El pez volador de la zona equinoccial (Exocetus volitans) se adelanta hacia el norte y penetra hasta gran distancia en la zona templada, siguiendo la corriente del río donde le retiene el calor de las aguas. El Fucus natans que se acumula en la superficie del Gulf Stream, particularmente en el golfo de Méjico, hace fácil de reconocer al navegante la entrada de la corriente y, aun, la disposición misma de los ramos indica la dirección del río. El palo mayor del navío de guerra inglés el Tilbury, incendiado durante la Guerra de los Siete Años en la costa de Santo Domingo, fue a parar, llevado por la corriente de agua caliente, a las playas de Escocia septentrional. Toneles llenos de aceite de palma, restos del cargamento de un buque inglés que había naufragado en un escollo, cerca del cabo López en África, llegaron igualmente hasta las costas de Escocia. Estos restos habían atravesado, por consiguiente, dos veces todo el océano Atlántico, de este a oeste, entre 2 y 12 grados de latitud, siguiendo la corriente equinoccial, y de este a oeste, entre 45 y 55 grados llevados por el Gulf Stream. Cuenta Rennell el viaje de una botella flotante arrojada con una inscripción desde el buque inglés Newcastle el 20 de enero de 1819 a los 38° 52’ de latitud y 66° 20’ de longitud, que fue hallada solo el 2 de junio de 1820 en la costa noroeste de Irlanda, cerca de la isla de Arran. Poco antes de mi llegada a Tenerife, había arrojado el mar en la rada de Santa Cruz un tronco de cedro de América meridional (Cedrela odorata), todavía totalmente cubierto por su corteza, a que habían quedado adheridos gran cantidad de líquenes.
El Gulf Stream, arrojando a las islas de Fayal, de Florez y de Corvo (que pertenecen al grupo de las Azores) tallos de bambúes, trozos de madera artísticamente trabajados, troncos de una especie de pino propia de Méjico y las Antillas, y que no era conocida aún, y cadáveres humanos de una raza particular, notable por la anchura de la cara, ha contribuido, como se sabe, al descubrimiento de América. Estos hallazgos fortificaron las conjeturas de Colon sobre la existencia de islas y regiones acuáticas situadas hacia el oeste, a distancia que no debía de ser considerable. Aprendió Colon de labios de algunos extranjeros establecidos en las Azores, en el cabo Berga, que se habían encontrado navegando al oeste barcas cubiertas tripuladas por hombres de aspecto raro y hechas de tal modo que nunca podían hundirse[272]. Que naturales de América, Esquimales probablemente de Groenlandia o del Labrador, arrastrados hacia el sudeste por corrientes y tempestades hayan pasado realmente a nuestro continente lo comprueban los más convincentes testimonios, aunque el hecho fuese por largo tiempo puesto en duda. Wallace refiere[273] que en 1682 un gran número de personas vio a un groenlandés en su canoa en la punta meridional de la isla de Eda. No pudo conseguirse el apoderarse de él. En 1684, un pescador groenlandés apareció también cerca de la isla de Westram. Veíase colgada en la iglesia de Burra una canoa que había pertenecido a esquimales y que las corrientes o la tempestad habían arrojado a la playa. Los habitantes de las Orcadas designan a los groenlandeses que se muestran en estos parajes con el nombre de finneses (Finn men).
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