Antiguamente, cuando
la luna nueva alzaba su memoria
de nuevos pastos en lejanos valles,
ellos sacrificaban un cordero
y ponían en marcha a sus rebaños.
Pero la sangre es roja
y, al alzarse la luna nuevamente,
crucificaron luego a un hombre:
abril, el viento largo, la tardía
helada, y desolación nos punzan.
Mas se lavan las manchas,
y la luna ilumina los amores
lascivos, y los otros, sonoras primaveras,
dulces de narrar como se narra el árbol
o las lilas difunden su violeta hermosura.
No recordamos nada, o sólo esos enlaces
del cuerpo, y humedad de hierba,
ardiente el sol, los senos, y los ojos.
JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO
TIEMPO DE EURÍDICE
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