EL EMPERADOR DE LOS HELADOS
Llama al que lía gruesos cigarrillos,
Al forzudo, y ofrécele batir
En tarros de cocina las concupiscentes cuajadas.
Deja que las sirvientas huelguen con los mismos vestidos
Que suelen llevar, y deja que sus galanes
Lleven flores envueltas en periódicos del mes pasado.
Deja que ser rime con parecer.
El único emperador es el Emperador de los Helados.
Llévate algo del aparador
Donde faltan tres borlas de cristal, aquella sábana
Donde ella bordaba una vez fantasías
Extendiéndola luego para ocultar su cara.
Si sus callosos pies quedan fuera, llegan
A mostrar qué fría y muda está ella.
Deja fijar la lámpara a su viga.
El único emperador es el Emperador de los Helados.
Traductor: Andrés Sánchez Robayna
Wallace Stevens
Domingo a la mañana y otros poemas
Wallace Stevens (Reading (Pensilvania), 2 de octubre de 1879 – Hartford (Connecticut), 2 de agosto de 1955)
[TRECE LINEAS (más o menos)]
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