20 enero 2021

20 de enero

 El pez volador de la zona equinoccial (Exocetus volitans) se adelanta hacia el norte y penetra hasta gran distancia en la zona templada, siguiendo la corriente del río donde le retiene el calor de las aguas. El Fucus natans que se acumula en la superficie del Gulf Stream, particularmente en el golfo de Méjico, hace fácil de reconocer al navegante la entrada de la corriente y, aun, la disposición misma de los ramos indica la dirección del río. El palo mayor del navío de guerra inglés el Tilbury, incendiado durante la Guerra de los Siete Años en la costa de Santo Domingo, fue a parar, llevado por la corriente de agua caliente, a las playas de Escocia septentrional. Toneles llenos de aceite de palma, restos del cargamento de un buque inglés que había naufragado en un escollo, cerca del cabo López en África, llegaron igualmente hasta las costas de Escocia. Estos restos habían atravesado, por consiguiente, dos veces todo el océano Atlántico, de este a oeste, entre 2 y 12 grados de latitud, siguiendo la corriente equinoccial, y de este a oeste, entre 45 y 55 grados llevados por el Gulf Stream. Cuenta Rennell el viaje de una botella flotante arrojada con una inscripción desde el buque inglés Newcastle el 20 de enero de 1819 a los 38° 52’ de latitud y 66° 20’ de longitud, que fue hallada solo el 2 de junio de 1820 en la costa noroeste de Irlanda, cerca de la isla de Arran. Poco antes de mi llegada a Tenerife, había arrojado el mar en la rada de Santa Cruz un tronco de cedro de América meridional (Cedrela odorata), todavía totalmente cubierto por su corteza, a que habían quedado adheridos gran cantidad de líquenes.

El Gulf Stream, arrojando a las islas de Fayal, de Florez y de Corvo (que pertenecen al grupo de las Azores) tallos de bambúes, trozos de madera artísticamente trabajados, troncos de una especie de pino propia de Méjico y las Antillas, y que no era conocida aún, y cadáveres humanos de una raza particular, notable por la anchura de la cara, ha contribuido, como se sabe, al descubrimiento de América. Estos hallazgos fortificaron las conjeturas de Colon sobre la existencia de islas y regiones acuáticas situadas hacia el oeste, a distancia que no debía de ser considerable. Aprendió Colon de labios de algunos extranjeros establecidos en las Azores, en el cabo Berga, que se habían encontrado navegando al oeste barcas cubiertas tripuladas por hombres de aspecto raro y hechas de tal modo que nunca podían hundirse[272]. Que naturales de América, Esquimales probablemente de Groenlandia o del Labrador, arrastrados hacia el sudeste por corrientes y tempestades hayan pasado realmente a nuestro continente lo comprueban los más convincentes testimonios, aunque el hecho fuese por largo tiempo puesto en duda. Wallace refiere[273] que en 1682 un gran número de personas vio a un groenlandés en su canoa en la punta meridional de la isla de Eda. No pudo conseguirse el apoderarse de él. En 1684, un pescador groenlandés apareció también cerca de la isla de Westram. Veíase colgada en la iglesia de Burra una canoa que había pertenecido a esquimales y que las corrientes o la tempestad habían arrojado a la playa. Los habitantes de las Orcadas designan a los groenlandeses que se muestran en estos parajes con el nombre de finneses (Finn men).

Alexander Von Humboldt
Cuadros de la Naturaleza

Alejandro de Humboldt (Tegel, 1769-1859) es uno de los máximos representantes del Siglo de las Luces en el campo científico. Es muy difícil encontrar un personaje histórico que rivalice con él en la asociación inconfundible de su nombre con la geografía. Eminente científico, se forma en física, geología, astronomía, botánica y meteorología. En nuestro país su legado fue ampliamente difundido gracias a la traducción que, en 1876, Bernardo Giner de los Ríos realizó de Cuadros de la Naturaleza, edición que presentamos actualizada. Tras obtener un permiso del ministro español Urquijo, Humboldt emprende un viaje científico al continente americano, cuyo resultado sería una ingente cantidad de obras científicas que ayudaron a comprender la realidad americana en muchas de sus vertientes. Sus escritos se consideran un antecedente inmediato de la geografía humana; se interesó por el estudio de las culturas prehispánicas y asentó los inicios del posterior desarrollo científico americano. Su doctrina social y política influirá también en el pensamiento de muchos líderes independentistas. Cuadros de la Naturaleza ofrece la visión humboldtiana de la ciencia geográfica, cuyo objeto de estudio son los fenómenos terrestres, incluyendo al hombre, al tratar de descubrir el orden existente en las apariencias caóticas de la Naturaleza y las conexiones que se dan entre fenómenos distantes pero que obedecen a una misma causa. Humboldt utiliza un método empírico de observación sistemática que, por medio del raciocinio, debe conducir a la explicación causal de dichos fenómenos y a su comparación con otros similares. Pero su método no es la simple observación neutra; para él, al igual que para los grandes románticos prusianos, como Schiller y Goethe, la contemplación de la Naturaleza es fuente de placer estético y un camino para su comprensión. En Cuadros de la Naturaleza se enfatiza el goce que embarga al viajero cuando mira, con ojos admirativos, los grandes paisajes de las cordilleras americanas, sus selvas, sus ríos y los restos de las civilizaciones antiguas, sin que por ello se deje llevar por construcciones ideales basadas en la especulación.

Setas no comestibles

 Setas

19 enero 2021

19 de enero

Palo Alto, California

19 de enero de 1999

Rebecca:

Sí, he estado fuera. Y me vuelvo a marchar. ¿Es acaso asunto tuyo?

Estaba llegando a pensar que eras una invención mía. La peor de mis debilidades. Pero aquí, en el alféizar de la ventana, apoyada contra el cristal para mirarme, está «Rebecca, 1952». El pelo como crines de caballo y los ojos hambrientos.

Prima, eres tan fiel que me cansas. Sé que debería sentirme halagada, muy pocas personas, aparte de ti, desearían perseguir a la «difícil» profesora Morgenstern ahora que soy una anciana. Meto tus cartas en un cajón, y las abro en mis momentos de debilidad. Una vez, hurgando en la basura de un contenedor, recuperé una carta tuya. Luego, en mi debilidad, la abrí. ¡Sabes lo mucho que detesto la debilidad!

Prima, basta ya.

ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

Lake Worth, Florida

23 de enero de 1999

Querida Freyda:

¡Me doy cuenta! Lo siento.

No tendría que ser tan avariciosa. No tengo ningún derecho. Cuando descubrí que vivías, en septiembre del año pasado, mi único pensamiento fue: «Mi prima Freyda Morgenstern, mi hermana perdida, ¡vive! No hace falta que me quiera ni siquiera que me conozca ni que me dedique un pensamiento. Me basta con saber que no pereció y que ha vivido su vida».

Tu prima que te quiere,

ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

Palo Alto, California

30 de enero de 1999

Querida Rebecca:

Nos volvemos ridículas con emociones a nuestra edad, como si enseñáramos los pechos. Vamos a ahorrárnoslo, ¡por favor!

Tengo tan pocas ganas de reunirme contigo como de reunirme conmigo misma. ¿Qué te hace pensar que querría tener una «prima», una «hermana», a mi edad? Me gusta carecer de parientes vivos porque así no existe la obligación de pensar ¿Vive todavía?

En cualquier caso, me marcho. Voy a viajar durante toda la primavera. Estoy muy a disgusto aquí. La California residencial es aburrida y no hay un alma. Mis «colegas y amigos» son unos frívolos oportunistas para quienes, al parecer, soy también una oportunidad.

Detesto palabras tales como perecer. ¿«Perece» una mosca, «perecen» cosas en putrefacción, «perece» tu enemigo? Esa manera tan grandilocuente de hablar me cansa.

Nadie perece en los campos de concentración. Muchos «murieron», «los mataron». Eso es todo.

Me gustaría poder prohibirte que me reverencies. Por tu propio bien, querida prima. Veo que también yo soy tu debilidad. Quizá quiera ahorrarte malos ratos.

Aunque si fueras uno de mis alumnos de doctorado, te haría entrar en razón con una buena patada en el trasero.

De repente llegan premios y distinciones para Freyda Morgenstern. No sólo para la memoriógrafa sino también para la «distinguida antropóloga». De manera que viajaré para recibirlos. Todo esto llega demasiado tarde, por supuesto. Sin embargo, y como tú, soy una persona glotona, Rebecca. ¡A veces pienso que mi alma es mi estómago! Soy alguien que se atiborra sin disfrutar, para quitarles la comida a otros.

Ahórrate malos ratos. No más emociones. ¡No más cartas!

Joyce Carol Oates
La hija del sepulturero

En 1936, los Schwart, una familia de inmigrantes desesperada por escapar de la Alemania nazi, se instala en una pequeña ciudad de Estados Unidos. El padre, un profesor de instituto, es rebajado al único trabajo al que tiene acceso: sepulturero y vigilante de cementerio. Los prejuicios locales y la debilidad emocional de los Schwart suscitan una terrible tragedia familiar. Rebecca, la hija del sepulturero, comienza entonces su sorprendente peregrinación por la «América profunda», una odisea de riesgo erótico e intrépida imaginación que la obligará a reinventarse a sí misma.

Joyce Carol Oates ha creado una pieza magistral de realismo mítico y doméstico, excepcionalmente emotiva y provocadora: un testimonio íntimo de la resistencia del individuo. En esta novela prodigiosa la violencia actúa como un faro iluminando una cultura y una época.

Setas no comestibles

 Setas

18 enero 2021

18 de enero

Capítulo XVIII

18 de enero.— Esta mañana seguimos hacia el sur, con el mismo tiempo bonancible. El mar parecía un espejo, el aire era tolerablemente tibio y procedente del nordeste y la temperatura del agua de 53 grados. Otra vez aprestamos nuestros aparejos de sondeo, y con una línea de ciento cincuenta brazas hallamos que la corriente que se encaminaba hacia el polo se movía a una milla por hora. Esta tendencia continua hacia el sur, tanto en el viento como en la corriente, dio que pensar, y hasta produjo alarma en ciertos sectores de la tripulación; no me fue difícil advertir que el capitán Guy estaba igualmente preocupado. Pero era hombre muy sensible al ridículo y logré finalmente que mis bromas disiparan sus aprensiones. La declinación magnética era ahora insignificante. Durante el día vimos varias ballenas y cantidad de bandadas de albatros sobrevolaron nuestro navío. Sacamos asimismo del agua un arbusto que flotaba, lleno de frutos rojos semejantes a los del espino, y el cuerpo de un animal terrestre sumamente raro. Tenía tres pies de largo, pero sólo seis pulgadas de ancho; las patas eran muy cortas, mientras las pezuñas estaban armadas de largas uñas de un escarlata brillante, cuya sustancia parecía coral. El cuerpo se hallaba cubierto de una piel lisa y sedosa, completamente blanca. La cola semejaba la de una rata y medía un pie y medio. La cara era parecida a la de un gato, salvo las orejas, que colgaban como las de un perro. Los dientes tenían el mismo color escarlata de las garras.

Edgar Allan Poe
Narración de Arthur Gordon Pym

Probablemente, Narracion de Arthur Gordon Pym es la obra de EDGAR ALLAN POE (1809-1849) que ha suscitado valoraciones más dispares. Los surrealistas han hablado con gran estima de la eficacia evocativa de sus elementos inconscientes (por los que se ha interesado también el psicoanálisis) y los aficionados al realismo mágico elogian tanto el encadenamiento de aventuras que aparecen en la superficie como la corriente subterránea, alegórica y extraña, que las transporta. En cuanto a la abrupta conclusión de la historia, lo más probable es que sea una exigencia de la propia trama; a las puertas del gran misterio, el narrador se ve obligado a callar. «Y este silencio —concluye JULIO CORTAZAR, traductor y prologuista de esta edición— tiñe todo el libro con un horror sagrado, insinúa un sentido ambiguo en cada escena anterior, enriquece misteriosamente el relato y a la vez lo desnuda de su fácil truculencia para dejar entrever detrás de esas matanzas, ese canibalismo, esa exhibición de cadáveres descompuestos, un signo profundo de hombre en lucha consigo mismo o con el destino».


Setas no comestibles

 Setas

Enriketa ve un fantasma