02 febrero 2021

2 de febrero

No comprendo cómo pudo Elstead al fin quedar libre; pero, a juzgar por el estado en que se hallaba el extremo de la cuerda que colgaba de la esfera, se podría creer que el cable se cortó a causa de su roce continuo contra el borde del altar. El hecho es que la esfera se balanceó de pronto bruscamente, y que Elstead se elevó sobre el mundo de sus adoradores, tal como un ser etéreo, envuelto en el vacío, se elevaría otra vez, cruzando nuestra atmósfera, hacia su éter nativo. Debe haberse substraído a vista de ellos tal como una burbuja de hidrógeno que se precipita hacia arriba en el aire. Y ésta ha de haber sido para ellos una ascensión bien extraña, por cierto.

La esfera se precipitó, pues, hacia arriba con velocidad más grande aún que cuando, arrastrada por los pesos de plomo, se había hundido. Y se calentó excesivamente. Subía con las ventanillas hacia arriba, y Elstead recuerda que un torrente de burbujas hacía espuma sobre los vidrios. A cada momento esperaba verlos saltar. Después, le pareció que se soltaba una enorme rueda en su cabeza, que el compartimento acolchado empezaba a girar, y perdió el sentido. Sus primeros recuerdos, después de esto, se refieren a su camarote y a la voz del médico que lo atendía.

Sólo queda por decir que el 2 de febrero de 1896 Elstead hizo, cerca de Río de Janeiro, su segundo descenso al abismo del Océano, en condiciones mucho más ventajosas esta vez, porque habla aprovechado bien su primera experiencia, introduciendo en su aparato todas las mejoras que aquélla le había sugerido. Lo que fue de él, jamás lo sabremos.

No volvió nunca. El Ptarmigan estuvo navegando alrededor del sitio de su inmersión, esperándolo en vano durante trece días, y regresó después a Río de Janeiro, desde donde se telegrafió la triste noticia a sus amigos. En esto ha quedado hasta hoy el asunto. Pero no es muy difícil que se haga alguna vez una tentativa seria para verificar el extraño relato de Elstead sobre esas maravillosas ciudades del mar profundo.

H. G. Wells
Una historia de los tiempos venideros

En esta obra Wells plantea una historia de amor en el marco de Londres dentro de mil años. El género humano, como lo plantea el escritor, está dividido, o más bien ubicado, verticalmente de acuerdo a su situación económica. Una sociedad totalmente civilizada y automatizada es la que logra unir a Elizabeth y a Denton como la pareja central de esta historia. Ellos se aman, pero no tienen dinero para casarse. Es por eso que deciden iniciar una aventura fuera del marco de la ciudad y se lanzan a lo desconocido. Todo lo que no está comprendido en Londres se considera salvaje y es ahí cuando tienen que enfrentar situaciones que ellos consideran violentísimas, al punto de ver sangre y tener que pelear con unos perros salvajes por su vida. Esto no sería tan grave sino fuera que estos personajes están acostumbrados a que el desayuno se les sirva en una cinta transportadora y que en vez de leer las noticias opriman un botón y el fonógrafo se las lea, es decir, seres humanos habituados al mínimo esfuerzo y total tecnificación para sus movimientos. Wells toma como punto de partida la sociedad inglesa de su época y la parodia en esta obra tanto en la primera historia que se cuenta, como a lo largo de los cuentos que se encuentran al final de esta obra. Busca el shock en el lector y lo logra.

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