Qué viejos son los nuevos reaccionarios! Es posible que ellos no lo sepan, pero todo lo que están escribiendo sobre la «muerte» de España, el «adiós» a España, la «entrega» de España, ya fue escrito, mejor escrito, en ocasiones anteriores de la historia de España, que no sé si es, como escribió Gil de Biedma, «la más triste de las historias», ya que en la Historia de la Tristeza hay muchísima competencia. El caso es que estos ejemplares defensores de España están cogiendo carrerilla a ver quién llega antes para certificar la defunción. Son como alegres plañideras profesionales, que lloran con sentida alegría en el entierro, pues así ven cumplido su vaticinio. Incluso hay alguno que acaba de descubrir el patriotismo, pero esa clase de patriotismo que despanzurra una patria. Su problema es que confunden la idea de España con la realidad y son incapaces de ver emerger, con muchos trabajos, con muchas resistencias geológicas, una geografía cuya identidad común es la democracia. Pero estos nuevos reaccionarios, ¿qué están escribiendo? Sin que ellos lo sepan, lo que ya dijo en un muy brillante y no menos lamentable discurso parlamentario, allá por el 4 de enero de 1849, el marqués de Valdegamas, más conocido como Donoso Cortés. Su sonado «Discurso sobre la dictadura» fue uno de los pocos casos en los que la reacción española consiguió exportar un texto por Europa adelante, y vaya si coló. España estaba a punto de morir, pero la culpa no era entonces de la demanda de pluralidad nacional. ¡Los malditos eran los reformadores, los liberales, que ya tenían antecedentes en los erasmistas! Parece un chiste, pero no lo es. Esta muerte anunciada, la de España, resulta ser una quijada de burro usada desde la contrarreforma para aplastar a quien disienta de una concepción autoritaria y metafísica, el genio nacional-católico, de lo que España es o pudiera ser. Confunden la Constitución con un mayal de trillar. Porque el núcleo de su pensamiento —o de su chola, que diría con más precisión un niño— no es demócrata. Los «nuevos» reaccionarios ya son muy viejos.
Manuel Rivas
Una espía en el reino de Galicia
¿Por qué los gallegos aman las curvas? ¿Qué hacen en mitad de la escalera? ¿Por qué adoran al Santo Octopus? He aquí una etnografía irónica, una subversión de los tópicos. Después de «Galicia, Galicia», Manuel Rivas ofrece en este libro una nueva geografía gallega, metáfora del mundo, que consta de cuatro lugares comunicados por caminos en el tiempo y en el espacio: «Galicia contada a un extraterrestre», amplio informe dirigido a un «alien» llamado Golf Oscar Delta sobre los hemisferios de la Galicia de hoy. «La espía (primera parte)» y «La espía (segunda parte)», informes de las investigaciones de una espía enviada a desentrañar los secretos del país de los gallegos; y «El blog de Rumbar», anotaciones sobre el presente en un cuaderno electrónico.
Un ejemplo de periodismo que reivindica el humor, y que con mucha ironía y una pizca de «saudade» apuesta por la rebelión contra el «estado de excepción mental», el dominio del partido conformista y el imperio de lo absurdo. Un libro en el que Galicia se concibe como célula madre, como «matria» y como lugar de encuentro continental y trasatlántico.
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