Huyó Jonás, del mandato divino quiso escapar. La tormenta rugió, el barco tembló, a suertes los marineros, asustados, lo lanzaron al mar. Un gran pez lo tragó, en su vientre quedó, tres días y tres noches en la oscuridad. Arrepentido, Jonás oró con fervor, el pez lo vomitó en la orilla del mar. A Nínive fue, el mensaje llevó, y la ciudad, arrepentida, se salvó.
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