Los cucos o cuclillos parásitos son una rareza, y una rareza fascinante desde el punto de vista del Libro Genético de los Muertos. Como es bien sabido, son criados por padres adoptivos de una especie que no es la suya. Nunca crían a sus propios hijos. No todos son criados por la misma especie adoptiva. En Inglaterra, algunos son criados por bisbitas comunes (Anthus pratensis), otros por carriceros comunes (Acrocephalus scirpaceus), menos por petirrojos (Erithacus rubecula) y otras especies, pero la mayoría es criada por acentores comunes (Prunella modularis). Sucede que el principal especialista británico en acentores comunes y autor de Dunnock Behaviour and Social Evolution [Comportamiento y evolución social del acentor común] (1992) es también el principal investigador actual de la biología del cuco: Nicholas Davies, de la Universidad de Cambridge. Basaré mi relato en la obra de Davies y su colega Michael Brooke, porque se presta especialmente bien a la metáfora de la «experiencia» de mundos ancestrales. A menos que se diga lo contrario, me referiré al cuco o cuclillo común, Cuculus canorus.
21 marzo 2022
20 marzo 2022
Sobre el cuco - Los pollos de cuco comen insectos o gusanos
Bisbitas comunes, carriceros comunes y lavanderas blancas enlutadas son, según esta manera de verlo, viejos enemigos de sus gentes respectivos de cuclillos. Ha habido mucho tiempo para que ambos bandos hayan acumulado una gran cantidad de armamento. Los huéspedes han desarrollado ojos penetrantes para los huevos impostores, y los cucos poseen disfraces para sus huevos igual de astutos. Los petirrojos son un caso intermedio. Sus cucos ponen huevos que se parecen algo a los de petirrojo, pero no mucho. Quizá la carrera armamentista entre petirrojos y el gens petirrojo de los cucos es de una antigüedad intermedia. Según esta hipótesis, los cromosomas Y de los cucos de petirrojo tienen cierta experiencia, pero su descripción de ambientes ancestrales recientes (de petirrojo) es todavía superficial y está contaminada por las descripciones previas de otras especies «experimentadas» previamente.
Davies y Brooke realizaron experimentos colocando deliberadamente huevos suplementarios de varios tipos en nidos pertenecientes a distintas especies de aves. Querían saber qué especie aceptaría, o rechazaría, los huevos extraños. Su hipótesis era que que las especies que han sostenido una larga carrera armamentista con los cucos tendrían más posibilidades, como consecuencia de su «experiencia» genética, de rechazar los huevos extraños. Una manera de comprobarlo era buscar especies que ni siquiera fueran adecuadas como huéspedes para los cucos. Los pollos de cuco comen insectos o gusanos. Las especies que alimentan a sus pollos con semillas, o las que anidan en agujeros que las hembras de cuco no pueden alcanzar, nunca han corrido el riesgo de ser parasitadas por los cuclillos. Davies y Brooke predijeron que estas aves no se preocuparían si se introducían experimentalmente huevos extraños en sus nidos. Y así sucedió. En cambio, las especies que son adecuadas para los cucos, como los pinzones vulgares (Fringilla coelebs), los zorzales comunes (Turdus philomelos) y los mirlos comunes (Turdus merula), mostraron una tendencia más fuerte a rechazar los huevos experimentales que Davies y Brooke, haciendo de cucos, depositaron en sus nidos. Los papamoscas son potencialmente vulnerables porque dan de comer a sus pollos una dieta apta para los cucos. Pero mientras que los papamoscas grises (Muscícapa striata) hacen nidos abiertos y accesibles, los papamoscas cerrojillos (Ficedula hypoleuca) anidan en agujeros demasiado pequeños para las hembras de cuco. Naturalmente, cuando los experimentadores pusieron huevos extraños en sus nidos, los papamoscas cerrojillos, con sus acervos genéticos «inexpertos», aceptaron los huevos extraños sin rechistar; los papamoscas grises, en cambio, los rechazaron, lo que sugiere que sus acervos genéticos estaban al tanto de la amenaza del cuco desde hacía tiempo.
19 marzo 2022
Sobre el cuco - Los cucos son seres notables y muy instructivos
Pero otra vez volvemos a mirar la vida desde el punto de vista del organismo individual más que desde el de sus genes. Cuando hablábamos de tremátodos y caracoles, nos acostumbramos a la idea de que los genes de un parásito podrían tener efectos fenotípicos sobre el cuerpo del huésped, exactamente de la misma manera que los genes de cualquier animal ejercen efectos fenotípicos sobre su «propio» cuerpo. Demostramos que la mera idea de un cuerpo «propio» era un supuesto intencionado. En un sentido, todos los genes de un cuerpo son genes «parásitos», los llamemos o no a todos ellos genes «propios» del cuerpo. Los cucos salieron a colación como ejemplo de parásitos que no viven en el interior del cuerpo de sus huéspedes. Manipulan a éstos en gran medida del mismo modo que los parásitos internos y, como hemos visto, dichas manipulaciones pueden ser tan poderosas e irresistibles como cualquier hormona o droga interna. Como en el caso de los endoparásitos, deberíamos repetir todo el tema en términos de genes y fenotipos extendidos.
18 marzo 2022
Sobre el cuco - Es fácil sentir simpatía hacia los padres adoptivos, embaucados para incubar los huevos del cuco
Los parásitos tampoco necesitan vivir dentro de los huéspedes: sus genes pueden expresarse en éstos y a distancia. El polluelo de cuco no vive dentro de petirrojos u otros pájaros, no chupa su sangre ni devora sus tejidos, pero no tenemos inconveniente en clasificarlo como parásito. Las adaptaciones del cuco para manipular el comportamiento de los padres adoptivos puede considerarse una acción fenotípica extendida a distancia por parte de los genes del cuco.
Es fácil sentir simpatía hacia los padres adoptivos, embaucados para incubar los huevos del cuco. Los coleccionistas humanos de huevos también han sido engañados por el gran parecido de los huevos del cuco a los de la especie parasitada (diferentes razas de hembras de cuco se especializan en diferentes especies huéspedes). Lo que resulta difícil de entender es la conducta que, más avanzada la estación, presentan los padres adoptivos hacia los jóvenes cucos, casi ya cubiertos del todo por plumas. Estos son mucho más grandes que sus «padres»; a veces incluso de manera grotesca. Estoy viendo la fotografía de un acentor común adulto, tan pequeño en comparación con su monstruoso hijo adoptivo que tiene que subirse a su espalda para poder alimentarle. Aquí sentimos menos simpatía por el huésped. Nos maravillamos ante su estupidez, de su credulidad. Cualquier tonto sería capaz de ver que hay algo que no funciona con un hijo como este.
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