06 abril 2022
05 abril 2022
Sobre el cuco - Hoy la nieve ha caído, lenta, sobre los alhelíes y las lilas, y el cuco no ha cantado
NIEVE EN PRIMAVERA
Hoy la nieve ha caído, lenta,
sobre los alhelíes y las lilas,
y el cuco no ha cantado;
admiróse el lagarto, un ágil nieto
del antiguo, pesado dinosaurio,
que esperaba el sol de primavera,
y fue arrastrando por el frío
su viscoso vientre de político.
Sobre el periódico y sus crímenes
cayó este gran sudario,
la blanca castidad, el velo
para seguir creyendo, el hombre
renovado en un niño que levanta muñecos
y se apedrea con blancos proyectiles.
La liebre, con sus bigotes sorprendidos, mira
las tiernas hojas del magnolio, blancas,
y tu alegría como de un pájaro.
JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO
TIEMPO DE EURÍDICE
Hoy la nieve ha caído, lenta,
sobre los alhelíes y las lilas,
y el cuco no ha cantado;
admiróse el lagarto, un ágil nieto
del antiguo, pesado dinosaurio,
que esperaba el sol de primavera,
y fue arrastrando por el frío
su viscoso vientre de político.
Sobre el periódico y sus crímenes
cayó este gran sudario,
la blanca castidad, el velo
para seguir creyendo, el hombre
renovado en un niño que levanta muñecos
y se apedrea con blancos proyectiles.
La liebre, con sus bigotes sorprendidos, mira
las tiernas hojas del magnolio, blancas,
y tu alegría como de un pájaro.
JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO
TIEMPO DE EURÍDICE
04 abril 2022
Sobre el cuco - Y con la luz se alzó el canto de un cuco, al que pronto respondió otro, o el eco mismo
La tormenta
Por el pinar de las brujas, tierra honda, troncos gigantes, cielo amenazador, donde la fronda centenaria más que brindarte protección parecía aliarse maléfica con la tormenta, el primer trueno rompió aún lejano, al cual fueron impulsando otros, como masa de aquellas piedras oscuras desprendida de sus cimas y torrenteras, rodándole y rodando con él montaña abajo. ¿En quién brotó primero el sobresalto que contagió al compañero, en ti o en tu caballo?
De siglos atrás volvía a la conciencia un recelo ancestral ante aquello que no era imposible considerar, en su fragor y su violencia, como cólera de la creación y su dios escondido, emparejando el instinto elemental del ser con las fuerzas elementales de la tierra. Todo venía allí a corroborar la leyenda de tantas reuniones sabáticas por aquel pinar, fuese accidental, como el tronar y el relampaguear, fuese consustancial, como lo enriscado y ceñudo del paraje.
La lluvia, abatida con fuerza, tornaba inútil aun el cobijo de los troncos más frondosos, porque su masa argentada pasaba las ramas, para luego, al tocar la tierra, dividirse en vetas fragmentarias ladera abajo. Mejor parecía escapar con ella que no aguardarla inmóvil, como si la rapidez de la carrera pudiera dejar atrás de su caballo al trueno y al aguacero. Pero fueron ellos quienes te dejaron adelantarles, amainando ya desde las crestas, en tanto el cielo hosco, allá por una hendidura entre las nubes, libertaba un vapor amarillento.
Todo se aquietó al aparecer la luz poniente, aunque con pausa agreste de indecible encanto todavía se escuchara el rumor de las gotas rezagadas, cayendo desde el borde de las hojas a tierra, que ahíta de agua cedía bajo los cascos del caballo. Y con la luz se alzó el canto de un cuco, al que pronto respondió otro, o el eco mismo, sus intervalos de diálogo alado cruzando a través del atardecer, hasta unirse fulgor y silbo dentro del aire con una misma causalidad, así como antes se unieron por él relámpago y trueno.
Entonces descabalgaste nuevamente, esta vez no para esperar la tormenta sino para despedirla y contemplar entre las cosas aquel renacer de un sosiego al cual el hombre parecía ajeno, pero que sin duda las brujas, dadivosas un momento con el viandante de su pinar, te permitían vivir y conocer antes de regresar al pueblo y a las gentes, aún sobresaltado, húmedo y dichoso.
Luis Cernuda
Ocnos
03 abril 2022
Sobre el cuco - El cuco llega a mi país en el mes de abril y, en realidad, no tiene hora fija
EL CUCLILLO
EL cuco, el cuclillo, anuncia la primavera, constituye la avanzada de la algarabía universal, vegetal, animal y humana —sí señor, vegetal y humana— que llamamos el despertar de la primavera.
El cuco llega a mi país en el mes de abril y, en realidad, no tiene hora fija. Su ausencia y su presencia está unida a los mitos más profundos y más obscuros del pueblo. El cuco está unido a los mitos del eterno rejuvenecimiento, en virtud de los cuales las mujeres se entregan a dulces imaginaciones y los hombres tuercen el cuello y ponen unos ojos naufragados y acuosos de becerro. Aparece el cuco, las mujeres dan unos saltos en los colchones, los árboles sacan sus hojitas y surge el cocu que es la especie de hombres que a mí me infunde más respeto. De estas cosas yo he hablado mucho con un mitólogo, el viejo señor Vayreda de Lladó, mi difunto amigo, que está reposando en el cementerio de su pueblo, en el que está enterrado también otro gran tipo que fué gran amigo mío, el pintor Llavanera. Llavanera fué un gran cazador de tordos. Vayreda no fué cazador siquiera: sabía tantas y tan abisales cosas que para no hablar de tres o cuatro a la vez, me decía, al encontrarme en Figueras:
—¿De qué quiere usted que hablemos?
La fuerza de la sangre aprieta y si el cuco se retrasa en el horario ancestral de su llegada, hay mucha pena. Por eso se dice que si el cuco no llega a España a primeros de abril, es que está prisionero en Francia. Y este es un dicho de la época de los Austrias, al menos.
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