A fin de cuentas, yo no soy en verdad más que un esteta. Imposible no sentirse emocionado al ver a una muchacha tan hermosa.
—¿Le puedo sacar una foto?
—¿Con mi paraguas abierto? —ha replicado ella al punto haciendo girar su pequeño paraguas rojo.
—Pero mi carrete es en blanco y negro.
No le he explicado que en realidad llevaba un carrete de profesional.
—No importa, las verdaderas fotografías artísticas se hacen siempre con carretes en blanco y negro.
Daba la impresión de saber de lo que hablaba.
Ha salido conmigo. Unos pequeños copos de nieve revoloteaban por los aires. Se protegía del viento con su paraguas de color rojo vivo.
Por más que estemos ya en el mes de mayo, la nieve de esta vertiente no se ha fundido por completo. En las zonas en que aún queda una poca, brotan por doquier las florecillas púrpura de la fritilaria, y a veces matas de telefios rojos; bajo las peñas desnudas, unas plantas de artemisia extienden sus tallos verdes vellosos en los que se abren pujantes flores amarillas.
—Póngase allí —le he ordenado.
En segundo término, las montañas nevadas que habían relumbrado por la mañana no eran más que siluetas en medio de la grisalla formada por los finos copos.
—¿Está bien así?
Ella inclina la cabeza, se pone en pose. El viento redobla su violencia y le impide mantener derecho su paraguas.
Está aún mejor así, tratando de resistir al viento.
Delante de nosotros discurre un riachuelo cuajado por el hielo. En la orilla, enormes botones de oro se abren en una extraordinaria exuberancia.
Ella ha exclamado señalando al río:
—¡Vayamos abajo!
Ella corre pugnando contra el viento con su paraguas. Yo he puesto el zoom. En contacto con su respiración, los copos se transforman en vaho. Sobre su pañuelo y su pelo resplandecen unas gotas de agua. Le he hecho una seña.
—¿Ya ha terminado? —exclama ella en medio del viento.
Unas finas perlas de agua brillan en sus cejas. Ahora está perfecta. Por desgracia se me ha acabado el carrete.
—¿Puede enviarme estas fotos? —me ha preguntado llena de esperanza.
Gao Xingjian
La montaña del alma
El protagonista de este cuento de cuentos es un escritor chino a quien el azar le muestra su destino en un vagón de tren.
A través de un desconocido descubre la existencia de la Montaña del Alma. Se propone entonces dedicar su tiempo, su aliento y su vida a encontrar esa montaña para conquistarla y desvelar sus secretos, abandonándose a los recodos del camino, al polvo de los vehículos, a las fábulas de los viejos moradores de las aldeas y a la ensoñación que preña las brumas de los altos picos.
En su largo recorrido, el autor avanzará por la geografía, la tradición y la cultura chinas en pos de un objetivo tan sublime como inalcanzable: descifrar el sentido de nuestra identidad… Gao Xingjian fue testigo y víctima de la Revolución Cultural China.
Su obra fue objeto de censura por parte del gobierno chino a mediados de la década de los ochenta y hubo de emigrar a Francia.
En el año 2000 recibió el Premio Nobel de Literatura, convirtiéndose en el primer escritor chino en conseguirlo.