y mamá te subía por la cabeza todo el embozo de la sábana?
¿Como cuando cubrían con el sudario a los más pobres?¡Es una sábana tan pura y no bordada, tan sin recuerdo alguno! ¡Un perdón tan extenso, de tan después de media noche!

El tiempo de Eurídice (1996) de José Jiménez Lozano (1930 - 2020) 

 

Donde la liebre confunde el color de las flores del magnolio con la nieve

donde la liebre confunde el color de las flores del magnolio con la nieve

17 mayo 2024

PEDRO DE ANDEIRO

zorros
 
PEDRO DE ANDEIRO

DESDE los dieciocho años gastaba sombrero. Lo había comprado en La Coruña, cuando fue a despedir a un hermano que embarcaba para La Habana, y aquel sombrero gris perla le duró una docena de años; cuando ya estaba descolorido y la badana medio podre, se compró otro, más oscuro que el anterior. El viejo lo llevó algunos días yendo a pescar al río Mandeo o a segar la hierba en el prado, y luego lo tiró. Mejor dicho, lo dejó colgado de una rama de una abidueira, a orillas del río. Pasaron cuatro o cinco años. Estaba Pedro de Andeiro afilando la fouzaña con la piedra, cuando vio moverse algo por entre la hierba del prado. Era su sombrero.

—¿Quién va ahí? —preguntó el de Andeiro.

—¡Servidor! —le contestó el usuario del sombrero.

Era un zorro viejo y desdentado, la piel amarillenta, quien llevaba puesto su sombrero viejo, muy metido en la cabeza, y lo había desgarrado en la copa para que pudiesen salir al aire las dos orejas puntiagudas.

—Si no te molesta, podemos hablar algo —dijo el zorro al de Andeiro.

Este se sentó en un chanto, lio un cigarro, lo encendió, echó dos grandes bocanadas de humo, y le dijo al zorro que hablase lo que quisiese.

—Voy viejo, amigo Andeiro, y todo me sienta mal, el sol y las humedades, y hasta la carne de gallina. Siempre te veía pasar con tu sombrero puesto, y me decía si no tendría yo algún día la suerte de usar uno. En la raposería estamos muy atrasados. Tenemos buena piel, y un pelo muy decente, pero algo de ropa no nos vendría mal. El día que dejaste el sombrero en la rama de la abidueira cerca del río, me hiciste un gran favor.

—¡Pues que lo use usted muchos años! —le dijo el de Andeiro al zorro.

—¡Y tú que lo veas! —repuso este muy educado—. ¡Y aún podías hacer algo más por mí!

—Usted dirá, don…

—Llámame Bieito. Podías, cuando vienes al prado si no te es mucha molestia, traerme una taza de leche de tu cabra. Yo puedo pagarte llevándote en el monte a donde hay un conejo, como si fuese tu perro de caza. Los conejos saben que voy viejo y no los alcanzo, y no me escapan. También saben que se me indigesta su carne. ¡Otra cosa que no tenemos los raposos es cocina, carnes guisadas y leche frita! Una vez comí leche frita en casa del cura de Sigrás. El ama puso la fuente con ella en la ventana de la cocina, y yo que estaba velando la entrada del gallinero, viendo que no había nadie en la cocina, me comí media fuente. ¡Mira si te conviene el trato!

Pedro de Andeiro convino con el raposo Bieito, le llevaba leche de cabra tres veces a la semana, y aun a veces arroz con leche, y si iba a una romería y compraba roscas, pues le llevaba a Bieito roscas del santo. Y por si fuera poco le regaló un segundo sombrero, porque había comprado un tercero. Pero se lo regalo ya preparado, con un barbuquejo para que no se le cayese al correr, y además con dos buenos agujeros para las orejas.

—¡Eres un buen cristiano! —le dijo Bieito al de Andeiro.

Este sonrió y ofreció un pitillo al raposo, pero este dijo que no fumaba. Aquel invierno apareció muerto cerca de la iglesia con el sombrero puesto.

Álvaro Cunqueiro. Las historias gallegas. 1981

Ilustración

ilustración

13 mayo 2024

El Ángelus de Gerardo

El Ángelus de Gerardo
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Ángelus

A Antonio Machado

Sentado en el columpio
el ángelus dormita
 
Enmudecen los astros y los frutos
 
Y los hombres heridos
pasean sus surtidores
como delfines líricos
 
Otros más agobiados
con los ríos al hombro
peregrinan sin llamar en las posadas
 
La         vida         es         un         único         verso         interminable
 
Nadie llegó a su fin
Nadie sabe que el cielo es un jardín
 
Olvido.
 
El ángelus ha fallecido
 
Con la guadaña ensangrentada
un segador cantando se alejaba

Gerardo Diego (1896-1987)

12 mayo 2024

EL HURACÁN

EL HURACÁN
 
Enciendes tu candela última, y vas a la tiniebla, el huracán se ríe de tu mano roja que protege la llama con una carcajada horrible.
Y tú no tienes fe bastante en que perdure. Pero sigues, porque el huracán no sabe en su violencia que una destruida candela es como un silencio o tres puntos suspensivos.
Al otro lado está quien guarda el fuego, las estrellas, un volcán, y tú lo sabes.

El tiempo de Eurídice (1996) de José Jiménez Lozano (1930 - 2020) 


 

Fantasía con cielo estrellado: el Ángelus vespertino

El Ángelus vespertino

10 mayo 2024

de "La luz de una candela" (diario o notas entre 1989 y 1993)

Una noche fría, profunda. Las estrellas parecen efectivamente puntas de cristal que cortasen, pero de una fascinante hermosura: el Cinturón de Orión, Aldebarán o Sirio, por ejemplo. Realmente llenan ellas solas el cielo y el mundo, y no se cansa uno de mirarlas.
A Pascal le llenaban de terror estos espacios cósmicos, pero a mí esos deslumbrantes candiles me acompañan. Y ya sé que no pueden hacer nada por nosotros y que su belleza sigue ahí, inconmovible, cuando en la noche se cometen mil crímenes; que son pura materia ígnea. Pero también la candela que se consume ante un icono, ante un muerto, o iluminando una lectura, es un puro fenómeno de combustión. También lo es nuestra vida, en último término. ¡Y cómo acompaña a esta vida aquella candela! (Pág. 31)

La luz de una candela (1996) de José Jiménez Lozano (1930 - 2020) 

Campos con amapolas

campos con amapolas

08 mayo 2024

de "La luz de una candela" (diario o notas entre 1989 y 1993)

 La humedad que deja la niebla en el tronco de los arboles, en la madera cortada para la chimenea, y en el barro del ladrillo y de las tejas, es como un barniz admirable mientras el sol se inclina, como lo hace en invierno, de un modo amable y dulce, sin llamar la atención realmente.

La luz de una candela (1996) de José Jiménez Lozano (1930 - 2020) 

Ilustración con amapolas

campos con amapolas

07 mayo 2024

El periodo del canto del cuco

 El periodo del canto del cuco (mayo)
Pasado el período del frío en el que la vegetación está como muerta y en el que el sol, aunque brille no calienta, período en el que el hombre europeo desde hace muchos siglos creía deber realizar determinados ritos para proteger sus intereses vitales, llega otro en el que el sol comienza a calentar, en que los vegetales dan muestras de vida robusta, en que los animales se sienten llenos de vigor, y el hombre percibe un aumento de sus fuerzas. Esta época afortunada dura hasta el momento en que el sol calienta más, pero su curso aparente disminuye y los vegetales empiezan a tener un aspecto menos vivo, señal del agostamiento futuro; los animales se cansan más y el hombre se siente más apagado. La época de esplendor va del mes de abril en su mitad, al mes de junio ya muy avanzado. El pueblo ha simbolizado este período y señala que es, precisamente, el período en el que canta el cucu («cuculus canorus»). Así, por ejemplo, en la provincia de Álava se considera muy grave que el pájaro no cante antes del 20 de abril. En tierra de Marquínez, Arlucea, etc., se dice esto:

Si el pecu no canta
pal veinte de abril
o se ha muerto el pecu
o viene la fin.
 
Fiestas populares de mayo a San Juan. La estación del amor. (1979)
Julio Caro Baroja (1914 – 1995)

Ilustración con amapolas

campos con amapolas

06 mayo 2024

DÍA INVERNIZO

DÍA INVERNIZO

Los pájaros sin impermeable, ¡qué imprevisora fue la Madre Naturaleza, que a las garras del frío entregó estas criaturas tan débiles! ¡Cuan empapado de agua su plumaje, tiritan sobre el tendido eléctrico!
Y nosotros, con abrigos, jerseys, gabardinas, calcetines, en un armario viejo, leyendo y discutiendo a Darwin en las cátedras, o junto al fuego.

El tiempo de Eurídice (1996) de José Jiménez Lozano (1930 - 2020) 

Merenderas

Jardines, plantas, flores...

05 mayo 2024

INVIERNO

INVIERNO

Mi aire es tan azul como si mamá lo hubiera puesto índigo toda la noche y preparara la plancha para más tarde. 
Todavía puedes arrebujarte con la sábana del día y de la vida, hacer el coco, o el fantasma, el muerto y ojalá escapes a su devastación. 
El aire como un cuchillo ensangrentado, o un diamante.

El tiempo de Eurídice (1996) de José Jiménez Lozano (1930 - 2020) 

Cantueso

Jardines, plantas, flores...

03 mayo 2024

LA PESADUMBRE

Y otro día de noviembre, cuando apenas podía sostener mi pesadumbre, zureó una paloma en el tejado, y luego cruzó el cielo del jardín: su blancura fue un relámpago de nieve, y aligeró mi ánima.
Quizás era un ángel, porque a veces suceden estas cosas.

El tiempo de Eurídice (1996) de José Jiménez Lozano (1930 - 2020) 

Mascota de niño rico

ilustración

02 mayo 2024

PASEO BAJO LA NIEBLA

PASEO BAJO LA NIEBLA

Yo, antes, me escondía entre los cendales, las puntillas, difuminadas celosías de la niebla, y me encontraba melancólico, terco, desvaído como un retrato antiguo, y a veces me apoyaba en la memoria de muertos tan queridos.
Pero, ahora, la niebla, el sol, la lluvia, el hielo o el rocío ¿acaso existen? 
¿Existe el mundo, o solamente existe la temerosa cautela del gorrión?
¿Por qué ya no me admiten en su tribu?
Desconfían simplemente, saben, conocen mi miserable aliento, quizás mis libros, tantas devastaciones de mi alma, y tienen miedo.
Sólo cuando la niebla me envuelve con su frío, se regocijan: yo ya tengo segura mi mortaja ¿y no existo?
Tienen razón en su discurso, y así seré juzgado el día de la ira.

El tiempo de Eurídice (1996) de José Jiménez Lozano (1930 - 2020) 

 


Ilustración

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01 mayo 2024

NIEBLA

NIEBLA

Suplica a la niebla su piedad y que recubra la obra de la escarcha, el hielo, ¡tanta muerte!, que envuelva en su organdí como mortaja la gloría destruida del membrillo, mientras guardas sus frutos para perfumar tus melancólicos tesoros del arcón: papeles, amarillos, de cartas, y una trenza.
La niebla, si es piadosa, puede borrarte la memoria, embotar, al menos, su cuchillo, con sus flecos.
 
El tiempo de Eurídice (1996) de José Jiménez Lozano (1930 - 2020) 

Ilustración

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21 de noviembre

  El   21 de noviembre   de 1975, Buenos Aires empezó siendo una mañana fría, soleada, menos húmeda que de costumbre. Como todos los viernes...