Pero, me diréis, le hemos pedido
que nos hable de las mujeres y la novela. ¿Qué tiene esto que ver con una
habitación propia? Intentaré explicarme. Cuando me pedisteis que hablara de las
mujeres y la novela, me senté a orillas de un río y me puse a pensar qué
significarían esas palabras. Quizás implicaban sencillamente unas cuantas
observaciones sobre Fanny Burney; algunas más sobre Jane Austen; un tributo a
las Brontë y un esbozo de la rectoría de Haworth bajo la nieve; algunas
agudezas, de ser posible, sobre Miss Mitford; una alusión respetuosa a George
Eliot; una referencia a Mrs. Gaskell y esto habría bastado. Pero, pensándolo
mejor, estas palabras no me parecieron tan sencillas. El título las mujeres y
la novela quizá significaba, y quizás era éste el sentido que le dabais, las
mujeres y su modo de ser; o las mujeres y las novelas que escriben; o las
mujeres y las fantasías que se han escrito sobre ellas; o quizás estos tres
sentidos estaban inextricablemente unidos y así es como queríais que yo
enfocara el tema. Pero cuando me puse a enfocarlo de este modo, que me pareció
el más interesante, pronto me di cuenta de que esto presentaba un grave
inconveniente. Nunca podría llegar a una conclusión. Nunca podría cumplir con
lo que, tengo entendido, es el deber primordial de un conferenciante:
entregaros tras un discurso de una hora una pepita de verdad pura para que la
guardarais entre las hojas de vuestros cuadernos de apuntes y la conservarais
para siempre en la repisa de la chimenea. Cuanto podía ofreceros era una
opinión sobre un punto sin demasiada importancia: que una mujer debe tener
dinero y una habitación propia para poder escribir novelas; y esto, como veis,
deja sin resolver el gran problema de la verdadera naturaleza de la mujer y la
verdadera naturaleza de la novela. He faltado a mi deber de llegar a una
conclusión acerca de estas dos cuestiones; las mujeres y la novela siguen
siendo, en lo que a mí respecta, problemas sin resolver. Mas para compensar un
poco esta falta, voy a tratar de mostraros cómo he llegado a esta opinión sobre
la habitación y el dinero.
Virginia Woolf. “Una habitación propia”
Título original: A Room of One's Own
Virginia Woolf, 1929
Traducción: Laura Pujol
[TRECE LINEAS (más o menos)]
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