15 enero 2023
14 enero 2023
TRECE LINEAS (más o menos). 4 de 365
Ojalá mi padre o mi madre, o mejor dicho ambos, hubieran sido más conscientes, mientras los dos se afanaban por igual en el cumplimiento de sus obligaciones, de lo que se traían entre manos cuando me engendraron; si hubieran tenido debidamente presente cuántas cosas dependían de lo que estaban haciendo en aquel momento:—que no sólo estaba en juego la creación de un Ser racional sino que también, posiblemente, la feliz formación y constitución de su cuerpo, tal vez su genio y hasta la naturaleza de su mente;—y que incluso, en contra de lo que ellos creían, la suerte de toda la casa podía tomar uno u otro rumbo según los humores y disposiciones que entonces predominaran:——si hubieran sopesado y considerado todo esto como es debido, y procedido en consecuencia,——estoy francamente convencido de que yo habría hecho en el mundo un papel completamente distinto de aquel en el que es muy probable que el lector me vea. —Creedme, buena gente, esto no es cosa tan insignificante como muchos de vosotros podáis pensar;—me atrevería a decir que todos habéis oído hablar de los espíritus animales, de cómo se transfunden de padre a hijo, etc., etc.—y otras muchas cosas al respecto.—Pues bien, tenéis mi palabra de que nueve de las diez partes del sentido de un hombre o de su sinsentido, sus éxitos y sus fracasos en este mundo dependen de los movimientos y actividad de dichos espíritus, así como de los diferentes terrenos y sendas en que se los deposite; de tal manera que, una vez puestos en marcha, no importa ni medio penique que lo estén para bien o para mal,—allá van, alborotando como locos; y al dar los mismos pasos una y otra y otra vez, al poco rato ya han hecho con ello un camino un llano y uniforme como el paseo de un jardín; y una vez que se han acostumbrado a él, ni el mismo Diablo será a veces capaz de desviarlos.
—Perdona, querido, dijo mi madre, ¿no te has olvidado de darle cuerda al reloj?———¡Por D——!, gritó mi padre lanzando una exclamación pero cuidándose al mismo tiempo de moderar la voz——¿Hubo alguna vez, desde la creación del mundo, mujer que interrumpiera a un hombre con una pregunta tan idiota?—Perdone, pero, ¿qué estaba diciendo su padre?———Nada.
Laurence Sterne. Tristram Shandy. La vida y las opiniones del caballero Tristram Shandy
Título original: The Life and Opinions of Tristram Shandy, Gentleman
Laurence Sterne, 1759
Traducción: Javier Marías
[TRECE LINEAS (más o menos)]
13 enero 2023
TRECE LINEAS (más o menos). 3 de 365
- Me descubro de nuevo en el Polo Norte. Estoy sin trineo, sin perros y con el pijama puesto. ¿Me preguntáis si tengo frío? Por supuesto que tengo frío, idiotas.
- Atardecer oscuro de diciembre. En la iglesia los santos están despiertos viendo caer la nieve.
- Ariadna toca las teclas del piano una por una, como en un funeral bajo la lluvia. Teseo quiere algo que se pueda bailar. El Minotauro, a quien todo el mundo llama zopenco, asiente alegremente con la cabeza.
- Los maltratadores de niños llevaban a su hijito a la iglesia los domingos.
- Sonámbulos, uníos. Congregaos en las azoteas a medianoche.
- Recorrí algunos caminos infames en mi niñez. No es raro que me falte algún tornillo.
- La historia es un libro de recetas. Los tiranos son los chefs. Los filósofos redactan las cartas. Los curas hacen de camareros. Los gorilas son gente del ejército. Los cantos que oyes son los poetas lavando los platos en la cocina.
- La compasión bondadosa de un solo ser humano por otro en tiempos de odio y violencia masivos merece más respeto que los sermones de todas las iglesias desde que el mundo es mundo.
Charles Simic (Belgrado, 9 de mayo de 1938 - Dover, Estados Unidos, 9 de enero de 2023)
Charles Simic. El monstruo ama su laberinto. Cuadernos
Título original: The Monster Loves His Labyrinth
Charles Simic, 1997
Traducción: Jordi Doce
[TRECE LINEAS (más o menos)]
12 enero 2023
TRECE LINEAS (más o menos). 2 de 365
Pero, me diréis, le hemos pedido
que nos hable de las mujeres y la novela. ¿Qué tiene esto que ver con una
habitación propia? Intentaré explicarme. Cuando me pedisteis que hablara de las
mujeres y la novela, me senté a orillas de un río y me puse a pensar qué
significarían esas palabras. Quizás implicaban sencillamente unas cuantas
observaciones sobre Fanny Burney; algunas más sobre Jane Austen; un tributo a
las Brontë y un esbozo de la rectoría de Haworth bajo la nieve; algunas
agudezas, de ser posible, sobre Miss Mitford; una alusión respetuosa a George
Eliot; una referencia a Mrs. Gaskell y esto habría bastado. Pero, pensándolo
mejor, estas palabras no me parecieron tan sencillas. El título las mujeres y
la novela quizá significaba, y quizás era éste el sentido que le dabais, las
mujeres y su modo de ser; o las mujeres y las novelas que escriben; o las
mujeres y las fantasías que se han escrito sobre ellas; o quizás estos tres
sentidos estaban inextricablemente unidos y así es como queríais que yo
enfocara el tema. Pero cuando me puse a enfocarlo de este modo, que me pareció
el más interesante, pronto me di cuenta de que esto presentaba un grave
inconveniente. Nunca podría llegar a una conclusión. Nunca podría cumplir con
lo que, tengo entendido, es el deber primordial de un conferenciante:
entregaros tras un discurso de una hora una pepita de verdad pura para que la
guardarais entre las hojas de vuestros cuadernos de apuntes y la conservarais
para siempre en la repisa de la chimenea. Cuanto podía ofreceros era una
opinión sobre un punto sin demasiada importancia: que una mujer debe tener
dinero y una habitación propia para poder escribir novelas; y esto, como veis,
deja sin resolver el gran problema de la verdadera naturaleza de la mujer y la
verdadera naturaleza de la novela. He faltado a mi deber de llegar a una
conclusión acerca de estas dos cuestiones; las mujeres y la novela siguen
siendo, en lo que a mí respecta, problemas sin resolver. Mas para compensar un
poco esta falta, voy a tratar de mostraros cómo he llegado a esta opinión sobre
la habitación y el dinero.
Virginia Woolf. “Una habitación propia”
Título original: A Room of One's Own
Virginia Woolf, 1929
Traducción: Laura Pujol
[TRECE LINEAS (más o menos)]
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