Una noche fría, profunda. Las estrellas parecen efectivamente puntas de cristal que cortasen, pero de una fascinante hermosura: el Cinturón de Orión, Aldebarán o Sirio, por ejemplo. Realmente llenan ellas solas el cielo y el mundo, y no se cansa uno de mirarlas.
A Pascal le llenaban de terror estos espacios cósmicos, pero a mí esos deslumbrantes candiles me acompañan. Y ya sé que no pueden hacer nada por nosotros y que su belleza sigue ahí, inconmovible, cuando en la noche se cometen mil crímenes; que son pura materia ígnea. Pero también la candela que se consume ante un icono, ante un muerto, o iluminando una lectura, es un puro fenómeno de combustión. También lo es nuestra vida, en último término. ¡Y cómo acompaña a esta vida aquella candela! (Pág. 31)
La luz de una candela (1996) de José Jiménez Lozano (1930 - 2020)
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