08 enero 2021

8 de enero

Es un juego entretenido. Pero es propio de los juegos que al cabo de algún tiempo empiecen a suscitar que se suba la apuesta. Poco a poco, la curiosidad por saber si el señor de Balzac recibió la carta que ellas escribieron con tanto arte, astucia y jovialidad, empieza a hacerles cosquillas. Quizá por medio de algún ardid consigan saber si se sintió indignado o lisonjeado y si se dejó engañar hasta el punto de creer realmente en los sentimientos de aquella «Desconocida». Además, la señora von Hanska proyecta hacer con su marido, en primavera, un viaje a Occidente. Quizá desde Suiza pueda proseguir entonces más fácilmente esta correspondencia y hasta recibir una respuesta, una carta, una línea de puño y letra del célebre escritor. 

La curiosidad aguza el ingenio, así que el 7 de noviembre la señora von Hanska decide con sus amigas escribir otra carta de L’Inconnue (ésta es la primera que conservamos). Al cabo de abundantes y ardientes efusiones del alma, formulan al destino esta pregunta: si Balzac quiere seguir recibiendo cartas de la «Desconocida», si quiere ser el hombre «susceptible de un contacto con aquella centella divina de la verdad eterna». Después de toda esta efusión de vehemencia sofocante, la señora von Hanska le propone que por lo menos acuse recibo por escrito de la carta. Como no tiene intención de declararle su nombre ni de confiarle sus señas, le sugiere un medio que no era ni mucho menos habitual en la época: un anuncio en un diario. «Una palabra suya en La Quotidienne me confirmará con certeza que ha recibido mi carta y que puedo escribirle sin temor. Suscriba el anuncio con: À l’É. H. de B» (Un roman d’amour, pág. 40). 

La señora von Hanska debió sentirse atacada por un extraño espanto cuando el 8 de enero de 1833 recibió el número del 9 de diciembre de La Quotidienne y encontró en la sección de anuncios las siguientes líneas: «El señor de B. recibió la misiva dirigida a él. Solamente hoy le es posible acusar recibo por medio de este diario, y lamenta no saber adónde ha de dirigir su respuesta. À l’É. H. de B». (Un roman d’amour, pág. 43). 

En el primer sobresalto es posible que haya experimentado un sentimiento de felicidad: el grande, el célebre Balzac quiere escribirle, contestarle. Pero el segundo sentimiento tuvo que ser de vergüenza por haber tomado el escritor realmente en serio los sentimientos que con sus compañeras ella había fingido. En efecto, ¿deberá escribirle otra vez, podrá seguir escribiéndole? De súbito, la situación deja de ser graciosa y empieza a tornarse escabrosa, porque el marido, el hidalgo de provincias, sensato y rigurosamente celoso de la honra y la decencia, no sabe nada del entretenimiento que su esposa, sus sobrinas y la institutriz se han permitido idear y que ha sido inocente mientras las cartas de la «Desconocida» eran producto de un grupo anónimo. Si la señora von Hanska intenta establecer ahora una correspondencia seria con Balzac, sólo podrá hacerlo a escondidas de su esposo y sin conocimiento de sus compañeras. Tendrá que representar una comedia delante del marido y, como en toda comedia verdadera, tendrá necesidad de una secreta encubridora. 

Sin lugar a dudas, la señora von Hanska tiene grandes escrúpulos. Siente que contrayendo una relación directa se arriesga a una aventura que no puede coadyuvarse con las exigencias de su posición y de su honestidad. Por otra parte, ¡qué encanto tan provocador hay en lo prohibido, qué tentación en esperar una carta de puño y letra del escritor famoso! ¡Qué seducción también en estilizarse y ser una figura de novela! 

En un primer momento parece que la señora von Hanska no estuvo del todo decidida, y, a la manera tan propia de las mujeres, aplazó su decisión. Contestó de inmediato a Balzac, pero el tono de esta carta es diferente al de las anteriores. En ésta ya no hay exaltaciones entusiastas y confusas, frases vagas; sólo contiene la comunicación de que tiene el propósito de emprender en breve un viaje y detenerse más cerca de Francia, y que desea entablar correspondencia pero sólo en el supuesto de que su persona quede garantizada contra todo compromiso e indiscreción. 

«Me gustaría recibir una contestación suya, pero tengo que hacer uso de tanta cautela, tengo que recurrir a tantos subterfugios, que aún no me atrevo a trabar relaciones. Pero tampoco quiero mientras tanto permanecer sumida en la incertidumbre acerca de mis cartas, y le ruego que a la primera oportunidad me haga saber qué posibilidades ve para una correspondencia sin dificultades. Confío enteramente en su palabra de honor de que no hará ninguna tentativa para descubrir quién es la mujer que recibe sus cartas. Estaría perdida si se supiese que le escribo y que usted recibe y contesta mis cartas» (Un roman d’amour, pág. 48).

Stefan Zweig 
Balzac 
La novela de una vida

Este libro monumental, publicado por primera vez en 1920, no es sólo la obra maestra de Stefan Zweig, la mejor demostración posible del fervor que sentía por el gran Honoré de Balzac, sino también una novela fascinante que descubre al lector no sólo el trabajo, la lucha, el esfuerzo y el desafío del genio, sino también sus debilidades. Tras esta fachada impoluta, sin embargo, se ocultan otros temas igualmente interesantes: el conflicto del escritor con su tiempo, su lucha por el reconocimiento y, en especial, su condición de bufón de una sociedad que nunca llegó a considerarlo un verdadero literato. Por todo ello, esta obra de Zweig debe considerarse también su obra maestra. Lo que debería haber sido la recreación de otro momento estelar de la humanidad, es decir, un retazo de la humanidad misma, se fue convirtiendo igualmente en una descripción vívida y sentida de la comedia humana, lo cual hace que su lectura invite a acercarse con más detenimiento a la obra de Balzac.


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