06 diciembre 2021

6 de diciembre

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El día 6 de diciembre se celebra la segunda sesión. Se observan cambios en la colocación de los pacientes. Asiste por primera vez el paciente número 3. Es un tartamudo licenciado en Ciencias Químicas.

El profesor Frankle resume las reglas de la sesión para que las conozca el paciente 3 quien inmediatamente empieza a interrogar individualmente a los otros pacientes. Pregunta qué aficiones tiene cada uno y qué trabajo hace. Toda la iniciativa es del paciente 3 que ha entrado con mucho ímpetu.

Los otros pacientes se esfuerzan para no reírse del paciente 3 cuando el 3 tartamudea y se queda atascado medio minuto o más. Hay muchísima tensión.

El profesor Frankle mordisquea su toscano. Parece preocupado por soltar una carcajada. Pide que se reflexione sobre lo que ha ocurrido en la sesión. Todos los pacientes guardan silencio.

El paciente 6 recalca la mejoría que se observa con respecto a la última sesión. Lo atribuye al interés del tartamudo paciente 3.

El paciente 3 propone a la paciente 1 cambiar de asiento. Dice que cree que va a ser mejor para la actuación de ambos.

La paciente 1 se pone roja como un tomate. Sonríe escéptica.

El profesor Frankle indica que en esta sesión se han formado grupos de pacientes. Los enumera.

Paciente 3 con paciente 6.

Paciente 2 con 4.

Paciente 1 con 5.

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Silencio.

Los pacientes 5 y 1 se ruborizan inmediatamente.

La paciente 2 sonríe.

El 4 hace tics con los ojos.

El 6 dice con la voz temblorosa que no se advierte demasiada mejoría.

Por la cara que pone el profesor Frankle se nota que no le gusta este comentario. El profesor Frankle sugiere que a partir de la próxima semana los pacientes del grupo de psicoterapia colectiva al terminar la sesión en la Klinik Hof nos reunamos en el club del Hospital Universitario para jugar a las cartas.

Ignacio Carrión
Cruzar el Danubio

Viena. Una habitación de hotel, al lado de la casa de Mozart. Juan espera a Berta. Pone en marcha la grabadora y sus palabras van registrando el pasado. Es la misma grabadora que utilizó como periodista para acceder a la inflexible Madre Teresa de Calcuta. Para llegar al terrorista del IRA en huelga de hambre. Para recoger el primer acto del gran espectáculo de la guerra del Golfo…

Todo lo ha reinventado en sus crónicas. Pero ahora no caben deformaciones: el hombre se enfrenta a si mismo en un peculiar ajuste de cuentas. Vuelven de repente las grotescas y lacerantes mixtificaciones que ha escrito para el diario Damas y Caballeros, los fraudes que se reiteran en la Europa triste del bienestar y en los rincones más olvidados del tercer mundo.

También reaparecen escenas de la convivencia difícil con sus padres. Las peripecias de una estancia anterior en Viena. Las relaciones con su americanísima ex mujer. Con una entrenadora china de pimpón. Y con su amante Berta a la que sigue esperando mientras anochece en Viena.

Con un lenguaje conciso y fragmentario. Ignacio Carrión crea una atmósfera de vértigo, una sensación hipnótica, sacudida por un humor feroz y corrosivo. Cruzar el Danubio se convierte así en un análisis incisivo de la patología del oficio periodístico. Nos obliga a escuchar el ruido de la carcoma que aniquila toda clase de creencias.

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